sábado, 25 de agosto de 2018


El jefe del Pentágono vino a ultimar los detalles de la intervención militar en Venezuela
Carlos E. Lippo

“Vengo en paz. No traje artillería. Pero con lágrimas en los ojos, les digo esto: si me fastidian, los mataré a todos”.
James “perro rabioso” Mattis en una reunión con iraquíes, durante la invasión de 2003.




No tengo duda alguna en relación a que de toda la caterva de sociópatas a los cuales Trump ha entregado la dirección del área de seguridad de su grotesca administración, el más “impresentable” es James Mattis, el actual secretario de defensa. Y ello a pesar de que en dicho equipo se ha asignado papeles protagónicos a personajes de la calaña de: John Bolton (asesor de seguridad nacional), uno de los principales forjadores del “falso positivo” sobre la existencia de armas de destrucción masiva en el Irak del 2002 que sirvió de pretexto para la invasión del año 2003, que aún se mantiene vigente; Mike Pompeo (secretario de estado y exdirector de la CIA), defensor a ultranza de los métodos de interrogatorio basados en torturas así como también de sus ejecutantes, de los cuales ha llegado a decir con el mayor desparpajo: "… estos hombres y mujeres no son torturadores, son patriotas"; y Gina Haspel (directora de la CIA), una experta del espionaje y de las misiones encubiertas, con más de 30 años de experiencia en esa agencia y con severos señalamientos que la vinculan con las operaciones de tortura de prisioneros, dentro y fuera del territorio de los Estados Unidos.

Intentando una breve semblanza de este actual jefe del Pentágono, designado en 2017 en violación de una ley que prohíbe la designación para ese cargo de quienes hayan prestado servicio en las fuerzas armadas estadounidenses durante los siete años anteriores, ya que se retiró del servicio activo en el 2013, habremos de decir que se trata de un laureado oficial del “Cuerpo de Marines” con muy destacada actuación en la “Guerra del Golfo” (1991) y con altísimas posiciones de comando tanto en la invasión a Afganistán (2002) como en la de Irak (2003). La mediática gringa, tan dada a endilgarle apodos a todo el mundo, tanto amigos como enemigos, le ha bautizado con el de “perro rabioso” (mad dog), apodo que consideramos que está más que justificado en este caso si se toman en consideración muchos de sus cínicos y petulantes señalamientos como aquel de: “Sé cortés, sé profesional, pero ten un plan para matar a todos los que conozcas”, pronunciado durante la ocupación de Irak en el 2003, al igual que el otro irrepetible señalamiento que da inicio a estas notas (1).

Es a este guerrerista, mezcla de sociópata con sicópata, a quien Donald Trump ha confiado la tarea de consolidar bajo la amenaza de las armas el “patio trasero” suramericano, una vez que haya atado todos los cabos sueltos dejados en los primeros meses de este 2018 por sus anteriores enviados a la región (Rex Tillerson, Mike Pence y Mike Pompeo), quienes privilegiaron la aplicación de presiones de naturaleza económica y diplomática para el logro de los fines que les fueron encomendados.

Como es sabido por todos la gira suramericana del jefe del Pentágono tuvo lugar entre los días 12 y 17 de agosto, contemplando reuniones con los ministros de defensa de los dos “pesos pesados” suramericanos (Brasil y Argentina), y siendo recibido además por los presidentes de los más arrastrados cipayos o “socios confiables”, como ellos prefieren ser llamados (Chile y Colombia); siendo precedida por la visita a los mismos países del almirante John Richardson, jefe de operaciones navales de la armada estadounidense, y por la visita a Colombia de Nikki Haley, embajadora gringa en la ONU.

Dejando de lado todo eufemismo, el almirante Richardson fue enfático en señalar en todos los países visitados que las fuerzas armadas estadounidenses, y en particular la marina, querían asegurarse de que el país angloamericano fuese el "principal socio en materia de seguridad” de Latinoamérica; reconociendo que en esa materia, algunos funcionarios locales decían estar listos para la cooperación militar interamericana, desde misiones humanitarias, hasta misiones en ciberseguridad (2). Así mismo, en declaraciones a la Voz de América (VOA), señaló: “… queremos ser ese equipo estable, constante y comprometido que no deja de prestar su apoyo a la hora de la verdad”. Y todos sabemos lo que significa para los gringos “la hora de la verdad”, así como el hecho de que el equipo estable constante y comprometido del que está hablando es con toda seguridad la fuerza multiestatal invasora de nuestro país.

Por su parte la “glamorosa” señora Haley, a la usanza de las giras efectuadas en sus momentos por la secretaria de estado Clinton a países invadidos, como Afganistán, Libia e Irak, se hizo presente el 09 de agosto (tres días antes del inicio de la gira de Mattis) en el primer consejo de seguridad del presidente Duque celebrado en el Tibú, a escasa distancia de nuestra frontera, visitando luego la zona como si se tratase de los suburbios de alguna ciudad invadida de Siria o Somalia. En dicha reunión que muchos consideramos como la preparación político-diplomática de la gira del jefe del Pentágono, no se limitó sólo a solicitar a la comunidad internacional la acción de “aislar” al presidente Maduro, quien a su juicio debe “pagar un precio” por lo que ella considera es la “crisis humanitaria en la frontera” (3), sino que llegó al extremo de ungir como líder del movimiento regional en contra de Venezuela y a nombre de su gobierno, al recién estrenado presidente colombiano, al señalar de manera enfática y sin recurrir a sus frecuentes eufemismos: “… Estados Unidos apoya que el presidente Iván Duque lidere un movimiento regional contra el Gobierno de Venezuela” (4).

Entrando de lleno en los detalles de la gira es necesario decir que el jefe del Pentágono visitó en seis días cinco ciudades suramericanas en cuatro países: Brasil, Argentina, Chile y Colombia, en cada uno de los cuales al reunirse con sus ministros de defensa y/o presidentes, trató diferentes temas  (autorización de uso de bases militares, préstamos para adquisición de armamento, firma de convenios de cooperación militar, coordinaciones varias, etc.), destinados todos a incrementar la dependencia militar del imperio de dichos países. El único tema tratado de manera recurrente en todos los países fue el de Venezuela, ya que países que durante años recibieron nuestra solidaria ayuda humanitaria al haberle dado asilo a una cantidad importante de sus nacionales desplazados por sus conflictos internos (guerras civiles o cruentas dictaduras militares), se quejan ahora amargamente de que se hayan invertido temporalmente los flujos migratorios a causa de la guerra de cuarta generación que nos viene aplicando el imperio desde hace ya años; al mismo tiempo que con ello buscan impúdicamente congraciarse con el imperio que desde hace años ha venido planteando que sólo intervendría militarmente en Venezuela si fuese necesario para solventar una “crisis humanitaria”. Es evidencia de lo anteriormente dicho el siguiente señalamiento emitido en Bogotá, el día viernes 17, por Sergio de la Peña, subsecretario adjunto de defensa de EE.UU. para asuntos del hemisferio occidental: "El caso de Venezuela es preocupante para toda la región, porque el flujo de refugiados fuera de Venezuela es significativo" (5); señalamiento que deliberadamente oculta que al menos en el caso de Colombia, más del 70 % de esos supuestos refugiados son ciudadanos colombianos o de nacionalidad venezolana-colombiana, representando una pequeña parte de los más de 6 millones que han vivido entre nosotros desde que comenzaron a llegar a mediados de los años sesenta, desplazados a causa de su terrible conflicto interno.

A una semana de finalizada la gira de este nefasto halcón debo decir responsablemente que estimo que ya ha sido acordada la integración de las fuerzas armadas de los países visitados a la fuerza multilateral que buscaba conformar el imperio para intervenir militarmente en Venezuela invocando supuestas razones de carácter humanitario, tal como lo hicieron en la Yugoeslavia de Milosevic en 1999; digo esto, basándome en los siguientes razones:

·         Resulta muy poco verosímil que el jefe del Pentágono haya accedido a realizar una tarea en la cual previamente habían fracasado estrepitosamente el vicepresidente Pence y dos secretarios de estado (Tillerson y Pompeo), sin que antes se subiese logrado al menos un preacuerdo a ese respecto.
·         Unas declaraciones del almirante John Richardson, jefe de operaciones navales de la armada estadounidense ofrecidas a la “Voz de América” (VOA), el servicio de radio y televisión internacional del gobierno de los Estados Unidos, poco antes de la llegada de Mattis, según las cuales algunos funcionarios locales de los países visitados decían estar listos para la cooperación militar interamericana, en especial para ejecutar operaciones “humanitarias” conjuntas.
·         La suscripción con el gobierno de Colombia de un acuerdo que contempla el envío de un buque hospital de la marina estadounidense a la costa colombiana para apoyar y asistir a los llamados "refugiados" venezolanos que se encuentran en ese país. Una medida que resulta cuando menos redundante si se toma en consideración que para el mismo propósito ya se encuentran actuando los “Cascos Blancos” argentinos (6) y (7). Siendo oportuno señalar además que mientras una inmensa cantidad de medios internacionales han señalado que este hecho representaría la primera incursión militar estadounidense en la crisis de Venezuela, el jefe del Pentágono insiste ladinamente en señalar que: “Es absolutamente una misión humanitaria. No enviaremos soldados, enviaremos médicos (...). Están desbordando la frontera" (8). Inquietantes frases en boca de quien acostumbra incurrir en violentos excesos verbales sin preocuparse en modo alguno por las consecuencias de los mismos, ya que a diferencia de lo que dice el viejo refrán, este “perro” ladra, pero además muerde.
Ahondando un poco en el tema del buque hospital es necesario decir que el Comfort, que es el buque al que nos estamos refiriendo, es un auténtico centro clínico flotante que puede ser equipado para transportar a unos 1.215 efectivos médicos militares; tiene capacidad para realizar 12 cirugías simultáneas; cuenta con 1.000 camas clínicas; y está dotado de helicópteros artillados para el transporte de las bajas (9) (¿!). Como partiría del puerto de Norfolk, en la costa este norteamericana es bastante obvio que habría de ser fondeado en alguno de los puertos del Caribe colombiano pues sería ilógico que lo hiciesen pasar por el Canal de Panamá para fondearlo en alguno de los puertos del Pacífico. También se ha hablado de enviar el barco hospital Mercy, de similares características que el Norfolk cuyo puerto de origen se encuentra en San Diego, California, sobre el Pacífico norteamericano. No se precisa tener grandes conocimientos de la geografía colombiana para abordar a la conclusión de que ambos buques, siendo absolutamente inútiles para atender a unos supuestos refugiados venezolanos que tendrían que ser transportados centenares de kilómetros para poder ser atendidos, ni serán fondeados en los sitios que han dicho, ni serán tripulados exclusivamente por personal médico, sino que serán con  toda seguridad la vanguardia encubierta del dispositivo militar invasor. Recordemos que no sería la primera vez que tanto los Estados Unidos como Colombia utilizan el camuflaje de la Cruz Roja para sus acciones militares encubiertas.

Tal como titulásemos estas notas el jefe del Pentágono vino a ultimar los detalles de la intervención militar en Venezuela y efectivamente lo hizo; la fecha más probable de ocurrencia de este infausto evento que en caso de darse comportaría el riesgo de convertir a nuestro país y a toda la región en un gigantesco Vietnam, será en el lapso comprendido entre el 30 de agosto y el 12 de septiembre, coincidiendo como tantas veces hemos dicho, con la ejecución de las Maniobras Navales UNITAS LIX, en las costas del Caribe colombiano.

Aún no han acordado la forma de justificar tamaño exabrupto, ya que la justificación por vía de la existencia de una supuesta crisis humanitaria se les hace y se les seguirá haciendo cada vez más  cuesta arriba, sobre todo después de la entrada en vigor de las medidas de carácter económico, financiero, monetario y cambiario puestas en vigencia por el gobierno revolucionario durante los últimos días.

Es claro que evaluarán la utilización de otros motivos para justificar la invasión, entre los cuales habrá de estar el de la generación de un falso positivo militar en la frontera, que serviría para presentarla como una respuesta solidaria conjunta a supuestas violaciones de la seguridad interior de Colombia y el de la espuria solicitud de invasión por parte de un gobierno venezolano paralelo a ser montado en Colombia, donde ya funciona un ilegal tribunal supremo de justicia desde las instalaciones del mismísimo congreso colombiano. Al análisis de estos escenarios dedicaremos nuestro próximo trabajo.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
Caracas, agosto 25 de 2018

sábado, 11 de agosto de 2018


La oligarquía colombiana pretende destruir el estado-nación venezolano bajo las órdenes del imperio
Carlos E. Lippo

Estados Unidos apoya que el presidente  Iván Duque ‘lidere’ un movimiento regional contra el Gobierno de Venezuela.
Nikki Haley, embajadora estadounidense ante la ONU, Bogotá agosto de 2018 




Entre Colombia y Venezuela siempre ha existido un importante conflicto histórico y ello a pesar de tener ambas naciones iguales raíces étnicas e históricas; a pesar de la estrecha amistad y cooperación que debería generar el compartir una frontera terrestre de más de 2.200 Km.; y a pesar de haber conformado entre 1819 y 1831 una única nación (“Colombia La Grande”), junto a los territorios actualmente ocupados por Ecuador y Panamá, fruto del genio del Libertador Simón Bolívar, que de existir en la actualidad constituiría una auténtica potencia económica, con fachada sobre los dos grandes océanos, con un territorio de más 2,5 millones de Km2, muy superior a la mitad de la superficie ocupada por la naciones que integran la Unión Europea, que contaría con la existencia de ingentes recursos naturales, entre ellos: la mayor reserva mundial de petróleo, una reserva probada de 7.000 toneladas de oro, así como reservas de cobre, diamante, coltán, hierro, bauxita, torio y otros minerales, aún por cuantificar, todas ellas aportadas por Venezuela; considerables reservas de agua dulce y una extraordinaria biodiversidad y como si esto fuera poco contaría además con la posesión y administración del que aún sigue siendo el mayor canal de navegación interoceánico del mundo.

La causa fundamental de este conflicto estriba en la necesidad que tenían y aún tienen los productores del centro y el sur de Colombia de sacar su producción, tanto la legal como la ilegal, destinada a los mercados de Norteamérica y Europa a través de nuestro lago de Maracaibo, de manera de poder evitar el paso por las intrincadas selvas, las elevadas cumbres y los caudalosos ríos que tendrían que cruzar para poder acceder a la reducida costa nororiental que siempre tuvieron sobre el mar Caribe. Una ordenanza de la municipalidad de Tusa, región situada al sur del actual departamento de Antioquia, emitida en fecha tan remota como el año 1543 con el propósito de invadir y apoderarse de nuestro lago, es una demostración fehaciente de la existencia de esta necesidad.

De manera que la posesión de nuestro lago de Maracaibo, para disponer de un acceso fácil y seguro al mar Caribe a través del golfo de Venezuela, así como la de las tierras cercanas a nuestro caudaloso río Orinoco, para a través de su afluente el Meta acceder al océano Atlántico, ha sido desde siempre ambicionada por la oligarquía colombiana conformada por unas 20 familias que han detentado el poder económico, político, militar y eclesiástico, desde la época colonial hasta nuestros días. Siendo hechos comprobados el que para satisfacer tan desmedida y bastarda ambición, sucesivos gobiernos representativos de los intereses de estas familias no dudaron en aliarse con los imperios de Estados Unidos y España para despojarnos de unos 300 mil Km2 de nuestro territorio, en la península de la Guajira y en las inmediaciones del Orinoco, despojo consagrado en una mala hora por un tratado de límites suscrito en 1941 con el expresidente Eduardo Santos, tío-abuelo de Juan Manuel Santos, que juicio mío debe ser denunciado cuanto antes(1); así como también han estado a punto de llevarnos irresponsablemente al borde de una guerra fratricida con sendas incursiones en nuestras aguas territoriales: en las cercanías del archipiélago de Los Monjes en 1952 y en el Golfo de Venezuela en 1987, ambas eficaz y oportunamente repelidas por nuestras fuerzas armadas de aquellas épocas (1).

Es oportuno señalar que entre las raíces del conflicto del que hemos estado hablando se encuentra también la importante contradicción existente entre el proyecto bolivariano, que incluye como doctrina el antiimperialismo, la igualdad social y el gobierno popular, y el modelo “monroista” que plantea el hegemonismo de Estados Unidos en el continente americano, al cual se plegó Francisco de Paula Santander, siendo vicepresidente de la Gran Colombia cuando el Libertador era Presidente, al decir impúdicamente ante el congreso de Bogotá a comienzos de 1824, muy poco tiempo después de la promulgación de la Doctrina Monroe, que la misma “es un alivio para la humanidad, y que Colombia ganaría mucho acercándose a un socio tan poderoso”(2).

Con el advenimiento de la Revolución Bolivariana esta contradicción no ha hecho otra cosa más que exacerbarse a un grado tal que el insigne historiador venezolano y miembro de la Asamblea Constituyente que redactase nuestra actual constitución, Yldefonso Finol, al referirse a ella ha señalado que: “…  Colombia se convierte  en la cabeza de playa de una operación transnacional contra la Revolución Bolivariana y el proyecto de Hugo Chávez y luego ha hecho cosas similares o peores contra Nicolás Maduro, pero que ya incluso busca más que eso, más que destruir a la Revolución Bolivariana es linchar moralmente la venezolanidad, destruir la venezolanidad como gentilicio que encarna lo bolivariano, para descuartizar al país, apoderarse de nuestros recursos naturales y hacernos inviables como nación tal como hicieron en Libia y en otros países” (2).
Y es que la oligarquía colombiana y los gobiernos que la han representado, persuadidos como ya lo están de que no podrán ponerle las manos a Venezuela por sus propios medios y de que de hacerlo en conjunto con el imperio, éste como es su costumbre habrá de dejarlos fuera del posterior reparto de nuestras riquezas, han optado entonces por aceptar el rol de promover la disolución del estado-nación de Venezuela, bajo las órdenes del imperio, confiados en poder “negociar” con ventaja con alguno de los “engendros geopolíticos” que pudiesen ser creados por éste a partir del desmembramiento de nuestro extremadamente hermoso y rico territorio actual.

El fallido atentado del pasado sábado en la Avenida Bolívar se inscribe perfectamente en un plan concebido para iniciar esta disolución del estado-nación venezolano porque ¿cuál otro objetivo podría perseguirse con la ejecución de una operación diseñada con el deliberado propósito de acabar simultáneamente con la vida de las máximas autoridades de los cinco poderes públicos nacionales, así como también las del alto mando militar en pleno? En demostración de la hipótesis anterior debe tomarse en consideración que la escogencia del tipo de evento en el que se ejecutó el atentado no fue fruto del azar, ya que según la confesión del terrorista mercenario que coordinó la operación en Caracas, se trató de hacerlo el 24 de junio, durante el desfile conmemorativo del día del ejército, fecha para la cual aún no estaban suficientemente preparados, o el 5 de julio, durante el desfile cívico militar conmemorativo de nuestra independencia, fecha en la que no pudieron actuar por no haber podido pasar los drones a través de la frontera colombiana; eventos que tienen en común con el del 4 de agosto el hecho de que los altos funcionarios que se pretendía asesinar estarían presentes en la tarima o tribuna presidencial, rodeando al presidente de la república.

En relación a los detalles más relevantes del fallido atentado es oportuno decir que en sendas ruedas de prensa ofrecidas por el presidente Maduro, el 07 de agosto (3), y por el ministro de comunicación e información, el día de ayer (4), fueron presentados suficientes elementos de convicción como para poder asegurar de manera indubitable que:
·         El ataque fue perpetrado por terroristas mercenarios venezolanos vinculados a los partidos de la ultraderecha venezolana, cuyo jefe operativo confesó que habrían de recibir como pago 50 millones de dólares estadounidenses, así como su residencia en los Estados Unidos.
·         Identificados como autores intelectuales se encuentran entre otros el diputado Julio Borges, fugitivo en Colombia y el empresario venezolano residente en el estado de Florida, de comprobada relación con el senador Marco Rubio, Osman Delgado Tabosky, quien además fungía de financista. Como cómplice necesario se ha identificado al diputado Juan Requesens, denunciante de Borges, quien se encuentra tras las rejas, convicto y confeso.
·         Está plenamente demostrada la planificación, el despliegue logístico, el financiamiento y la presencia de autores materiales e intelectuales en Colombia y en los Estados Unidos, que necesariamente tuvieron que ser protegidos y/o apoyados por funcionarios de los gobiernos de esos países, por lo que se ha solicitado la extradición a Venezuela de un número importante de personas refugiadas en ellos.
·         El dron que explotó frente a la tribuna presidencial fue detonado de manera remota, desde los Estados Unidos; siendo oportuno preguntarse cómo pudo este hecho pasar desapercibido para las autoridades de un país que desde el 11 de septiembre de 2001 mantiene a toda su propia población bajo permanente estado de sitio.

Como era de esperarse, los gobiernos forajidos de Estados Unidos y Colombia no sólo niegan haber tenido vinculación alguna con el hecho, sino que al igual que el ladrón que después de haber cometido su fechoría, señala a un ciudadano inocente que va pasando por el sitio gritando ¡al ladrón… al ladrón!, acusan al gobierno bolivariano de haber perpetrado un autoatentado; por su parte, la UE no sólo no condena el hecho sino que se permite “reclamar” una investigación exhaustiva sobre el ataque con un dron, del que “presuntamente” fue víctima el presidente Nicolás Maduro.

En medio de este bufonesco escenario de negación de los principales cómplices internacionales es que resulta en extremo importante un comentario recientemente difundido por el medio Press TV, del experto en antiterrorismo Scott Bennet, un ex oficial de guerra psicológica del ejército de EEUU quien ha señalado (5): “El ataque fue otro movimiento de la CIA, para promover la agenda de guerras políticas de la agencia en la región. Creo que mientras más investiguemos  (...) vamos a ver, que esto fue de hecho un intento terrorista de ciertos actores dentro de la CIA, dentro de Colombia, la extrema derecha que tenía como blanco a Maduro", así como también "A medida que Maduro comience a exponer a los jugadores, el origen de ellos, la metodología, más va a encontrar lazos directos con esta comunidad de inteligencia de la CIA y los elementos deshonestos que Estados Unidos ha usado para juzgar a Venezuela”. Para finalizar, el reputado experto expresó que a su juicio el ataque a un enviado político estadounidense en Bangladesh ocurrido el mismo día, fue un atentado de “bandera falsa” por parte de la CIA para tratar de distraer la atención del fallido asesinato contra Maduro.

Por otra parte, no deja de llamar la atención el hecho de que la más conspicua representación de la contrarrevolución mediática, conformada toda ella por “periodistas” comprobadamente tarifados de la CIA, se ha estado comportando de forma más que contradictoria, pasando desde los extremos de: hacer una completa apología del criminal acto terrorista (Patricia Poleo, Sergio Novelli y Jaime Bayly), llegando a decir este último que casi participó en la planeación del crimen; pasando por la creación de una falsa noticia en relación al hecho, para acusar al gobierno de haberse autoatacado (Víctor Amaya), y de una acerva crítica a los autores materiales por haber fallado (Nelson Bocaranda), hasta llegar a denunciar al imperio, tal como lo hizo el “extraño” Jaime Bayly, que llegó al extremo de decir que los servicios de inteligencia del imperio apoyaron explícitamente el atentado (4).

Ya para finalizar estas notas debo decir que la oligarquía colombiana representada ahora por Iván Duque no habrá de cejar en su empeño de destruir nuestro estado-nación a causa de este fracaso, sino todo lo contrario, como lo demuestra el hecho de haber anunciado a lo largo de toda su campaña presidencial y haberlo ratificado hace poco, después de haber sido electo, su disposición de defenestrar la Revolución Bolivariana. Imaginemos ahora cómo estará de alebrestado este “cachaco de uña en el rabo” después de haber sido ungido personalmente por la inefable Nikki Haley como líder de la alianza regional que está intentando construir el imperio para intervenir militarmente en Venezuela (6).

Debemos estar más alertas que nunca ahora que Colombia, como ha dicho el camarada constituyentista Julio Escalona (7), que ha dejado de ser un estado nacional para convertirse en una base territorial y geopolítica de los poderes que los gobiernos de Estados Unidos e Israel representan, ha venido ocupando progresivamente ambos lados de la línea fronteriza en un intento por promover la creación de una nueva entidad política y económica desvinculada de la República Bolivariana de Venezuela e integrada al poder mundial y a las redes transnacionales que va construyendo la globalización neoliberal al servicio del capital.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!

Caracas, agosto 11 de 2018

lunes, 6 de agosto de 2018


A Santos, al igual que a Uribe, “le faltó tiempo” para intervenir militarmente en Venezuela
Carlos E. Lippo

“Ojalá mañana mismo terminara la presidencia de Maduro”
Juan Manuel Santos, el 30/07/2018




Poco después de las 5 de la tarde del pasado sábado 04 me disponía a terminar mi más reciente artículo al que había titulado “Invadir a Venezuela al servicio del imperio: la obsesión fatal de los tres últimos presidentes de Colombia”, cuando fui ingratamente sorprendido con las llamadas de algunos camaradas que al principio sólo daban cuenta de una brusca interrupción de la transmisión televisiva en cadena del acto conmemorativo del 81° aniversario de la fundación de la Guardia Nacional Bolivariana, con asistencia del presidente Maduro, y muy poco después, de un fallido intento de magnicidio perpetrado por medio de unas aeronaves no tripuladas (drones), portadoras de explosivos de muy alto impacto, versión que vino a coincidir con la versión oficial difundida poco después por el ministro de comunicación e información (1), según la cual a pesar de que el presidente había salido totalmente ileso, resultaron heridos unos siete efectivos de nuestra GNB.

Desde un primer momento tuve la convicción que detrás de este vil y alevoso atentado frustrado se encontraba el presidente saliente de Colombia, Juan Manuel Santos; ello no sólo por todas las ejecutorias antivenezolanas que éste desarrolló durante el ejercicio de sus dos períodos presidenciales, mucha de las cuales alcanzaba a señalar en el artículo mencionado en el párrafo anterior, sino por unas declaraciones de prensa ofrecidas el lunes 30 de julio, que lo mostraban de cuerpo entero como el asesino lombrosiano que es y siempre ha sido desde los altos cargos de gobierno que ha desempeñado (2).

En efecto, en dichas declaraciones este inefable personaje no tuvo el menor empacho en señalar de entrada, impúdica y descaradamente: “ojalá mañana” mismo terminara la presidencia de Maduro, frente a lo cual “Colombia estaría más que dispuesta y lista a ayudar en todas las formas posibles”; para luego rematar como sólo un cínico asesino podría hacerlo: lo mejor que podría pasarle a Venezuela y a Colombia, que comparten una frontera de 2.200 kilómetros, es que el presidente bolivariano caiga, ojalá de “forma pacífica”. Es que acaso este redomado imbécil (con el perdón de todos aquellos que padezcan de un retardo mental moderado) desconoce que el presidente Maduro, que terminará su período actual en febrero del próximo año, ya fue reelecto para un nuevo período constitucional 2019-2025. Es decir, que mientras él deberá entregar la presidencia en escasamente una semana, a Maduro le restan 6 y medio años de mandato constitucional. ¿Cómo podría entonces intentar tomarnos por imbéciles diciendo que deseaba que cayese de forma pacífica?

Dejé entonces de escribir el artículo en el cual analizaba las razones económicas geopolíticas, políticas e ideológicas que tiene la oligarquía colombiana actual, que es la misma de la época colonial, para odiar a nuestra revolución como fiel exponente del proyecto bolivariano, que incluye como doctrina el antiimperialismo, la igualdad social y el gobierno popular, por contraposición al modelo “monroista” que plantea el hegemonismo de Estados Unidos en el continente americano, al cual se plegó Francisco de Paula Santander, siendo aún vicepresidente de la Gran Colombia.

Un artículo que permanecerá en los archivos del disco duro de mi portátil en el cual señalaba también como los tres últimos presidentes de Colombia: Andrés Pastrana Arango 1998-2002; Álvaro Uribe Vélez, 2002-2010; y Juan Manuel Santos (2010-2018), próximo a entregar el poder, se habían tomado tan en serio su rol de mandatarios de esa oligarquía y de peones del imperio, que habían venido haciendo lo indecible por defenestrar a los gobiernos de la Revolución Bolivariana con los que tan hipócritamente se habían relacionado; todo ello mediante acciones tales como: la suscripción de acuerdos con potencias militares extraregionales que amenazan nuestra seguridad interior; la aprobación de instrumentos legales que sirven de base a la guerra económica que el imperio nos ha impuesto; un criminal apoyo a los autores intelectuales y a algunos líderes de las acciones terroristas ejecutadas por la contrarrevolución; una permanente injerencia en nuestros asuntos internos materializada desde organismos como la OEA y la ONU; así como una continuada operación de guerra mediática que bajo las directrices del imperio persigue mostrarnos como un país forajido y/o fallido.

Y es que a juicio mío el abominable hecho terrorista que se intentó perpetrar el pasado sábado en la tarde, bajo la autoría intelectual, la inspiración o la neutralidad cómplice de Juan Manuel Santos, sólo podría ser comparado con aquel infausto magnicidio perpetrado por unos sicarios en contra del joven Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, en la oscura selva de Berruecos en junio de 1830. Entre cuyos autores intelectuales ha sido señalado por una gran cantidad de reputados historiadores al general José María Ramón Obando del Campo, militar y político neogranadino, quien fuese el primer presidente de la escindida Nueva Granada (actual Colombia) en 1831, resultando luego electo presidente constitucional para el período 1853-1857; un triste personaje del cual se ha señalado que a las pocas horas del terrible asesinato ordenó desenterrar el cadáver de la tumba provisional que se le había dado,  “para comprobar realmente su muerte”.

Volviendo al tema del fallido magnicidio es oportuno señalar que el propio presidente Maduro, en su primera aparición pública después de tan infausto hecho, que pudo haber cobrado de manera simultánea las vidas de los máximos representantes de los cinco poderes públicos del estado venezolano, así como las de los miembros del alto mando militar en pleno, presentes todos en la tarima principal del evento, señaló de manera clara y enfática que “el nombre de Juan Manuel Santos está detrás de este atentado” (3), gravísima acusación que sólo ha provocado en la canciller Holguín (4) y en el propio Santos (5) la absurda respuesta de que Santos no puede estar implicado en el hecho “porque a la hora del atentado se encontraba bautizando a una nieta”; absurdas e histriónicas respuestas muy típicas de un estado forajido, como lo es el dirigido por el narcoparamilitar gobierno colombiano.

A muy escaso tiempo de producirse el frustrado atentado una parte de la contrarrevolución venezolana trató de negarlo, dándose el caso de que un periodista editor y/o colaborador de varios medios opositores nacionales e internacionales, de nombre Víctor Amaya, difundió a través de su cuenta Twitter @victoramaya la falsa noticia de que no se trataba de drones cargados de explosivos, sino que la  explosión que había obligado al retiro inusitado del presidente Maduro del acto de la GNB en la Av. Bolívar de Caracas, habría sido originada por la explosión de una bombona de gas en un edificio cercano (6). Posteriormente, después de que las autoridades entregasen pruebas documentales de la utilización de drones, pasaron a difundir a través de sus redes sociales, que se trataba de una simple simulación del gobierno con el propósito de cohesionar las “maltrechas” filas de sus partidarios.

Paradójicamente Patricia Poleo y Sergio Novelli, dos periodistas tarifados de la contrarrevolución, miembros conspicuos de la “gusanera” venezolana residente en el estado de Florida (USA), difundieron a través de sus redes sociales sendas comunicaciones de supuestos grupos armados que se atribuían el atentado sin aportar prueba alguna de su participación en la acción. En el caso de la Poleo (7), se trata del comunicado de una llamada “Operación Fénix”, mientras que Novelli, se basa en un twit de un supuesto grupo autodenominado Soldados de Franela, que decía textualmente: “La operación era sobrevolar dos drones cargados con C4 el objetivo el palco presidencial, francotiradores de la guardia de honor derribaron los drones antes de llegar al objetivo. Demostramos que son vulnerables, no se logró hoy pero es cuestión de tiempo” (8). La contradicción entre estas versiones procedentes del exterior y las difundidas por los “contras” locales es nada extraña en el marco de las profundas diferencias de todo tipo existentes entre las diferentes fracciones y grupúsculos de la contrarrevolución venezolana.


Nil Nikandrov, un conocido analista político y periodista de origen ruso ampliamente conocedor de la realidad política venezolana y latinoamericana, apoyándose en la metodología utilizada para el atentado ha señalado que "Un jugador que quiere usar este esquema necesita contar con potente infraestructura y personal bien preparado. Claro que los drones pueden venderse libremente en el mercado, pero no se venden llenos de explosivos potentes. Por esta razón, este ataque no puede estar relacionado con los opositores (locales) radicales. Probablemente este ataque fue muy bien planeado y haya incluido a un coordinador y a (ejecutores) profesionales”; y al hablar de la probabilidad de que el mismo hubiese sido cometido desde el territorio colombiano, señaló que "… los estadounidenses hacen su trabajo a través de Colombia. Puede ser que especialistas colombianos también hayan participado en este atentado. Sin embargo, EEUU sería el principal organizador, inspirador y financista de todo lo ocurrido", añadiendo seguidamente que "Los estadounidenses, claro está, se ocultan detrás de los ejecutores colombianos. No obstante, todo se planea y se organiza en la Agencia Central de Inteligencia" (9).
Para el momento en que escribo estas notas, mientras muchos gobiernos amigos: Cuba, Bolivia y El Salvador, entre ellos, y otros que no han venido siendo tan amigos, como el gobierno de España, han condenado el atentado (10), no he visto que  ninguno de los líderes opositores lo haya hecho públicamente, dándose el caso de que sólo uno de los menos miserables de todos ellos, Enrique Ochoa Antich, ha llegado a señalar: “Condenamos el atentado pero sólo si se confirma”(11); en suma que al igual que ocurría con Chávez que fue objeto de numerosos intentos de magnicidio y en menor grado con Maduro, ellos sólo llegarían a creer en la tesis del magnicidio, si se les muestra el cadáver del magistrado asesinado.

Termino estas líneas muy pocas horas antes de que Santos deba entregar el mando al cachorro de Uribe, el ultraderechista Iván Duque, y es por ello que me atrevo a decir que al igual que Uribe le faltó tiempo para intervenir militarmente a Venezuela, como ese enano político se regodea en decir, cada vez que se le ocurre, desde la primera vez que lo dijo públicamente en la Universidad de Medellín (12); por supuesto que sin haber dicho ni pío ante aquella lapidaria frase del Comandante Chávez: "No es que le faltó tiempo (...) le faltaron cojones al caballero" (13), proferida al enterarse de la bravuconada del narcotraficante # 82.

Para finalizar quiero decir que apoyo en todo su contenido un comunicado oficial de nuestro gobierno, emitido el día de hoy, en el cual se responsabiliza a Colombia de cualquier nueva agresión(14); sin embargo, estando plenamente convencidos de que tales agresiones inexorablemente habrán de producirse desde ya, dadas las opiniones emitidas en nuestra contra por el nuevo presidente y la evidente disposición a seguir agrediéndonos de los expresidentes Uribe y Santos, nos permitimos solicitar una ruptura de relaciones diplomáticas y consulares, así como un cierre indefinido de los pasos fronterizos permanentes, que es una la única medida que ha demostrado ser eficaz para combatir los desmanes de tan ingrato y agresivo vecino.

¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!

Caracas, agosto 06 de 2018