Al
parecer no todo está perdido en la vecina Colombia: las FARC-EP están vivas y
el ELN se mantiene firme y expectante
Carlos
E. Lippo
"… jamás aceptaré desbaratar en una mesa de
negociación el ejército popular que hemos construido a base de tantos y tan
prolongados sacrificios"
Pedro
Antonio Marín (a) Manuel Marulanda Vélez o Tiro Fijo”, fundador de las FARC-EP
Como
el bolivariano amante de la “Patria
Grande” que soy, siempre vi con gran escepticismo y no poca aprensión el
llamado “Proceso de Paz en Colombia”,
y una media docena de artículos publicados sobre el tema así lo atestiguan.
Nunca pude entender como la dirigencia de ese aguerrido y glorioso ejército que
llegaron a ser las FARC-EP, sin ninguna razón de orden militar ni político que
augurase una derrota ni siquiera en el mediano plazo, atendiese solícitamente a
mediados de 2011, la invitación a negociar de Juan Manuel Santos, aquel asesino
lombrosiano que dirigiese el asesinato alevoso del comandante Raúl Reyes en el 2008
siendo a la sazón ministro de defensa de Uribe Vélez, y quien ya como
presidente en el 2010 debió dar la orden para sepultar a Jorge Briceño Suárez, “Mono Jojoy”, con más de un cuarto de toneladas
de bombas inteligentes lanzadas por unas 78 aeronaves de combate de distintos
tipos (1).
Me
pareció ingenuo y a la vez prepotente de esa dirigencia el que no pareciesen
prestar la más mínima atención al desenlace final de anteriores procesos de paz
fallidos, en especial a la extremadamente dolorosa y aleccionadora experiencia
de la Unión Patriótica, partido político
colombiano de izquierda, fundado en 1985 como parte de una propuesta política
legal de varios grupos guerrilleros que se desmovilizaron, entre ellos el
Movimiento de Autodefensa Obrera (ADO) y los frentes Simón Bolívar y Antonio
Nariño, del ELN y las FARC, con participación además del Partido Comunista de
Colombia, cuyo primer Consejo Directivo fuese encabezado por el secretariado de
las FARC de entonces; experiencia que terminase con el exterminio físico y
sistemático de más de 5.000 de sus dirigentes y militantes de base a manos de las
fuerzas de seguridad del estado (ejército, policía secreta, inteligencia y
policía regular), grupos paramilitares y narcotraficantes, y que además
obligase a que muchos de los sobrevivientes al exterminio se vieran obligados a
abandonar el país (2).
En
aquellos días me resultaba sumamente difícil dejar de creer que cuando Santos
ordenase la realización de los primeros contactos con las FARC-EP para iniciar
los diálogos de paz, a mediados del año 2.011, no lo hubiese hecho por
indicaciones del departamento de estado norteamericano, o que al menos no hubiese
solicitado su aprobación para hacerlo; entonces me preguntaba insistentemente: ¿por qué razón aquellos camaradas que habían
llegado a la máxima dirección de tan formidable ejército popular tras la
desaparición física de su líder fundador, Manuel Marulanda Vélez (2008), muerto
por causas naturales, así como la de un grupo de sus más efectivos y
emblemáticos dirigentes, muertos en violentas acciones militares que tuvieron
como factor común la traición y/o la delación, tal como los camaradas antes
mencionados a los cuales habría que añadir a Iván Ríos en el 2008, asesinado
por su guardaespaldas y Alfonzo Cano, quien sustituyó a Marulanda en la
Comandancia General en el 2011, traicionado por sus escoltas que le dejaron
solo después de denunciarlo a las fuerzas gubernamentales, habiendo logrado
sobreponerse a tamaños descalabros, se mostraban ahora tan condescendientes con
los verdugos y sus mandantes nacionales y extranjeros, por más que su objetivo declarado
fuese “buscar la paz con justicia social
por medio del diálogo”, según palabras de Iván Márquez, jefe del equipo
negociador?
Escribí
en noviembre de 2015 que "Infortunadamente,
el Secretariado de las FARC-EP estaba a punto de hacerle un inmenso favor al
imperio", después de que el hasta entonces supuesto interés del
imperio en una “ rápida y exitosa”
culminación del proceso de paz se hiciese plenamente evidente a comienzos de
ese año con el nombramiento por parte de Obama del enviado especial Bernard
Aronson, "para ayudar a acompañar de
cerca esas conversaciones"; funcionario éste que fue efusivamente
congratulado por Santos, quien le ubicó casi al mismo nivel de los garantes del
proceso (los representantes de Cuba y Noruega) y de los acompañantes (los
representantes de Venezuela y Chile), en el acto realizado en La Habana el 23
de setiembre de ese año, con motivo de la firma del acuerdo para la creación de
una “Jurisdicción Especial para la Paz”,
que constituía prácticamente el inicio
de la recta final de las negociaciones, así como también por declaraciones
expresas de apoyo al proceso por parte del secretario de estado Kerry y por la
premura solicitada a las partes por la subsecretaria Roberta Jacobson, en aquellos
mismos días.
Tras
la firma de los acuerdos escribí días antes del plebiscito del 02 de octubre de
2015 en el cual resultase ganadora por escasísimo margen la opción de no
refrendarlos, que el Acuerdo FARC-Santos era un supremo acto de desidia política
y de alta traición a la patria latinoamericana (1).
Un
supremo acto de desidia política porque juzgaba como indignante desde todo
punto de vista el que el equipo negociador se refiriese con el mayor
beneplácito a las condiciones tan extremadamente denigrantes alcanzadas por la
organización insurgente, y no sólo denigrantes, sino totalmente contradictorias
con un principio cardinal del líder fundador recogido en la cita presentada al
inicio de estas notas, así como con una lapidaria advertencia al respecto del insigne
comandante Jorge Briceño: “... el fusil es el garante de los acuerdos
que se firmen. Si uno los entrega, esto se acaba. Ni siquiera los periodistas
vendrían a hablar con nosotros”.
Hablaba
también de desidia política, cuando realmente quería decir burla y traición a
la militancia, a causa de las grandes reservas que mantenía sobre la
legitimidad revolucionaria de la muy publicitada “X Conferencia de las FARC” celebrada pocos días antes de la firma
de los acuerdos con el gobierno, ya que en principio se dijo que reuniría a más
de 1.000 combatientes, luego que serían 500 y finalmente se admitió que se
reunieron un poco más de 200, además de que de ella prácticamente sólo trascendió
que la cerraron con un concierto en el cual cantó Timochenco, además de otras
trivialidades parecidas (3).
Hablaba
de alta traición a la patria latinoamericana por el hecho de que las FARC-EP
constituían con su sola existencia, aun sin proponérselo, un eficaz muro de
contención en contra de cualquier invasión de Colombia sobre Venezuela o
cualquiera de los otros países progresistas de la región; siendo muy poco
probable que un gobierno burgués colombiano se atreviese a lanzar operaciones
militares y/o paramilitares en contra nuestra mientras existiesen en la
retaguardia de un eventual conflicto militar los más de 30.000 hombres en armas
que habían llegado a mantener las FARC-EP y el ELN.
Hace
pocos días, a poco menos de dos años de la firma de los acuerdos de paz, la
Fiscalía de Colombia ha reportado el asesinato de 181 líderes sociales y
defensores de los derechos humanos, así como el de 67 ex miembros de las FARC (4),
siendo lo más grave el que de estos últimos 35 casos han ocurrido en lo que va
de año, contra 32 de todo el 2017, lo que permite estimar una proyección
creciente de estos infames crímenes, así como el hecho de que en opinión de
Diego Mora, director de la Unidad Nacional de Protección (entidad gubernamental
encargada de brindar protección y escolta a las potenciales víctimas), “La gran mayoría de los líderes sociales que
están asesinando en los territorios hacen parte de juntas de acción comunal y
consejos comunitarios y la población que compone ese tipo de organizaciones
pueden ser 500 o 600 mil personas que están en riesgo en términos generales”; en
suma, todo un auténtico genocidio en potencia, como tantos opinadores
habíamos vaticinado.
Tales
hechos, aunados a que según la Comisión Fiscalizadora de la ONU el vulnerable
acuerdo pactado ha sido violado en tan alto grado por el estado y el poder
oligárquico colombiano así como por los Estados Unidos, que sólo se ha cumplido
en un 18% (5), me llevan a
concluir como muchos otros que el proceso de paz en Colombia se ha agotado totalmente.
Y es que mientras desde la firma de los llamados “acuerdos de paz”, si bien se ha alcanzado la “terminación del conflicto”, que era el objetivo declarado del
gobierno, no sólo que está infinitamente lejos de ser alcanzada una “paz con justicia social”, que era el
propósito de la insurgencia armada, sino que han aumentado de manera
significativa los asesinatos y las agresiones a líderes sociales y defensores
de derechos humanos.
Si
alguien tuviese alguna duda sobre que el pretendido proceso de paz está totalmente
agotado debe tomar en consideración el reciente encarcelamiento del comandante
Jesús Santrich a quien se le sigue un proceso de extradición a los Estados
Unidos, así como las amenazas en contra del jefe negociador de los acuerdos,
Iván Márquez, todo ello en abierta violación de lo que se llamase la “Jurisdicción Especial para Paz” (JEP),
cuyo acuerdo de suscripción fue firmado en La Habana hasta por un representante
del gobierno de Obama en septiembre de 2015. Y si esto ha ocurrido durante el
gobierno del “Premio Nobel de la Guerra”,
que podrá esperarse del próximo gobierno de Duque, quien durante su campaña y siendo
ya presidente electo declarase que hará “correcciones”
a los acuerdos de paz, presumiblemente en relación a la JEP, duramente atacada
por Uribe, él y el partido de ambos durante la campaña para el plebiscito de octubre
de 2016.
Dando
por agotado el infortunado “proceso de
paz” y convencido como estoy de que no puede haber una salida política en
Colombia mientras gobiernen las oligarquías y el país todo se encuentre bajo el
yugo del poder del imperio norteamericano, es que he recibido con extremo
beneplácito un comunicado conjunto Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejército
del Pueblo – Milicias Bolivarianas de Bogotá, fechado en junio del
presente año y leído por el camarada Walter Martínez en la emisión de su programa
“Dossier” del pasado 12 de julio (6),
en el cual anuncian su decisión de reasumir la lucha armada.
Después
de un preámbulo contentivo de la advertencia del comandante Jorge Briceño que
presentásemos en párrafos anteriores, el comunicado se inicia señalando lo
siguiente: “Los milicianos, guerrilleros,
comandos urbanos y demás unidades que operan en las diferentes localidades de
Bogotá, le extendemos un cordial, revolucionario y combativo saludo a todo el
pueblo colombiano; así como manifestamos a toda la opinión pública nacional e
internacional que continuaremos nuestra lucha armada como única vía para salir
de esta encrucijada en la que nos puso el gobierno al burlarse de la voluntad y el anhelo de paz
del pueblo colombiano, todo esto bajo un falso proceso de paz negociado con los
mandos del antiguo secretariado que vendieron sus principios y traicionaron el
proyecto político por el que tanto
lucharon los camaradas MANUEL MARULANDA Y JACOBO ARENAS al igual que muchos
otros que ofrendaron sus vidas por
construir una nueva Colombia” (7).
Continúa
el comunicado con un análisis del escenario político actual de Colombia, junto
a una estimación del escenario futuro, que los ha obligado a “… reactivar nuestro accionar en los campos
y ciudades así como hacer un llamado al conjunto del pueblo Colombia a que
unamos esfuerzos para hacerle frente a este estado asesino y opresor que una
vez más nos ha dejado como única salida la lucha armada por una nueva Colombia”.
Concluyendo
con este esperanzador mensaje: “Las
farc-ep somos un pueblo en armas y seguiremos luchando por la defensa de los
derechos y libertades del conjunto del pueblo colombiano, así como por nuestra Soberanía
y nuestros recursos naturales”.
Es
por ello que estamos diciendo que las FARC-EP continúan vivas a pesar de la
traición de una circunstancial dirigencia que negoció la paz a espaldas de la
militancia y este hecho aunado a la siempre consecuente actitud de la
dirigencia del ELN, a la que nunca hemos visto dar señales de sumisión y acatamiento
ante las autoridades gubernamentales y el mismísimo imperio; actitud que debe
haber sido reforzada al mirarse en el espejo del proceso de paz negociado a
nombre de las FARC, nos conduce a decir con todo entusiasmo que al parecer no
todo está perdido en la Colombia hermana, para su beneficio propio y el de toda
la Patria Grande.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
Caracas,
julio 21 de 2018
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