Tras
la admisión de Colombia la OTAN se propone ponerle la mano a la América Latina
Carlos
E. Lippo
“No
será un año fácil (2010): los agentes de la reacción internacional preparan su
guion para revertir el proceso emancipador que vive Nuestra América. Véase la
amenaza imperial en ciernes contra Venezuela desde Colombia: la Colombia
hermana convertida en el Israel de la América del Sur”.
Comandante
Hugo Chávez
La
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es una alianza militar
interestatal que tiene como base el Tratado del Atlántico Norte o Tratado de
Washington, suscrito el 4 de abril de 1949. En la actualidad la organización está
conformada por 29 países: 2 de la América del Norte, Estados Unidos y Canadá, y
27 de Europa, todos ellos miembros de la Unión Europea (UE), con excepción de
Turquía, Albania y Montenegro.
En
teoría se trata de un sistema de defensa colectiva en el cual los estados
miembros están comprometidos a defender a cualquiera de ellos en caso de ser atacados
por una potencia externa, algo que jamás ha ocurrido a lo largo de sus casi
setenta años de existencia, aunque ello no haya sido óbice para que la
organización participase de manera activa en la gran mayoría de las incursiones
imperialistas de los Estados Unidos desde que se involucrase en la guerra de
Corea, a comienzos de los años cincuenta del siglo pasado. En efecto, con excepción
de las invasiones a Granada (1983), a Panamá (1989) y a Pakistán, Yemen y
Somalia, desde 2002 hasta el presente, la OTAN ha participado al lado de los
Estados Unidos en todas las invasiones ejecutadas por ellos en los últimos
treinta años, sobre países que no sólo es que no le habían hecho ataque militar
alguno, sino que ni siquiera los habían amenazado expresamente con hacerlo,
como es el caso de: Irak, en 1991; Somalia, en 1993; Bosnia, en 1995; Afganistán
y Sudán, en 1998; Yugoslavia, en 1999; Afganistán, desde el 2001 hasta el
presente; Irak, en 2003, sólo algunos de sus miembros; y Libia, en 2011. Siendo
oportuno destacar que en una gran mayoría de estos casos la OTAN actuó en
desacato de alguna resolución expresa de la ONU, o al menos sin el necesario apoyo
de esa organización. Es que en realidad se trata de la maquinaria de guerra más
costosa del planeta, ya que el gasto militar combinado de todos los países
miembros supera el 76 % del gasto militar mundial (1),
toda ella bajo la suprema dirección del alto mando militar estadounidense.
En
la OTAN siempre ha existido claridad sobre el carácter elitesco del “club”, así como sobre quién es “el que corta el bacalao” en ese antro;
una muestra de ello es el artículo 10 del tratado, que señala que: las partes
pueden, por acuerdo unánime, invitar a ingresar a cualquier estado
europeo que esté en condiciones de favorecer el desarrollo de los
principios del Tratado y de
contribuir a la seguridad de la zona del Atlántico Norte. Cualquier estado que sea así invitado puede ser parte del Tratado
depositando el instrumento de adhesión correspondiente ante el gobierno de los Estados Unidos de
América. Este gobierno informará a cada una de las partes de haberse
efectuado el depósito de dicho instrumento de adhesión. Imposible mayor sumisión a la voluntad del imperio estadounidense.
Presumiblemente
para pasar por encima de esta restricción de carácter geográfico se ha creado
en la OTAN la categoría de Socio Global, un “selecto”
grupo en el que fue admitido Colombia el pasado 31 de mayo, completando de esta
forma un grupo de 9 países (Afganistán, Australia, Irak, Japón, Corea del Sur,
Mongolia, Nueva Zelanda, Pakistán y Colombia) que tienen en común el albergar
bases militares estadounidenses dentro de sus fronteras, con excepción de
Mongolia cuya constitución actual no lo permitiría; siendo oportuno señalar que
con arreglo a los estatutos declarados de la organización los socios globales,
que no tienen la condición de miembros, poseerían en cambio ciertos privilegios
de naturaleza militar otorgados por la alianza en el ámbito de equipamiento,
formación e investigación.
Otro
dato de significación es que entre estos socios globales se encuentran, nada
más y nada menos, que los primeros productores/exportadores de las drogas fuertes
más consumidas a nivel planetario, como lo son Colombia, en el caso de la cocaína
y Afganistán, para los casos de la heroína, el opio y la morfina, así como también
Pakistán que es uno de los mayores cultivadores mundiales de la Adormidera o
planta del opio, que es la base para la elaboración de las tres últimas drogas
anteriores.
Es
un hecho comprobado que la OTAN ha estado intensamente involucrada y de manera
directa en la producción y el tráfico de drogas en Afganistán, desde el propio
inicio de la llamada “Operación Libertad
Duradera” a pocos días de los “atentados”
del WTC, en octubre de 2001, siendo ésta la razón fundamental para que las
tropas estadounidenses no hubiesen abandonado el país en 2014, después de que
Obama anunciase oficialmente que la guerra había concluido, permaneciendo allá con
base en un acuerdo firmado en el 2012 que permite a las tropas estadounidenses
quedarse hasta el 2024; estimándose que para mediados de 2017 permanecían estacionados
en ese sufrido país unos 8.400 efectivos militares estadounidenses y cerca de
30.000 contratistas (2), con
una gran cantidad de mercenarios colombianos entre ellos.
Y
en plena demostración de que el de la droga es un “negocio” que se encuentra en pleno ascenso en esa región del mundo,
Donald Trump declaró en agosto del mismo año, con lo cual estaría incumpliendo
una de sus principales promesas de campaña, que pensaba enviar otros 4.000
soldados, a la vez que exigió un mayor involucramiento de los 4.500 efectivos
de la OTAN presentes en la región (3),
algo que lo convertiría en el tercer presidente norteamericano en involucrarse
en esta guerra sin fin.
Si
se toma en consideración que el valor total de mercado del opio y sus
principales derivados (heroína y morfina) alcanzó en 2017 la astronómica cifra
de 95.000 millones de dólares estadounidenses (2),
haciendo de las drogas el tercer producto comercial más importante, sólo
superado por las armas y el petróleo, se podrá comprender claramente el gran
interés del imperio y en general de todos los miembros de la OTAN en participar
activamente de este negocio, que además de proveerles de un eficaz medio de
control social les permite financiar acciones encubiertas que dada su
naturaleza terrorista no podrían pasar con facilidad los controles éticos y/o
presupuestarios de sus respectivos gobiernos.
Algo
que ha llamado poco la atención a pesar de formar parte de la misma estrategia
de hacer de Colombia un socio global de la OTAN, es que simultáneamente se le
ha admitido en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE),
que es un organismo de cooperación internacional, compuesto por 37 estados, la
inmensa mayoría de ellos estados europeos miembros de la OTAN, cuyo objetivo es
coordinar sus políticas económicas y sociales intercambiando información que
les permite armonizarlas con el objetivo de maximizar su crecimiento económico
y al mismo tiempo “colaborar” con el desarrollo
de los países no miembros. Siendo oportuno señalar que la OCDE, que es conocida
como el “club de los países ricos”, agrupa
a los países que en 2017 proporcionaban al mundo el 70 % del mercado mundial y
representaban el 80 % del PNB mundial, formando parte de ella antes que
Colombia sólo dos países latinoamericanos: Chile, por su conocido servilismo ante
los designios del imperio y Méjico, reconocido por la ONU en el “Informe Mundial sobre Drogas 2017” como
el tercer productor/ exportador mundial de heroína, sólo por detrás de
Afganistán y Myanmar (4).
No
tengo duda alguna de que Colombia tiene sobrados méritos, tanto en materia de servilismo
al imperio como de carácter militar, para pertenecer a la genocida y terrorista
alianza que es la OTAN; así lo atestiguan hechos tales como: el haber
participado al lado de los gringos en la segunda guerra mundial (1941-45) y en
la guerra de Corea (1950-53); el haber participado en las más recientes
tropelías de la alianza, tanto con elementos de tropa regular en Afganistán (5),
como con excombatientes de su ejército regular reclutados como mercenarios en
Irak, Libia y Siria; el haber continuado incrementando su gasto militar aun
después de haber suscrito los acuerdos de paz con las FARC, siendo el país
latinoamericano que más invierte en el área militar, con un gasto militar equivalente
al 3,4 % de su Producto Interno Bruto (PIB), cifra que es similar a la asignada
por el mismísimo imperio (6); así
como las impresionantes cifras de campesinos y luchadores sociales asesinados
por los paramilitares, las policías y los efectivos del ejército colombiano,
aun después de haber sido suscritos los acuerdos de paz, que dan cuenta del carácter
genocida de su gobierno.
No
pongo en duda tampoco el derecho que tiene cada estado de asociarse con quienes
juzgue necesario y conveniente a sus propios fines; lo que ocurre es que
Colombia no estaba en libertad de asociarse con una potencia nuclear, como
signatario que es del “Tratado para la
Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe”, más
conocido como el “Tratado de Tlatelolco”,
que es un tratado internacional suscrito por todos los estados americanos, con
la obvia excepción de EE UU y Canadá, que establece la desnuclearización del
territorio de América Latina y el Caribe (7).
Siendo oportuno señalar, tal como dice el comunicado de rechazo emitido por
nuestra cancillería el pasado 26 de mayo (8),
que la mencionada adhesión es contraria además a: la “Declaración de La Habana” de la CELAC, que proclama América Latina
y el Caribe como Zona de Paz; a la “Declaración
de Suramérica como Zona de Paz”; y las “Medidas
de Fomento de la Confianza y Seguridad y sus Procedimientos” aprobados en
el marco del Consejo de Defensa Suramericano de la UNASUR. No estando de más el señalar que Colombia ya estaba en abierta y
flagrante violación del primero de estos instrumentos desde que aprobó el
establecimiento de las bases militares gringas y por ende también de la OTAN,
en su propio territorio en el 2009, pero que aun así tuvo el descaro de suscribir
posteriormente los otros, algo que lamentablemente le fue permitido en aras de
unos falsos principios de integración regional.
En
cuanto a la adhesión de Colombia a la OCDE, habría que decir que Colombia como
primer productor /exportador mundial de cocaína tiene también sobrados méritos
para pertenecer a este antro de delincuentes, dada la preeminencia de la que
goza actualmente la llamada “economía criminal”
en el ámbito de la economía capitalista mundial.
Por
lo todo lo expuesto en los párrafos anteriores es absurdo considerar que el
imperio se haya tomado más de cuatro años de trabajo en convencer a Alemania y
el resto de sus socios en la OTAN, para que aceptasen a Colombia en su seno, sólo
para facilitarle a este fiel cipayo la adquisición de armamento en condiciones
de pulcritud y transparencia, así como para ponerle a participar en las “mansas” misiones de paz impuestas por
la ONU, como descaradamente pretende hacernos creer Santos con unas
declaraciones dadas en una reciente entrevista que le hiciese el expresidente
Rafael Correa (9). Resultando más que
evidente que lo que persigue Estados Unidos al lograr esta incorporación de
Colombia a la OTAN es el incrementar su utilización como punta de lanza en sus agresiones
contra Venezuela y al propio tiempo sumar a esa organización a sus futuras
agresiones sobre todos los países de la región, tal como ha venido haciendo en
el África y el Oriente Medio, habida cuenta de que al imperio no le gusta
invadir en solitario y es absolutamente nugatorio el que logre incorporar a
cualquier otro país de la región. Es por ello que estamos diciendo que la OTAN
se propone ponerle la mano a la América Latina, ya que su acompañamiento al
imperio en sus inminentes intervenciones militares en la región, llevaría aparejada
una jugosa participación en todos los despojos asociados.
Ante
un riesgo tan inminente sorprende la extrema pasividad de los países de la
región que actualmente están padeciendo gobiernos serviles y entreguistas en su
gran mayoría, pero más aún la pasividad de los gobiernos del ALBA-TCP, de
ninguno de los cuales con excepción del nuestro, he logrado leer un documento
de rechazo a la malhadada adhesión.
Lamentablemente,
habiendo muy poco que lograr a nivel regional, en materia de resistencia a la
OTAN, considero que no queda otra opción que mirar hacia Rusia y China,
potencias que si bien no logro entender cómo es que no han motorizado hasta
ahora una alianza militar en contrario, al menos han acordado recientemente oponerse
a los intentos de algunos países de realizar acciones militares unilaterales
sin mandato de la ONU, en clarísima alusión a la OTAN, así como profundizar sus
contactos en torno a las cuestiones de seguridad estratégica (10).
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria
o muerte!
¡Venceremos!
(3) http://www.lavanguardia.com/internacional/20170822/43732452041/trump-soldados-guerra-afganistan.html
celippor@gmail.com
Caracas, junio 12 de 2018
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