sábado, 26 de marzo de 2016



Notas sobre la visita a Cuba de Barack Hussein II
Carlos E. Lippo

Me uno a la inmensa mayoría de opinadores políticos que han considerado que la reciente visita oficial a Cuba del actual presidente de los Estados Unidos sea un hecho digno de pasar a la historia. Sin embargo, me creo en la obligación de decir que sólo lo considero así por ser ésta la primera y única oportunidad a nivel planetario en la cual el gobierno legítimo de un país le confiere libremente tal honor al primer mandatario del país que le ha venido haciendo una guerra despiadada durante el último medio siglo y como si esto fuera poco, pone a su disposición todo el aparato comunicacional del estado para que el inefable huésped tenga oportunidad de desarrollar libremente una sofisticada operación de marketing político que le permitiese, entre otras cosas, exponer de una manera banal y vergonzosamente parcializada las (sin)razones de esa guerra y las abismales diferencias de todo orden existentes entre los sistemas imperantes en ambos países, así como para realizar una descarada labor de proselitismo político dirigida hacia los opositores locales del gobierno anfitrión. ¡Mayor demostración de democracia participativa es imposible!

No pretendo intentar hacer en este artículo un análisis de las motivaciones que pudo haber tenido el gobierno de un país hermano que respeto y admiro, para extender invitación a semejante personaje; mucho menos intentaré hacer un juicio de valor sobre esa libérrima y aparentemente muy popular decisión pues considero que el hacerlo entrañaría un acto de injerencia muy poco diferente de tantos de los que hemos venido siendo víctimas desde hace tantos años.

Creo simplemente que la visita de Obama es congruente con el diseño de la política anunciada por ambos gobiernos el 17 de diciembre de 2.014 y soy un convencido de que el gobierno revolucionario cubano tiene claros los  límites de lo que es ética y políticamente correcto dentro del desarrollo de su revolución; me preocupa sí que el pueblo cubano en su natural aspiración de superar tantas carencias materiales como las que le ha tocado padecer y considerando que sus conquistas sociales, económicas y políticas son del todo irreversibles, se precipite y dentro de algún tiempo se vea precisado a repetir a manera de excusa y como tantos “pecadores arrepentidos”, que una cosa llevó a la otra y a la otra y… que de esta forma, “sin querer queriendo”, terminaran siendo protagonistas de una “revolución de colores tropical” o de una “primavera caribeña”.

Al concluir este preámbulo debo decir que las notas que incluiré a continuación, sin orden de prelación alguno, están basadas en la lectura de la más emblemática prensa digital cubana y latinoamericana de los días previos y posteriores a la visita:

  • No he leído ninguna noticia, declaración ni artículo de opinión que sostenga que la visita de marras ha generado logros adicionales a los que ya se habían obtenido a partir  del desarrollo de la política de “normalización” de relaciones aplicada por ambos gobiernos a partir de diciembre de 2.014, logros que estimo de singular importancia y entre los cuales debo destacar: un reconocimiento explícito de la institucionalidad revolucionaria cubana; un reconocimiento explícito de los logros sociales de la revolución y de la ayuda solidaria de Cuba hacia otros pueblos del mundo; una aceptación explícita de que las decisiones sobre los cambios y los modelos socioeconómicos en Cuba corresponden exclusivamente a los cubanos, en lo que compete al accionar revolucionario; así como: una declaración del abandono de la opción militar y subversiva; un reconocimiento del fracaso de las políticas hostiles contra Cuba de las administraciones precedentes; un reconocimiento del sufrimiento que el bloqueo ha causado al pueblo cubano y un reconocimiento público de que los Estados Unidos estaban aislados en América Latina y en el mundo por su política hacia Cuba, en lo atinente al accionar de ese país. Si me tocase señalar algún logro atribuible a la visita podría decir que éste sería, el haber puesto en evidencia una vez más, para quien así lo quiera ver, el carácter profundamente democrático de esta revolución.

  • Más allá de lo expresado en sus floridos discursos y declaraciones por el jefe del imperio, los resultados más o menos concretos obtenidos en los quince meses transcurridos desde que se anunciase la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas, no parecen ser más que los señalados por el Presidente Castro en sus declaraciones en el Palacio de la Revolución (1), los cuales paso a resumir a continuación: reanudación del correo postal directo y firma de un acuerdo para restablecer los vuelos regulares; suscripción de memorandos de entendimiento sobre protección del medio ambiente y áreas marinas, sobre mejoramiento de la seguridad de la navegación marítima y sobre cooperación en la agricultura, este último a ser firmado durante la visita; negociación de otros instrumentos bilaterales de cooperación en materia del enfrentamiento al narcotráfico, la seguridad del comercio y de los viajeros y la salud; identificación de posibles operaciones comerciales que se pudieran concretar en el marco aún restrictivo de las regulaciones en vigor, de las cuales se han materializado algunas en el área de las telecomunicaciones (mejoramiento del acceso a la Internet) y un avance en las negociaciones para la adquisición de medicamentos, equipos médicos y equipamiento para generación de energía y protección del medio ambiente, entre otras. Muy lejos estamos de minimizar la importancia de estos logros, sin embargo no es posible dejar de apuntar que en su inmensa mayoría son anteriores a la visita que, según las mismas declaraciones, sólo habría servido para perfeccionar uno de tales acuerdos.

  • De la lectura de las declaraciones oficiales de ambos magistrados desde el Palacio de la Revolución, no queda claro si se trató o no durante esta visita “el tema venezolano”, pues mientras Obama decía con su desenfado habitual: “… también hablamos de Venezuela. Yo pienso que toda la región tiene interés en un país que arrastra sus retos comerciales, que responde a las aspiraciones de su pueblo y que es fuente de estabilidad en la región. Ese es el interés que yo pienso todos debemos compartir” (¿!), el Comandante Castro señalaba en la misma oportunidad: “… especialmente estaba previsto y no hubo tiempo para concluirlo, el abordar nuestra preocupación por la situación de desestabilización que se intenta fomentar en Venezuela, lo cual es contraproducente para el ambiente en el continente, pero lo expreso en esta ocasión”. Sobre este tema debo decir que me hubiese gustado ver que algunos de los 3 millones de hermanos cubanos que firmaron el año pasado en contra del “Decreto Obama”, aprovechasen la oportunidad que les daba la visita para exigirle personalmente su derogatoria, pues como se decía en los lejanos tiempos de mi juventud, “lo cortés no quita lo valiente”.

  • Percibo como una manifestación preocupante del comportamiento de la sociedad cubana actual durante esta visita, el que no se haya registrado ninguna manifestación de rechazo a la criminal política intervencionista gringa, ni siquiera para casos como los de Irak, Libia y Siria, que son de la absoluta responsabilidad del inefable visitante, mientras que al mismo tiempo si se producían manifestaciones de simpatía por parte de elementos de la contrarrevolución. Podría convenir en que por cortesía política y por ser hechos basados en decisiones de administraciones anteriores a la de Obama no se le haya repudiado por el genocidio de niños cubanos causado por el bloqueo, o por la voladura del avión, o por tantos actos de terrorismo perpetrados en contra de su revolución a lo largo de los últimos 58 años, pero me pregunto: ¿a dónde habrá ido a parar la solidaridad internacional de un pueblo que tanta solidaridad ha recibido?

  • En verdad que dan pena ajena dos piezas seudo humorísticas del que presumo sea un extremadamente popular comediante de nombre Luis Silva, quien representa un sufrido jubilado llamado Pánfilo. Para ahorrarme su descripción invito a los interesados a leer las noticias y ver los videos en las direcciones señaladas en (2)  (conversación telefónica con Obama) y (3) (visita de Obama a la casa de Pánfilo). Qué lamentable coincidencia con las actuaciones de aquellos vulgares payasos de la CMQ de La Habana, que recalaron en nuestras costas a raíz del triunfo de la revolución, traídos por el inefable Diego Cisneros para Venevisión. Cuánta nostalgia me produce evocar la figura de Virulo, aquel simpático humorista que acompañaba a la “Nueva Trova Cubana” en sus presentaciones de los años setenta. Por fortuna el proverbial humorismo cubano logró reivindicarse con aquella genial salida de Raúl en la conferencia de prensa conjunta ofrecida desde el Palacio de la Revolución (4), quién ante la muy trillada pregunta de por qué no liberaba a los presos políticos, preguntó a su vez al impertinente periodista en medio de una sonrisa socarrona: ¿a quién pregunta, a él (Obama) o a mí?, antes de darle la respuesta apropiada.

Pudiéramos seguir por largo rato pues la visita de marras da para esto y mucho más; sin embargo, considerando que ya tendremos otras oportunidades, quisiera concluir con una pregunta doble: ¿hasta dónde habrá de llegar el pueblo cubano y su gobierno con esta política de “normalización de relaciones”, cuando ellos tienen que estar plenamente conscientes de que para el imperio las únicas relaciones normales con otros países son las que implican una irrestricta sumisión a sus designios?; ¿será que están pensando de manera temeraria que ellos pueden ser la excepción?

¡Latinoamérica unida y soberana si, yanquis no!

¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!


Caracas, marzo 26 de 2.016

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