Colombia se está consolidando
como “El Israel de la América del Sur”
Carlos
E. Lippo
El
pasado 23 de diciembre Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, anunció que
la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) había aceptado el
acuerdo de cooperación militar que le hubiese solicitado su país. En esa
ocasión señaló, henchido de orgullo y complacencia, como corresponde a alguien
de tan diminuta estatura moral, que: “… tal
objetivo lo tenía desde que era ministro de Defensa, radicamos la solicitud
hace nueve años para hacer un convenio de cooperación que es la máxima
instancia que tiene la OTAN” (1).
Debo
decir que no le falta razón a este perverso enano moral cuando dice que el
acuerdo por el cual han abogado con tanta vehemencia y servilismo desde hace
tanto tiempo “es la máxima instancia que
tiene la OTAN”, ya que su máxima aspiración que sería la de que Colombia
fuese miembro de ese selecto grupo de terroristas y genocidas, estaría
legamente negada por el Artículo 10 del Acuerdo de la OTAN, que señala que solamente
pueden pertenecer a esa organización militar países europeos cuyo ingreso sea
aprobado por unanimidad de los miembros. Aunque ¿Qué podría significar este nimio
requisito legal, para una organización que masacró con extrema sevicia a la
Libia de Gadafi, en abierta violación de la correspondiente resolución del
Consejo de Seguridad de la ONU, que sólo autorizaba el establecimiento de una
zona de exclusión aérea?
En
un comunicado oficial de fecha 26 de diciembre, el gobierno revolucionario de
Venezuela al mismo tiempo que expresaba su profunda preocupación y rechazo por
el mencionado anuncio presidencial, señalaba que el mismo representa: un
intento de introducir factores externos con capacidad nuclear en nuestra región,
cuyas actuaciones pasadas y recientes reivindican la política de la guerra;
violenta acuerdos bilaterales y regionales de los cuales Colombia forma parte
(UNASUR y CELAC), a través de los cuales se declaró a América Latina y el
Caribe como Zona de Paz y además desvirtúa los principios de Bandung que dieron
origen al Movimiento de Países No Alineados (Mnoal), que prohíbe expresamente a sus
estados miembros formar parte de alianzas militares.
El
comunicado resaltaba además que lo anunciado representa un quebrantamiento de
la palabra empeñada por el presidente Santos en el año 2010, frente al
Presidente Hugo Chávez, de no concretar alianza militar alguna con la OTAN.
Sin
embargo, no era ésta la primera vez que el “Premio
Nobel Suramericano de la Guerra”, violaba la palabra empeñada a nuestro Comandante,
en la oportunidad en la que Venezuela aceptaba reanudar las relaciones
diplomáticas y comerciales con Colombia, suspendidas en julio de 2010 debido a
las infundadas acusaciones de Uribe Vélez en el seno de la OEA, ya que en el
mes de junio de 2013, bajo su presidencia, Colombia suscribió un acuerdo con la
OTAN que aunque no le daba rango de socio, “establecía
formas de cooperación para intereses comunes”, a decir del Ministro de
Defensa de la época, que fue avalado por el congreso colombiano en el año 2014 (1).
¡Hasta
cuándo otro presidente colombiano sigue el ejemplo del traidor Santander quien
en 1826 saboteó el Congreso Anfictiónico de Panamá, invitando a los gringos en solapado
acto de desobediencia de las órdenes dictadas por El Libertador!
Es
oportuno señalar que Colombia siempre ha mantenido una actitud de extrema sumisión
ante los Estados Unidos y una secular política guerrerista, que le llevó a
acompañarlos en la Segunda Guerra Mundial (1941-45) con tropas de infantería, junto
a unos aviadores mejicanos como únicos latinoamericanos participantes y en la
Guerra de Corea (1950-53), como únicos latinoamericanos presentes, con tropas
de infantería y fuerzas navales y más recientemente a participar en todas las
aventuras terroristas y genocidas de la OTAN, tanto con elementos de tropa
regular (Afganistán) (2),
como con excombatientes de su ejército regular reclutados como mercenarios, en
Irak, Libia y Siria.
Aunque
resulta difícil conocer el alcance exacto del acuerdo anunciado es evidente que
en Colombia habrán de radicarse de manera permanente efectivos militares de la
OTAN de distintos rangos y nacionalidades, según se desprende de una información
dada por Santos en la misma ocasión del anuncio, en relación a que él había
aceptado este pacto de cooperación militar con el ente internacional para poder
gestionar el posconflicto, tras el acuerdo de paz firmado a finales de
noviembre con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la principal
guerrilla del país (3),
puesto que es evidente que el postconflicto no puede ser gestionado a
distancia, desde el cuartel general de la OTAN en Bruselas, Bélgica.
Unas
recientes declaraciones de Rodrigo Londoño Echeverri (a) Timochenko, ex jefe militar
de las FARC, sirven para tratar de entender el verdadero alcance del acuerdo (4).
En efecto, señala este señor, que algo debería saber de temas militares, que la
OTAN busca con el acuerdo con Bogotá, conducir a las tropas colombianas a
combatir en lugares lejanos del mundo para asegurar las ganancias de los
grandes consorcios internacionales que deciden ocupaciones militares de otras naciones
con cualquier pretexto;
añadiendo
luego que se trata también de un esfuerzo de la oligarquía colombiana, que
pretende aprovechar el escenario del fin del conflicto “para la entronización absoluta del neoliberalismo, la entrega del estado
y de nuestras riquezas naturales al gran capital financiero transnacional y
nacional, incluida la mano de obra colombiana, para lo cual requerirá del
empleo de un aparato militar y policial de enorme significación, el cual juzga
relegitimado con los Acuerdos de La Habana”.
Toda
una lástima que a este señor que en mala hora llegó a comandar la guerrilla más
gloriosa que ha tenido Colombia, no se le ocurra pensar ni mucho menos decir
que la OTAN no requiere llevar tan lejos a los efectivos militares que han
quedado cesantes después de la firma del malhadado acuerdo de La Habana, modificado
en Bogotá y refrendado por el senado, teniendo tan cerca a Venezuela con sus
ingentes recursos naturales de todo tipo, largamente apetecidos por el imperio
y sus aliados de la OTAN, incluyendo por supuesto a su propio país. ¡Carajo,
en dónde habrá quedado el
internacionalismo proletario!
No hay
duda alguna sobre el hecho de que toda la panoplia militar de la OTAN que habrá
de ser puesta al servicio del gobierno narcoparamilitar burgués colombiano, con
base en el acuerdo anunciado, aunada a la inexistencia de un ejército
revolucionario de más de 20.000 hombres, actualmente en proceso de desmovilización,
que pudiese accionar sobre la retaguardia del ejército regular colombiano y sus
divisiones mercenarias proyectadas sobre Venezuela, nos obliga a aumentar la
probabilidad de ocurrencia de todos los escenarios de la invasión imperial
basados en las fuerzas militares colombianas, que presentásemos en artículos
anteriores, esto es: el “Escenario
República Dominicana 1.965, Libia 2011 y Siria desde 2012” (5)
y el “Escenario del Falso Positivo
Colombiano” (6).
Con
el propósito de neutralizar la amenaza militar que representa la vigencia de
este acuerdo que viene a sumarse a la ya representada por la existencia de las
ocho bases militares gringas operativas desde la época de Uribe Vélez, nos permitimos
proponer a la Secretaría General del Consejo de Defensa de la Nación, la
consideración de las siguientes medidas:
- Denunciar este intento de violación del statu quo de la región como zona de paz, libre de armas nucleares, ante el Consejo de Defensa de la UNASUR. En caso de no obtener resultados favorables inmediatos, denunciar de una vez este muy poco útil acuerdo de defensa, aunque sin renunciar a la membresía en UNSASUR.
- Incrementar el apresto operacional de nuestras fuerzas de defensa cívico-militares mediante una serie periódica de ejercicios de la misma naturaleza del ordenado por el presidente Maduro para el próximo día 14 (7).
- Diseñar un agresivo plan de reclutamiento y formación que nos conduzca a disponer de un cuerpo de milicias de no menos de un millón de efectivos, al más breve plazo posible.
- Decretar el cierre total e indefinido de la frontera terrestre con Colombia, como una medida efectiva para neutralizar el accionar bélico colombiano en lo referente a los ataques continuados en materia de guerra económica y monetaria vía contrabando de extracción de bienes y papel moneda, así como también para evitar el paso los elementos paramilitares frecuentemente contratados por la contrarrevolución.
En
relación a este tema del cierre de la frontera debo decir que no entiendo por
qué tenemos que venderles gasolina en la frontera en su propia moneda y a
precios inferiores a los vigentes al interior de su país; si nos quieren seguir
comprando combustibles, que nos los paguen en divisas fuertes, a precios
internacionales, y se los llevaremos en tanqueros, vía marítima.
- Promover la firma de tratados de defensa con todos aquellos países con los cuales compartimos la disposición de salvaguardar la vida de la especie sobre el planeta, poniendo coto a la desatada barbarie imperial, donde quiera que éstos estén situados, y cualesquiera que sean los credos religiosos que profesen y los sistemas de gobierno que se hayan dado.
Debe
tratarse en especial de tratados con nuestros principales aliados estratégicos
(los países del ALBA-TCP y las potencias amigas de Rusia, China e Irán), que en
todo caso deberían consagrar de manera explícita, que un ataque armado por
parte de cualquier estado contra alguno de los estados miembros, será
considerado como un ataque contra todos ellos, y en consecuencia, cada una de
las partes contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en
ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva, tal
como lo reconoce el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. Con el
añadido de que la adhesión a ese tratado no debiese estar limitada por razones
geográficas.
Somos
y queremos seguir siendo un pueblo de paz, pero no podemos mantenernos inermes
ante las continuadas provocaciones bélicas de un vecino que siempre ha mostrado
una profunda disposición guerrerista; que mantiene vergonzosas relaciones de
sumisión con el imperio norteamericano al que gustosamente emula al no cumplir
ningún acuerdo suscrito con sus iguales y que cada día se consolida más como el
“Israel de la América del Sur”, calificativo
que le diese el Comandante Eterno en la última de las “Líneas de Chávez” del año 2009 (8),
en las cuales escribió: “No será un año
fácil (2010): los agentes de la reacción internacional preparan su guion para
revertir el proceso emancipador que vive Nuestra América. Véase la amenaza imperial en ciernes contra Venezuela desde Colombia:
la
Colombia hermana convertida en el Israel de la América del Sur”.
¡Prohibido fallarle a la
Patria, prohibido fallarle a la revolución… prohibido fallarle a Chávez, carajo!
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
celippor@yahoo.com
Caracas,
enero 04 de 2017
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