La
oligarquía colombiana pretende destruir el estado-nación venezolano bajo las
órdenes del imperio
Carlos
E. Lippo
Estados
Unidos apoya que el presidente Iván
Duque ‘lidere’ un movimiento regional contra el Gobierno de Venezuela.
Nikki
Haley, embajadora estadounidense ante la ONU, Bogotá agosto de 2018
Entre
Colombia y Venezuela siempre ha existido un importante conflicto histórico y
ello a pesar de tener ambas naciones iguales raíces étnicas e históricas; a
pesar de la estrecha amistad y cooperación que debería generar el compartir una
frontera terrestre de más de 2.200 Km.; y a pesar de haber conformado entre
1819 y 1831 una única nación (“Colombia
La Grande”), junto a los territorios actualmente ocupados por Ecuador y
Panamá, fruto del genio del Libertador Simón Bolívar, que de existir en la
actualidad constituiría una auténtica potencia económica, con fachada sobre los
dos grandes océanos, con un territorio de más 2,5 millones de Km2, muy
superior a la mitad de la superficie ocupada por la naciones que integran la
Unión Europea, que contaría con la existencia de ingentes recursos naturales,
entre ellos: la mayor reserva mundial de petróleo, una reserva probada de 7.000
toneladas de oro, así como reservas de cobre, diamante, coltán, hierro,
bauxita, torio y otros minerales, aún por cuantificar, todas ellas aportadas
por Venezuela; considerables reservas de agua dulce y una extraordinaria
biodiversidad y como si esto fuera poco contaría además con la posesión y
administración del que aún sigue siendo el mayor canal de navegación
interoceánico del mundo.
La
causa fundamental de este conflicto estriba en la necesidad que tenían y aún
tienen los productores del centro y el sur de Colombia de sacar su producción, tanto
la legal como la ilegal, destinada a los mercados de Norteamérica y Europa a
través de nuestro lago de Maracaibo, de manera de poder evitar el paso por las
intrincadas selvas, las elevadas cumbres y los caudalosos ríos que tendrían que
cruzar para poder acceder a la reducida costa nororiental que siempre tuvieron sobre
el mar Caribe. Una ordenanza de la
municipalidad de Tusa, región situada al sur del actual departamento de
Antioquia, emitida en fecha tan remota como el año 1543 con el propósito de
invadir y apoderarse de nuestro lago, es una demostración fehaciente de la
existencia de esta necesidad.
De
manera que la posesión de nuestro lago de Maracaibo, para disponer de un acceso
fácil y seguro al mar Caribe a través del golfo de Venezuela, así como la de
las tierras cercanas a nuestro caudaloso río Orinoco, para a través de su
afluente el Meta acceder al océano Atlántico, ha sido desde siempre ambicionada
por la oligarquía colombiana conformada por unas 20 familias que han detentado
el poder económico, político, militar y eclesiástico, desde la época colonial
hasta nuestros días. Siendo hechos comprobados el que para satisfacer tan
desmedida y bastarda ambición, sucesivos gobiernos representativos de los
intereses de estas familias no dudaron en aliarse con los imperios de Estados
Unidos y España para despojarnos de unos 300 mil Km2 de nuestro
territorio, en la península de la Guajira y en las inmediaciones del Orinoco,
despojo consagrado en una mala hora por un tratado de límites suscrito en 1941 con
el expresidente Eduardo Santos, tío-abuelo de Juan Manuel Santos, que juicio
mío debe ser denunciado cuanto antes(1);
así como también han estado a punto de llevarnos irresponsablemente al borde de
una guerra fratricida con sendas incursiones en nuestras aguas territoriales:
en las cercanías del archipiélago de Los Monjes en 1952 y en el Golfo de Venezuela
en 1987, ambas eficaz y oportunamente repelidas por nuestras fuerzas armadas de
aquellas épocas (1).
Es
oportuno señalar que entre las raíces del conflicto del que hemos estado
hablando se encuentra también la importante contradicción existente entre el
proyecto bolivariano, que incluye como doctrina el antiimperialismo, la
igualdad social y el gobierno popular, y el modelo “monroista” que plantea el hegemonismo de Estados Unidos en el
continente americano, al cual se plegó Francisco de Paula Santander, siendo
vicepresidente de la Gran Colombia cuando el Libertador era Presidente, al
decir impúdicamente ante el congreso de Bogotá a comienzos de 1824, muy poco
tiempo después de la promulgación de la Doctrina Monroe, que la misma “es un alivio para la humanidad, y que
Colombia ganaría mucho acercándose a un socio tan poderoso”(2).
Con
el advenimiento de la Revolución Bolivariana esta contradicción no ha hecho otra
cosa más que exacerbarse a un grado tal que el insigne historiador venezolano y
miembro de la Asamblea Constituyente que redactase nuestra actual constitución,
Yldefonso Finol, al referirse a ella ha señalado que: “… Colombia se convierte en la cabeza de playa de una operación
transnacional contra la Revolución Bolivariana y el proyecto de Hugo Chávez y
luego ha hecho cosas similares o peores contra Nicolás Maduro, pero que ya incluso busca más que eso, más
que destruir a la Revolución Bolivariana es linchar moralmente la
venezolanidad, destruir la venezolanidad como gentilicio que encarna lo bolivariano,
para descuartizar al país, apoderarse de nuestros recursos naturales y hacernos
inviables como nación tal como hicieron en Libia y en otros países” (2).
Y
es que la oligarquía colombiana y los gobiernos que la han representado,
persuadidos como ya lo están de que no podrán ponerle las manos a Venezuela por
sus propios medios y de que de hacerlo en conjunto con el imperio, éste como es
su costumbre habrá de dejarlos fuera del posterior reparto de nuestras riquezas,
han optado entonces por aceptar el rol de promover la disolución del
estado-nación de Venezuela, bajo las órdenes del imperio, confiados en poder “negociar” con ventaja con alguno de los
“engendros geopolíticos” que pudiesen
ser creados por éste a partir del desmembramiento de nuestro extremadamente
hermoso y rico territorio actual.
El
fallido atentado del pasado sábado en la Avenida Bolívar se inscribe
perfectamente en un plan concebido para iniciar esta disolución del
estado-nación venezolano porque ¿cuál
otro objetivo podría perseguirse con la ejecución de una operación diseñada con
el deliberado propósito de acabar simultáneamente con la vida de las máximas
autoridades de los cinco poderes públicos nacionales, así como también las del
alto mando militar en pleno? En demostración de la hipótesis anterior debe
tomarse en consideración que la escogencia del tipo de evento en el que se
ejecutó el atentado no fue fruto del azar, ya que según la confesión del
terrorista mercenario que coordinó la operación en Caracas, se trató de hacerlo
el 24 de junio, durante el desfile conmemorativo del día del ejército, fecha
para la cual aún no estaban suficientemente preparados, o el 5 de julio,
durante el desfile cívico militar conmemorativo de nuestra independencia, fecha
en la que no pudieron actuar por no haber podido pasar los drones a través de
la frontera colombiana; eventos que tienen en común con el del 4 de agosto el
hecho de que los altos funcionarios que se pretendía asesinar estarían
presentes en la tarima o tribuna presidencial, rodeando al presidente de la
república.
En
relación a los detalles más relevantes del fallido atentado es oportuno decir
que en sendas ruedas de prensa ofrecidas por el presidente Maduro, el 07 de
agosto (3), y por el ministro
de comunicación e información, el día de ayer (4),
fueron presentados suficientes elementos de convicción como para poder asegurar
de manera indubitable que:
·
El ataque fue perpetrado por
terroristas mercenarios venezolanos vinculados a los partidos de la ultraderecha
venezolana, cuyo jefe operativo confesó que habrían de recibir como pago 50
millones de dólares estadounidenses, así como su residencia en los Estados
Unidos.
·
Identificados como autores
intelectuales se encuentran entre otros el diputado Julio Borges, fugitivo en
Colombia y el empresario venezolano residente en el estado de Florida, de comprobada
relación con el senador Marco Rubio, Osman Delgado Tabosky, quien además fungía
de financista. Como cómplice necesario se ha identificado al diputado Juan
Requesens, denunciante de Borges, quien se encuentra tras las rejas, convicto y
confeso.
·
Está plenamente demostrada
la planificación, el despliegue logístico, el financiamiento y la presencia de
autores materiales e intelectuales en Colombia y en los Estados Unidos, que
necesariamente tuvieron que ser protegidos y/o apoyados por funcionarios de los
gobiernos de esos países, por lo que se ha solicitado la extradición a
Venezuela de un número importante de personas refugiadas en ellos.
·
El dron que explotó frente a
la tribuna presidencial fue detonado de manera remota, desde los Estados Unidos;
siendo oportuno preguntarse cómo pudo este hecho pasar desapercibido para las
autoridades de un país que desde el 11 de septiembre de 2001 mantiene a toda su
propia población bajo permanente estado de sitio.
Como
era de esperarse, los gobiernos forajidos de Estados Unidos y Colombia no sólo
niegan haber tenido vinculación alguna con el hecho, sino que al igual que el
ladrón que después de haber cometido su fechoría, señala a un ciudadano
inocente que va pasando por el sitio gritando ¡al ladrón… al ladrón!, acusan al gobierno bolivariano de haber
perpetrado un autoatentado; por su parte, la UE no sólo no condena el hecho
sino que se permite “reclamar” una
investigación exhaustiva sobre el ataque con un dron, del que “presuntamente” fue víctima el
presidente Nicolás Maduro.
En
medio de este bufonesco escenario de negación de los principales cómplices
internacionales es que resulta en extremo importante un comentario
recientemente difundido por el medio Press TV, del experto en antiterrorismo
Scott Bennet, un ex oficial de guerra psicológica del ejército de EEUU quien ha
señalado (5): “El ataque fue otro movimiento de la CIA,
para promover la agenda de guerras políticas de la agencia en la región. Creo
que mientras más investiguemos (...)
vamos a ver, que esto fue de hecho un intento terrorista de ciertos actores
dentro de la CIA, dentro de Colombia, la extrema derecha que tenía como blanco
a Maduro", así como también "A
medida que Maduro comience a exponer a los jugadores, el origen de ellos, la
metodología, más va a encontrar lazos directos con esta comunidad de
inteligencia de la CIA y los elementos deshonestos que Estados Unidos ha usado
para juzgar a Venezuela”. Para finalizar, el reputado experto expresó que a
su juicio el ataque a un enviado político estadounidense en Bangladesh ocurrido
el mismo día, fue un atentado de “bandera
falsa” por parte de la CIA para tratar de distraer la atención del fallido asesinato
contra Maduro.
Por
otra parte, no deja de llamar la atención el hecho de que la más conspicua
representación de la contrarrevolución mediática, conformada toda ella por “periodistas” comprobadamente tarifados
de la CIA, se ha estado comportando de forma más que contradictoria, pasando desde
los extremos de: hacer una completa apología del criminal acto terrorista (Patricia
Poleo, Sergio Novelli y Jaime Bayly), llegando a decir este último que casi participó
en la planeación del crimen; pasando por la creación de una falsa noticia en
relación al hecho, para acusar al gobierno de haberse autoatacado (Víctor Amaya),
y de una acerva crítica a los autores materiales por haber fallado (Nelson
Bocaranda), hasta llegar a denunciar al imperio, tal como lo hizo el “extraño” Jaime Bayly, que llegó al
extremo de decir que los servicios de inteligencia del imperio apoyaron
explícitamente el atentado (4).
Ya
para finalizar estas notas debo decir que la oligarquía colombiana representada
ahora por Iván Duque no habrá de cejar en su empeño de destruir nuestro
estado-nación a causa de este fracaso, sino todo lo contrario, como lo
demuestra el hecho de haber anunciado a lo largo de toda su campaña
presidencial y haberlo ratificado hace poco, después de haber sido electo, su
disposición de defenestrar la Revolución Bolivariana. Imaginemos ahora cómo
estará de alebrestado este “cachaco de
uña en el rabo” después de haber sido ungido personalmente por la inefable
Nikki Haley como líder de la alianza regional que está intentando construir el
imperio para intervenir militarmente en Venezuela (6).
Debemos estar más alertas
que nunca ahora que Colombia, como ha dicho el camarada constituyentista Julio
Escalona (7), que ha dejado de ser un
estado nacional para convertirse en una base territorial y geopolítica de los
poderes que los gobiernos de Estados Unidos e Israel representan, ha venido
ocupando progresivamente ambos lados de la línea fronteriza en un intento por
promover la creación de una nueva entidad política y económica desvinculada de
la República Bolivariana de Venezuela e integrada al poder mundial y a las
redes transnacionales que va construyendo la globalización neoliberal al
servicio del capital.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
Caracas,
agosto 11 de 2018
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