sábado, 29 de septiembre de 2018


¿Acaso existen contradicciones reales en el seno del imperio en relación con Venezuela?
 Carlos E. Lippo
“No dejaré que Estados Unidos se convierta en la próxima Venezuela”
Donald Trump, 21 septiembre de 2018



Habiendo leído algunas de las más recientes declaraciones públicas de Donald Trump sobre Venezuela, no se requiere haber logrado un título académico en Psiquiatría para poder formular el acertado diagnóstico de que el actual inquilino de la Casa Blanca, tal como hemos dicho en trabajos anteriores (1), ha convertido su obsesión por Venezuela en una auténtica y muy peligros neurosis.

A continuación y a título de ejemplo, mencionaré algunas declaraciones recientes de Trump, suficientemente demostrativas de la validez del planteamiento anterior:

·         Centro de Convenciones de Las Vegas, 21 de septiembre de 2018
En un acto de campaña celebrado en el marco de las elecciones legislativas de noviembre, al atacar a los demócratas tildándolos de “socialistas radicales”  que estaban a punto de hacer quebrar la red de seguridad social de los Estados Unidos por querer brindar servicios sociales y sanidad a los extranjeros ilegales a costa de los contribuyentes estadounidenses, se atrevió a formular como una de sus promesas centrales el que él no dejará que Estados Unidos se convierta en la próxima Venezuela (2).

·          Nueva York, 25 de septiembre de 2018
En una rueda de prensa conjunta ofrecida con el presidente de Colombia, Iván Duque, el inefable Trump señaló que un golpe militar en Venezuela podría triunfar “rápidamente” si las Fuerzas Armadas del país se decidieran a organizarlo; sus palabras textuales fueron: “Es un régimen que, francamente, podría ser derrotado muy rápidamente si los militares se deciden a hacerlo”; siendo oportuno señalar que en la misma ocasión anunció la aprobación de nuevas sanciones individuales sobre cuatro altos funcionarios del gobierno revolucionario (3).
En otro momento de la misma rueda de prensa hizo blanco de sus burlas a los miembros de nuestra FANB, al señalar tendenciosa y falazmente: "Ya vieron cómo los militares se dispersaron en cuanto escucharon que estallaba una bomba muy por encima de sus cabezas. Esos militares se estaban resguardando. Eso no es bueno" (4); siendo obvio que se estaba refiriendo a los miembros de la agrupación de parada del acto conmemorativo que estaba teniendo lugar el día del frustrado magnicidio del 04 de agosto, ignorando estúpidamente que tal como pudo observarse en videos, se trataba simplemente de una dispersión de dichos efectivos siguiendo la orden de romper filas impartida por su comandante al estallar sobre sus cabezas el dron que debió haber estallado sobre la tribuna principal de no haber sido interceptado exitosamente de forma electrónica por miembros de la misma FANB que tan aviesamente estaba criticando.

·         73a Asamblea General de la ONU, 25 de septiembre de 2018
En el mismo discurso que lo convirtió de inicio en el hazmerreír de la Asamblea, al decir muy seriamente y como el mentiroso compulsivo que es: "Estoy aquí para compartir los progresos extraordinarios que hemos logrado. En menos de dos años, mi Administración ha logrado más que casi cualquier Administración en la historia de nuestro país…" (5) y al mismo tiempo que reclamaba la no injerencia en los asuntos internos de su país, arremetía contra el nuestro al pronunciar frases de tan alto contenido injerencista como estas: “Hace no mucho Venezuela era uno de los países más ricos del planeta. Hoy el socialismo ha llevado este país a la bancarrota. El socialismo y comunismo han producido sufrimiento y corrupción”, así como también: “Pedimos a todos los países que se unan a pedir el restablecimiento de la democracia en Venezuela” (6).

·         Sede de la ONU, 26 de septiembre 2018
A su llegada a la sede, haciendo aflorar toda su neurosis, Trump señaló a un grupo de reporteros que lo abordaron: "que todas las opciones están sobre la mesa con respecto a Venezuela"; que había medidas “fuertes y menos fuertes”; al mismo tiempo que agregó con su habitual tono de burla y prepotencia, ustedes  "Ya saben lo que quiero decir con fuerte" (7).

Declaraciones como éstas no hacen más que confirmar que Trump tomó la decisión de invadirnos al menos desde aquella reunión con los más altos funcionarios de su gabinete, celebrada en la Oficina Oval de la Casa Blanca el 10 de agosto de 2017, tal como lo señalásemos en nuestro artículo anterior (8).

Si no dio la orden de invadir en esa oportunidad es porque fue temporalmente disuadido por funcionarios como el entonces canciller, Rex Tillerson y el entonces secretario de seguridad nacional, el general H.R. Mc Master, quienes argumentaron que tal intervención le costaría a Washington el apoyo de los gobiernos latinoamericanos, ganado con gran esfuerzo, sólo para sancionar al presidente Nicolás Maduro; y también porque su alto mando militar lo persuadió de la inconveniencia de asumir en solitario una intervención militar que guardaría muy poco parecido con las invasiones a Granada (1983) y Panamá (1980), como él lo estimaba, pero que sería comparable con la invasión a Irak en 2003, de la cual aún no han podido desligarse.

Si no ha podido dar la orden de hacerlo hasta ahora es porque aún no ha podido lograr el apoyo de los gobiernos latinoamericanos que le son afectos para conformar la fuerza multiestatal necesaria; y es que a pesar de todos los halagos y amenazas  proferidas por los diferentes enviados de su administración sobre estos complacientes gobiernos, sólo los de Colombia y Guyana han mostrado su disposición a hacerlo, y el primero de ellos en medio de visibles marchas y contramarchas.

También ha constituido un obstáculo para ejecutar la invasión el hecho de que formalmente debe contar con la aprobación del congreso de los Estados Unidos y la del Consejo de Seguridad de la ONU, donde habrá de enfrentar el veto de Rusia y China; aunque los casos de la invasión a Libia en 2011 y los severos bombardeos sobre Siria a lo largo de los últimos siete años, son demostración palpable de que los gobiernos del imperio a la hora de imponer sus aberrantes decisiones, sean demócratas o republicanos, sienten un profundo desprecio por la legalidad nacional e internacional.

En días recientes, algunos de los miembros más conspicuos de la canalla mediática estadounidense como el New York Time, han insertado artículos como aquel que habla de la existencia de un grupo a lo interno de la administración Trump que se ha encargado de boicotear algunas de sus órdenes para evitar “inminentes daños” a su país, uno de cuyos miembros habría llegado incluso a plantear la posibilidad de invocar la enmienda 25a de la constitución, que abre las puertas a la destitución del presidente por razones de salud mental (9).

Resulta evidente que no se trata ni mucho menos de una administración monolítica, sin embargo como a pesar de ello no he visto que en ese diario, ni en ningún otro medio, se hayan exteriorizado diferencias en torno a la posición sobre la que llaman “la crisis venezolana” y sus eventuales “soluciones”, me atrevo  a considerar que no existen contradicciones importantes ni en el seno de la administración Trump, ni en el seno del partido republicano sobre el trato ilegal y despiadado que dicha administración está dispensando a Venezuela, por el único “delito” de que aquí hemos decidido ser libres, por una abrumadora mayoría.

Ya para finalizar esta parte del análisis debo decir que considero que en el mejor de los casos la opinión mayoritaria de los republicanos estadounidenses en relación con la decisión de Trump de invadirnos, pudiera ser coincidente con la de Fernando Cutz, ex asesor de seguridad suyo para asuntos de la América Latina, quien hace pocos días en una conferencia dictada en el centro de estudios “Wilson Center”, señalase que aunque no es ideal una intervención militar en Venezuela, no ve otra salida a la crisis que actualmente vive el país (10); para rematar diciendo esta lapidaria frase: "Con la anterior Administración había una cierta cautela. Trump dejó claro desde el primer día que Venezuela era una de sus prioridades. Se asumió que la calamidad en Venezuela era tal que había que actuar", que viene a ser extremamente coincidente con buena parte de lo que hemos dicho hasta ahora.

Antes de comenzar a analizar las posibles contradicciones existentes en el seno del otro pilar del bipartidismo estadounidense, que no es otro que el partido demócrata, considero oportuno tomar en consideración los siguientes hechos:

·            Fue Barack Hussein Obama II, miembro del partido demócrata, 44° presidente de los Estados Unidos (2009-2017), quien suscribió en marzo del año 2015, la infamante Orden Ejecutiva que nos declara como una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad interior de los Estados Unidos, cuyo más nefasto efecto ha sido el permitir que el gobierno gringo haya podido sancionarnos varias veces a su entera discreción, sin requerir la aprobación de su congreso. Siendo oportuno y necesario recordar además que no contento con haberla suscrito la renovó en marzo de 2016, a pesar de haberle reconocido personalmente al presidente Maduro y al plenario de la “VII Cumbre de las Américas”, celebrada en Panamá en abril de 2015, que había sido un error suscribirla, y finalmente le adelantó parte del trabajo a Trump al volverla a renovar en enero de 2017, poco antes de entregarle la presidencia de la nación.
·            Fue Hillary Clinton, candidata demócrata derrotada por Trump en el 2016, quien siendo secretaria de estado de la administración Obama, viajase a Libia en octubre de 2011 para ordenar en sitio el extremadamente vesánico y cruel asesinato del Coronel Gadafi, para luego ufanarse a su regreso diciendo que ella “fue, vio y él (Gadafi) murió” (“We came, we saw, he died”), parafraseando estúpida y petulantemente al entonces general romano Julio César, quien a su regreso de una importante victoria militar dijese ante el Senado romano: "Vine, vi y vencí", hace ya 21 siglos.

Entrando ya en el tema debo comenzar diciendo que si bien ciertos miembros destacados de la canalla mediática estadounidense de reconocida tendencia demócrata, como lo son la agencia de noticias Bloomberg y el diario The New York Time, han filtrado a lo largo de este año varias informaciones relativas a la promoción de golpes de estado en Venezuela y hasta de la inminencia de una intervención  militar en nuestro país, en ningún momento han emitido juicios de valor sobre lo que son abiertas violaciones de la legalidad internacional ejecutadas por su gobierno, limitándose a lo sumo a decir que tales acciones pudieran causar inconvenientes a su país o pudiesen ser utilizadas por el presidente Maduro para apuntalar la revolución. Quien se tome el tiempo necesario para leer artículos tales como: “Bloomberg revela un supuesto golpe de Estado contra Maduro”  (12) y “Quédese fuera de Venezuela, Sr. Trump” (13), podrá comprobar la veracidad del planteamiento anterior.  

En la misma línea de estos artículos se produjeron a mitad de la semana pasada unas más que inquietantes declaraciones de Ralph Emanuel, exjefe de gabinete de la Casa Blanca de Barack Obama y actual alcalde de Chicago, contenidas en una entrevista concedida al periodista John Harwood de la cadena CNBC (14), multinacional mediática con 19 canales de televisión asociados en Estados Unidos y el resto del mundo, que ya refiriésemos en nuestro artículo anterior.

En la citada entrevista Emanuel fue enfático en advertir que el presidente Donald Trump podría intervenir en Venezuela durante el próximo mes de octubre para desviar la atención de importantes problemas de su administración y obtener beneficios políticos que le garanticen la victoria en las elecciones del congreso que se celebrarán el 6 de noviembre de este año. “Nosotros tenemos una frase en este país: la sorpresa de octubre (…) creo que en estos momentos él (Trump) está buscando hacer cualquier cosa y hará cualquier cosa”, fue una de las frases pronunciadas por Emanuel para denunciar la inminencia de la intervención imperial en Venezuela. Como podrá observarse, este connotado vocero demócrata tampoco emite ningún juicio de valor sobre la ilegalidad de una acción como la que está denunciando, a la luz del derecho internacional.

Siendo evidente que lo que este vocero y los medios antes señalados lo único que buscan es llevar votos demócratas a las legislativas de noviembre, con el propósito de obtener una mayoría en ambas cámaras que les permita iniciar y ejecutar el pretendido juicio político que conduzca a la defenestración de Trump, es que me permito concluir que tampoco en el partido demócrata estadounidense existen contradicciones importantes sobre el tema de las relaciones con Venezuela. Consideración que no debe resultar nada sorprendente a partir del hecho de que se trata de una organización política que ha demostrado ser igual de “excepcionalista” y de “monroista” que el partido republicano.

La conclusión final debería ser que no podemos confiar “ni un tantico así”, como decía El Che, en ninguno de los exponentes del actual estatus estadounidense, por más florituras ideológicas que puedan desplegar al abordar cualquier eventual diálogo que pueda proponerse. Sólo me inspirarían confianza aquellos sectores avanzados del pueblo oprimido que, habiendo alcanzado una clara conciencia de clase, al parecer comienzan a hacer pininos para lograr su total redención. ¡Qué viva la muy incipiente revolución estadounidense!

¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
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Caracas, septiembre 29 de 2018

domingo, 23 de septiembre de 2018


Colombia y Guyana habrán de ser las puntas de lanza de la intervención militar del imperio en Venezuela
 Carlos E. Lippo

“Se han oído voces sobre operaciones militares unilaterales. Creemos que debe darse una respuesta colectiva a la crisis (en Venezuela),
pero también creemos, déjenme ser muy claro, que todas las opciones deben considerarse.
Y que el régimen de Maduro deber ser presionado política, económica y estratégicamente en todos los niveles”,
Francisco Santos, actual embajador de Colombia en los Estados Unidos




Desde que el 10 de agosto de 2017 el presidente Trump, motivado por la auténtica neurosis que ha llegado a sentir por Venezuela y su revolución, y estimulado además por una ignorancia supina que le lleva a pensar que invadir a Venezuela sería tan fácil como lo hicieron con Granada (1983) y Panamá (1989), dos pequeños países carentes de ejércitos, plantease de improviso a sus más cercanos colaboradores, en la Oficina Oval de la Casa Blanca, aquella tendenciosa interrogante de ¿por qué Estados Unidos no puede invadir el país sudamericano? (1), no han sido pocos los esfuerzos que han realizado tanto él como sus más elevados funcionarios en materia de seguridad, relaciones exteriores y defensa, para conformar la fuerza militar multinacional que le han recomendado sus altos mandos militares, al no querer asumir en solitario la carga de la invasión.

Tengo la firme convicción de que aunque en esa oportunidad Trump pudiese no haber dado la orden expresa de ejecutar a cierto plazo la invasión, que en lo personal he venido juzgando como inexorable desde que en mayo del 2013 publicase un artículo titulado “De que seremos invadidos, seremos invadidos” (2), si inició de hecho la cuenta regresiva para darla con aquellas muy infelices declaraciones ofrecidas al día siguiente, 11 de agosto de 2017, en presencia de sus principales asesores en política exterior (Tillerson, Mc Master y su embajadora ante la ONU, Nikki Haley), según las cuales, a juicio suyo, “La gente (en Venezuela) está sufriendo y muriendo”, y  que para intentar solucionar tal crisis “…  tenemos muchas opciones, incluyendo  una posible opción militar, en caso de ser necesario”(1).

Abominable frase ésta, que en supremo gesto de lacayismo y en abierta violación de sus deberes y responsabilidades como secretario general de la OEA, hiciese suya Luis Almagro, en un recorrido que realizase por los alrededores la localidad fronteriza de Cúcuta, el pasado 14 de septiembre, durante el cual le dio por desplazarse de forma ampulosa y amenazante, como todo un mariscal de campo presto a pasar revista a sus huestes triunfantes de regreso de la batalla (3), aunque el día siguiente tratase inútil y vergonzantemente de desmentirse debiendo haber olvidado estúpidamente que sus palabras por fuerza tenían que haber sido grabadas por la prensa que había cubierto su recorrido (4).

Es oportuno y necesario apuntar que tamaña atrocidad de quien parece haberse tomado en serio su cargo de “ministro de colonias del imperio”, tuvo la virtud de haber generado el efecto contrario de haber alineado en contra de la invasión imperial a países tan activamente injerencistas y agresivos en contra de Venezuela como los que conforman el llamado “Grupo de Lima”, engendro diplomático creado bajo las  órdenes del departamento de estado de los Estados Unidos en agosto de 2017, con el único propósito de atacar al gobierno bolivariano y promover el intervencionismo en Venezuela.

En efecto, el sábado 15 de septiembre, al día siguiente de las infelices declaraciones de Almagro, el grupo emitió un enérgico comunicado de rechazo a las mismas así como a cualquier "intervención militar" o "uso de la fuerza en Venezuela" (5), suscrito por 11 de los 14 países miembros (Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía), con las vergonzantes abstenciones de Canadá, que para este caso es casi lo mismo que decir los Estados Unidos, y nuestros vecinos Colombia y Guyana, por las razones que habremos de analizar más adelante.

Siendo innegable que este abrupto viraje favorable de un grupo tan activo en su política injerencista en contra de Venezuela debiese haber alejado las posibilidades de la intervención militar tantas veces anunciada por el emperador Trump y sus más conspicuos representantes, tales como el senador “Narco” Rubio y su pupilo Carlos Trujillo, representante permanente de la OEA, es que llaman poderosamente nuestra atención unas palabras del Presidente Maduro pronunciadas en el acto de Clausura del III Congreso de la Juventud Socialista de Venezuela (JPSUV), celebrado el pasado domingo 16, con las cuales advirtió que: el gobierno de Estados Unidos ya dio la orden de invadir militarmente a nuestra patria” (6). Es indudable que alguna valiosa información de inteligencia debe poseer el presidente para atreverse a pronunciar tan terribles palabras en medio del ambiente de los últimos días que a nuestro juicio y a simple vista podría ser asumido como de temporal distensión.

En la misma línea de esta advertencia del Presidente Maduro se produjeron a mitad de la semana que hoy termina unas más que inquietantes declaraciones de Ralph Emanuel, exjefe de gabinete de la Casa Blanca de Barack Obama y actual alcalde de Chicago, contenidas en una entrevista concedida al periodista John Harwood de la cadena CNBC (7), multinacional mediática con 19 canales de televisión asociados en Estados Unidos y el resto del mundo.
En la citada entrevista Emanuel fue enfático en advertir que el presidente Donald Trump podría intervenir en Venezuela durante el próximo mes de octubre para desviar la atención de importantes problemas de su administración y obtener beneficios políticos que le garanticen la victoria en las elecciones del congreso que se celebrarán el 6 de noviembre de este año. “Nosotros tenemos una frase en este país: la sorpresa de octubre (…) creo que en estos momentos él (Trump) está buscando hacer cualquier cosa y hará cualquier cosa”, fue una de las frases pronunciadas por Emanuel para denunciar la inminencia de la intervención imperial en Venezuela.

Entrando sin más preámbulos en el tema que nos ocupa es oportuno y conveniente comenzar señalando que Colombia, nuestro vecino de la frontera occidental y Guyana, vecino por el oriente, son dos países que en diferentes épocas han logrado despojarnos de ingentes territorios, con la ayuda del imperio español y el imperio estadounidense, en el caso del primero y con la ayuda del imperio británico y el mismo imperio estadounidense en el caso de Guyana.

El despojo territorial perpetrado por Colombia (8), que estimo es del orden de los 300.000 Km2, fue legalizado con la firma del nefasto acuerdo de límites de 1941, instrumento sobre el cual pesan al menos dos demandas de nulidad introducidas por dos eminentes juristas venezolanos en los años 1970 y 1974, totalmente procedentes a juicio mío, sobre los cuales nuestro Tribunal Supremo de Justicia aún no ha emitido sentencia. El despojo perpetrado por Guyana, consistente en toda nuestra Guayana Esequiba, es del orden de los 160.000 Km2,  le fue legado por el Reino Unido quien es realmente quien lo perpetró con la ayuda del imperio estadounidense y se encuentra aún en reclamación, pendiente del resultado de unos  acuerdos a los que deben llegar las partes, con arreglo al Acuerdo de Ginebra de 1966 (9). Si algo podría reclamársele al Gobierno Revolucionario sobre su actuación durante los 19 años que le ha tocado  gestionar estos potenciales conflictos limítrofes es a mi juicio su extrema generosidad y consideración para con estos vecinos en aras de la promoción de la integración suramericana.

Colombia que desde siempre ha ambicionado poseer una salida al mar Caribe a través de nuestro Lago de Maracaibo que le permitiese un acceso más competitivo de sus productos, tanto los legales como los ilegales, a los mercados de Europa y Norteamérica, debe además enfrentar a muy corto plazo (2021) un agotamiento total de sus reservas petroleras que, entre otros muchos efectos, habrá de impactar de manera muy negativa la elaboración de la cocaína, de la cual son primer país productor/exportador mundial, por lo que ahora ha pasado a ambicionar además el control sobre nuestras reservas de hidrocarburos en el occidente del país. Es por ello que sus élites gobernantes desde hace algún tiempo vienen acariciando la nefasta idea de destruir el estado-nación venezolano (10).

Por su parte Guyana, que desde su nacimiento como estado independiente en 1966 se ha negado reiteradamente a respetar las estipulaciones del Acuerdo de Ginebra que le prohíben la explotación de recursos mineros y hasta las actividades de exploración en la zona en reclamación (nuestra Guayana Esequiba), ha otorgado concesiones de exploración y explotación  costa afuera, en nuestro mar territorial en reclamación, a las empresas petroleras CGX Energy, Exxon Mobil, Shell y Anadarko, todas ellas rechazadas por Venezuela por medio de los medios diplomáticos establecidos. Un anuncio de la empresa Exxon Mobil, tradicional enemiga de Venezuela (11), relacionado con la existencia de un importante yacimiento en la zona que ilegalmente le fuese dada en concesión es fundamentalmente lo que ha determinado la más injustificada animosidad de los gobiernos guyaneses, en especial el del militar en situación de retiro David Granger, en los últimos años.

En resumen, es por temas de carácter exclusivamente crematístico como los dos anteriormente mencionados, que estos ingratos y desagradecidos vecinos vienen dando apoyo irrestricto a las ejecutorias del imperio en contra nuestra, pudiendo llegar hasta el extremo de servirle de punta de lanza para su ya decidida y cercana intervención militar.

Qué Colombia, socio global de la OTAN desde mediados de año, estaría más que dispuesta a desarrollar este infausto papel para beneficio propio y del imperio, es algo que hemos venido evidenciando en nuestros anteriores trabajos sobre esta materia, pero que queda palmariamente demostrado por planteamientos como el desarrollado por su embajador en Washington, Francisco Santos, que antecede a estas notas (12); y es que ocurre que este redomado cipayo, tras presentar sus cartas credenciales al presidente Trump a comienzos de semana, no tuvo el menor empacho en señalar, llegando mucho más lejos de lo que ya han llegado su presidente (Iván Duque) y su canciller (Carlos Holmes Trujillo), que en el tratamiento de la llamada “crisis venezolana”, ninguna de las opciones estarían descartadas, incluyendo por supuesto la opción de la intervención militar.

Así mismo es evidente que el actual gobierno de Guyana, con su “eterno cuento” de que somos un país grande que los agrede por ser ellos pequeños, no vacilaría en prestarse para cualquier acción en contra nuestra, incluyendo una intervención militar, por mantenerse aún fuertemente influenciado por la antigua metrópoli y por estar acicateado por las transnacionales del petróleo y en especial por la estadounidense Exxon Mobil, empeñada en vengarse por las sucesivas sentencias de diferentes instancias judiciales internacionales que les han sido desfavorables en los casos de sus absurdas demandas en contra de la nación (11).

Habiendo sido desmontada la campaña mediática que buscaba posicionar a Venezuela como una amenaza para la seguridad de todos los países de la región a causa de la avalancha de “refugiados” que estaría lanzando sobre ellos (13), lo más probable es que traten de justificar la invasión como respuesta a un ataque de falsa bandera o “falso positivo”, que sería imputado a las fuerzas armadas de Venezuela y que ameritaría la ayuda militar del imperio al país agredido, ya sea Colombia o Guyana.

En apoyo a la hipótesis anterior podríamos mencionar dos recientes falsas denuncias hechas por la cancillería, desmentidas oportuna y contundentemente por nuestra cancillería: una consistente en la presunta incursión de 30 efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) a bordo de 2 helicópteros en sector Vetas de Oriente, del municipio Tibú, al Norte de Santander, el domingo 19 de agosto (14); y la otra consistente en señalar que un operativo de la GNB en el que resultaron detenidos cuatro ciudadanos colombianos, efectuado en la isla Mantequero, estado Amazonas, territorio venezolano, el pasado 13 de septiembre, fue realizado en territorio colombiano (15). Juzgo innecesario referirme explícitamente a la caterva de falsas acusaciones sobre incursiones de militares venezolanos en territorio Guyanés formuladas por el presidente Granger desde su ascenso al poder en el 2015.

Que los Estados Unidos accionarían en favor de Colombia en el caso de una supuesta agresión desde Venezuela es algo evidente dada su condición de socio global de la OTAN, pero que además ha sido explicitado en diferentes oportunidades, la última de ellas la semana pasada, por su embajador Kevin Whitaker. La actuación de la OTAN en favor de Guyana es algo que no necesita demostración a partir de su triste condición de cuasiprotectorado anglo-estadounidense.

Ya para concluir quiero señalar que si en definitiva Colombia y Guyana decidiesen actuar en profundidad como los peones del imperio que realmente son invadiendo nuestro territorio, no les arriendo las ganancias, pues  de este lado se encontrarán con un pueblo cívico-militar, plenamente capacitado para la defensa del territorio y dispuesto a entregar hasta su última gota de sangre por entender que si Venezuela cae, habrá de caer toda “Nuestra América” , que tornaría a ser el infamante “patio trasero” del imperio. También porque en el supuesto negado que lograsen una victoria, seguro estoy de que el imperio lejos de entregarles la pretendida recompensa, no hará otra cosa que apretarles el yugo ya que habrá desaparecido uno de los principales bastiones de la resistencia latinoamericana.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
Caracas, septiembre 23 de 2018
celippor@gmail.com

domingo, 16 de septiembre de 2018


El curioso caso de unos “refugiados” que piden a su gobierno que los regresen a su país
 Carlos E. Lippo

“Hoy estamos viviendo una tragedia con los desplazados que están hoy llegando a Colombia. Necesitamos la ayuda de la comunidad internacional.
En Venezuela hay de 4 a 5 millones de colombianos.
Si solamente se desplazan esos colombianos de nuevo a nuestro país, ya tenemos una tragedia como la que estamos viviendo”
Andrés Pastrana Arango, expresidente de Colombia




Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), institución intergubernamental asociada a la ONU que se ocupa del fenómeno de las migraciones a nivel planetario, un migrante es cualquier persona que se desplaza o se ha desplazado a través de una frontera internacional o dentro de un país, fuera de su lugar habitual de residencia; siendo esa condición de migrante totalmente independientemente de: su situación jurídica; el carácter voluntario o involuntario del desplazamiento; las causas del desplazamiento; y la duración de su estancia.

Considero que de las varias categorías que engloba el término migrante revisten particular gravedad, debido al terrible drama humano asociado a ellas, la categoría de los refugiados y la de los desplazados internos.

La categoría de los refugiados, porque con arreglo al estatuto de refugiados de la ONU, ellos son personas que se han visto  obligadas a abandonar el país del que son originarias o en el que han residido habitualmente debido a un temor fundamentado de persecución por razones de etnia, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social u opiniones políticas, y que no pueden o no quieren reclamar la protección de su país para poder volver.

Los desplazados internos, porque se trata de personas que se han visto forzadas a dejar su hogar, aunque manteniéndose dentro de las fronteras de su país por causas que normalmente son: la violencia generalizada, los conflictos armados y las violaciones masivas a los derechos humanos; dándose el caso de que algunas veces son amparadas por su gobierno, pero en otros es el mismo gobierno el causante de su desplazamiento.

Con arreglo a una reciente investigación (1) de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), nuestra vecina Colombia se encuentra detentando por segundo año consecutivo el más alto sitial mundial en lo que a desplazados internos se refiere, con 7,7 millones de habitantes desplazados dentro de su territorio, cifra cercana al 20 % de su población total. Algo que resulta totalmente contradictorio es que tan espeluznante cifra, sustancialmente mayor de la de Siria que padece desde 2011 una cruenta guerra promovida por el imperio y sus aliados de la OTAN, ha sido alcanzada durante el primer año completo de implementación de los acuerdos de paz con las FARC, a cuyo accionar había venido atribuyendo tendenciosamente el gobierno la existencia de la mayor parte de los desplazados. La creciente cantidad de asesinatos de líderes sociales y defensores de los derechos humanos así como los de ex miembros de las FARC registrada durante el mismo período (2), da pie para pensar que la cantidad de desplazados habrá de aumentar durante 2018 y que la causa fundamental de los desplazamientos no era precisamente el accionar de esta fuerza insurreccional.

Así mismo, en lo que respecta a migrantes totales, la cantidad alcanzada por Colombia, unos 12 millones de personas, cerca del 30 % de su población, según estimaciones divulgadas recientemente por el Presidente Maduro (3), le asegura un primer lugar en esa categoría en el ámbito de la región suramericana, siendo así mismo, y con mucho,  el país suramericano que menos migrantes acoge dentro de sus fronteras.

De esa inmensa cantidad total de migrantes colombianos, unos 5,6 millones (46,66 %) viven en Venezuela según las mismas estimaciones divulgadas por el Presidente Maduro. A aquellos que puedan considerar exagerada esta cifra debería bastarles con el hecho de que Andrés Pastrana Arango, expresidente de Colombia durante el período 1998-2002 y uno de los más aviesos detractores de la Revolución Bolivariana, poseedor de un extenso prontuario de acciones injerencistas ejecutadas en nuestro propio territorio ha admitido con singular desparpajo en diferentes oportunidades, la más reciente de ellas en la entrevista de la cual se extrajo la cita que da inicio a este artículo (4), que en Venezuela viven entre 4 y 5 millones de sus compatriotas.

Siendo oportuno señalar que esa inmensa cantidad de ciudadanos colombianos que han recibido refugio en Venezuela, representando casi el 20 % de nuestra población actual, tienen acceso a empleo remunerado, atención de salud gratuita, educación gratuita para sus hijos y vivienda propia a ser pagada con arreglo a sus posibilidades económicas en el marco de la Gran Misión Vivienda Venezuela. Pero no sólo colombianos viven entre nosotros, ya que en nuestro territorio hemos acogido nacionales de todos los países de la región y del mundo, que sumados alcanzan cerca del 30 % de nuestra población. Venezuela es pues, aún en medio de la severa crisis económica que estamos padeciendo, uno de los países de la región con mayor cantidad de inmigrantes.
Ha de servir esta extensa introducción para dejar plenamente establecido: que no todo aquel que emigra de su país es un refugiado; que la élite gobernante de Colombia que es, y con mucho, la que más denigra de nosotros en la región a causa de nuestros migrantes, carece totalmente de autoridad moral sobre el tema por ser la responsable de que ese país ocupe el primer lugar en el mundo en materia de desplazados internos y sea el de mayor cantidad de migrantes de la región suramericana; y que aun en medio de la crisis económica por la que estamos atravesando seguimos acogiendo una importante cantidad de inmigrantes procedentes de la región así como de todos los rincones del mundo.

Entrando de lleno en el tema central de estas notas es necesario comenzar diciendo que si bien no nos encontramos en medio de una crisis humanitaria, tal como el imperio y sus aliados han pretendido establecer apoyándose en su gigantesco aparato propagandístico, si estamos padeciendo una crisis económica señalada entre otros por el experto independiente de la ONU Albert de Zayas, en un informe presentado ante la Consejo de Derechos Humanos de la ONU el 10 de septiembre del presenta año (5); informe en el cual el citado experto además de señalar que dicha crisis no es en nada comparable con las verdaderas crisis humanitarias existentes actualmente en  países como Yemen, Libia, Siria, Irak, Haití, Malí, la República Centroafricana, Sudán, Somalia o Myanmar, sostiene además que las sanciones económicas contra Venezuela, de la naturaleza y el alcance de las ordenadas desde Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, causa fundamental de la crisis a juicio nuestro, "contravienen el espíritu y la letra de la Carta de las Naciones Unidas" porque "afectan a poblaciones inocentes".

Como es natural, por efecto de esa crisis se ha venido produciendo un flujo migratorio hacia los países de la región que, tal como ya señalásemos en un trabajo anterior (6) con apoyo en recientes informes de la OIM y ACNUR, dista mucho de tener las dimensiones que le han venido atribuyendo tendenciosamente los gobiernos de dichos países y está motivado por razones económicas, factor que muy poco o nada tiene que ver con la condición de "refugiados" que se ha intentado proyectar hacia el mundo.

Un reciente informe de ENCOVI (Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la Población Venezolana, proyecto desarrollado por un equipo multidisciplinario de alto nivel perteneciente a tres de las universidades más importantes del país: USB, UCV y UCAB, todas ellas de tendencia fuertemente opositora a la Revolución Bolivariana) (7), al mostrar que el 72 % de la población migrante venezolana corresponde a los estratos sociales económicamente más favorecidos (clases alta, media alta y media), pone en evidencia que tal migración no debe representar una carga económica de mucha consideración para los países receptores, que por el contrario se tienen que haber visto favorecidos por un inusitado ingreso de divisas fuertes y una mano de obra que en su gran mayoría es altamente calificada. Este hecho aunado a que según el mismo informe sólo un 3 % de los migrantes dicen haber migrando por razones de orden político debería ser más que suficiente para demostrar que no se trata de refugiados, como los gobiernos de los países receptores han querido hacer ver con el doble propósito de agradar al imperio, al intentar convalidar la tesis de que Venezuela representa una amenaza para la seguridad regional debido a la avalancha de “refugiados” que estaría volcando sobre ellos y al mismo tiempo procurarse una buena porción de los recursos financieros ofrecidos por los Estados Unidos y la Unión Europea para ayudar a paliar la presunta “crisis humanitaria”.

Es oportuno y necesario señalar que esta emigración también ha sido estimulada mediante una campaña mediática de terror, por medio de la cual se ha hecho ver a Venezuela como un país en el que no se puede vivir por múltiples razones, entre las cuales se encuentran el aumento sostenido de los precios, la inseguridad o las pocas posibilidades de ascenso social, al mismo tiempo que se ha intentado hacer creer que cualquier destino fuera de nuestras fronteras, representa una mejor alternativa de vida. Esta campaña aunada a otra denunciada por el presidente Maduro y el vicepresidente de comunicación, cultura y turismo, Jorge Rodríguez, según la cual desde varios países de la región como Colombia, Chile y Perú, se hicieron ofertas engañosas de empleos de baja calificación pero bien remunerados, ha debido ser la causa de que buena parte de ese otro 28 % de personas pertenecientes a los sectores menos favorecidos de nuestra población, de los que habla el mismo informe,  tomasen la decisión de emigrar.

Una parte de este grupo de conciudadanos son aquellos cuyo destino laboral se ha visto relacionado con la venta de comida en las calles y labores agrícolas temporales, o han tenido que solicitar ayuda de otros nacionales o hasta dedicarse a la mendicidad, factores por los cuales han sido objeto de explotación laboral y de mafias que se dedican a la trata de personas y en muchos casos han sido víctimas de  ataques de xenofobia en países como Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Perú, cuyos nacionales migrantes reciben y han recibido siempre un trato digno y considerado dentro de nuestras fronteras, motivo por el cual no han optado por abandonar masivamente el país sino que aún permanecen entre nosotros compartiendo las dificultades derivadas de la crisis económica.

Desde que el 28 de agosto pasado casi un centenar de conciudadanos fueron repatriados del Perú como parte de una operación totalmente financiada por el gobierno venezolano, como corresponde a un gobierno responsable y presto a resolver los problemas de sus ciudadanos dentro y fuera de las  fronteras  (8), se cuentan ya por miles (unos 2.780 al 11/09/2018) (9), los compatriotas que han regresado voluntariamente de Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Perú, en el marco del “Programa Vuelta a la Patria”, destinado a la atención de los migrantes venezolanos que, encontrándose en situación de vulnerabilidad en alguno de los países de la región, decidan regresar voluntariamente. Son precisamente ellos, parte de los protagonistas de ese curiosísimo caso de unos mal llamados refugiados que, contrariando todos los supuestos, piden ayuda a su gobierno para regresar a su país.

El total desmontaje de la despreciable patraña urdida sobre la existencia de una crisis humanitaria en Venezuela por vía de mecanismos diplomáticos como la presentación del ya señalado informe De Zayas en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, importante instancia de la cual Estados Unidos se ha retirado recientemente, aunado al palmario desmentido del infundio de que nuestros migrantes eran unos refugiados, logrado por vía de los hechos ante el nutrido grupo de compatriotas migrantes que ha regresado voluntariamente al país a pesar de la crisis y el más nutrido aún que trata de regresar, han tenido el nada desestimable efecto de hacer bajar sustancialmente la intensidad y el tono de las campañas mediáticas desplegadas sobre estos temas por el imperio y los gobiernos cipayos de la región, con el insano propósito de hacer aparecer a Venezuela como una amenaza para la seguridad regional y justificar de esa forma su intervención militar. Sin embargo, como era de esperarse no lograron el efecto de detener las acciones injerencistas representadas durante la semana que hoy termina por acciones como: una reunión oficiosa del Consejo de Seguridad de la ONU y una visita del secretario Almagro a Colombia.

Sobre la reunión oficiosa del Consejo celebrada el día 10, un auténtico aquelarre diurno protagonizado por Nikki Haley en su condición de presidenta temporal de esa instancia, además de comentar su nada diplomática e infundada acusación a Diosdado Cabello, presidente de nuestra Asamblea Nacional Constituyente de ser responsable de una red de narcotráfico que lleva cargamentos de droga desde Venezuela a Europa (10), sólo cabría reseñar la presentación de Miguel Ángel Martín (11), un desconocido jurista que preside el írrito TSJ en el exilio, a quien el imperio estaría promoviendo como presidente de un eventual gobierno venezolano en el exilio que sea capaz de solicitar la intervención.

En cuanto a la gira de Almagro, motivada por el interés de ponerle la mano a la mayor cantidad de los recursos financieros que fuesen aportados para paliar la inexistente crisis migratoria, sólo valdría la pena reseñar una visita suya a la ciudad fronteriza de Cúcuta, en donde con aires de “mariscal de campo” caído en desgracia se atrevió a decir, como si estuviese pasando revista a la fuerza militar multilateral, que la intervención de Venezuela era una de las opciones a considerar para defenestrar al Presidente Maduro (12).

Al concluir estas notas debo señalar con particular beneplácito que habiendo ya concluido las Maniobras Navales UNITAS LIX no se produjo, por razones que habremos de analizar en detalle en próximos artículos, la intervención militar asociada a ellas que fuese pronosticada en artículos anteriores; no obstante, hechos como los dos señalados en los párrafos anteriores desafortunadamente nos demuestran que la amenaza de invasión está muy lejos de haber sido conjurada.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
Caracas, septiembre 16 de 2018