El curioso caso de unos “refugiados” que piden a su gobierno que
los regresen a su país
Carlos E. Lippo
“Hoy estamos viviendo una
tragedia con los desplazados que están hoy llegando a Colombia. Necesitamos la
ayuda de la comunidad internacional.
En
Venezuela hay de 4 a 5 millones de colombianos.
Si solamente se desplazan
esos colombianos de nuevo a nuestro país, ya tenemos una tragedia como la que
estamos viviendo”
Andrés Pastrana Arango,
expresidente de Colombia
Según
la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), institución intergubernamental
asociada a la ONU que se ocupa del fenómeno de las migraciones a nivel
planetario, un migrante es cualquier
persona que se desplaza o se ha desplazado a través de una frontera
internacional o dentro de un país, fuera de su lugar habitual de residencia; siendo
esa condición de migrante totalmente independientemente de: su situación
jurídica; el carácter voluntario o involuntario del desplazamiento; las causas
del desplazamiento; y la duración de su estancia.
Considero
que de las varias categorías que engloba el término migrante revisten particular
gravedad, debido al terrible drama humano asociado a ellas, la categoría de los
refugiados y la de los desplazados internos.
La
categoría de los refugiados, porque con arreglo al estatuto de refugiados de la
ONU, ellos son personas que se han visto
obligadas a abandonar el país del que son originarias o en el que han residido
habitualmente debido a un temor fundamentado de persecución por razones de
etnia, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social u opiniones
políticas, y que no pueden o no quieren
reclamar la protección de su país para poder volver.
Los
desplazados internos, porque se trata de personas que se han visto forzadas a
dejar su hogar, aunque manteniéndose dentro de las fronteras de su país por
causas que normalmente son: la violencia generalizada, los conflictos armados y
las violaciones masivas a los derechos humanos; dándose el caso de que algunas
veces son amparadas por su gobierno, pero en otros es el mismo gobierno el
causante de su desplazamiento.
Con
arreglo a una reciente investigación (1)
de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), nuestra
vecina Colombia se encuentra detentando por segundo año consecutivo el más alto
sitial mundial en lo que a desplazados internos se refiere, con 7,7 millones de
habitantes desplazados dentro de su territorio, cifra cercana al 20 % de
su población total. Algo que resulta totalmente contradictorio es que tan
espeluznante cifra, sustancialmente mayor de la de Siria que padece desde 2011
una cruenta guerra promovida por el imperio y sus aliados de la OTAN, ha sido
alcanzada durante el primer año completo de implementación de los acuerdos de
paz con las FARC, a cuyo accionar había venido atribuyendo tendenciosamente el
gobierno la existencia de la mayor parte de los desplazados. La creciente cantidad
de asesinatos de líderes sociales y defensores de los derechos humanos así como
los de ex miembros de las FARC registrada durante el mismo período (2),
da pie para pensar que la cantidad de desplazados habrá de aumentar durante
2018 y que la causa fundamental de los desplazamientos no era precisamente el
accionar de esta fuerza insurreccional.
Así
mismo, en lo que respecta a migrantes totales, la cantidad alcanzada por Colombia,
unos 12 millones de personas, cerca del 30 % de su población, según
estimaciones divulgadas recientemente por el Presidente Maduro (3),
le asegura un primer lugar en esa categoría en el ámbito de la región
suramericana, siendo así mismo, y con mucho, el país suramericano que menos migrantes acoge
dentro de sus fronteras.
De
esa inmensa cantidad total de migrantes colombianos, unos 5,6 millones (46,66
%) viven en Venezuela según las mismas estimaciones divulgadas por el
Presidente Maduro. A aquellos que puedan considerar exagerada esta cifra
debería bastarles con el hecho de que Andrés Pastrana Arango, expresidente de
Colombia durante el período 1998-2002 y uno de los más aviesos detractores de
la Revolución Bolivariana, poseedor de un extenso prontuario de acciones
injerencistas ejecutadas en nuestro propio territorio ha admitido con singular
desparpajo en diferentes oportunidades, la más reciente de ellas en la
entrevista de la cual se extrajo la cita que da inicio a este artículo (4),
que en Venezuela viven entre 4 y 5 millones de sus compatriotas.
Siendo
oportuno señalar que esa inmensa cantidad de ciudadanos colombianos que han
recibido refugio en Venezuela, representando casi el 20 % de nuestra población
actual, tienen acceso a empleo remunerado, atención de salud gratuita,
educación gratuita para sus hijos y vivienda propia a ser pagada con arreglo a
sus posibilidades económicas en el marco de la Gran Misión Vivienda Venezuela.
Pero no sólo colombianos viven entre nosotros, ya que en nuestro territorio
hemos acogido nacionales de todos los países de la región y del mundo, que
sumados alcanzan cerca del 30 % de nuestra población. Venezuela es pues, aún en
medio de la severa crisis económica que estamos padeciendo, uno de los países
de la región con mayor cantidad de inmigrantes.
Ha
de servir esta extensa introducción para dejar plenamente establecido: que no
todo aquel que emigra de su país es un refugiado; que la élite gobernante de
Colombia que es, y con mucho, la que más denigra de nosotros en la región a
causa de nuestros migrantes, carece totalmente de autoridad moral sobre el tema
por ser la responsable de que ese país ocupe el primer lugar en el mundo en
materia de desplazados internos y sea el de mayor cantidad de migrantes de la
región suramericana; y que aun en medio de la crisis económica por la que
estamos atravesando seguimos acogiendo una importante cantidad de inmigrantes
procedentes de la región así como de todos los rincones del mundo.
Entrando
de lleno en el tema central de estas notas es necesario comenzar diciendo que
si bien no nos encontramos en medio de una crisis humanitaria, tal como el
imperio y sus aliados han pretendido establecer apoyándose en su gigantesco
aparato propagandístico, si estamos padeciendo una crisis económica señalada entre
otros por el experto independiente de la ONU Albert de Zayas, en un informe
presentado ante la Consejo de Derechos Humanos de la ONU el 10 de septiembre
del presenta año (5); informe
en el cual el citado experto además de señalar que dicha crisis no es en nada comparable
con las verdaderas crisis humanitarias existentes actualmente en países como Yemen, Libia, Siria, Irak, Haití,
Malí, la República Centroafricana, Sudán, Somalia o Myanmar, sostiene además que
las sanciones económicas contra Venezuela, de la naturaleza y el alcance de las
ordenadas desde Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, causa fundamental de
la crisis a juicio nuestro, "contravienen
el espíritu y la letra de la Carta de las Naciones Unidas" porque "afectan a poblaciones inocentes".
Como
es natural, por efecto de esa crisis se ha venido produciendo un flujo
migratorio hacia los países de la región que, tal como ya señalásemos en un
trabajo anterior (6) con
apoyo en recientes informes de la OIM y ACNUR, dista mucho de tener las
dimensiones que le han venido atribuyendo tendenciosamente los gobiernos de
dichos países y está motivado por razones económicas, factor que muy poco o
nada tiene que ver con la condición de "refugiados"
que se ha intentado proyectar hacia el mundo.
Un
reciente informe de ENCOVI (Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la
Población Venezolana, proyecto desarrollado por un equipo multidisciplinario de
alto nivel perteneciente a tres de las universidades más importantes del país: USB,
UCV y UCAB, todas ellas de tendencia fuertemente opositora a la Revolución
Bolivariana) (7), al mostrar que el
72 % de la población migrante venezolana corresponde a los estratos sociales económicamente
más favorecidos (clases alta, media alta y media), pone en evidencia que tal
migración no debe representar una carga económica de mucha consideración para
los países receptores, que por el contrario se tienen que haber visto favorecidos
por un inusitado ingreso de divisas fuertes y una mano de obra que en su gran
mayoría es altamente calificada. Este hecho aunado a que según el mismo informe
sólo un 3 % de los migrantes dicen haber migrando por razones de orden político
debería ser más que suficiente para demostrar que no se trata de refugiados,
como los gobiernos de los países receptores han querido hacer ver con el doble
propósito de agradar al imperio, al intentar convalidar la tesis de que
Venezuela representa una amenaza para la seguridad regional debido a la
avalancha de “refugiados” que estaría
volcando sobre ellos y al mismo tiempo procurarse una buena porción de los
recursos financieros ofrecidos por los Estados Unidos y la Unión Europea para
ayudar a paliar la presunta “crisis humanitaria”.
Es
oportuno y necesario señalar que esta emigración también ha sido estimulada
mediante una campaña mediática de terror, por medio de la cual se ha hecho ver a
Venezuela como un país en el que no se puede vivir por múltiples razones, entre
las cuales se encuentran el aumento sostenido de los precios, la inseguridad o
las pocas posibilidades de ascenso social, al mismo tiempo que se ha intentado
hacer creer que cualquier destino fuera de nuestras fronteras, representa una
mejor alternativa de vida. Esta campaña aunada a otra denunciada por el presidente
Maduro y el vicepresidente de comunicación, cultura y turismo, Jorge Rodríguez,
según la cual desde varios países de la región como Colombia, Chile y Perú, se
hicieron ofertas engañosas de empleos de baja calificación pero bien remunerados,
ha debido ser la causa de que buena parte de ese otro 28 % de personas
pertenecientes a los sectores menos favorecidos de nuestra población, de los
que habla el mismo informe, tomasen la
decisión de emigrar.
Una
parte de este grupo de conciudadanos son aquellos cuyo destino laboral se ha
visto relacionado con la venta de comida en las calles y labores agrícolas
temporales, o han tenido que solicitar ayuda de otros nacionales o hasta
dedicarse a la mendicidad, factores por los cuales han sido objeto de explotación
laboral y de mafias que se dedican a la trata de personas y en muchos casos han
sido víctimas de ataques de xenofobia en
países como Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Perú, cuyos nacionales migrantes
reciben y han recibido siempre un trato digno y considerado dentro de nuestras
fronteras, motivo por el cual no han optado por abandonar masivamente el país
sino que aún permanecen entre nosotros compartiendo las dificultades derivadas
de la crisis económica.
Desde
que el 28 de agosto pasado casi un centenar de conciudadanos fueron repatriados
del Perú como parte de una operación totalmente financiada por el gobierno
venezolano, como corresponde a un gobierno responsable y presto a resolver los
problemas de sus ciudadanos dentro y fuera de las fronteras (8), se
cuentan ya por miles (unos 2.780 al 11/09/2018) (9),
los compatriotas que han regresado voluntariamente de Brasil, Chile, Colombia,
Ecuador y Perú, en el marco del “Programa
Vuelta a la Patria”, destinado a la
atención de los migrantes venezolanos que, encontrándose en situación de
vulnerabilidad en alguno de los países de la región, decidan regresar
voluntariamente. Son precisamente ellos, parte
de los protagonistas de ese curiosísimo caso de unos mal llamados refugiados que,
contrariando todos los supuestos, piden ayuda a su gobierno para regresar a su
país.
El
total desmontaje de la despreciable patraña urdida sobre la existencia de una
crisis humanitaria en Venezuela por vía de mecanismos diplomáticos como la
presentación del ya señalado informe De Zayas en el Consejo de Derechos Humanos
de la ONU, importante instancia de la cual Estados Unidos se ha retirado recientemente,
aunado al palmario desmentido del infundio de que nuestros migrantes eran unos
refugiados, logrado por vía de los hechos ante el nutrido grupo de compatriotas
migrantes que ha regresado voluntariamente al país a pesar de la crisis y el
más nutrido aún que trata de regresar, han tenido el nada desestimable efecto
de hacer bajar sustancialmente la intensidad y el tono de las campañas
mediáticas desplegadas sobre estos temas por el imperio y los gobiernos cipayos
de la región, con el insano propósito de hacer aparecer a Venezuela como una amenaza
para la seguridad regional y justificar de esa forma su intervención militar. Sin embargo, como era de esperarse no lograron
el efecto de detener las acciones injerencistas representadas durante la semana
que hoy termina por acciones como: una reunión oficiosa del Consejo de
Seguridad de la ONU y una visita del secretario Almagro a Colombia.
Sobre
la reunión oficiosa del Consejo celebrada el día 10, un auténtico aquelarre
diurno protagonizado por Nikki Haley en su condición de presidenta temporal de
esa instancia, además de comentar su nada diplomática e infundada acusación a
Diosdado Cabello, presidente de nuestra Asamblea Nacional Constituyente de ser
responsable de una red de narcotráfico que lleva cargamentos de droga desde
Venezuela a Europa (10),
sólo cabría reseñar la presentación de Miguel Ángel Martín (11),
un desconocido jurista que preside el írrito TSJ en el exilio, a quien el
imperio estaría promoviendo como presidente de un eventual gobierno venezolano
en el exilio que sea capaz de solicitar la intervención.
En
cuanto a la gira de Almagro, motivada por el interés de ponerle la mano a la
mayor cantidad de los recursos financieros que fuesen aportados para paliar la
inexistente crisis migratoria, sólo valdría la pena reseñar una visita suya a
la ciudad fronteriza de Cúcuta, en donde con aires de “mariscal de campo” caído en desgracia se atrevió a decir, como si
estuviese pasando revista a la fuerza militar multilateral, que la intervención
de Venezuela era una de las opciones a considerar para defenestrar al
Presidente Maduro (12).
Al
concluir estas notas debo señalar con particular beneplácito que habiendo ya
concluido las Maniobras Navales UNITAS LIX no se produjo, por razones que
habremos de analizar en detalle en próximos artículos, la intervención militar
asociada a ellas que fuese pronosticada en artículos anteriores; no obstante,
hechos como los dos señalados en los párrafos anteriores desafortunadamente nos
demuestran que la amenaza de invasión está muy lejos de haber sido conjurada.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(12) https://actualidad.rt.com/actualidad/288692-almagro-no-descartar-intervencion-militar-venezuela
Caracas,
septiembre 16 de 2018
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