miércoles, 15 de febrero de 2017



¡Cuidado, que el demonio anda suelto en el seno de la jerarquía católica venezolana!
Carlos E. Lippo




Desde tiempos inmemoriales la alta jerarquía católica venezolana, contrariando la esencia de la más genuina  doctrina cristiana, ha estado asociada o al menos ha convivido gustosa e impúdicamente con quienes han profesado las causas más opresoras de las grandes masas populares; conocido es el caso de aquellos clérigos que en medio de la natural desolación y la mayor desesperanza generada por el fatídico terremoto del jueves santo 26 de marzo de 1812, predicaban en medio de las ruinas de lo que había sido la ciudad de Caracas, que dicho fenómeno telúrico era un castigo del cielo por haberse  atrevido los  patriotas de entonces a declarar nuestra independencia del imperio español, dando lugar a  aquella encendida  proclama de El Libertador, pronunciada sobre las ruinas del convento de San Jacinto: “Si la naturaleza se opone a nuestros designios lucharemos contra ella y la haremos que nos obedezca”.

Casi doscientos años después, como si no hubiese pasado el tiempo o éste hubiese pasado en balde, un cura criollo, el cardenal José Ignacio Velazco, emulando a los curas gachupines de la colonia, gritó a voz en cuello que el infausto deslave del Guaraira Repano que se iniciase el 15 de diciembre de 1999, era un castigo divino al que se había hecho acreedor nuestro pueblo por haber osado aprobar la constitución requerida para iniciar la refundación de la patria, con más del 70 % de los votos válidos emitidos. Como todos podrán recordar, pocos años más tarde, este mismo cura firmó en representación de la iglesia católica venezolana el famoso decreto dictado por Carmona Estanga el 12 de abril de 2002, durante su brevísimo gobierno de facto

Desafortunadamente nosotros no hemos tenido la fortuna de contar con clérigos católicos, la mayoría de ellos exponentes de la Teología de la Liberación, de la talla de Camilo Torres Restrepo, asesinado en la selva por las fuerzas represivas colombianas, por el solo “delito” de haber asumido las armas en favor de los preteridos de la sociedad. Tampoco hemos contado con clérigos honestos y revolucionarios como los asesinados en El Salvador con la intervención del “Matacuras” Leopoldo Castillo, en su doble condición de embajador del gobierno de Herrera Campins y agente de la CIA y bajo las órdenes de Roberto D'Aubuisson, aquel militar extremadamente sanguinario, graduado de la Escuela de las Américas, que llegó a ser presidente de ese pequeño país a pesar de haber ordenado el asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, en plena celebración de la misa. Así mismo, a diferencia de la Revolución Sandinista, la nuestra no ha contado con el aporte de sacerdotes como Ernesto Cardenal quien fue su primer ministro de educación y de Miguel D'Escoto Brockmann, canciller de Nicaragua durante más de diez años, quien siendo presidente de la Asamblea General de la ONU hace pocos años, condenó enérgicamente la intervención de los Estados Unidos en nuestros asuntos internos.

En lugar de esta pléyade de clérigos comprometidos con el socialismo hemos tenido recientemente no pocos curas politiqueros, contrarrevolucionarios y golpistas confesos, de la ralea de: Luis Ugalde, el que levantó las manos de Carmona Estanga y Carlos Ortega, en señal de triunfo, días antes del golpe de abril de 2002; Miquel de Viana, aquel bolsa que aparece en un video filmado en Miraflores, minutos antes de la firma del decreto Carbona, diciendo estúpidamente “…aquí todo el mundo sabe que yo soy adeco…” y el inefable nuevo cardenal, Baltazar Porras Cardozo, cuyas habituales tropelías son frecuentemente publicadas en este mismo portal, quien se apareció en Fuerte Tiuna en los momentos en que Chávez se había entregado valiente y dignamente  a los militares golpistas, diciendo que Chávez le había llamado cuando realmente El Comandante a quien había solicitado era al capellán del ejército de aquellos días, Hernán Sánchez Porras.

No faltan en esa variada fauna eclesiástica local, furiosamente contrarrevolucionaria, los aberrados sexuales del tipo de Roberto Lückert, actual obispo de Coro, grabado en una abominable conversación que se volvió viral en YouTube (1) y de  Aroldo Rojas, sacerdote salesiano, solicitado a través de Interpol por la comisión del delito de pederastia (2), ambos connotados opositores y ambos celosamente protegidos por la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV).

Aquellos curas católicos que desde sus púlpitos y a través de sus declaraciones ampliamente difundidas por los medios de la contra, vociferan permanentemente que estamos viviendo en medio de una feroz  dictadura, que curiosamente no los persigue por esto ni mucho menos los sanciona, son de la misma estirpe de los que convivieron armoniosa y parasitariamente con la dictadura más larga y vesánica que padecimos durante el siglo XX, la de Juan Vicente Gómez, para el cual consiguieron la más alta condecoración otorgada por el Vaticano a un civil (Orden Piana), presumiblemente por las innumerables torturas y ejecuciones cometidas en contra de sus opositores durante los 27 años de su régimen de facto, muchas de ellas dirigidas personalmente por él; y también de la misma especie de los que medraron sumisamente durante la casi totalidad de los diez años que duró la cruenta y oprobiosa dictadura de Marcos Pérez Jiménez, pues fue sólo al mediados de 1957 cuando comenzaron a denunciar tímidamente alguna de sus tropelías por medio de una carta pastoral del entonces obispo de Caracas, Rafael Arias Blanco, aunque en opinión de Laureano Vallenilla no lo hicieron por convicciones políticas sino por razones fundamentalmente crematísticas (4).

Entrando en materia he de comenzar diciendo que a lo largo de estos años ha venido siendo un lugar común que cualquier representante de la jerarquía católica haga un uso descarado de los medios de divulgación de noticias a su alcance para: despotricar del gobierno revolucionario, mostrar sus simpatías por los diferentes partidos opositores; defender a los políticos presos; silenciar las acciones terroristas de la contra o en todo caso encubrir a sus autores; vilipendiar a los funcionarios gubernamentales de todo nivel; victimarse por una supuesta persecución de la que son objeto por parte de los organismos de seguridad del estado e inducir solapadamente a la rebelión, entre otras consignas de índole política partidista, coordinados siempre por la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), devenida en auténtico partido político ilegal, tanto por su estructura organizativa como por sus métodos y ejecutorias.

A juicio nuestro, lo nuevo, lo que ha inspirado el título de estas notas, viene a ser:

  • El que ahora todos los curas en sus supuestas homilías desde el púlpito, independientemente de la solemnidad litúrgica de la ocasión, insistan en bajar la línea política de la MUD-CEV, con un absoluto irrespeto a los feligreses revolucionarios que puedan estar presentes, al parecer siguiendo el ejemplo del obispo de Barquisimeto, Antonio López Castillo, quien en los actos conmemorativos de la Divina Pastora, que congregan decenas de miles de feligreses de todos los rincones del país y hasta del exterior, lanzaba imprecaciones como ésta: “Yo como Pastor siento un dolor muy grande porque ustedes no tienen comida ni medicina, porque se mueren niños y ancianos por falta de medicamentos” (5).
  • El que la CEV critique abiertamente a la dirigencia de la MUD, como si fuese uno de los tantos partidos que la conforman, algo que es evidenciado por unas declaraciones de (a) El Chúo en su cuenta de Twitter: "Dejémonos de eufemismos: Discurso de Monseñor Padrón en la Conferencia Episcopal condena al Gobierno y critica a la oposición. ¡Y con razón!" (6).
  • El hecho de que la CEV se haya dedicado desde su inicio a torpedear el diálogo promovido por el gobierno revolucionario, acompañado entre otros por el canciller del estado vaticano, como se desprende de estas declaraciones de Diego Padrón, secretario general de la CEV: “Nosotros manejamos eso internamente. No tenemos que enviar eso a Roma, ni esperar tampoco órdenes o sugerencias de allá. Todo lo maneja la Conferencia Episcopal. Por supuesto que estamos atentos a cualquier sugerencia u observación, pero no estamos en esa estricta dependencia de que cada cosa hay que comunicarla a Roma para que de allá nos venga una respuesta; nosotros somos autónomos para dar la respuesta necesaria porque nadie mejor que nosotros conoce la situación y la mentalidad del gobierno” (7).
  • El hecho gravísimo, a mi juicio, de que miembros de las más altas jerarquías como lo son el cardenal arzobispo de Caracas, Jorge Urosa Sabino y Diego Padrón, secretario general de la CEV, estén promoviendo abiertamente el desconocimiento de leyes específicas de la república, con el llamado implícito a violarlas y a entrar en rebelión que ello implica. Ilustrativas de este hecho son unas declaraciones del cardenal en las que decía textualmente: “La Constitución y las leyes exigen que se hagan las elecciones regionales lo más pronto posible. No hacerlo sería una burla al pueblo. Y que no se bloqueen los partidos políticos con formalismos y reglamentos acomodaticios” (8), puesto que lo que este cura está calificando de “reglamento acomodaticio” es nada más y nada menos que la Ley de Partidos Políticos de 1965, reformada en 2010. Algo similar aplicaría a unas declaraciones de Diego Padrón en las que sostiene enfáticamente que “El meollo de esta crisis está en el Plan de la Patria” (7), cuando él tiene que saber que no sólo se trata de una promesa electoral de El Comandante en su campaña del 2012, avalada por la gran mayoría del electorado, sino de una ley sancionada por la Asamblea Nacional a finales del mismo año.

Hasta donde nosotros sabemos el gobierno revolucionario sigue financiando a estos “conspiradores ensotanaos”, en cumplimiento del artículo XI del Concordato de 1964 (9), que es la ley que regula las relaciones con el estado vaticano, que señala textualmente: El Gobierno de Venezuela, dentro de sus posibilidades fiscales, continuará destinando un Capítulo del Presupuesto que seguirá llamándose “Asignaciones Eclesiásticas” para el decoroso sostenimiento de los Obispos, Vicarios Generales y Cabildos Eclesiásticos. También se destinará una partida presupuestaria adecuada para ejecutar y contribuir a la ejecución de obras de edificación y conservación de templos, Seminarios y lugares destinados a la celebración del culto.

De no ser así, los personeros de la CEV, tan proclives a la victimización y la mentira, hubiesen pegado el grito al cielo; pero es que además así lo atestigua un informe de la embajada norteamericana en Caracas, que puede ser consultado en la dirección web indicada en (9).
Considero que en los actuales momentos, de extremas limitaciones presupuestarias, el gobierno revolucionario puede y debe dejar de financiar a estos personajes, así como a los institutos educacionales sustentados por las órdenes religiosas extranjeras (colegios Los Arcos, San Ignacio, La Salle, etc.), manteniendo en lo posible los subsidios a los institutos educacionales de carácter popular.

Sin embargo, en reciprocidad, en todo caso debe exigírseles el cumplimiento cabal del artículo XV, en la parte que les corresponde: El Estado Venezolano, de conformidad con la Constitución, reconoce el derecho de organización de los ciudadanos católicos para promover la difusión y actuación de los principios de la fe y moral católicas mediante las asociaciones de Acción Católica dependientes de la autoridad Eclesiástica, las cuales se mantendrán siempre fuera de todo partido político.



¡Prohibido fallarle a la Patria, prohibido fallarle a la Revolución… prohibido fallarle a Chávez, carajo!
¡El presente es de lucha, el futuro nos pertenece!
¡Venceremos!

(4)     Laureano Vallenilla Lanz, “Escrito de Memoria”, impreso por Lang Grandemange S. A.., 30 rue du Poteau, Paris, 451 y 452
celippor@gmail.com
Caracas, febrero 15 de 2017

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