“Noriega
- Panamá 1989”, el nuevo escenario para perpetrar la invasión imperial de
Venezuela
Carlos
E. Lippo
Una
de las primeras veces que escribimos sobre este tema fue en mayo del año 2013,
pocas semanas después de la desaparición física del Comandante Chávez y de la victoria
electoral del Presidente Maduro. En aquella ya lejana oportunidad presentábamos
un análisis que con base en consideraciones económicas, políticas y
geopolíticas intentaba demostrar que la invasión yanqui era un hecho casi fatal
y que la decisión de invadirnos ya había sido tomada en El Pentágono, quedando
sólo por determinarse, cuándo invadirían y de qué forma lo harían, temas asaz importantes
para poder diseñar y desarrollar en forma conjunta, gobierno y pueblo revolucionario,
los planes requeridos para contrarrestar la agresión.
Tratando
de aproximarnos al conocimiento de cómo habría de producirse la inexorable
invasión escribimos otro artículo (1),
publicado en marzo de 2.014, en el cual definíamos un conjunto de escenarios de
invasión factibles, al tiempo que evaluábamos su factibilidad de ocurrencia en las
circunstancias de aquellos días. Dichos escenarios, formulados con arreglo al análisis
de algunas de las innumerables invasiones realizadas por el imperio desde la
segunda mitad del siglo XX, los hemos identificado con los siguientes nombres: “Guatemala
1954 – Cuba 1961”; “República Dominicana 1965”; “De aplicación del TIAR”; “De
aplicación de Principios de Derecho Internacional y/o Doctrinas Militares de
los Estados Unidos”; “Libia 2011 y Siria, desde el 2012”; y “De instauración de
un gobierno contrarrevolucionario que solicitaría la intervención”.
En
otro artículo posterior a éste realizamos una
actualización de la factibilidad de ocurrencia de estos
escenarios (2); así mismo en otro
más reciente llegamos a formular un nuevo escenario que denominamos “El Falso Positivo Colombiano” (3), que
por cierto ha alcanzado altos niveles de factibilidad a partir de unas
declaraciones del embajador gringo en Colombia (4),
Kevin Whitaker, según las cuales su gobierno contempla la posibilidad de una “aventura militar por parte de los
venezolanos en contra de sus vecinos”, cuando lo que realmente viene ocurriendo desde hace algún tiempo, es que
las provocaciones colombianas en la frontera han hecho sonar las alarmas de la
Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) en no pocas oportunidades.
Dos recientes declaraciones
de un alto funcionario del gobierno de Trump de nombre William Brownfield, a las cuales nos habremos de referir en
detalle más adelante, nos han obligado a formular un octavo escenario que hemos
dado en llamar “Noriega-Panamá, 1989”, desarrollado a partir del conocimiento de
la extremadamente cruenta invasión gringa a ese hermano país, iniciada el 20 de
diciembre de 1989.
Como
muchos podrán recordar en esa misma fecha más de 26 mil soldados
estadounidenses dotados con recursos de artillería pesada de última generación,
las criminales municiones de uranio empobrecido entre ellos, invadieron por
tierra y mar a Panamá con el propósito declarado de hacer preso al general
Manuel Antonio Noriega quien era requerido por la justicia norteamericana por
presuntos delitos de narcotráfico; y ello a pesar de las excelentes relaciones
que éste tenía con la Agencia Central de Inteligencia (CIA), desde sus tiempos
de jefe de la inteligencia militar del régimen revolucionario del comandante
Omar Torrijos Herrera, a quien sucedió a raíz del sospechoso “accidente” aéreo que le costase la
vida.
Juzgar
si Noriega era o no reo del delito de narcotráfico es algo que escapa del alcance
de estas notas. Lo que sí está suficientemente probado es que sus relaciones
con los Estados Unidos comenzaron a deteriorarse en 1984, cuando les ordenó el retiro
del territorio panameño de la inefable “Escuela
de las Américas”, en la que se formaban militares latinoamericanos, él
mismo entre ellos, en el combate a la insurgencia de izquierda, tachada apriorísticamente
de terrorista (5). Siendo necesario
apuntar que dichas relaciones se hicieron insostenibles a partir del 15 de
diciembre de 1989, cuando la Asamblea Legislativa otorgó poderes especiales a
Noriega designándolo jefe del gabinete de guerra, mientras que declaraba a la
República de Panamá en estado de guerra contra los Estados Unidos de América, que
desde hacía largo tiempo le venía aplicando una salvaje guerra económica.
Un
documento secreto de los Estados Unidos, filtrado años después por un ex asesor
de política exterior gringo, confirma que el verdadero objetivo de esta ocupación
militar que se mantuvo durante dos años, era intentar abolir los tratados Torrijos-Carter.
"Nuestro objetivo es desestabilizar
el país sin arriesgar nuestra presencia e influencia allí, y al mismo tiempo
tener una base legítima para abrogar los Tratados Torrijos-Carter", dice
el texto del Memorándum Secreto-Sensitivo del Consejo de Seguridad Nacional,
del 8 de abril de 1986 (6).
El
mismo ex asesor probó que además de mantener el control sobre el Canal, Estados
Unidos perseguía el objetivo de alejar a Japón de la posibilidad de trabajar en
la ampliación del mismo, algo que negociaba el gobierno del comandante Omar
Torrijos y continuaba negociando Noriega, tal como lo confirmase él mismo en
una entrevista concedida en 1993.
Entrando
ahora en materia sobre los motivos que nos han inducido a formular este octavo
escenario de invasión, es necesario decir que a William Brownfield, un conocido
funcionario diplomático gringo altamente injerencista, a la sazón secretario
adjunto de estado de EE UU para seguridad y lucha antinarcóticos, le ha dado por acusar a Venezuela de ser
un narcoestado; siendo necesario apuntar que este funesto personajillo
ha sido también asesor político del comandante en jefe del Comando Sur de Estados
Unidos en Panamá en1989 y1990, justamente durante los años de la invasión; ha
sido embajador en Venezuela y Colombia; y está actualmente nominado por Rex
Tillerson para el cargo de subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio
Occidental, algo así como el vicecanciller gringo para Latinoamérica.
En
efecto, el pasado 12 de septiembre Brownfield, durante una audiencia sobre
Colombia en una comisión del senado gringo dedicada a supervisar los programas
contra el narcotráfico que el gobierno estadounidense desarrolla en otros
países, hizo la consideración de que su
gobierno cree que no habrá una solución democrática para la crisis política y
económica de Venezuela, mientras el narcotráfico siga penetrando por “completo”
cada uno de los estamentos de poder del país, incluido el propio gobierno de
Nicolás Maduro (7);
para luego subir el tono en una conferencia de prensa telefónica celebrada el pasado
día 22 (8), en la que declaró impúdicamente que Venezuela
era un narcoestado, para luego desdecirse de manera vergonzante señalando que “sólo
se acercaba a serlo”. Siendo el caso que Brownfield más que nadie debería
saber que en 2016 la ONU declaró a Venezuela “territorio libre de cultivos ilícitos” (9),
por séptimo año consecutivo, y que también
nos ha hecho innumerables reconocimientos por nuestros éxitos en el combate al narcotráfico
durante los últimos años. Toda una campaña de infundios que viniendo
de quienes viene tiene que tener como propósito el intentar justificar una
violenta agresión.
Y
es que el imperio no nos perdona el hecho de que el Comandante Chávez ordenase
el retiro de Venezuela de la Administración de Control de Drogas de EEUU (DEA) en
el año 2005, ya que la inefable agencia
gringa estaba usando como máscara la lucha contra las drogas, tanto para apoyar
al mismo narcotráfico como para hacer inteligencia en contra el gobierno; y mucho
menos nos perdona el haberla puesto en evidencia como el mayor de los carteles
de la droga a escala mundial.
En
verdad asigno al escenario “Noriega-Panamá
1989” una baja probabilidad de ocurrencia en la Venezuela actual, ya que nuestro
país dista mucho de satisfacer los 3 requisitos, que a decir de Noam Chomsky,
busca Washington satisfacer para iniciar una aventura bélica de tal
envergadura, esto es; que el país elegido como posible víctima tiene que estar
prácticamente indefenso en términos militares, como ocurría con Panamá en 1989,
con Afganistán en 2001, con Irak en 2003 y con Libia en 2011; que se pueda producir
un consenso de la opinión mundial favorable a la guerra; y que se pueda
presentar al país elegido para la invasión como un mal supremo que habría que
parar o exterminar (10).
No
obstante debo decir que no he formulado este escenario sólo con fines didácticos.
Lo he hecho con el fundamental propósito de llamar la atención sobre un tipo de
agresión que sí podría intentar el imperio una vez que lograse instaurar a
nivel mundial la matriz mediática de que Venezuela es un narcoestado, que no es
otra que un ataque puntual ejecutado con el propósito de secuestrar al
Presidente Maduro, en ocasión de alguna de sus muy frecuentes actividades de
calle, para someterlo ilegalmente a la justicia norteamericana y/o a la
justicia penal internacional controlada por ellos. Tal ataque podría ser realizado
directamente por un grupo de las fuerzas especiales del imperio o,
preferentemente, por un grupo paramilitar local que hiciese el trabajo bajo su
coordinación, tal como hicieron en noviembre de 1950 el secuestro del
comandante Carlos Delgado Chalbaud, a la sazón presidente de la junta militar
de gobierno, acción que devino después en un magnicidio.
En
apoyo a esta hipótesis podemos señalar la terrible suerte corrida a manos de
las fuerzas del imperio, por otros líderes revolucionaros de talla mundial,
como Sadam Hussein (2006) y Mohamad Gadafi (2011), a causa de haber intentado sustituir
al dólar como moneda de pago de las exportaciones petroleras de sus respectivos
países, tal como lo ordenase hacer el camarada Maduro hace poco tiempo; así
como la implícita amenaza de muerte proferida por Trump en su discurso ante la
Asamblea General de la ONU, al acusarlo irresponsablemente de ser un dictador
en tan magno escenario (11).
Ya
para finalizar estimo oportuno señalar que aquellos lectores que después de haber
llegado hasta este párrafo consideren haber leído un artículo de política
ficción, no deben perder de vista que poco tiempo después de su llegada a la
Casa Blanca, la CIA propuso a Trump que ordenase una invasión de Venezuela “tipo Bahía de Cochinos”, tal como lo
declarase en una entrevista a la televisión local de Washington, Steve Bannon,
ex asesor del actual Consejo de Seguridad (12);
siendo precisamente “Bahía
de Cochinos” (Cuba 1961) el primero
de los escenarios de invasión que hemos formulado.
¡Hasta
la Victoria Siempre!
¡Patria
o muerte!
¡Venceremos!
(12) http://www.hispantv.com/noticias/venezuela/354248/eeuu-cia-trump-invasion-bahia-tension-moncada
celippor@gmail.com
Caracas, septiembre 25
de 2017
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