El
imperio está empeñado en impedir las elecciones presidenciales de Venezuela
Carlos
E. Lippo
"Yo diría que el
proceso electoral en Venezuela es el mejor del mundo"
Jimmy
Carter (1)
Tal
como se señala en la exposición de motivos de nuestra actual constitución, se ha
creado una nueva rama del Poder Público, el Poder Electoral, ejercido por
órgano del Consejo Nacional Electoral (CNE), como expresión del salto
cualitativo que supone el tránsito de la democracia representativa a una
democracia participativa y protagónica.
Y
es que tratando de adaptar a nuestro tiempo las ideas inmortales del Libertador
Simón Bolívar, esta constitución rompió con la clásica división de los poderes
públicos (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), creando el Poder Electoral,
inspirado en el proyecto de constitución que el Libertador redactase para la
naciente república de Bolivia en 1826 y el Poder Ciudadano, que tiene su
inspiración en el proyecto de constitución presentado al Congreso de Angostura
de 1819, para la creación de ese gran sueño del inmortal Francisco de Miranda, hecho
realidad por el Libertador, que fue la Gran Colombia.
El
Consejo Nacional Electoral (CNE), en el marco de sus atribuciones y en cumplimiento
de sus funciones, ha diseñado un sistema de votación totalmente automatizado,
con identificación biométrica del elector a través de su huella digital, para
garantizar así el principio de “1 elector
– 1 voto” y con emisión de un comprobante físico del voto electrónico que
permite auditar cada proceso a posteriori; siendo necesario señalar además que
el correcto funcionamiento de las máquinas de votación y de las programaciones
(hardware y software) está garantizado por una cantidad importante de auditorías
previas y posteriores al acto comicial, realizadas en presencia de los
representantes de todas las organizaciones políticas participantes y de los veedores
internacionales acreditados.
La
pulcritud de este sistema ha sido reconocida por todos los grupos de veedores
internacionales (acompañantes, según su denominación legal), que han actuado en
todos los procesos desde que éste fue puesto en funcionamiento en el referendo
revocatorio del mandato del Presidente Chávez, que resultó ser reafirmatorio,
en agosto de 2004. También ha sido reconocida por alguien tan insospechable de
tener simpatías y mucho menos coincidencias con la revolución bolivariana, como
lo es el expresidente Jimmy Carter, presidente del Centro que lleva su nombre,
quien en su discurso en la reunión anual de esa institución celebrada en el
2012 señaló textualmente: "De hecho,
de las 92 elecciones que hemos monitoreado, yo diría que el proceso electoral
en Venezuela es el mejor del mundo"(1);
complementando ese señalamiento tan categórico con la afirmación de que la
mayor ventaja del sistema venezolano es el hecho de que sea totalmente
automático, lo que facilita la verificación de los resultados de las
elecciones.
En
contraste con lo anterior, existe un país que aunque se precia de ser
excepcional y de estar al frente de todas las innovaciones sociales, económicas,
políticas, científicas, tecnológicas y militares del mundo actual, mantiene aún
un arcaico sistema de elección presidencial de segundo grado que data de
finales del siglo XVIII, con base en el cual es actualmente presidido por
alguien que no fue el más favorecido por el voto popular en sus pasadas
elecciones, algo que no es nada extraordinario puesto que ya había ocurrido en
cinco oportunidades anteriores (2).
Como habrán de saber los lectores, se trata de los mismísimos Estados Unidos del
norte de Norteamérica.
Sin
embargo no es este anacronismo, que en fin de cuentas atañe sólo a los
ciudadanos estadounidenses, lo más deleznable del imperio en materia electoral
sino su desmesurado afán de inmiscuirse en cuantas elecciones presidenciales se
realizan en el planeta; tal como lo hicieron en Corea, en 1948, organizando
unas elecciones con la ayuda del antiguo invasor japonés y bajo el manto
tutelar de la absolutamente sumisa ONU de aquellos días, que lejos de
reunificar el país profundizó su división (3),
y también en el Vietnam, oponiéndose en 1955 a la celebración de unas
elecciones propuestas para la reunificación de aquel país, porque daban por
seguro que las habrían de ganar los vietnamitas del norte (4).
Siendo oportuno recordar que tan funestas acciones de injerencia causaron una
cruenta guerra de veinte años en el Vietnam y otra que aún no ha terminado,
después de 70 años, en el caso de Corea.
Agotaría
todo el espacio que habitualmente dedico a estas notas si me pusiese a señalar
el sinnúmero de intromisiones del imperio en diferentes procesos electorales a
todo lo largo y ancho del planeta, por lo que pasaré a reseñar sólo las
ocurridas en Venezuela desde que a comienzos de 1998 el Comandante Chávez se
perfilase como seguro ganador de las
presidenciales convocadas para finales de ese año.
En
efecto, en 1998 cuando poco antes de la elección percibieron que el triunfo de
Chávez era inevitable ordenaron a los dos grandes partidos del estatus por
aquellos días (AD y Copey), que defenestraran a los candidatos por los cuales
llevaban casi un año haciendo campaña, para apoyar la candidatura de su ungido,
Enrique Salas Römer; a partir de esa fecha siempre han forzado la “unidad” en contra de Chávez y de
Maduro, haciendo uso de los más variados
especímenes: Francisco Arias Cárdenas, ex chavista por aquellos días, en las
elecciones de 2000; Manuel Rosales, en el 2006; Henrique Capriles Radonsky en
el 2012; y nuevamente Henrique Capriles, en las elecciones de 2013,
sobrevenidas por la muerte de Chávez.
Sin
embargo, no se ha limitado el imperio a intervenir en nuestras elecciones
imponiendo los candidatos presidenciales que ha de financiar y tutelar, ni
tampoco a intervenir sólo en las presidenciales, sino que se ha acostumbrado a
utilizar las movilizaciones asociadas a las Maniobras Navales UNITAS,
ejecutadas muy cerca de nuestras costas, como elemento de presión y para
garantizar una rápida intervención en caso de que la juzguen conveniente; tal
es el caso de: UNITAS IV (presidenciales de 1963); UNITAS LIII (presidenciales
de 2012); y UNITAS LVI (legislativas de 2015).
Su
injerencia en las elecciones presidenciales de 2013 llegó al extremo de que al
no reconocer los resultados oficiales que daban la victoria a Nicolás Maduro
por el 1,8 % de los votos, financiaron y dirigieron unas protestas violentas
instigadas por el candidato perdedor que trajeron como consecuencia más de una
decena de víctimas mortales y medio centenar de heridos; siendo oportuno
señalar que el imperio se quedó totalmente sólo a nivel internacional con este
desconocimiento, ya que hasta el reino de España que es uno de sus aliados más
incondicionales, reconoció oportunamente los resultados (5).
A pesar de haberlo reconocido de hecho a partir de la reunión celebrada en la
VII Cumbre de las Américas celebrada en abril de 2015 en Panamá y de haberle
enviado varias veces al subsecretario Shannon como mediador, la administración
Obama nunca lo reconoció oficial y públicamente, y lo mismo se ha negado a
hacer hasta ahora la administración Trump.
La
variopinta oposición venezolana, acicateada por su victoria en las elecciones
legislativas de 2015, durante todo el año 2016 estuvo intentando defenestrar al
Presidente Maduro mediante un referéndum revocatorio que no lograron ni
siquiera poder convocar gracias a la estulticia de sus dirigentes, así como también por medio de una caterva de
procedimientos inconstitucionales entre los cuales estuvo presente desde el mes
de octubre un extemporáneo adelanto de las elecciones presidenciales.
Durante
la primera mitad del 2017 persistieron en el adelanto de las elecciones
utilizándolo además como hipócrita pretexto para tratar de justificar sus
cruentas acciones terroristas que estuvieron a punto de llevar el país al caos
total y aún después de ser derrotados en ese intento, por medio de la elección
de la Asamblea Nacional Constituyente, persistieron en solicitarlo incluyéndolo
como un punto prioritario en la agenda del diálogo con el gobierno que se viene
realizando bajo los auspicios del gobierno de la República Dominicana.
A
todas luces el adelanto del proceso electoral presidencial para este 2018 había
llegado a ser un importante punto de coincidencia entre los venezolanos, como
lo sugieren los resultados del más reciente sondeo de opinión de Hinterlaces,
una de las pocas empresas serias del país en este ramo, cuya muestra fue
terminada de levantar una semana antes de la celebración de las elecciones para
alcaldes y concejales, según los cuales el 72 % de los venezolanos estaría de acuerdo
en adelantar las presidenciales entre febrero y marzo de 2018 y sólo un 26 % estaría
en desacuerdo (6).
Es
en el marco de las consideraciones anteriores y habida cuenta de que estamos ya
en el tiempo constitucional establecido para ello, que la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), el
pasado miércoles 23, aprobó por votación unánime el ordenar al CNE la
convocatoria a elecciones presidenciales para el período 2019-2025 en el lapso
comprendido hasta el 30 de abril del presente año. Es importante señalar, como
un indicador del delicado momento político que estamos viviendo, que Delcy
Rodríguez, presidenta de la ANC, al hablar de las motivaciones que tuvo ese
organismo para haber tomado tal decisión, argumentó lo siguiente: “… los venezolanos no queremos la guerra, no
queremos una guerra civil, no queremos una intervención militar, defendemos la
paz y la tranquilidad en sus expresiones económicas, políticas, sociales,
culturales, eso es lo que queremos los venezolanos, y estamos en ese proceso,
por eso hemos convocado al evento de la elección presidencial” (7), argumento
que compartimos íntegramente.
Contrario
a lo que en una sana lógica cabría esperarse, la llamada Mesa de la Unidad
Democrática (MUD), que llevaba ya más de 16 meses pidiendo a gritos las
elecciones anticipadas, no sólo es que no ha recibido esta decisión con beneplácito,
sino que hasta esta fecha no ha hecho pública ninguna posición oficial al
respecto. Y por otra parte, de los partidos que conforman dicha coalición, unos
han manifestado, aunque sin mayor entusiasmo, estar a favor de acordarse en un
candidato único para poder participar mientras otros han rechazado de plano la
convocatoria con las argumentaciones más estúpidas que se pueda uno imaginar.
Curiosamente,
el mismo día 23 y mucho antes de que cualquier grupo opositor se pronunciase,
el llamado “Grupo de Lima”, esa manga
de gobiernos cipayos del continente que servilmente ejecuta el trabajo sucio
ordenado por los gringos en nuestra contra, que hasta hace un par de meses clamaba histéricamente por elecciones
anticipadas, se pronunciaba en contra de la decisión con el petulante discurso
de quienes se sienten procónsules del imperio: "Exigimos que las elecciones presidenciales sean convocadas con
una adecuada anticipación, con la participación de todos los actores políticos
venezolanos y con todas las garantías que corresponda" (8).
¡Qué
riñones, al igual que los gringos no nos conocen, aunque tienen sobrados
argumentos para conocernos!
Y
al día siguiente, en clara demostración de que es el imperio el verdadero dueño
de este funesto circo montado en contra de Venezuela, a través de su embajada
en Caracas, emitía un grosero comunicado (9)
en el cual terminaba señalando: “Exhortamos
al Gobierno de Venezuela a que cumpla los compromisos asumidos conforme a la
Carta de la OEA y la Carta Democrática Interamericana (¿!). Apoyamos la declaración emitida el 23 de
enero por el Grupo de Lima, en la cual se llama a impulsar un proceso
democrático inclusivo y transparente”.
Resulta
evidente que tan destemplada posición por parte del imperio y sus aliados
regionales se basa en la certeza de que la revolución bolivariana emergería de
ese proceso con una gran fortaleza gracias a una clamorosa victoria del
presidente Maduro. También pone de manifiesto la contradicción existente entre
el imperio y el sector opositor proclive a participar, contradicción que es
necesario exacerbar por todos los medios a nuestro alcance, en beneficio de
todos.
Constituyen
pruebas inequívocas de que no pudiendo montar unas elecciones tuteladas en
Venezuela, el imperio está decidido a impedir las ya convocadas, los siguientes
hechos: la anunciada gira del secretario Tillerson por Méjico, Argentina, Perú
y Colombia, próxima a ser iniciada, cuyo propósito no declarado es atar
indisolublemente al dispositivo militar invasor a los gobiernos cipayos de
estos países y a otros del Grupo de Lima; unas desesperadas e inconexas
declaraciones de Mike Pence, el número dos del imperio, en las que al mismo
tiempo que rechaza la convocatoria a elecciones acusa al gobierno venezolano de
no llamar a elecciones (10); y
más recientemente, un irrespetuoso pronunciamiento difundido el día 30 a través
de la cuenta oficial de la embajada gringa (11),
@usembassyve, señalando que: “El gobierno
de los EE.UU. cree en un diálogo genuino y espera que el régimen de Maduro
tenga el coraje de reformar el CNE y permitir la participación de la MUD en
elecciones presidenciales efectuadas a partir de una fecha acordada por ambas
partes”.
Aunque
es harto conocida nuestra posición de abogar por la realización de unas
elecciones con un formato diferente al de la “democracia burguesa”, por razones más que obvias, queremos dejar
sentada nuestra plena conformidad con la convocatoria a estas elecciones
anticipadas aunque se siga usando el mismo formato que tanto hemos cuestionado;
sólo nos quedaría señalar que consideramos que la fecha de su celebración
debería ser la más próxima técnicamente posible, dentro del lapso ordenado por
la ANC.
¡Hasta
la Victoria Siempre!
¡Patria
o muerte!
¡Venceremos!
celippor@gmail.com
Caracas, febrero 01 de
2018
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