domingo, 23 de septiembre de 2018


Colombia y Guyana habrán de ser las puntas de lanza de la intervención militar del imperio en Venezuela
 Carlos E. Lippo

“Se han oído voces sobre operaciones militares unilaterales. Creemos que debe darse una respuesta colectiva a la crisis (en Venezuela),
pero también creemos, déjenme ser muy claro, que todas las opciones deben considerarse.
Y que el régimen de Maduro deber ser presionado política, económica y estratégicamente en todos los niveles”,
Francisco Santos, actual embajador de Colombia en los Estados Unidos




Desde que el 10 de agosto de 2017 el presidente Trump, motivado por la auténtica neurosis que ha llegado a sentir por Venezuela y su revolución, y estimulado además por una ignorancia supina que le lleva a pensar que invadir a Venezuela sería tan fácil como lo hicieron con Granada (1983) y Panamá (1989), dos pequeños países carentes de ejércitos, plantease de improviso a sus más cercanos colaboradores, en la Oficina Oval de la Casa Blanca, aquella tendenciosa interrogante de ¿por qué Estados Unidos no puede invadir el país sudamericano? (1), no han sido pocos los esfuerzos que han realizado tanto él como sus más elevados funcionarios en materia de seguridad, relaciones exteriores y defensa, para conformar la fuerza militar multinacional que le han recomendado sus altos mandos militares, al no querer asumir en solitario la carga de la invasión.

Tengo la firme convicción de que aunque en esa oportunidad Trump pudiese no haber dado la orden expresa de ejecutar a cierto plazo la invasión, que en lo personal he venido juzgando como inexorable desde que en mayo del 2013 publicase un artículo titulado “De que seremos invadidos, seremos invadidos” (2), si inició de hecho la cuenta regresiva para darla con aquellas muy infelices declaraciones ofrecidas al día siguiente, 11 de agosto de 2017, en presencia de sus principales asesores en política exterior (Tillerson, Mc Master y su embajadora ante la ONU, Nikki Haley), según las cuales, a juicio suyo, “La gente (en Venezuela) está sufriendo y muriendo”, y  que para intentar solucionar tal crisis “…  tenemos muchas opciones, incluyendo  una posible opción militar, en caso de ser necesario”(1).

Abominable frase ésta, que en supremo gesto de lacayismo y en abierta violación de sus deberes y responsabilidades como secretario general de la OEA, hiciese suya Luis Almagro, en un recorrido que realizase por los alrededores la localidad fronteriza de Cúcuta, el pasado 14 de septiembre, durante el cual le dio por desplazarse de forma ampulosa y amenazante, como todo un mariscal de campo presto a pasar revista a sus huestes triunfantes de regreso de la batalla (3), aunque el día siguiente tratase inútil y vergonzantemente de desmentirse debiendo haber olvidado estúpidamente que sus palabras por fuerza tenían que haber sido grabadas por la prensa que había cubierto su recorrido (4).

Es oportuno y necesario apuntar que tamaña atrocidad de quien parece haberse tomado en serio su cargo de “ministro de colonias del imperio”, tuvo la virtud de haber generado el efecto contrario de haber alineado en contra de la invasión imperial a países tan activamente injerencistas y agresivos en contra de Venezuela como los que conforman el llamado “Grupo de Lima”, engendro diplomático creado bajo las  órdenes del departamento de estado de los Estados Unidos en agosto de 2017, con el único propósito de atacar al gobierno bolivariano y promover el intervencionismo en Venezuela.

En efecto, el sábado 15 de septiembre, al día siguiente de las infelices declaraciones de Almagro, el grupo emitió un enérgico comunicado de rechazo a las mismas así como a cualquier "intervención militar" o "uso de la fuerza en Venezuela" (5), suscrito por 11 de los 14 países miembros (Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía), con las vergonzantes abstenciones de Canadá, que para este caso es casi lo mismo que decir los Estados Unidos, y nuestros vecinos Colombia y Guyana, por las razones que habremos de analizar más adelante.

Siendo innegable que este abrupto viraje favorable de un grupo tan activo en su política injerencista en contra de Venezuela debiese haber alejado las posibilidades de la intervención militar tantas veces anunciada por el emperador Trump y sus más conspicuos representantes, tales como el senador “Narco” Rubio y su pupilo Carlos Trujillo, representante permanente de la OEA, es que llaman poderosamente nuestra atención unas palabras del Presidente Maduro pronunciadas en el acto de Clausura del III Congreso de la Juventud Socialista de Venezuela (JPSUV), celebrado el pasado domingo 16, con las cuales advirtió que: el gobierno de Estados Unidos ya dio la orden de invadir militarmente a nuestra patria” (6). Es indudable que alguna valiosa información de inteligencia debe poseer el presidente para atreverse a pronunciar tan terribles palabras en medio del ambiente de los últimos días que a nuestro juicio y a simple vista podría ser asumido como de temporal distensión.

En la misma línea de esta advertencia del Presidente Maduro se produjeron a mitad de la semana que hoy termina unas más que inquietantes declaraciones de Ralph Emanuel, exjefe de gabinete de la Casa Blanca de Barack Obama y actual alcalde de Chicago, contenidas en una entrevista concedida al periodista John Harwood de la cadena CNBC (7), multinacional mediática con 19 canales de televisión asociados en Estados Unidos y el resto del mundo.
En la citada entrevista Emanuel fue enfático en advertir que el presidente Donald Trump podría intervenir en Venezuela durante el próximo mes de octubre para desviar la atención de importantes problemas de su administración y obtener beneficios políticos que le garanticen la victoria en las elecciones del congreso que se celebrarán el 6 de noviembre de este año. “Nosotros tenemos una frase en este país: la sorpresa de octubre (…) creo que en estos momentos él (Trump) está buscando hacer cualquier cosa y hará cualquier cosa”, fue una de las frases pronunciadas por Emanuel para denunciar la inminencia de la intervención imperial en Venezuela.

Entrando sin más preámbulos en el tema que nos ocupa es oportuno y conveniente comenzar señalando que Colombia, nuestro vecino de la frontera occidental y Guyana, vecino por el oriente, son dos países que en diferentes épocas han logrado despojarnos de ingentes territorios, con la ayuda del imperio español y el imperio estadounidense, en el caso del primero y con la ayuda del imperio británico y el mismo imperio estadounidense en el caso de Guyana.

El despojo territorial perpetrado por Colombia (8), que estimo es del orden de los 300.000 Km2, fue legalizado con la firma del nefasto acuerdo de límites de 1941, instrumento sobre el cual pesan al menos dos demandas de nulidad introducidas por dos eminentes juristas venezolanos en los años 1970 y 1974, totalmente procedentes a juicio mío, sobre los cuales nuestro Tribunal Supremo de Justicia aún no ha emitido sentencia. El despojo perpetrado por Guyana, consistente en toda nuestra Guayana Esequiba, es del orden de los 160.000 Km2,  le fue legado por el Reino Unido quien es realmente quien lo perpetró con la ayuda del imperio estadounidense y se encuentra aún en reclamación, pendiente del resultado de unos  acuerdos a los que deben llegar las partes, con arreglo al Acuerdo de Ginebra de 1966 (9). Si algo podría reclamársele al Gobierno Revolucionario sobre su actuación durante los 19 años que le ha tocado  gestionar estos potenciales conflictos limítrofes es a mi juicio su extrema generosidad y consideración para con estos vecinos en aras de la promoción de la integración suramericana.

Colombia que desde siempre ha ambicionado poseer una salida al mar Caribe a través de nuestro Lago de Maracaibo que le permitiese un acceso más competitivo de sus productos, tanto los legales como los ilegales, a los mercados de Europa y Norteamérica, debe además enfrentar a muy corto plazo (2021) un agotamiento total de sus reservas petroleras que, entre otros muchos efectos, habrá de impactar de manera muy negativa la elaboración de la cocaína, de la cual son primer país productor/exportador mundial, por lo que ahora ha pasado a ambicionar además el control sobre nuestras reservas de hidrocarburos en el occidente del país. Es por ello que sus élites gobernantes desde hace algún tiempo vienen acariciando la nefasta idea de destruir el estado-nación venezolano (10).

Por su parte Guyana, que desde su nacimiento como estado independiente en 1966 se ha negado reiteradamente a respetar las estipulaciones del Acuerdo de Ginebra que le prohíben la explotación de recursos mineros y hasta las actividades de exploración en la zona en reclamación (nuestra Guayana Esequiba), ha otorgado concesiones de exploración y explotación  costa afuera, en nuestro mar territorial en reclamación, a las empresas petroleras CGX Energy, Exxon Mobil, Shell y Anadarko, todas ellas rechazadas por Venezuela por medio de los medios diplomáticos establecidos. Un anuncio de la empresa Exxon Mobil, tradicional enemiga de Venezuela (11), relacionado con la existencia de un importante yacimiento en la zona que ilegalmente le fuese dada en concesión es fundamentalmente lo que ha determinado la más injustificada animosidad de los gobiernos guyaneses, en especial el del militar en situación de retiro David Granger, en los últimos años.

En resumen, es por temas de carácter exclusivamente crematístico como los dos anteriormente mencionados, que estos ingratos y desagradecidos vecinos vienen dando apoyo irrestricto a las ejecutorias del imperio en contra nuestra, pudiendo llegar hasta el extremo de servirle de punta de lanza para su ya decidida y cercana intervención militar.

Qué Colombia, socio global de la OTAN desde mediados de año, estaría más que dispuesta a desarrollar este infausto papel para beneficio propio y del imperio, es algo que hemos venido evidenciando en nuestros anteriores trabajos sobre esta materia, pero que queda palmariamente demostrado por planteamientos como el desarrollado por su embajador en Washington, Francisco Santos, que antecede a estas notas (12); y es que ocurre que este redomado cipayo, tras presentar sus cartas credenciales al presidente Trump a comienzos de semana, no tuvo el menor empacho en señalar, llegando mucho más lejos de lo que ya han llegado su presidente (Iván Duque) y su canciller (Carlos Holmes Trujillo), que en el tratamiento de la llamada “crisis venezolana”, ninguna de las opciones estarían descartadas, incluyendo por supuesto la opción de la intervención militar.

Así mismo es evidente que el actual gobierno de Guyana, con su “eterno cuento” de que somos un país grande que los agrede por ser ellos pequeños, no vacilaría en prestarse para cualquier acción en contra nuestra, incluyendo una intervención militar, por mantenerse aún fuertemente influenciado por la antigua metrópoli y por estar acicateado por las transnacionales del petróleo y en especial por la estadounidense Exxon Mobil, empeñada en vengarse por las sucesivas sentencias de diferentes instancias judiciales internacionales que les han sido desfavorables en los casos de sus absurdas demandas en contra de la nación (11).

Habiendo sido desmontada la campaña mediática que buscaba posicionar a Venezuela como una amenaza para la seguridad de todos los países de la región a causa de la avalancha de “refugiados” que estaría lanzando sobre ellos (13), lo más probable es que traten de justificar la invasión como respuesta a un ataque de falsa bandera o “falso positivo”, que sería imputado a las fuerzas armadas de Venezuela y que ameritaría la ayuda militar del imperio al país agredido, ya sea Colombia o Guyana.

En apoyo a la hipótesis anterior podríamos mencionar dos recientes falsas denuncias hechas por la cancillería, desmentidas oportuna y contundentemente por nuestra cancillería: una consistente en la presunta incursión de 30 efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) a bordo de 2 helicópteros en sector Vetas de Oriente, del municipio Tibú, al Norte de Santander, el domingo 19 de agosto (14); y la otra consistente en señalar que un operativo de la GNB en el que resultaron detenidos cuatro ciudadanos colombianos, efectuado en la isla Mantequero, estado Amazonas, territorio venezolano, el pasado 13 de septiembre, fue realizado en territorio colombiano (15). Juzgo innecesario referirme explícitamente a la caterva de falsas acusaciones sobre incursiones de militares venezolanos en territorio Guyanés formuladas por el presidente Granger desde su ascenso al poder en el 2015.

Que los Estados Unidos accionarían en favor de Colombia en el caso de una supuesta agresión desde Venezuela es algo evidente dada su condición de socio global de la OTAN, pero que además ha sido explicitado en diferentes oportunidades, la última de ellas la semana pasada, por su embajador Kevin Whitaker. La actuación de la OTAN en favor de Guyana es algo que no necesita demostración a partir de su triste condición de cuasiprotectorado anglo-estadounidense.

Ya para concluir quiero señalar que si en definitiva Colombia y Guyana decidiesen actuar en profundidad como los peones del imperio que realmente son invadiendo nuestro territorio, no les arriendo las ganancias, pues  de este lado se encontrarán con un pueblo cívico-militar, plenamente capacitado para la defensa del territorio y dispuesto a entregar hasta su última gota de sangre por entender que si Venezuela cae, habrá de caer toda “Nuestra América” , que tornaría a ser el infamante “patio trasero” del imperio. También porque en el supuesto negado que lograsen una victoria, seguro estoy de que el imperio lejos de entregarles la pretendida recompensa, no hará otra cosa que apretarles el yugo ya que habrá desaparecido uno de los principales bastiones de la resistencia latinoamericana.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
Caracas, septiembre 23 de 2018
celippor@gmail.com

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