Venezuela
2.016: ni Chile 1.973, ni Nicaragua 1.990
Carlos E.
Lippo
Chile
1.973
Salvador
Allende Gossens, el primer marxista que ha llegado a la presidencia de un país
por la vía electoral, obtuvo la primera mayoría en la primera vuelta de las
elecciones presidenciales chilenas de septiembre de 1.970 encabezando una
coalición de partidos y organizaciones populares de izquierda que tuvo por
nombre Unidad Popular (UP). Al mes siguiente el parlamento en pleno lo eligió, con
casi el 82 % de los votos, siguiendo la tradición chilena de ratificar a quien
obtuviese la primera mayoría en la primera vuelta. Ejerció la presidencia de
Chile desde el 3 de noviembre hasta que fuese asesinado en el Palacio
Presidencial de La Moneda el 11 de septiembre de 1.973.
Desde
el día siguiente a su elección, tal como él mismo lo señalase en su discurso
ante las Naciones Unidas el 4 de diciembre de 1.972 (1), el
imperio le aplicó una brutal guerra económica que asumió inicialmente la forma
de un bloqueo financiero no declarado que bloqueaba los préstamos en divisas
que Chile venía recibiendo de organismos multinacionales como el BM y el BID,
así como el financiamiento a sus importaciones por parte de los proveedores
extranjeros, el Eximbank y bancos privados estadounidenses que tradicionalmente
venían ofreciendo a Chile líneas de crédito a corto plazo; adicionalmente se
impidió el desembolso de créditos otorgados previamente por el BM y se suspendió
el otorgamiento de nuevos préstamos por parte de la Agencia para el Desarrollo
Internacional del gobierno de los Estados Unidos (AID). A todo esto habría que
añadir una persistente obstaculización de las ventas externas de cobre chileno,
el mejor del mundo, y una disminución inducida del precio internacional del
cobre, principal fuente de divisas de Chile, causada por la irrupción al
mercado de una buena parte de las reservas estadounidenses de este metal
inspirada por el propio presidente Richard Nixon.
Simultáneamente
se desarrollaban acciones terroristas planeadas desde el exterior y ejecutadas
por grupos fascistas internos, similares a las que culminaron aun antes de su
ascensión a la presidencia, con el asesinato del Comandante en jefe del
Ejército, el general René Schneider, símbolo del supuesto constitucionalismo de
las Fuerzas Armadas Chilenas. A estas acciones vino a sumarse, en octubre de
1.972, un paro nacional indefinido del transporte, financiado desde el imperio
y liderado por la Confederación Nacional
del Transporte que estaba presidida por uno de los dirigentes del grupo paramilitar
de ultraderecha "Patria y
Libertad", que habiendo sido flexibilizado después de causar daños
irreparables a la economía chilena, fue reactivado días antes del golpe
militar. A estos paros se sumaron la Confederación del Comercio Detallista con
un cierre casi total de sus locales y la Confederación de la Pequeña Industria
y Artesanado, que provocaron un brutal desabastecimiento, así como las federaciones
de estudiantes universitarios y secundarios, entre otros.
En
abril de 1.971, cuando apenas comenzaban a ser instrumentadas algunas de las
medidas económicas del programa de la Unidad Popular, que sólo durante el
primer año se tradujo en la nacionalización de 47 empresas industriales y de
más de la mitad del sistema de créditos, la nacionalización del cobre, la
expropiación e incorporación a la propiedad social de casi 2,5 millones de
hectáreas de tierras activas, la
moderación del proceso inflacionario, el pleno empleo y un aumento efectivo del
salario en un 40 %, la UP obtuvo el 50,29 % de la votación en las elecciones
municipales frente al 48,85 % que sumaron por separado todos los partidos de la
derecha (2),
siendo esta la primera oportunidad en la cual una alternativa socialista
obtenía una mayoría absoluta en Nuestra América.
A
comienzos de 1.973 la oposición chilena, ya unificada por el imperio desde
julio de 1.972 en un esperpento similar a la MUD que se llamó la Confederación
Democrática, cifraba todas sus esperanzas en las elecciones parlamentarias de
marzo de ese año, ya que confiaba en que la crisis económica, social y política
en la que tenían sumido el país le permitiría obtener más de los dos tercios
(66,66 %) necesarios en el Congreso para defenestrar “constitucionalmente” al Presidente Allende. Al quedar lejos de
obtener esa mayoría no logró tampoco resolver a su favor el impase existente con
el gobierno revolucionario en relación al otorgamiento del rango constitucional
a una serie de medidas económicas implantadas por el gobierno de la UP, por lo
que el Presidente Allende decidió convocar un referéndum popular sobre el tema,
que sería anunciado el 11 de septiembre, el mismo día que se ejecutó el
cruentísimo golpe militar anunciado tres años atrás en una apacible “cena washigtoniana” entre altos
militares de Chile y Estados Unidos (3).
El
infausto golpe militar, que produjo cerca de 30.000 víctimas de persecuciones y
torturas, alrededor de 3.000 ejecutados y más de 1.300 desaparecidos, dio paso
a una feroz dictadura militar que bajo distintas formas se mantuvo hasta
febrero de 1.990, fecha en la que una coalición del Partido Socialista y la
Democracia Cristiana asumió el poder por vía electoral. Hasta la fecha actual
se ha mantenido una “democracia” tutelada por las fuerzas armadas, sobre la
base de una constitución heredada de la dictadura pinochetista.
Nicaragua
1.990
El
movimiento insurreccional que culminó en julio de 1.979 con el triunfo de la
última revolución armada del siglo XX en Nuestramérica, llamada la Revolución
Nicaragüense o Sandinista, se inició en 1.962 con la fundación del Frente
Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN) a cargo del profesor Carlos
Fonseca Amador y Tomás Borge, entre otros revolucionarios, que asumió la lucha
armada guerrillera para intentar derrotar a la feroz dictadura militar del
último de los Somoza, Anastasio Somoza Debayle, militar formado en los Estados
Unidos al igual que su padre del mismo nombre, ambos comandantes de la Guardia
Nacional, el ejército creado por los gringos al tener que abandonar el país a
comienzos de la década de los treinta, bajo la extrema presión de las huestes
del gran líder nicaragüense, Augusto César Sandino.
Después
de una desigual campaña, con acciones tanto en las áreas urbanas como en las
rurales, en una de cuyas batallas encontró la muerte su líder fundador y habiéndose reunificado después de haberse
dividido en tres tendencias, la más importante de las cuales era la comandada
por los hermanos Humberto y Daniel Ortega Saavedra, el FSLN logra acceder al
poder en julio de 1.979, por medio de la participación de Daniel, con el
carácter de coordinador, en una junta de gobierno plural conformada por cinco
miembros.
El
nuevo gobierno, formado por un amplio espectro ideológico con presencia
socialdemócrata, socialista, Marxista-leninista y con una influencia muy grande
de la teología de la liberación, trató de introducir reformas en los aspectos socioeconómicos
y políticos del estado nicaragüense, tratando además de paliar los problemas ancestrales
relativos a la sanidad, la educación y reparto de la tierra que el país venía sufriendo.
Dichas reformas lograron avances significativos y reconocidos internacionalmente.
Es
así, que desde los primeros días se produjo: la destrucción del ejército
somocista y la creación del primer ejército verdaderamente nacional del país; la
anulación por decreto de la Constitución política vigente del año 1.974; la elaboración
del “Estatuto Fundamental de Derechos y
Garantías de los Nicaragüenses”, una especie de nueva Constitución; la
supresión del sistema bancario privado y la creación del sistema financiero
nacional; la nacionalización y la estatización de las telecomunicaciones y de
la educación; la realización de una “Cruzada
Nacional de Alfabetización” muy exitosa, que redujo el analfabetismo del
53% al 12%; la confiscación de todas las propiedades de los somocistas y la
creación de nuevos tribunales denominados “Tribunales
Populares Antisomocistas”, destinados a juzgar a los funcionarios
policiales, de la seguridad y de la administración de justicia del gobierno
somocista, con aplicación de penas máximas de 30 años, entre muchos otros
logros de significación.
El carácter
progresista del nuevo gobierno no era de la simpatía del gobierno de los
Estados Unidos, que con la excusa de su acercamiento político a la Cuba de
Fidel, inició un bloqueo económico en 1.981, al mismo tiempo que comenzó a
prestar un enorme apoyo financiero clandestino a los remanentes de la Guardia Nacional
de Somoza instalados en Honduras, Costa Rica y Miami, constituyéndose de esta
manera el ejército contrarrevolucionario nicaragüense. Se inició así una nueva
guerra que hizo decaer de manera significativa la muy frágil economía del país
debido a los enormes gastos bélicos que el nuevo gobierno tuvo que afrontar.
En
1.984, el gobierno llamó a elecciones nacionales que fueron ganadas ampliamente
por el comandante Daniel Ortega, abanderado del FSLN convertido desde ese
entonces en partido político. Ortega intentó acelerar la reconstrucción del
país en medio de las críticas condiciones derivadas del accionar de la contra y
el bloqueo financiero promovido por los Estados Unidos; así mismo, logró
promover la elaboración de una nueva Constitución que entró en vigencia en
1.987.
El
cuantioso apoyo del imperio a la contrarrevolución, evidenciado por el célebre
escándalo “Irán-Contras”, de Oliver North, fue denunciado por el gobierno
revolucionario ante el Consejo de Seguridad de la ONU, sin obtener resultado
práctico alguno; sin embargo la misma denuncia llevada ante la Corte
Internacional de Justicia de La Haya, produjo una sentencia favorable a
Nicaragua que contemplaba además de una exhortación al gobierno gringo a poner
sus manos fuera de Nicaragua, el pago de una cuantiosa indemnización en dinero
efectivo.
Por
toda respuesta el gobierno de los Estados Unidos decretó un embargo comercial
contra Nicaragua en 1.985 al mismo tiempo que se negaba a pagar la
indemnización y Ronald Reagan emitía una orden ejecutiva similar a la emitida
en contra de Venezuela por Barack Obama en el 2.015 (4).
El
costo humano y material de la guerra con la contra se volvió insostenible (más
de 10.000 víctimas fatales, incontables heridos y refugiados, más un nivel de
miseria tal Nicaragua pasó a ser considerado como el país más pobre de la
América Latina), motivo por el cual en 1.988, tras una fuerte ofensiva militar
del gobierno nacional, se iniciaron conversaciones de paz y se negoció una
tregua. En 1989 el gobierno sandinista firmó un convenio y se comprometió a
celebrar elecciones al año siguiente. Para hacer frente al FSLN en esas
elecciones los gringos promovieron un engendro similar a la MUD que llamaron la
Unión Nacional Opositora (UNO), conformada por 14 partidos, cuya candidata Violeta Barrios de Chamorro, quien había sido
miembro de la junta de gobierno de 1.979 logró derrotar a Daniel Ortega, contra
todo pronóstico, dando al traste con la Revolución Sandinista, después de un
poco más de 10 años de existencia.
Más
de 17 años después, en un contexto regional favorable propiciado en gran medida
por la Revolución Bolivariana, Daniel Ortega obtuvo la presidencia en los
comicios del año 2.006, iniciando en enero de 2.007 una nueva etapa que ha permitido
dar continuidad a las transformaciones iniciadas con el triunfo de la revolución
y que se ha mantenido hasta el presente, pasando por un nuevo triunfo en las
elecciones del 2.011.
Venezuela
2.016
Un breve
análisis de los procesos revolucionarios fallidos antes descritos permite
establecer las siguientes conclusiones, que no por ser elementales y harto conocidas
dejan de ser útiles y dignas de tomar en cuenta para el diseño de una
estrategia exitosa en el marco de nuestra situación actual:
· Todo
gobierno que se niegue a subordinarse de manera irrestricta a los dictados del
imperio entra en inevitable e irreversible curso de colisión con él, por más
legítimo que éste sea, aunque no pretenda ser socialista ni se haya declarado
antimperialista y más aún si intenta instrumentar reformas en beneficio de las
grandes mayorías preteridas. El imperio comienza entonces por aplicarle
restricciones de carácter financiero, económico y/o comercial y seguidamente pasa
a promover a sus enemigos internos generando una contrarrevolución armada.
· Esa estrategia
combinada de aplicación de una intensa guerra económica simultáneamente con
acciones de carácter violento, casi siempre de naturaleza terrorista, ineluctablemente
va socavando las bases del gobierno legítimo, al provocar el alejamiento de las
capas ideológicamente menos formadas de
la población.
· La
oposición, devenida en contrarrevolución tutelada por el imperio no respeta
espontáneamente los resultados electorales a menos que le favorezcan,
satisfaciendo ampliamente sus expectativas; por ello es vital abstenerse de
convocarlas mientras tenga vigencia el estado de conmoción interior que
necesariamente genera la aplicación de la estrategia descrita en el párrafo
anterior.
· El
imperio no respeta las resoluciones de la ONU ni de ningún otro organismo
multiestatal, a menos que le favorezcan; tampoco acata las sentencias de las
cortes internacionales que le son adversas.
· Aunque
privilegia la intervención militar por medio de las fuerzas conjuntas de los
organismos multiestatales, el imperio jamás desecha la intervención directa,
como lo pone en evidencia con el amplio despliegue de las fuerzas del Comando
Sur en ocasión de procesos electorales y/o intentos de golpe.
· La
pérdida del gobierno por la vía que sea, a más de entrañar casi siempre cuantiosas
pérdidas en vidas humanas lleva aparejado un reflujo importante de los movimientos
populares que retrotraen el país a etapas anteriores al proceso y aplazan la
necesaria revolución por décadas. Sin afán catastrofista alguno, es necesario
decir que pudiera entrañar hasta la pérdida del país.
· Como
hemos podido apreciar porque lo estamos viviendo en carne propia, los recursos
bélicos del imperio, tanto los convencionales como los relativos a la guerra de
cuarta generación, han sido refinados de manera significativa, para volverlos
más efectivos y letales.
· La experiencia
fallida del trienio de Allende, de manera sumamente pedagógica, al confirmar
aquella máxima del Che, citada por Roberto Fernández Retamar (5) que
señala que: “Vencer al capitalismo con sus propios fetiches es empresa difícil, si
no imposible”, da pie para cuestionar, como yo efectivamente cuestiono,
la factibilidad real de construir el socialismo por vía pacífica.
A
pesar de lo asediada que pueda estar nuestra revolución en este 2.016, más aún
después del descalabro electoral de diciembre pasado, considero que no es fatal
su inminente caída, sino que más bien, estando decantadas ya todas las
posiciones tanto internas como externas, hay un gran chance de profundizarla,
con base en la probada combatividad de las fuerzas populares puesta de
manifiesto recientemente ante la arremetida brutal de la contra parlamentaria y
en la lealtad exhibida hasta ahora por la FANB en pleno.
Por
ello, sin intentar un diagnóstico más de la situación actual, así como de sus
posibles causas que todos conocemos en mayor o menor grado, voy a permitirme
plantear en trazo grueso unas líneas que a mi juicio apuntan al logro de esa
necesaria profundización:
· Acabar
de una buena vez con el fetiche de la “revolución
pacífica”, que si bien pudo haber servido en las etapas iniciales a nivel
de consigna, es imposible e inaceptable mantener en estos días como principio
de acción, a la luz de la creciente cantidad de mártires que nuestra revolución
exhibe.
· Tomar
conciencia de ello e intentar formar al pueblo, en la idea de que la
confrontación final con el imperio y sus agentes locales de la contra es
inevitable y que necesariamente no tenemos que librar esa confrontación desde una posición defensiva, sino que debemos
y podemos pasar a la ofensiva tan pronto como el liderazgo legítimo lo estime
conveniente.
· Comenzar
a preparar al pueblo revolucionario para esa confrontación, sin más dilaciones,
haciendo uso de las diferentes formas organizativas existentes: partidos del
polo patriótico, comunas, consejos comunales, unidades de batalla y comités
locales de abastecimiento y producción (CLAP), siempre bajo programas de
adiestramiento adecuados a cada organización y con el establecimiento de lineamientos
tácticos y prioridades.
· Aplicarse
a fondo a la creación de las más propicias condiciones para librar la
confrontación final, haciendo uso de todos los niveles del gobierno y de los
otros poderes públicos que controlamos, si más restricciones que las que puedan
derivarse de la moral y la ética revolucionaria.
· Dejar
de invertir tantos recursos, humanos y materiales, como hasta ahora se ha
hecho, en intentar desenmascarar la injerencia del imperio y sus aliados en
nuestros asuntos internos, ya que todas las posiciones están tomadas: tenemos
enemigos irreconciliables, amigos leales y amigos de conveniencia que quién
sabe cómo actuarán a la hora del té. Es necesario dejar esa tarea a nuestras
embajadas en el exterior.
· Dejar
de insistir en involucrar al pueblo en la solicitud de derogación del decreto
de Obama ya que el imperio sólo lo derogaría después de derrotarnos. Insistir
en ello es totalmente inútil y sólo crea falsas expectativas. Para elevar el
fervor patrio se puede y se debe intentar otro tipo de consignas, inspiradas en
la gran gesta patria o en los logros alcanzados hasta ahora, que no son pocos.
La tarea de impugnar esta decisión del imperio debe corresponder fundamentalmente
a los canales diplomáticos.
¡Somos un pueblo pacífico pero si el
imperio insiste en venir por nosotros tendremos que propinarle su segunda
derrota militar en América!
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(3)
http://prodavinci.com/2013/09/09/artes/el-golpe-contra-salvador-allende-contado-por-garcia-marquez/
(5)
“Che,
Comandante del Alba”, página 34
Caracas,
mayo 01 de 2.016
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