Colombia y Guyana habrán de ser las
puntas de lanza de la intervención militar del imperio en Venezuela
Carlos E. Lippo
“Se han oído voces sobre
operaciones militares unilaterales. Creemos que debe darse una respuesta
colectiva a la crisis (en Venezuela),
pero también creemos,
déjenme ser muy claro, que todas las opciones deben considerarse.
Y que el régimen de Maduro
deber ser presionado política, económica y estratégicamente en todos los
niveles”,
Francisco
Santos, actual embajador de Colombia en los Estados Unidos
Desde
que el 10 de agosto de 2017 el presidente Trump, motivado por la auténtica neurosis
que ha llegado a sentir por Venezuela y su revolución, y estimulado además por una
ignorancia supina que le lleva a pensar que invadir a Venezuela sería tan fácil
como lo hicieron con Granada (1983) y Panamá (1989), dos pequeños países carentes
de ejércitos, plantease de improviso a sus más cercanos colaboradores, en la
Oficina Oval de la Casa Blanca, aquella tendenciosa interrogante de ¿por
qué Estados Unidos no puede invadir el país sudamericano? (1), no
han sido pocos los esfuerzos que han realizado tanto él como sus más elevados
funcionarios en materia de seguridad, relaciones exteriores y defensa, para
conformar la fuerza militar multinacional que le han recomendado sus altos
mandos militares, al no querer asumir en solitario la carga de la invasión.
Tengo
la firme convicción de que aunque en esa oportunidad Trump pudiese no haber
dado la orden expresa de ejecutar a cierto plazo la invasión, que en lo
personal he venido juzgando como inexorable desde que en mayo del 2013 publicase
un artículo titulado “De que seremos
invadidos, seremos invadidos” (2),
si inició de hecho la cuenta regresiva para darla con aquellas muy infelices
declaraciones ofrecidas al día siguiente, 11 de agosto de 2017, en presencia de
sus principales asesores en política exterior (Tillerson, Mc Master y su
embajadora ante la ONU, Nikki Haley), según las cuales, a juicio suyo, “La gente (en Venezuela) está sufriendo y
muriendo”, y que para intentar
solucionar tal crisis “…
tenemos muchas opciones, incluyendo
una posible opción militar, en caso de ser necesario”(1).
Abominable
frase ésta, que en supremo gesto de lacayismo y en abierta violación de sus deberes
y responsabilidades como secretario general de la OEA, hiciese suya Luis
Almagro, en un recorrido que realizase por los alrededores la localidad
fronteriza de Cúcuta, el pasado 14 de septiembre, durante el cual le dio por desplazarse
de forma ampulosa y amenazante, como todo un mariscal de campo presto a pasar
revista a sus huestes triunfantes de regreso de la batalla (3),
aunque el día siguiente tratase inútil y vergonzantemente de desmentirse debiendo
haber olvidado estúpidamente que sus palabras por fuerza tenían que haber sido
grabadas por la prensa que había cubierto su recorrido (4).
Es
oportuno y necesario apuntar que tamaña atrocidad de quien parece haberse tomado
en serio su cargo de “ministro de
colonias del imperio”, tuvo la virtud de haber generado el efecto contrario de haber alineado en contra
de la invasión imperial a países tan activamente injerencistas y agresivos en
contra de Venezuela como los que conforman el llamado “Grupo de Lima”, engendro diplomático creado bajo las órdenes del departamento de estado de los
Estados Unidos en agosto de 2017, con el único propósito de atacar al gobierno
bolivariano y promover el intervencionismo en Venezuela.
En
efecto, el sábado 15 de septiembre, al día siguiente de las infelices declaraciones
de Almagro, el grupo emitió un enérgico comunicado de rechazo a las mismas así
como a cualquier "intervención
militar" o "uso de la fuerza en Venezuela" (5),
suscrito por 11 de los 14 países miembros (Argentina, Brasil, Chile, Costa
Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía), con
las vergonzantes abstenciones de Canadá, que para este caso es casi lo mismo
que decir los Estados Unidos, y nuestros vecinos Colombia y Guyana, por las
razones que habremos de analizar más adelante.
Siendo
innegable que este abrupto viraje favorable de un grupo tan activo en su
política injerencista en contra de Venezuela debiese haber alejado las
posibilidades de la intervención militar tantas veces anunciada por el
emperador Trump y sus más conspicuos representantes, tales como el senador “Narco”
Rubio y su pupilo Carlos Trujillo, representante permanente de la OEA, es que
llaman poderosamente nuestra atención unas palabras del Presidente Maduro
pronunciadas en el acto de Clausura del III Congreso de la Juventud Socialista
de Venezuela (JPSUV), celebrado el pasado domingo 16, con las cuales advirtió
que: “el gobierno de Estados Unidos ya dio la orden de invadir militarmente a
nuestra patria” (6). Es indudable que alguna valiosa información de inteligencia debe
poseer el presidente para atreverse a pronunciar tan terribles palabras en medio
del ambiente de los últimos días que a nuestro juicio y a simple vista podría
ser asumido como de temporal distensión.
En
la misma línea de esta advertencia del Presidente Maduro se produjeron a mitad
de la semana que hoy termina unas más que inquietantes declaraciones de Ralph
Emanuel, exjefe de gabinete de la Casa Blanca de Barack Obama y actual alcalde
de Chicago, contenidas en una entrevista concedida al periodista John Harwood
de la cadena CNBC (7), multinacional
mediática con 19 canales de televisión asociados en Estados Unidos y el resto
del mundo.
En
la citada entrevista Emanuel fue enfático en advertir que el presidente Donald
Trump podría intervenir en Venezuela durante el próximo mes de octubre para
desviar la atención de importantes problemas de su administración y obtener
beneficios políticos que le garanticen la victoria en las elecciones del congreso
que se celebrarán el 6 de noviembre de este año. “Nosotros tenemos una frase en este país: la sorpresa de octubre (…)
creo que en estos momentos él (Trump) está buscando hacer cualquier cosa y hará
cualquier cosa”, fue una de las frases pronunciadas por Emanuel para
denunciar la inminencia de la intervención imperial en Venezuela.
Entrando
sin más preámbulos en el tema que nos ocupa es oportuno y conveniente comenzar señalando
que Colombia, nuestro vecino de la frontera occidental y Guyana, vecino por el
oriente, son dos países que en diferentes épocas han logrado despojarnos de
ingentes territorios, con la ayuda del imperio español y el imperio estadounidense,
en el caso del primero y con la ayuda del imperio británico y el mismo imperio
estadounidense en el caso de Guyana.
El
despojo territorial perpetrado por Colombia (8),
que estimo es del orden de los 300.000 Km2, fue legalizado con la
firma del nefasto acuerdo de límites de 1941, instrumento sobre el cual pesan
al menos dos demandas de nulidad introducidas por dos eminentes juristas
venezolanos en los años 1970 y 1974, totalmente procedentes a juicio mío, sobre
los cuales nuestro Tribunal Supremo de Justicia aún no ha emitido sentencia. El
despojo perpetrado por Guyana, consistente en toda nuestra Guayana Esequiba, es
del orden de los 160.000 Km2, le fue legado por el Reino Unido quien es
realmente quien lo perpetró con la ayuda del imperio estadounidense y se
encuentra aún en reclamación, pendiente del resultado de unos acuerdos a los que deben llegar las partes,
con arreglo al Acuerdo de Ginebra de 1966 (9).
Si algo podría reclamársele al Gobierno
Revolucionario sobre su actuación durante los 19 años que le ha tocado gestionar estos potenciales conflictos
limítrofes es a mi juicio su extrema generosidad y consideración para con estos
vecinos en aras de la promoción de la integración suramericana.
Colombia
que desde siempre ha ambicionado poseer una salida al mar Caribe a través de
nuestro Lago de Maracaibo que le permitiese un acceso más competitivo de sus
productos, tanto los legales como los ilegales, a los mercados de Europa y
Norteamérica, debe además enfrentar a muy corto plazo (2021) un agotamiento total
de sus reservas petroleras que, entre otros muchos efectos, habrá de impactar de
manera muy negativa la elaboración de la cocaína, de la cual son primer país
productor/exportador mundial, por lo que ahora ha pasado a ambicionar además el
control sobre nuestras reservas de hidrocarburos en el occidente del país. Es
por ello que sus élites gobernantes desde hace algún tiempo vienen acariciando
la nefasta idea de destruir el estado-nación venezolano (10).
Por
su parte Guyana, que desde su nacimiento como estado independiente en 1966 se
ha negado reiteradamente a respetar las estipulaciones del Acuerdo de Ginebra
que le prohíben la explotación de recursos mineros y hasta las actividades de
exploración en la zona en reclamación (nuestra Guayana Esequiba), ha otorgado
concesiones de exploración y explotación costa afuera, en nuestro mar territorial en
reclamación, a las empresas petroleras CGX Energy, Exxon Mobil, Shell y
Anadarko, todas ellas rechazadas por Venezuela por medio de los medios
diplomáticos establecidos. Un anuncio de la empresa Exxon Mobil, tradicional
enemiga de Venezuela (11),
relacionado con la existencia de un importante yacimiento en la zona que
ilegalmente le fuese dada en concesión es fundamentalmente lo que ha
determinado la más injustificada animosidad de los gobiernos guyaneses, en
especial el del militar en situación de retiro David Granger, en los últimos
años.
En
resumen, es por temas de carácter exclusivamente crematístico como los dos
anteriormente mencionados, que estos ingratos y desagradecidos vecinos vienen
dando apoyo irrestricto a las ejecutorias del imperio en contra nuestra,
pudiendo llegar hasta el extremo de servirle de punta de lanza para su ya
decidida y cercana intervención militar.
Qué
Colombia, socio global de la OTAN desde mediados de año, estaría más que dispuesta
a desarrollar este infausto papel para beneficio propio y del imperio, es algo
que hemos venido evidenciando en nuestros anteriores trabajos sobre esta
materia, pero que queda palmariamente demostrado por planteamientos como el
desarrollado por su embajador en Washington, Francisco Santos, que antecede a
estas notas (12); y es que ocurre que
este redomado cipayo, tras presentar sus cartas credenciales al presidente
Trump a comienzos de semana, no tuvo el menor empacho en señalar, llegando
mucho más lejos de lo que ya han llegado su presidente (Iván Duque) y su
canciller (Carlos Holmes Trujillo), que en el tratamiento de la llamada “crisis venezolana”, ninguna de las
opciones estarían descartadas, incluyendo por supuesto la opción de la
intervención militar.
Así
mismo es evidente que el actual gobierno de Guyana, con su “eterno cuento” de que somos un país grande que los agrede por ser ellos
pequeños, no vacilaría en prestarse para cualquier acción en contra nuestra,
incluyendo una intervención militar, por mantenerse aún fuertemente influenciado
por la antigua metrópoli y por estar acicateado por las transnacionales del petróleo
y en especial por la estadounidense Exxon Mobil, empeñada en vengarse por las
sucesivas sentencias de diferentes instancias judiciales internacionales que
les han sido desfavorables en los casos de sus absurdas demandas en contra de la
nación (11).
Habiendo
sido desmontada la campaña mediática que buscaba posicionar a Venezuela como
una amenaza para la seguridad de todos los países de la región a causa de la
avalancha de “refugiados” que estaría
lanzando sobre ellos (13), lo
más probable es que traten de justificar la invasión como respuesta a un ataque
de falsa bandera o “falso positivo”, que
sería imputado a las fuerzas armadas de Venezuela y que ameritaría la ayuda
militar del imperio al país agredido, ya sea Colombia o Guyana.
En
apoyo a la hipótesis anterior podríamos mencionar dos recientes falsas denuncias
hechas por la cancillería, desmentidas oportuna y contundentemente por nuestra
cancillería: una consistente en la presunta incursión de 30 efectivos de la
Guardia Nacional Bolivariana (GNB) a bordo de 2 helicópteros en sector Vetas de
Oriente, del municipio Tibú, al Norte de Santander, el domingo 19 de agosto (14);
y la otra consistente en señalar que un operativo de la GNB en el que
resultaron detenidos cuatro ciudadanos colombianos, efectuado en la isla
Mantequero, estado Amazonas, territorio venezolano, el pasado 13 de septiembre,
fue realizado en territorio colombiano (15).
Juzgo innecesario referirme explícitamente a la caterva de falsas acusaciones
sobre incursiones de militares venezolanos en territorio Guyanés formuladas por
el presidente Granger desde su ascenso al poder en el 2015.
Que
los Estados Unidos accionarían en favor de Colombia en el caso de una supuesta
agresión desde Venezuela es algo evidente dada su condición de socio global de
la OTAN, pero que además ha sido explicitado en diferentes oportunidades, la
última de ellas la semana pasada, por su embajador Kevin Whitaker. La actuación
de la OTAN en favor de Guyana es algo que no necesita demostración a partir de su
triste condición de cuasiprotectorado anglo-estadounidense.
Ya
para concluir quiero señalar que si en definitiva Colombia y Guyana decidiesen actuar
en profundidad como los peones del imperio que realmente son invadiendo nuestro
territorio, no les arriendo las ganancias, pues de este lado se encontrarán con un pueblo cívico-militar,
plenamente capacitado para la defensa del territorio y dispuesto a entregar
hasta su última gota de sangre por entender que si Venezuela cae, habrá de caer
toda “Nuestra América” , que tornaría
a ser el infamante “patio trasero”
del imperio. También porque en el supuesto negado que lograsen una victoria,
seguro estoy de que el imperio lejos de entregarles la pretendida recompensa,
no hará otra cosa que apretarles el yugo ya que habrá desaparecido uno de los
principales bastiones de la resistencia latinoamericana.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(11) http://www.investigaction.net/es/la-inminente-amenaza-que-la-exxon-mobil-representa-para-venezuela/
Caracas,
septiembre 23 de 2018
celippor@gmail.com
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