miércoles, 8 de marzo de 2017



En medio de la guerra que estamos librando, los delitos en contra del colectivo constituyen traición a la patria
Carlos E. Lippo




Que los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) de cuya creación habrá de cumplirse un año en los próximos días, con todos sus errores y limitaciones, han resultado ser un arma de idónea para librar la guerra económica, al mismo tiempo que un muy eficaz instrumento de organización popular, es algo que puede ser deducido muy fácilmente de la campaña de satanización de la que han sido objeto por los medios digitales e impresos de la contra y por un reciente acuerdo unánime de su fracción en la Asamblea Nacional que, como cosa extraña, logró hacer cuórum el pasado día 21 de febrero para aprobar la propuesta de remitir un informe a la comisión permanente de contraloría de ese poder público en desacato, contentivo de presuntas irregularidades en el funcionamiento de los mismos. Es oportuno decir que dicho informe, que viene a ser sólo una repetición de los manidos argumentos con los cuales la contra ha pretendido demostrar la existencia de una profunda crisis alimentaria para justificar la intervención extranjera, no aporta ningún elemento útil para demostrar las presuntas irregularidades que propone investigar y ejerce además una velada y vergonzante defensa del empresariado de la agroindustria alimentaria, actor principalísimo de la guerra económica (1).

No pretendo decir que los CLAP hayan sido totalmente inmunes a la corrupción, ningún organismo de creación humana hubiera podido serlo en medio de las terribles circunstancias de esta guerra que ha hecho aflorar lo peor que todos llevamos dentro, habiendo envilecido a densos sectores de las capas medias y bajas de la población, que han abandonado empleos formales para convertirse en “bachaqueros” de cuanto se pueda “bachaquear” impunemente y han hecho las delicias del lumpen proletariado delincuencial, contrarrevolucionario por naturaleza, convertido ahora en actor principalísimo de una tristísima batalla de pueblo contra pueblo. Pretendo decir si, que considero que en todo momento ha existido en el alto mando revolucionario una profunda decisión de combatir ese terrible cáncer, poniendo al alcance de todos una serie de mecanismos de denuncia de irregularidades a través de llamadas telefónicas, mensajes de texto, mensajes de correo electrónico y recursos de las redes sociales, tal como lo indica la página web oficial de los CLAP (2).

Por todo lo escrito anteriormente es que me ha producido una honda inquietud el señalamiento hecho por el Presiente Maduro, a finales de la semana pasada, en relación a la captura de unos contrabandistas que estaban en posesión de 3.000 cajas de alimentos subsidiados provenientes de los CLAP, en Casigua El Cubo, municipio Jesús María Semprún del estado Zulia, muy cerca de la frontera con Colombia (3). Señalamiento que, habiendo sido hecho en una transmisión en cadena nacional de radio y televisión desde el estado Monagas, estuvo acompañado de una emotiva petición de celeridad a las autoridades correspondientes para juzgar a los contrabandistas, formulada en los siguientes términos: “Le pido a la Fiscalía y al Poder Judicial máximo castigo para los que se infiltran en los Clap para robar al pueblo”.

Coincidiendo totalmente con este último señalamiento de nuestro Presidente, considero adicionalmente que este tipo de delitos perpetrado en contra del bienestar de las grandes masas populares y en abierto sabotaje de las acciones emprendidas por el gobierno revolucionario para contrarrestar los efectos letales de la guerra económica que estamos librando, deben ser juzgados como lo que realmente son, que no es otra cosa que delitos de traición a la patria, con arreglo a lo previsto por el Código Penal en el Capítulo I, del Título I, del Libro Segundo, que trata el tema de la traición a la patria y otros delitos contra ésta y/o con arreglo a lo previsto en el Artículo 464 del Código Orgánico de Justicia Militar. La razón para ello es que siendo necesario dar un castigo ejemplar a estos delincuentes, el imputarles traición a la patria permitiría aplicar condenas mucho más severas que las que corresponderían según el mismo código por delitos de robo, hurto o contrabando y/o según la Ley Contra la Corrupción, por la comisión de alguno de los delitos contemplados en ella.

A quienes pudiesen tener dudas sobre la legal y legítima aplicabilidad de una medida de esta naturaleza, por considerar que la guerra de cuarta generación que estamos librando contra los poderes imperiales desde hace varios años es una ficción inventada por el gobierno revolucionario para encubrir sus supuestas deficiencias, debería bastarles para despejarlas el hecho de que la infausta Orden Ejecutiva dictada por Obama en marzo de 2015 y renovada por él mismo hasta marzo de 2018, equivale a una tácita declaración de guerra, una de cuyas armas es la ominosa “Ley para la Defensa de los Derechos Humanos y Sociedad Civil de Venezuela”, de diciembre de 2014, con la cual se ha pretendido sancionar a eminentes funcionarios del gobierno revolucionario.

Pero si no les basta con ello habría que señalarles que la parte más visible de esta guerra, que es la variante económica, ha sido reconocida desde hace ya bastante tiempo por conspicuos representantes de la contrarrevolución, como el cura Diego Padrón, vocero mayor de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) y el inefable Lorenzo Mendoza Giménez quien viene a ser una especie de mariscal de campo a la sombra en esta  terrible contienda.

En efecto, en fecha ya tan lejana como el 13 de octubre de 2015, fue develado el audio de una conversación de “Lorencito Polar” con Ricardo Hausmann Goldfarb, connotado cipayo del imperio, exministro de planificación de Pérez en su nefasto segundo gobierno y asesor actual del FMI (4), en el cual el primero de los nombrados reconoce de manera expresa la existencia de la guerra económica al decirle a su interlocutor, de manera melindrosa, que no le ha llamado antes por estar inmerso en una guerra en Venezuela; por su parte el “ensotanao” Padrón, fiel a su costumbre de decir barbaridades del gobierno revolucionario, en demostración de lo que ya parece haberse convertido en una verdadera obsesión fatal y en medio de un pretendido “discurso pastoral” pronunciado a comienzos de julio de 2016, llegó a soltar las siguientes perlas: “… un gobierno que no ha podido derrotar ‘la guerra económica’ y dar alimentos y medicinas al pueblo, aún más, negado a permitir que instituciones religiosas o sociales presten su concurso para aliviar las penurias y dolencias del pueblo, carece de autoridad moral para llamar al diálogo y a la paz” (5).

Volviendo al deleznable acto de malversación, por caracterizarlo de alguna manera, de las 3.000 “cajas CLAP” debo decir que considero que tan enorme cantidad de productos no hubiera podido ser escamoteada de los almacenes del Ministerio de Alimentación sin la complicidad de altos funcionarios civiles y militares, que su transporte y almacenamiento local requiere de una infraestructura logística importante, por lo que debe haber empresarios locales involucrados, y que su extracción exitosa del territorio nacional sólo es ejecutable por alguna de las bandas paramilitares de contrabandistas que operan en la frontera, por lo que siguiendo con la lógica que estamos planteando, los presuntos autores nacionales deberían ser imputados, como mínimo, por la comisión del delito tipificado en el artículo 128 del Código Penal, que señala textualmente: Cualquiera que, de acuerdo con país o República extranjera, enemigos exteriores, grupos o asociaciones terroristas, paramilitares, insurgentes o subversivos, conspire contra la integridad del territorio de la patria o contra sus instituciones republicanas, o las hostilice por cualquier medio para alguno de estos fines, será castigado con la pena de presidio de veinte a treinta años.

Considero que reviste particular gravedad la participación de funcionarios civiles y militares cuya tarea es precisamente la de servir de facilitadores de esta hermosísima y eficiente iniciativa de gobierno y de participación popular que están resultando ser los CLAP; de tal manera que no puede permitirse bajo ningún concepto que por la actitud venal de funcionarios civiles y/o militares del nivel que sea y la acción criminal de infiltrados de distinto pelaje se atente impunemente de manera tan artera contra esta novísima experiencia de participación popular y en consecuencia contra la seguridad alimentaria del país.

En casos como éste es necesario recordar y emular la ejemplarizante conducta de la justicia revolucionaria de Cuba en relación al lamentable caso del general Arnaldo Ochoa, condenado a la pena capital por alta traición a la patria y fusilado el día 13 de julio de 1989, por la comisión del delito de tráfico de drogas en connivencia con los carteles colombianos, a pesar de su reconocida participación en las acciones militares internacionalistas en Angola, Nicaragua y Etiopía; de su título honorífico de “Héroe de la República de Cuba”; de su militancia en el Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de su condición de Diputado a la Asamblea Nacional. Siendo oportuno señalar que el delito de narcotráfico no es penalizado con pena de muerte en Cuba y que en palabras del mismo Fidel, tanto el General Ochoa como los otros dos militares condenados a la pena capital por este delito, no pretendían lucrarse de manera personal, sino generar divisas para adquirir insumos y repuestos extranjeros imposibles de ser adquiridos legalmente a consecuencia del inhumano bloqueo promovido por el imperio, pero que debieron ser condenados por haber puesto en altísimo riesgo la pervivencia de la patria cubana (6).

Muy lejos estamos de estar recomendando la aplicación de la pena de muerte para aquellos que atentan de manera alevosa contra el acceso legítimo del pueblo al consumo de alimentos y medicinas subsidiadas por el gobierno revolucionario; tal sanción no está contemplada en nuestro Código Penal y no estamos proponiendo promover una reforma que la contemple. Sin embargo, urge comenzar a aplicar sanciones severas, realmente ejemplarizantes, para estos delincuentes porque al igual que en el caso citado anteriormente, lo que está en juego no sólo es el bienestar de nuestro pueblo sino la propia pervivencia de la patria.

Lo que si estamos proponiendo y consideramos imprescindible para que en estos casos no ocurra lo mismo que en tantos casos evidentes de flagrante traición a la patria perpetrados por los más conspicuos líderes de la contra, que ni siquiera llegan al nivel de la imputación de los presuntos traidores, es la creación de cuerpos de fiscales y tribunales “ad hoc”, para que de manera exclusiva se avoquen al tratamiento de estos casos, garantizando la aplicación de las sanciones ejemplarizantes por las que todos estamos clamando.

¡Prohibido fallarle a la Patria, prohibido fallarle a la Revolución… prohibido fallarle a Chávez, carajo!
¡El presente es de lucha, el futuro nos pertenece!
¡Venceremos!

(6)    Ignacio Ramonet, “Fidel Castro Biografía a dos voces”, Primera Edición, Editorial DEBATE, página331 y siguientes.

celippor@gmail.com
Caracas, marzo 08 de 2017

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