domingo, 1 de mayo de 2016



Venezuela 2.016: ni Chile 1.973, ni Nicaragua 1.990
Carlos E. Lippo

Chile 1.973
Salvador Allende Gossens, el primer marxista que ha llegado a la presidencia de un país por la vía electoral, obtuvo la primera mayoría en la primera vuelta de las elecciones presidenciales chilenas de septiembre de 1.970 encabezando una coalición de partidos y organizaciones populares de izquierda que tuvo por nombre Unidad Popular (UP). Al mes siguiente el parlamento en pleno lo eligió, con casi el 82 % de los votos, siguiendo la tradición chilena de ratificar a quien obtuviese la primera mayoría en la primera vuelta. Ejerció la presidencia de Chile desde el 3 de noviembre hasta que fuese asesinado en el Palacio Presidencial de La Moneda el 11 de septiembre de 1.973.

Desde el día siguiente a su elección, tal como él mismo lo señalase en su discurso ante las Naciones Unidas el 4 de diciembre de 1.972 (1), el imperio le aplicó una brutal guerra económica que asumió inicialmente la forma de un bloqueo financiero no declarado que bloqueaba los préstamos en divisas que Chile venía recibiendo de organismos multinacionales como el BM y el BID, así como el financiamiento a sus importaciones por parte de los proveedores extranjeros, el Eximbank y bancos privados estadounidenses que tradicionalmente venían ofreciendo a Chile líneas de crédito a corto plazo; adicionalmente se impidió el desembolso de créditos otorgados previamente por el BM y se suspendió el otorgamiento de nuevos préstamos por parte de la Agencia para el Desarrollo Internacional del gobierno de los Estados Unidos (AID). A todo esto habría que añadir una persistente obstaculización de las ventas externas de cobre chileno, el mejor del mundo, y una disminución inducida del precio internacional del cobre, principal fuente de divisas de Chile, causada por la irrupción al mercado de una buena parte de las reservas estadounidenses de este metal inspirada por el propio presidente Richard Nixon.

Simultáneamente se desarrollaban acciones terroristas planeadas desde el exterior y ejecutadas por grupos fascistas internos, similares a las que culminaron aun antes de su ascensión a la presidencia, con el asesinato del Comandante en jefe del Ejército, el general René Schneider, símbolo del supuesto constitucionalismo de las Fuerzas Armadas Chilenas. A estas acciones vino a sumarse, en octubre de 1.972, un paro nacional indefinido del transporte, financiado desde el imperio y liderado por la  Confederación Nacional del Transporte que estaba presidida por uno de los dirigentes del grupo paramilitar de ultraderecha "Patria y Libertad", que habiendo sido flexibilizado después de causar daños irreparables a la economía chilena, fue reactivado días antes del golpe militar. A estos paros se sumaron la Confederación del Comercio Detallista con un cierre casi total de sus locales y la Confederación de la Pequeña Industria y Artesanado, que provocaron un brutal desabastecimiento, así como las federaciones de estudiantes universitarios y secundarios, entre otros.

En abril de 1.971, cuando apenas comenzaban a ser instrumentadas algunas de las medidas económicas del programa de la Unidad Popular, que sólo durante el primer año se tradujo en la nacionalización de 47 empresas industriales y de más de la mitad del sistema de créditos, la nacionalización del cobre, la expropiación e incorporación a la propiedad social de casi 2,5 millones de hectáreas de tierras  activas, la moderación del proceso inflacionario, el pleno empleo y un aumento efectivo del salario en un 40 %, la UP obtuvo el 50,29 % de la votación en las elecciones municipales frente al 48,85 % que sumaron por separado todos los partidos de la derecha (2), siendo esta la primera oportunidad en la cual una alternativa socialista obtenía una mayoría absoluta en Nuestra América.

A comienzos de 1.973 la oposición chilena, ya unificada por el imperio desde julio de 1.972 en un esperpento similar a la MUD que se llamó la Confederación Democrática, cifraba todas sus esperanzas en las elecciones parlamentarias de marzo de ese año, ya que confiaba en que la crisis económica, social y política en la que tenían sumido el país le permitiría obtener más de los dos tercios (66,66 %) necesarios en el Congreso para defenestrar “constitucionalmente” al Presidente Allende. Al quedar lejos de obtener esa mayoría no logró tampoco resolver a su favor el impase existente con el gobierno revolucionario en relación al otorgamiento del rango constitucional a una serie de medidas económicas implantadas por el gobierno de la UP, por lo que el Presidente Allende decidió convocar un referéndum popular sobre el tema, que sería anunciado el 11 de septiembre, el mismo día que se ejecutó el cruentísimo golpe militar anunciado tres años atrás en una apacible “cena washigtoniana” entre altos militares de Chile y Estados Unidos (3).

El infausto golpe militar, que produjo cerca de 30.000 víctimas de persecuciones y torturas, alrededor de 3.000 ejecutados y más de 1.300 desaparecidos, dio paso a una feroz dictadura militar que bajo distintas formas se mantuvo hasta febrero de 1.990, fecha en la que una coalición del Partido Socialista y la Democracia Cristiana asumió el poder por vía electoral. Hasta la fecha actual se ha mantenido una “democracia” tutelada por las fuerzas armadas, sobre la base de una constitución heredada de la dictadura pinochetista.


Nicaragua 1.990
El movimiento insurreccional que culminó en julio de 1.979 con el triunfo de la última revolución armada del siglo XX en Nuestramérica, llamada la Revolución Nicaragüense o Sandinista, se inició en 1.962 con la fundación del Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN) a cargo del profesor Carlos Fonseca Amador y Tomás Borge, entre otros revolucionarios, que asumió la lucha armada guerrillera para intentar derrotar a la feroz dictadura militar del último de los Somoza, Anastasio Somoza Debayle, militar formado en los Estados Unidos al igual que su padre del mismo nombre, ambos comandantes de la Guardia Nacional, el ejército creado por los gringos al tener que abandonar el país a comienzos de la década de los treinta, bajo la extrema presión de las huestes del gran líder nicaragüense, Augusto César Sandino.

Después de una desigual campaña, con acciones tanto en las áreas urbanas como en las rurales, en una de cuyas batallas encontró la muerte su líder fundador  y habiéndose reunificado después de haberse dividido en tres tendencias, la más importante de las cuales era la comandada por los hermanos Humberto y Daniel Ortega Saavedra, el FSLN logra acceder al poder en julio de 1.979, por medio de la participación de Daniel, con el carácter de coordinador, en una junta de gobierno plural conformada por cinco miembros.

El nuevo gobierno, formado por un amplio espectro ideológico con presencia socialdemócrata, socialista, Marxista-leninista y con una influencia muy grande de la teología de la liberación, trató de introducir reformas en los aspectos socioeconómicos y políticos del estado nicaragüense, tratando además de paliar los problemas ancestrales relativos a la sanidad, la educación y reparto de la tierra que el país venía sufriendo. Dichas reformas lograron avances significativos y reconocidos internacionalmente.

Es así, que desde los primeros días se produjo: la destrucción del ejército somocista y la creación del primer ejército verdaderamente nacional del país; la anulación por decreto de la Constitución política vigente del año 1.974; la elaboración del “Estatuto Fundamental de Derechos y Garantías de los Nicaragüenses”, una especie de nueva Constitución; la supresión del sistema bancario privado y la creación del sistema financiero nacional; la nacionalización y la estatización de las telecomunicaciones y de la educación; la realización de una “Cruzada Nacional de Alfabetización” muy exitosa, que redujo el analfabetismo del 53% al 12%; la confiscación de todas las propiedades de los somocistas y la creación de nuevos tribunales denominados “Tribunales Populares Antisomocistas”, destinados a juzgar a los funcionarios policiales, de la seguridad y de la administración de justicia del gobierno somocista, con aplicación de penas máximas de 30 años, entre muchos otros logros de significación.

El carácter progresista del nuevo gobierno no era de la simpatía del gobierno de los Estados Unidos, que con la excusa de su acercamiento político a la Cuba de Fidel, inició un bloqueo económico en 1.981, al mismo tiempo que comenzó a prestar un enorme apoyo financiero clandestino a los remanentes de la Guardia Nacional de Somoza instalados en Honduras, Costa Rica y Miami, constituyéndose de esta manera el ejército contrarrevolucionario nicaragüense. Se inició así una nueva guerra que hizo decaer de manera significativa la muy frágil economía del país debido a los enormes gastos bélicos que el nuevo gobierno tuvo que afrontar.

En 1.984, el gobierno llamó a elecciones nacionales que fueron ganadas ampliamente por el comandante Daniel Ortega, abanderado del FSLN convertido desde ese entonces en partido político. Ortega intentó acelerar la reconstrucción del país en medio de las críticas condiciones derivadas del accionar de la contra y el bloqueo financiero promovido por los Estados Unidos; así mismo, logró promover la elaboración de una nueva Constitución que entró en vigencia en 1.987.

El cuantioso apoyo del imperio a la contrarrevolución, evidenciado por el célebre escándalo “Irán-Contras”, de Oliver North, fue denunciado por el gobierno revolucionario ante el Consejo de Seguridad de la ONU, sin obtener resultado práctico alguno; sin embargo la misma denuncia llevada ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, produjo una sentencia favorable a Nicaragua que contemplaba además de una exhortación al gobierno gringo a poner sus manos fuera de Nicaragua, el pago de una cuantiosa indemnización en dinero efectivo.

Por toda respuesta el gobierno de los Estados Unidos decretó un embargo comercial contra Nicaragua en 1.985 al mismo tiempo que se negaba a pagar la indemnización y Ronald Reagan emitía una orden ejecutiva similar a la emitida en contra de Venezuela por Barack Obama en el 2.015 (4).

El costo humano y material de la guerra con la contra se volvió insostenible (más de 10.000 víctimas fatales, incontables heridos y refugiados, más un nivel de miseria tal Nicaragua pasó a ser considerado como el país más pobre de la América Latina), motivo por el cual en 1.988, tras una fuerte ofensiva militar del gobierno nacional, se iniciaron conversaciones de paz y se negoció una tregua. En 1989 el gobierno sandinista firmó un convenio y se comprometió a celebrar elecciones al año siguiente. Para hacer frente al FSLN en esas elecciones los gringos promovieron un engendro similar a la MUD que llamaron la Unión Nacional Opositora (UNO), conformada por 14 partidos, cuya candidata  Violeta Barrios de Chamorro, quien había sido miembro de la junta de gobierno de 1.979 logró derrotar a Daniel Ortega, contra todo pronóstico, dando al traste con la Revolución Sandinista, después de un poco más de 10 años de existencia.

Más de 17 años después, en un contexto regional favorable propiciado en gran medida por la Revolución Bolivariana, Daniel Ortega obtuvo la presidencia en los comicios del año 2.006, iniciando en enero de 2.007 una nueva etapa que ha permitido dar continuidad a las transformaciones iniciadas con el triunfo de la revolución y que se ha mantenido hasta el presente, pasando por un nuevo triunfo en las elecciones del 2.011.

Venezuela 2.016
Un breve análisis de los procesos revolucionarios fallidos antes descritos permite establecer las siguientes conclusiones, que no por ser elementales y harto conocidas dejan de ser útiles y dignas de tomar en cuenta para el diseño de una estrategia exitosa en el marco de nuestra situación actual:

·       Todo gobierno que se niegue a subordinarse de manera irrestricta a los dictados del imperio entra en inevitable e irreversible curso de colisión con él, por más legítimo que éste sea, aunque no pretenda ser socialista ni se haya declarado antimperialista y más aún si intenta instrumentar reformas en beneficio de las grandes mayorías preteridas. El imperio comienza entonces por aplicarle restricciones de carácter financiero, económico y/o comercial y seguidamente pasa a promover a sus enemigos internos generando una contrarrevolución armada.

·       Esa estrategia combinada de aplicación de una intensa guerra económica simultáneamente con acciones de carácter violento, casi siempre de naturaleza terrorista, ineluctablemente va socavando las bases del gobierno legítimo, al provocar el alejamiento de las capas ideológicamente menos  formadas de la población.

·       La oposición, devenida en contrarrevolución tutelada por el imperio no respeta espontáneamente los resultados electorales a menos que le favorezcan, satisfaciendo ampliamente sus expectativas; por ello es vital abstenerse de convocarlas mientras tenga vigencia el estado de conmoción interior que necesariamente genera la aplicación de la estrategia descrita en el párrafo anterior.  

·       El imperio no respeta las resoluciones de la ONU ni de ningún otro organismo multiestatal, a menos que le favorezcan; tampoco acata las sentencias de las cortes internacionales que le son adversas.

·       Aunque privilegia la intervención militar por medio de las fuerzas conjuntas de los organismos multiestatales, el imperio jamás desecha la intervención directa, como lo pone en evidencia con el amplio despliegue de las fuerzas del Comando Sur en ocasión de procesos electorales y/o intentos de golpe.

·       La pérdida del gobierno por la vía que sea, a más de entrañar casi siempre cuantiosas pérdidas en vidas humanas lleva aparejado un reflujo importante de los movimientos populares que retrotraen el país a etapas anteriores al proceso y aplazan la necesaria revolución por décadas. Sin afán catastrofista alguno, es necesario decir que pudiera entrañar hasta la pérdida del país.

·       Como hemos podido apreciar porque lo estamos viviendo en carne propia, los recursos bélicos del imperio, tanto los convencionales como los relativos a la guerra de cuarta generación, han sido refinados de manera significativa, para volverlos más efectivos y letales.

·       La experiencia fallida del trienio de Allende, de manera sumamente pedagógica, al confirmar aquella máxima del Che, citada por Roberto Fernández Retamar (5) que señala que: “Vencer al capitalismo con sus propios fetiches es empresa difícil, si no imposible”, da pie para cuestionar, como yo efectivamente cuestiono, la factibilidad real de construir el socialismo por vía pacífica.

A pesar de lo asediada que pueda estar nuestra revolución en este 2.016, más aún después del descalabro electoral de diciembre pasado, considero que no es fatal su inminente caída, sino que más bien, estando decantadas ya todas las posiciones tanto internas como externas, hay un gran chance de profundizarla, con base en la probada combatividad de las fuerzas populares puesta de manifiesto recientemente ante la arremetida brutal de la contra parlamentaria y en la lealtad exhibida hasta ahora por la FANB en pleno.

Por ello, sin intentar un diagnóstico más de la situación actual, así como de sus posibles causas que todos conocemos en mayor o menor grado, voy a permitirme plantear en trazo grueso unas líneas que a mi juicio apuntan al logro de esa necesaria profundización:

·       Acabar de una buena vez con el fetiche de la “revolución pacífica”, que si bien pudo haber servido en las etapas iniciales a nivel de consigna, es imposible e inaceptable mantener en estos días como principio de acción, a la luz de la creciente cantidad de mártires que nuestra revolución exhibe.

·       Tomar conciencia de ello e intentar formar al pueblo, en la idea de que la confrontación final con el imperio y sus agentes locales de la contra es inevitable y que necesariamente no tenemos que librar esa confrontación  desde una posición defensiva, sino que debemos y podemos pasar a la ofensiva tan pronto como el liderazgo legítimo lo estime conveniente.

·       Comenzar a preparar al pueblo revolucionario para esa confrontación, sin más dilaciones, haciendo uso de las diferentes formas organizativas existentes: partidos del polo patriótico, comunas, consejos comunales, unidades de batalla y comités locales de abastecimiento y producción (CLAP), siempre bajo programas de adiestramiento adecuados a cada organización y con el establecimiento de lineamientos tácticos y prioridades.

·       Aplicarse a fondo a la creación de las más propicias condiciones para librar la confrontación final, haciendo uso de todos los niveles del gobierno y de los otros poderes públicos que controlamos, si más restricciones que las que puedan derivarse de la moral y la ética revolucionaria.

·       Dejar de invertir tantos recursos, humanos y materiales, como hasta ahora se ha hecho, en intentar desenmascarar la injerencia del imperio y sus aliados en nuestros asuntos internos, ya que todas las posiciones están tomadas: tenemos enemigos irreconciliables, amigos leales y amigos de conveniencia que quién sabe cómo actuarán a la hora del té. Es necesario dejar esa tarea a nuestras embajadas en el exterior.

·       Dejar de insistir en involucrar al pueblo en la solicitud de derogación del decreto de Obama ya que el imperio sólo lo derogaría después de derrotarnos. Insistir en ello es totalmente inútil y sólo crea falsas expectativas. Para elevar el fervor patrio se puede y se debe intentar otro tipo de consignas, inspiradas en la gran gesta patria o en los logros alcanzados hasta ahora, que no son pocos. La tarea de impugnar esta decisión del imperio debe corresponder fundamentalmente a los canales diplomáticos.

¡Somos un pueblo pacífico pero si el imperio insiste en venir por nosotros tendremos que propinarle su segunda derrota militar en América!
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!

(5)     “Che, Comandante del Alba”, página 34


Caracas, mayo 01 de 2.016

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