viernes, 14 de diciembre de 2018


¡Alerta, el imperio persiste en inducir un golpe militar en Venezuela!
Carlos E. Lippo

“El mundo apoyaría a las Fuerzas Armadas en Venezuela si deciden proteger a su gente y restaurar la democracia eliminando a un dictador".
 Marco Rubio, senador estadounidense,  el 9 de febrero de 2018.




Tal como señalásemos en un artículo publicado a mediados de marzo del presente año, con el título de: “El imperio está promoviendo abiertamente un golpe militar en Venezuela” (1), en nuestro país hemos padecido una larga cadena de golpes militares promovidos y/o apoyados por el imperio desde que en diciembre de 1908 éste apoyase el golpe militar encabezado por Juan Vicente Gómez aprovechando la ausencia del General Castro, quien había tenido necesidad de ausentarse de la patria por motivos de salud, mediante el envío de dos navíos de guerra que atracaron en actitud amenazante en aguas de nuestro más importante puerto.

En efecto, desde que el capital petrolero estadounidense se estableció en el país de forma en extremo ventajosa en detrimento del Tesoro Nacional, cada vez que uno de nuestros gobiernos, legítimo o no, intentó aumentar la participación del país en los beneficios de la explotación de ese importante recurso natural, fue defenestrado con la participación del gobierno de los Estados Unidos, como lo demuestran los siguientes casos:

·         El golpe militar que derrocó al presidente Isaías Medina Angarita en 1945, a causa de la promulgación de la Ley de Hidrocarburos de 1943, que consagraba aumentos significativos de la participación fiscal del estado.

·         El golpe militar que derrocó a Rómulo Gallegos, presidente constitucional de la república, por no acceder a la modificación de un decreto del gobierno provisional anterior, promulgado el 31 de diciembre de 1945, según el cual se elevaba al 50 % de los beneficios de las empresas, el monto a pagar por concepto de impuesto sobre la renta; lo que se llamó en ese tiempo el “fifty-fifty” petrolero.

·         El magnicidio perpetrado en la persona del presidente de la Junta Militar de Gobierno que sucedió a Rómulo Gallegos, coronel Carlos Delgado Chalbaud, en noviembre de 1950, por haber éste ordenado traducir al idioma farsi (persa) nuestra Ley Orgánica de Hidrocarburos, que siendo asumida por el gobierno revolucionario iraní de Mohammad Mosaddeq nacionalizando las reservas en 1951,  provocó también su derrocamiento con la participación de la British Petroleum Co., en 1953.

·         El golpe cívico-militar que derrocó al general Marcos Pérez Jiménez en enero de 1958, que a pesar de tratarse de un gobierno despótico pero complaciente con el imperio y el capital transnacional, fue sacrificado por sus antiguos protectores en la búsqueda de combinaciones más eficaces en la tarea de reforzar los nexos de dependencia económica en la colonización global de Venezuela.
·         El golpe militar de abril de 2002, que derrocó al presidente Chávez por un lapso de 47 horas y derogó la constitución de 1999, motivado por las disposiciones nacionalistas de la Ley de Hidrocarburos del 2001, y en el cual la presencia comprobada de naves y aeronaves estadounidenses en nuestro mar territorial y en nuestro espacio aéreo es más que suficiente para demostrar la participación protagónica del imperio.
·         El paro-sabotaje petrolero de 2002-03, con participación protagónica de una caterva de militares retirados de alta graduación y una empresa vinculada a la CIA llamada SAIC, así como de la llamada “meritocracia” petrolera, surgida a raíz de la “nacionalización” de 1975, subordinada a las transnacionales dentro de ese “estado dentro del estado” que era PDVSA, hasta la llegada de Hugo Chávez a la presidencia y que generase pérdidas a la nación del orden de 20.000 millones de dólares estadounidenses.

En su obsesivo afán por defenestrar a la Revolución Bolivariana, el imperio se ha visto en la necesidad de recurrir a un medio tan costoso desde el punto de vista de su política interior, así como de sus relaciones con los demás países de la región, incluyendo a la mayoría de sus cipayos, como lo sería la inducción de un golpe militar a la vieja usanza, tal como los descritos en los párrafos anteriores, por causa del estrepitoso fracaso de todas las políticas que han planificado y financiado para ser aplicadas por la contrarrevolución nacional bajo su más completa y estrecha coordinación, entre las cuales podríamos citar las siguientes:

·         La participación en todos los procesos electorales celebrados desde 1998. Dándose el caso de que la contrarrevolución ha sido derrotada en 23 de 25 procesos, entre ellos los 5 realizados desde la derrota revolucionaria en las elecciones legislativas de 2015. Siendo indudable que debe ser por esta causa  que el imperio ha inducido a una buena parte de la contrarrevolución a abstenerse en los últimos tres procesos: municipales de diciembre de 2017; presidenciales de mayo de 2018; y municipales de diciembre de 2018, condenándola así a una virtual desaparición desde el punto de vista  electoral.
·         La introducción en el país de más de un centenar de paramilitares colombianos vistiendo uniformes e insignias del ejército venezolano, que fueron transportados hasta las cercanías de Caracas en mayo de 2004, con el propósito de atentar contra la vida del Comandante Chávez.
·         Varias series de acciones terroristas catalogadas de “manifestaciones pacíficas” por la canalla mediática nacional e internacional, ejecutadas en: agosto de 2004; abril de 2013; de febrero a mayo de 2014; y de abril a julio de 2017; todas ellas conjuradas por las fuerzas de seguridad de la revolución con estricto apego a las normativas internacionales sobre los DD HH y el apoyo irrestricto del pueblo, aunque a unos costos extremadamente elevados en términos humamos y materiales.
·         Un sabotaje continuado, desde el año 2013, de los sistemas utilizados para la prestación de los servicios públicos, en especial el servicio eléctrico, que en Venezuela ha venido siendo casi gratuito y de muy alta calidad desde el advenimiento de la Revolución Bolivariana, en ejecución del llamado “Plan Estratégico Venezolano” (2), elaborado en la “Colombia Uribista” bajo los auspicios de la Agencia Internacional de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID).
·         Acciones terroristas de muy alto impacto, todas ellas frustradas por los organismos de inteligencia y seguridad del estado, entre los cuales podemos mencionar: el “Golpe Azul” u “Operación Jericó”, en febrero de 2015, que contemplaba el bombardeo criminal de las sedes de una serie de instalaciones gubernamentales y comunicacionales de la revolución, localizadas en sitios densamente poblados de la ciudad de Caracas; la “Operación Constitución” (3), que pretendía secuestrar al Presidente Maduro en los días previos a las elecciones del 20 de mayo de 2018; y el intento de magnicidio ejecutado con cargas explosivas colocadas en aviones no tripulados (drones), el 04 de agosto de 2018.

Resulta pues mucho más que probable, que esta larga cadena de acciones fracasadas aunada al hecho de vernos aún de pie y en desarrollo pleno de las potenciales de nuestra revolución, a pesar de habernos aplicado unas sanciones que Peter Koening, economista y analista geopolítico de origen estadounidense, ex funcionario del Banco Mundial, ha considerado como las más amplias sanciones económicas de la historia (4), en el marco de la guerra de cuarta generación que nos viene aplicando desde que a mediados de 2004 el Comandante Chávez decretase el carácter antimperialista de la revolución, sea lo que haya llevado al imperio a seguir persistiendo en intentar inducir un golpe militar, habida cuenta del amplio rechazo que suscita aun entre los gobiernos más cipayos de la región, la intervención militar conjunta, que es la otra opción militar con la que cuentan para acabar con nuestro proceso revolucionario.

Que un golpe militar tutelado, a ser perpetrado por efectivos tarifados de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) traidores a la patria, ha pasado a ser durante el presente año una opción preferente del imperio es algo que queda palmariamente demostrado por el señalamiento del senador Marco Rubio, archienemigo de nuestra revolución, que estoy presentando al inicio de estas notas, formulado por escrito a comienzos del mes de febrero del presente año (5); así como también por aquel discurso pronunciado en la Universidad de Texas por Rex Tillerson, en esos mismos días, en el cual señalaba que: “En la historia de Venezuela y otros países sudamericanos, muchas veces el ejército es el agente de cambio cuando las cosas están tan mal y el liderazgo ya no puede servir a la gente”,  en abierto llamamiento a los efectivos de la FANB a ejecutar un golpe contra el presidente Maduro (1).

Sostengo responsablemente que el gobierno del imperio continúa persistiendo en tratar de inducir un golpe militar en nuestro país, basado en los siguientes hechos:

·         Un trabajo publicado en “The New York Times” a comienzos del mes de septiembre de 2018 (6), que afirmaba que, “en una serie de reuniones encubiertas en el extranjero”, concretamente en la embajada de un país europeo, unos militares venezolanos en condición de deserción, “dijeron al gobierno estadounidense que representaban a unos cientos de miembros de la Fuerza Armada” que estarían en contra del Presidente Maduro; según la misma versión los oficiales golpistas pidieron ayuda al gobierno estadounidense para continuar desarrollando un plan para instalar un ‘gobierno de transición’ para administrar el país”, ayuda que no les fue concedida ya que los planes se deshicieron, ante acciones de la inteligencia venezolana “que condujeron al arresto de docenas de los conspiradores”.
·         Unas escandalosas declaraciones del vicepresidente electo del Brasil (7), Hamilton Mourao, ofrecidas a finales de la semana pasada, pronosticando un inminente golpe militar en Venezuela que habría de derrocar al Presidente Maduro, al decir palabras más, palabras menos, que Maduro será derrocado por un golpe militar y lo que es más sorprendente y desatinado, que ".. las Naciones Unidas tendrán que intervenir por medio de una fuerza de paz (…) y ahí está el papel de Brasil: liderar esa fuerza de paz", como si el mundo no recordase el infausto papel desempeñado por dicha fuerza liderando la MINUSTAH, una infamante “misión de paz” que aún padece el hermano pueblo de Haití desde el 2004.
·         Un reportaje publicado el pasado 04 de diciembre por el medio digital Bloomberg (8), en el cual el ex coronel GNB Oswaldo García Palomo, señalado de haber participado en la “Operación Constitución” y en el frustrado magnicidio del 04 de agosto, afirmaba estar buscando el apoyo de “gobiernos amigos” para la ejecución de un nuevo plan golpista. El traidor exmilitar golpista decía entre otras cosas: "Nuestros colegas en Venezuela deben saber que estamos trabajando todos los días para unir fuerzas internacionales y nacionales, y eliminar al gobierno mediante el uso de armas para que el país no siga sangrando y muriendo"; así como que el objetivo ideal de su grupo era instalar una junta de transición con cabeza civil para eventualmente convocar a elecciones, “casualmente” de la misma forma en que Rex Tillerson lo había “sugerido” públicamente en el mes de febrero pasado. Siendo importante señalar además que durante la entrevista el ex coronel no negó que fuese el enlace de los grupos disidentes en Venezuela con los gobiernos de Colombia y Estados Unidos, como ya lo había denunciado el Presidente Maduro el pasado mes de agosto en una conferencia de prensa acerca de las conexiones internacionales de los involucrados con el fallido magnicidio.
·         Una denuncia formulada por el presidente Maduro en el marco de la rueda de prensa internacional concedida el pasado día 12 (9), según la cual el gobierno estadounidense había elevado, de 40 millones a 120 millones de dólares, el monto de la partida secreta disponible para el soborno de los militares activos de la FANB que se decidiesen a participar en el golpe que estaría coordinando el traidor  García Palomo.

Habiendo demostrado suficientemente la hipótesis central de estas notas me resulta imposible concluirlas sin antes hacer referencia a otra importantísima denuncia hecha por el presidente Maduro en la citada rueda de prensa en relación a que paralelamente el consejero de seguridad nacional de los Estados Unidos, John Bolton estaría dirigiendo un plan de carácter terrorista e intervencionista para "violentar la democracia" e imponer un gobierno dictatorial en Venezuela; dicho en las propias palabras del Presidente: "Han asignado al señor John Bolton nuevamente como jefe del plan, del complot para llenar de violencia a Venezuela y para buscar una intervención militar extranjera, un golpe de estado, asesinar al Presidente e imponer lo que llaman ellos un consejo de gobierno transitorio”.

Como evidencias de que dicho plan se encuentra en pleno desarrollo señaló el Presidente:

·         El entrenamiento de mercenarios colombianos y venezolanos en territorio colombiano y estadounidense, en complicidad con el gobierno de Iván Duque, que en una cantidad aproximada  de 734 efectivos, se estarían aprestando para ejecutar acciones de falsa bandera (falsos positivos), portando uniformes e insignias del ejército venezolano, del lado colombiano de la frontera.
·         El entrenamiento de fuerzas de comando, en la Base Aérea Englin, al sur de la Florida (EE UU), con el propósito de intentar una "agresión quirúrgica" contra bases aéreas y navales venezolanas; siendo objetivos prioritarios: la Base Aérea Libertador de Palo Negro (estado Aragua); la Base Naval Agustín Armario, de Puerto Cabello (estado Carabobo) y la Base Aérea de Barcelona (estado Anzoátegui).
·         El entrenamiento de agrupaciones paramilitares destinadas a atacar a Venezuela, en la Base Aérea de Tolemaida, ubicada en el municipio de Melgar, en el departamento de Tolima,  una de las siete bases estadounidenses instaladas en Colombia desde hace varios años.

La sola existencia de semejante plan rebela el estado de desesperación en el que se encontraría sumido el gobierno del imperio ante la cercanía del 10 de enero, fecha en la cual habrá de tomar posesión el Presidente Maduro para el período 2019-2025, por voluntad expresa del pueblo venezolano.
¡Hasta la Victoria, Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
Caracas, diciembre 14 de 2018

viernes, 7 de diciembre de 2018


Venezuela, siglos XIX-XXI, un digno país que ya ha derrotado a dos imperios (*)
Carlos E. Lippo

“Toda la gigantesca obra de El Libertador fue y es antiimperialista. Ese es su signo más definitorio.
Cada frase suya de rebeldía, cada marcha, cada combate cuerpo a cuerpo, cada proclama, es una acción convencida contra la hegemonía imperial”.
Yldefonso Finol, historiador, filósofo y analista político venezolano



El Imperio Español fue el primer imperio global de la historia, ejerciendo dominio pleno sobre vastos territorios en los cinco continentes hasta alcanzar más de 20 millones de kilómetros cuadrados, desde finales del siglo XV hasta finales del siglo XIX. El hecho de que una inmensa cantidad de estos territorios no pudiesen ser alcanzados por tierra establece una diferencia importante con el Imperio Romano y con el Imperio Mongol, dos de los más grandes imperios que le precedieron, que es quizás una de las pocas diferencias apreciables entre ellos, caracterizados todos por su extrema crueldad y vesania para con los pueblos subyugados.

Considero que su expulsión del territorio continental americano a raíz de la victoria del ejército libertador comandado por el venezolano Antonio José de Sucre en Ayacucho, Perú, representó prácticamente el fin de tan vasto imperio puesto que sólo fue cuestión de tiempo para que el naciente imperio global estadounidense, después de derrotarlo en una guerra en la que lo había obligado a intervenir por medio de un ataque de falsa bandera perpetrado sobre uno de sus acorazados anclados en la bahía de La Habana, lo despojase de sus últimas posesiones en América, las islas de Cuba y Puerto Rico, en el mar Caribe, así como de las Filipinas y las Islas Marianas en el Pacífico Occidental.

El hecho de que el Mariscal de Ayacucho estuviese bajo el mando supremo de El Libertador Simón Bolívar, en ese entonces presidente de la República de Colombia (conformada por los territorios de las actuales repúblicas de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela), y que la base de su ejército estuviese conformada por los mismos llaneros venezolanos con los que este último hiciese el heroico paso de Los Andes en el páramo de Pisba en 1819, me permite decir con toda propiedad que es el pueblo venezolano el auténtico vencedor del imperio español en América; tratándose éste del mismo pueblo que constituyendo esa amalgama de indígena originario, negro africano y blanco europeo, el Libertador identificase ya en 1815 como un nuevo género humano y más tarde Vasconcelos llamase “la raza cósmica”, estando muy lejos de tener pretensión supremacista alguna.

El más reciente imperio global, el estadounidense, comenzó a ser proyectado por sus llamados “padres fundadores” en los albores de su independencia del imperio británico, de la mano de la doctrina del Destino Manifiesto, según la cual ellos asumen que deben extenderse por todo el continente americano, que les ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo de un gran experimento de libertad y autogobierno; siendo esto para ellos un derecho comparable con el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino.

Nuestro primer y único enfrentamiento militar con el imperio estadounidense aún en gestación, tuvo lugar en diciembre de 1817, cuando el ejército expedicionario venezolano que había liberado el territorio de la isla Amelia, para fundar la república de La Florida por órdenes expresas del libertador Simón Bolívar, fuese derrotado por el general estadounidense Andrew Jackson, al mando de una fuerza militar conjunta hispano-estadounidense.

Posteriormente, a mediados de 1818 estuvimos muy cerca de llegar a otro enfrentamiento militar, en ocasión del apresamiento por parte de las fuerzas patriotas, de dos buques mercantes privados de bandera estadunidense, que cargando armas y demás efectos militares y violando el bloqueo impuesto por las fuerzas patriotas, penetraron en el río Orinoco con el propósito de entregar su carga a las fuerzas realistas españolas. En esa oportunidad el gobierno estadounidense, con toda la prepotencia y la petulancia de las que ya adolecía en tan lejana época, intentó una extremadamente airada reclamación ante el gobierno revolucionario venezolano, que no derivó en un conflicto bélico gracias a la paciencia y la habilidad diplomática del Libertador.

Su boicot continuado al Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, máxima expresión del ideal integracionista latinoamericano de El Libertador, con la manifiesta complicidad del traidor vicepresidente de la República de Colombia, Francisco de Paula Santander, a quien una empresa privada que aspiraba a construir el canal interoceánico hizo socio, mantuvo viva la manifiesta conflictividad entre el gobierno estadounidense y El Libertador, quien con todo fundamento escribió en una carta dirigida al coronel Patricio Campbell, fechada en Guayaquil el 15 de agosto de 1829, la siguiente frase lapidaria: "Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad".

Desde la repentina muerte del Libertador, ocurrida en diciembre de 1830 cuando éste se aprestaba a invadir a Venezuela para recuperar el poder usurpado por el traidor Páez, a la cual tengo la firme convicción de que estuvo vinculado el gobierno de Washington, hasta comienzos del siglo XX, el imperio norteamericano pareció haber dejado de lado su abierta actividad injerencista en contra de Venezuela.
Durante ese largo intervalo parece haber cedido terreno en Venezuela a favor del imperio Británico, que intentó entonces despojarnos de toda la rica región de Guayana al sur del río Orinoco, y terminó por despojarnos con su ayuda de nuestra Guayana Esequiba.

Semejante repliegue del imperio norteamericano no significaba en modo alguno un cambio de actitud hacia Venezuela, sino un obligado aplazamiento táctico mientras se ocupaba de extenderse a nivel global, mediante turbias acciones tales como éstas: despojando a México de más de la mitad del territorio que le correspondía por herencia del imperio español, representado por los actuales estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México y Texas, así como parte de los estados de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma; despojando a España de sus islas del Caribe y el Pacífico Occidental; apoderándose por la fuerza de las islas Hawai; adquiriendo el territorio de Alaska del corrupto y arruinado régimen zarista de Rusia; así como por medio unas cuantas tropelías anexionistas que no es del caso mencionar en estas cortas líneas.

Es en los inicios del siglo XX, cuando en ocasión del bloqueo naval de nuestros principales puertos así como de las bocas del Orinoco, impuesto por los imperios Británico y Alemán junto al reino de Italia, que reclamaban el pago de unas ilegales y extremadamente abultadas deudas no reconocidas por el gobierno nacionalista del general Cipriano Castro, que el gobierno del imperio, invocando la Doctrina Drago, por no querer aplicar la Doctrina Monroe en contra de sus aliados de entonces y de hoy, se ofrece para servir de mediador entre nuestro gobierno y las potencias invasoras logrando el desmontaje del bloqueo y el inicio de unas conversaciones a raíz de las cuales pudo determinarse, entre otras cosas, que el monto real de la dichosa deuda era de una sexta parte de lo que se pretendía cobrarnos.

No tardaría el imperio en cobrarnos con creces tan auspiciosa intervención apoyando el golpe de estado que propinase el vicepresidente Juan Vicente Gómez a su compadre Cipriano Castro, en diciembre de 1908, con el envío de tres buques de guerra a fondear en las aguas de nuestro principal puerto, en estado de franca hostilidad y amenaza.

Con la larguísima dictadura de Gómez se establece un férreo dominio del imperio norteamericano en Venezuela, traducido en una suerte de protectorado no formal, con todas las ventajas de éste pero sin ninguna obligación para con los “protegidos”, que habrá de ser tolerado en mayor o menor grado por todos nuestros gobiernos, independientemente de su forma y origen, hasta 1998.

Fueron en total 90 años de vergonzante entrega de nuestra soberanía económica, militar y política, afianzada en una burguesía improductiva y apátrida, capaz hasta de pagar por venderse; una casta militar sin coraje ni sentido patriótico, formada, o mejor dicho “deformada”, en las academias militares gringas; y una élite política parasitaria y sin los más mínimos escrúpulos, capaz de traicionar a las grandes masas populares que creyeron en ella y su falsa democracia, una, una y otra vez.

Un caso extraído de nuestra industria petrolera subdesarrollada y dependiente habrá de servir para ilustrar la terrible entrega de nuestra soberanía económica. Se trata de la Orimulsión, un combustible resultante de mezclar agua con el crudo extrapesado de la Faja Petrolífera del Orinoco, “inventado” por el Centro de Investigación y Apoyo Tecnológico de la PDVSA de entonces, que por no representar ninguna innovación sólo pudo ser registrado como una marca comercial identificadora del crudo de ese origen.

Con este subterfugio se nos hacía vender nuestro crudo extrapesado, que no era bitumen como sostenían los gringos, sino petróleo líquido extraíble por los métodos convencionales de entonces, a precios equivalentes al del carbón, que para esos días eran tres veces menores que el precio de ese tipo de petróleo. Como entre 1990 y 2001 se exportaron trescientos millones de barriles de Orimulsiòn con descuentos de US$ 10,04 por barril, la pérdida patrimonial para el país, sólo por este concepto, fue del orden de los 3.000 millones de dólares americanos; esto sin tomar en cuenta las pérdidas derivadas de la disminución que su presencia en los mercados significaba, para el precio de nuestros crudos convencionales y de todos los de la OPEP.

El sólo hecho de haber intentado recuperar nuestra soberanía en todos sus órdenes, habiendo logrado algunos éxitos importantes, hubiese sido más que suficiente para colocarnos en la mira del imperio, necesitado como nunca de expoliar nuestros ingentes recursos naturales, a causa de su dependencia cada vez mayor de las grandes corporaciones privadas del capitalismo neoliberal que, ha conducido a un caos generalizado que afecta la vida de las mayorías empobrecidas, negras o blancas, que sobreviven con salarios de miseria, sin salud, sin seguridad social y sin posibilidad ninguna de escapar del ciclo inexorable de la pobreza. Si a eso agregamos nuestro intento por demostrar que un mundo mejor es posible, mediante nuestra contribución a la creación de un mundo pluripolar y multicéntrico, así como el haber declarado el carácter socialista y antiimperialista de nuestra revolución, es absolutamente explicable que hayamos sido convertidos en el objetivo militar prioritario que hoy día somos. Un objetivo que habiendo sido establecido como tal desde el inicio de nuestra revolución en 1999, adquirió ese carácter prioritario de primer orden a raíz del asesinato de Chávez.
Considero haber demostrado fehacientemente, en anteriores trabajos, que la amenaza militar del imperio sobre Venezuela es absolutamente real y que lamentablemente podría ser materializada en cualquier momento a partir de ahora. En contraposición, la amenaza que nosotros pudiéramos representar para la hegemonía imperial, nunca de carácter militar, es algo que nos  enorgullece porque siendo reconocida por nuestros aliados, gobiernos y movimientos sociales a nivel planetario, debiera promover su más decidido apoyo a nuestra revolución junto al más contundente rechazo a las bastardas pretensiones del imperio.

Sostengo que hemos derrotado al imperio norteamericano, aun cuando la batalla de Ayacucho de esta guerra aún no se ha librado, porque el sólo hecho de haber podido resistirla estoicamente, manteniendo intacta nuestra moral de combate y acrecentando nuestros valores socialistas, constituye no sólo un triunfo en sí mismo, sino el mayor de los auspicios para lo que sería, a no dudar, el gran Vietnam de la América Latina.

Es por ello que aunque celebro y agradezco aquella frase de Pilger con la que trata de exaltar a la Revolución Bolivariana hasta el infinito, al señalar que “Si Venezuela cae, la humanidad cae", no la comparto a plenitud, ya que prefiero decir que si Venezuela cae, toda la América Latina estará en riesgo inminente de volver a ser el “patio trasero” de los Estados Unidos y esto, que es de tan extrema gravedad, no será permitido dócil ni pasivamente por nadie en el seno de la comunidad mundial decente, ni mucho menos por nuestros aliados del ALBA-TCP, ni por las grandes potencias amigas: Rusia, China Irán y Turquía. ¡Veremos entonces si el imperio norteamericano podrá sobrevivir a tan formidable conflagración!
¡Hasta la Victoria, Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
 (*)   “Venezuela, un pequeño pero valeroso y digno país que ya ha derrotado a dos imperios”, Carlos E. Lippo, Editorial Académica Española, páginas 208- 212, 03 de mayo de 2018.
Caracas, diciembre 07 de 2018
celippor@gmail.com