sábado, 30 de junio de 2018


¿Qué han venido a hacer los “Cascos Blancos” de Argentina a nuestra frontera con Colombia?
Carlos E. Lippo

"¿Qué cosa esperamos que Estados Unidos haga contra Venezuela, si ya lo han intentado todo?
A Estados Unidos solo le resta la intervención militar".
Stella Calloni





Desde mucho antes de marzo del año 2015 cuando en una audiencia celebrada en el senado estadounidense (1) el anterior jefe del Comando Sur, John Kelly, profiriese una serie de profecías autocumplidas sobre que Venezuela estaba “cerca del colapso y de implosionar”, debido a su “triste” situación económica, así como aquella de que si llegara a presentarse una “crisis humanitaria (...) podríamos reaccionar ante eso…” se entiende que interviniendo con las tropas bajo su mando, el imperio no ha dejado de accionar para generar un desabastecimiento inducido, fundamentalmente de alimentos, medicinas y artículos de higiene y aseo personal, con el propósito de precipitar una situación de crisis humanitaria que pudiese servirle de base para justificar la intervención militar. Siendo el caso de que en el desarrollo de este funesto accionar el imperio no sólo ha actuado de manera directa, imponiéndonos sanciones económicas y financieras que han terminado por generar un auténtico bloqueo financiero del país, sino que también ha hecho uso de sus marionetas de la oposición local, así como de sus gobiernos cipayos a todo lo largo y ancho del planeta.

En efecto, ya desde finales del 2012 y comienzos de 2013 hicieron desaparecer de los anaqueles dos productos como el café y el papel higiénico que si bien no pueden ser catalogados como de primera necesidad, es un hecho objetivo que su carencia siempre genera una gran irritación en el seno de la población, más aun cuando ésta cuenta con el poder adquisitivo necesario para adquirirlos.

Sin embargo este desabastecimiento inducido y selectivo de bienes de consumo masivo comenzó a verse exponencialmente incrementado a partir del año 2013,  a causa del contrabando de extracción hacia Colombia, fenómeno ampliamente descrito por nosotros en artículos anteriores (2), (3), (4) y (5), y que según un señalamiento del Presidente Maduro se elevase en el 2014 hasta totalizar un 40% de los productos básicos con precios subsidiados que se entregaban a nuestras cadenas de distribución, hecho impúdicamente reconocido en su momento por la Canciller María Ángela Holguín cuando señalaba sin rubor alguno que: "efectivamente el desabastecimiento en Venezuela tiene mucho que ver con el contrabando que está pasando a Colombia" (6).

Que a pesar de todo su esfuerzo y empeño el imperio y sus aliados no han podido generar esta pretendida crisis humanitaria es algo que queda plenamente demostrado por el reiterado testimonio de funcionarios de diferentes instituciones multilaterales que han estado de visita en el país con el propósito de evaluar su situación, tales como Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la  Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), quien a finales de 2016 señalaba: “Venezuela no atraviesa una crisis humanitaria, sino que trabaja para superar las dificultades políticas y económicas por la que atraviesa” (7), y más recientemente por los de: el experto independiente de la ONU sobre la “Promoción de Un Orden Internacional Democrático y Equitativo”, Alfred de Zayas, quien concluyó y declaró tras su visita a Venezuela, que tuvo lugar a finales de 2017, que nuestro país no sufre una crisis humanitaria (8); y la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa Etienne, quien aseguró durante su visita realizada a mitad del mes en curso, que el gobierno “está trabajando en el sentido correcto en materia de salud”, al mismo tiempo que suscribió acuerdos con el gobierno revolucionario para garantizar a nuestro país el suministro oportuno y confiable de medicamentos (9).

Sería un completo absurdo desconocer que después de más de cinco años de guerra económica, bloqueo financiero y un incontrolable contrabando de extracción, no estuviésemos padeciendo un importante nivel de desabastecimiento y escasez, causante de un natural ambiente de zozobra; ocurre sin embargo que considero, al igual que los expertos internacionales antes citados, que afortunadamente no estamos confrontando la situación de “crisis humanitaria” que tanto han anunciado el imperio y sus corifeos, en medio de una gran frustración y desespero.

Uno de los más patéticos de estos corifeos ha venido siendo el moribundo gobierno de Juan Manuel Santos, quien para intentar promover el cumplimiento de la profecía autocumplida que viene a ser para él una suerte de “sueño húmedo”, ha sido capaz de ordenar dos bárbaras acciones en nuestra contra, al mismo tiempo que hipócritamente dice dolerse de “nuestra situación”; estas acciones son: la retención por varios meses de más de 400 toneladas de alimentos con destino a nuestros Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), en el puerto de Cartagena, con la absurda excusa de que no eran aptos para el consumo humano (10); y el bloqueo de la venta al estado venezolano de medicamentos contra la malaria y el paludismo, en momentos en los cuales se trataba de enfrentar un brote de estas enfermedades en la región sur del país (11).
Entrando ya en materia sobre el tema central de estas notas es necesario señalar que la más reciente de las acciones de descrédito perpetradas por este digno heredero del traidor Santander ha sido el solicitar la presencia de los “Cascos Blancos” de Argentina en las ciudades fronterizas de Cúcuta (departamento Norte de Santander) y Maicao (departamento de La Guajira), con el propósito declarado de atender las necesidades de salud de una supuesta “avalancha” de venezolanos que ha cruzado la frontera huyendo de nuestra “crisis humanitaria” (12).

El argumento esgrimido por el gobierno colombiano para justificar la solicitud de este órgano del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina encargado de diseñar y ejecutar su asistencia humanitaria internacional, con importante experiencia en misiones humanitarias en diferentes regiones del planeta, ha sido que en los últimos 15 meses unos 819.000 venezolanos han ingresado a ese país y que de ellos algo más de 442.000 estarían en situación migratoria irregular.

Aunque la cifra en cuestión me parece un tanto elevada, confieso no tener base alguna para aceptarla o negarla, lo que es a mi juicio harto lamentable es que a este tipo de “asistencia de guerra” se pueda reducir la debida reciprocidad del narcoparamilitar gobierno colombiano para con un gobierno que le atiende desde hace ya bastante tiempo a no menos de 6 millones de nacionales desplazados por sus precarias condiciones de vida, haciéndolo al mismo nivel y en las mismas condiciones con las que atiende nuestros nacionales. A quien pueda parecerle exagerada esta cifra de colombianos residentes en el país le recomendaría tomar debida nota del extracto de unas recientes declaraciones de este terrible y gratuito enemigo de la revolución bolivariana que es el expresidente colombiano Andrés Pastrana, que paso a presentar a continuación: “En Venezuela hay de 4 a 5 millones de colombianos. Si solamente se desplazan esos colombianos de nuevo a nuestro país, ya tenemos una tragedia como la que estamos viviendo” (13).

La misión médica argentina que llegó a sus sitios de trabajo el pasado sábado 23 y permanecerá en ellos hasta diciembre próximo ya ha comenzado a desarrollar su agenda visible, que al parecer incluye además de las tareas de asistencia médica el ofrecer declaraciones a los medios de divulgación de noticias que contribuyan a seguir posicionando la matriz de la supuesta “crisis humanitaria” en Venezuela,
según puede apreciarse de las siguientes declaraciones ofrecidas a Reuters por un cardiólogo bonaerense que dijo estar en su primera misión internacional: “Es angustiante, los chicos llegan con muy bajo peso y las mujeres sin cobertura adecuada para sus embarazos, nos preocupa la hidratación y aportes nutricionales para los niños” (14), que es algo que evidentemente también podría decir, sin que fuera noticia digna de ser replicada internacionalmente, tras la visita a cualquiera de los barrios marginales de la que suponemos sea su amada Argentina o de cualquiera de los países del “Cartel de Lima” y de los mismísimos Estados Unidos. Lo realmente preocupante del despliegue de esta misión médica es el contenido de su agenda oculta y a tratar de desvelarla dedicaremos los párrafos siguientes.

Debo comenzar diciendo que genera mucha suspicacia el hecho de que una misión médica altamente especializada, capacitada para atender las lesiones físicas y emocionales de naturaleza traumática, asociadas a intensos desastres naturales, tales como los terremotos de la India (2001), Irán (2003), Haití (2010) y Japón (2011), así como el huracán Katrina en EE UU, sea solicitada para atender este tipo de hipotética situación, caracterizada por la ausencia de lesiones traumáticas y por la presencia de muchas patologías asociadas a la marginalidad, algo que harían por primera vez según lo declararon a Reuters en la misma ocasión descrita en el párrafo anterior.

Pero esta suspicacia tiene por fuerza que aumentar si se toma en consideración que la Argentina de Macri, sometida cada vez más al tutelaje militar del imperio y experimentando en los actuales momentos una importante escalada armamentista, se está mostrando cada vez más dispuesta a ser protagonista de primer orden en la intervención militar conjunta de Venezuela que lleva tiempo tratando de articular el vicepresidente gringo Mike Pence, con sus reiteradas visitas a los países cipayos de la región, la última de ellas en pleno desarrollo cuando planifico escribir estas líneas.

Que la Argentina de Macri está inmersa en una intensa carrera armamentista, absurdamente justificada por sus más altas autoridades en materia de defensa por la necesidad de combatir las actividades de narcotráfico y de terrorismo en un país que no ha sido ni es un gran productor de narcóticos ilícitos, ni territorio de trasiego de drogas y en el cual tampoco funcionan organizaciones calificadas como terroristas, es algo que queda demostrado por los siguientes hechos:

  • La anunciada creación por parte del ministro de defensa, Oscar Aguad, de una fuerza militar de despliegue rápido (15), la cual estaría formada por elementos de las tres ramas de las fuerzas armadas (tierra, mar y aire), conformándose como un aparato muy bien pertrechado, que será dotado con helicópteros, transportes terrestres, aviones y barcos y habrá de tener una organización similar a la del Comando Sur del ejército estadounidense.
  • La circunstancia de que desde que Mauricio Macri asumió la investidura presidencial, la compra de armas a Estados Unidos y a otros miembros de la OTAN y aliados como Israel, se ha transformado en moneda corriente, siendo una muestra de ello el que en marzo del año pasado se filtrara un listado de armamento solicitado por la embajada argentina en EE.UU., que contemplaba,  la compra de más de 60 helicópteros y 182 tanquetas tipo Stryker, utilizadas por el ejército norteamericano y el israelí; 12 aviones de caza F-16 Fighting Falcon; y 24 aviones de caza Texan T6, empleados para el entrenamiento de pilotos (16).
  • La creciente compra de material bélico  que no sólo es que se ha mantenido al mismo ritmo a lo largo del primer semestre de este año, sino que se prevé que habrá de incrementarse a partir del hecho de que el presupuesto para gasto militar en 2018 subió un 14 %, un aumento bastante considerable que supera ampliamente el porcentaje promedio de la región (16).

Es en el marco de estas consideraciones y dado que su permanencia en las zonas fronterizas habrá de prolongarse por seis meses, que no resulta utópico pensar que el equipo médico argentino esté asociado a la intervención militar multiestatal de Venezuela, en la cual según opinión de las insignes compañeras de origen argentino Stella Calloni, periodista y analista geopolítica, y Adriana Rossi, directora del “Observatorio Geopolítico de los Conflictos”, la Argentina de Macri ha decidido colocarse en la primera línea de ataque junto a las fuerzas armadas del imperio, así como las de Colombia, Perú, Panamá y Brasil, países cuyos gobiernos parecen haber olvidado, de forma muy conveniente a sus intereses crematísticos, que después de nosotros vendrán ellos puesto que el imperio está decidido a consolidar su “patio trasero”.

A juicio mío, resulta evidente que el momento más auspicioso para la ejecución de esta intervención es el venidero mes de septiembre, durante la celebración en Cartagena, Colombia, de las maniobras aeronavales conjuntas UNITAS LIX, a partir de las cuales podría conformarse un dispositivo invasor de la misma naturaleza que el proyectado para invadir a Venezuela en 1963, aprovechando la celebración en Colombia de las “Maniobras Navales UNITAS IV” (17).
¡Alerta máxima, que guerra avisada también mata soldados!
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!

Caracas, junio 30 de 2.018

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