lunes, 25 de septiembre de 2017



“Noriega - Panamá 1989”, el nuevo escenario para perpetrar la invasión imperial de Venezuela
Carlos E. Lippo




Una de las primeras veces que escribimos sobre este tema fue en mayo del año 2013, pocas semanas después de la desaparición física del Comandante Chávez y de la victoria electoral del Presidente Maduro. En aquella ya lejana oportunidad presentábamos un análisis que con base en consideraciones económicas, políticas y geopolíticas intentaba demostrar que la invasión yanqui era un hecho casi fatal y que la decisión de invadirnos ya había sido tomada en El Pentágono, quedando sólo por determinarse, cuándo invadirían y de qué forma lo harían, temas asaz importantes para poder diseñar y desarrollar en forma conjunta, gobierno y pueblo revolucionario, los planes requeridos para contrarrestar la agresión.

Tratando de aproximarnos al conocimiento de cómo habría de producirse la inexorable invasión escribimos otro artículo (1), publicado en marzo de 2.014, en el cual definíamos un conjunto de escenarios de invasión factibles, al tiempo que evaluábamos su factibilidad de ocurrencia en las circunstancias de aquellos días. Dichos escenarios, formulados con arreglo al análisis de algunas de las innumerables invasiones realizadas por el imperio desde la segunda mitad del siglo XX, los hemos identificado con los siguientes nombres:  Guatemala 1954 – Cuba 1961”; “República Dominicana 1965”; “De aplicación del TIAR”; “De aplicación de Principios de Derecho Internacional y/o Doctrinas Militares de los Estados Unidos”; “Libia 2011 y Siria, desde el 2012”; y “De instauración de un gobierno contrarrevolucionario que solicitaría la intervención”.

En otro artículo posterior a éste realizamos una actualización de la factibilidad de ocurrencia de estos escenarios (2); así mismo en otro más reciente llegamos a formular un nuevo escenario que denominamos “El Falso Positivo Colombiano” (3), que por cierto ha alcanzado altos niveles de factibilidad a partir de unas declaraciones del embajador gringo en Colombia (4), Kevin Whitaker, según las cuales su gobierno contempla la posibilidad de una “aventura militar por parte de los venezolanos en contra de sus vecinos”, cuando lo que realmente viene ocurriendo desde hace algún tiempo, es que las provocaciones colombianas en la frontera han hecho sonar las alarmas de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) en no pocas oportunidades.

Dos recientes declaraciones de un alto funcionario del gobierno de Trump de nombre William Brownfield,  a las cuales nos habremos de referir en detalle más adelante, nos han obligado a formular un octavo escenario que hemos dado en llamar “Noriega-Panamá, 1989”, desarrollado a partir del conocimiento de la extremadamente cruenta invasión gringa a ese hermano país, iniciada el 20 de diciembre de 1989.

Como muchos podrán recordar en esa misma fecha más de 26 mil soldados estadounidenses dotados con recursos de artillería pesada de última generación, las criminales municiones de uranio empobrecido entre ellos, invadieron por tierra y mar a Panamá con el propósito declarado de hacer preso al general Manuel Antonio Noriega quien era requerido por la justicia norteamericana por presuntos delitos de narcotráfico; y ello a pesar de las excelentes relaciones que éste tenía con la Agencia Central de Inteligencia (CIA), desde sus tiempos de jefe de la inteligencia militar del régimen revolucionario del comandante Omar Torrijos Herrera, a quien sucedió a raíz del sospechoso “accidente” aéreo que le costase la vida.

Juzgar si Noriega era o no reo del delito de narcotráfico es algo que escapa del alcance de estas notas. Lo que sí está suficientemente probado es que sus relaciones con los Estados Unidos comenzaron a deteriorarse en 1984, cuando les ordenó el retiro del territorio panameño de la inefable “Escuela de las Américas”, en la que se formaban militares latinoamericanos, él mismo entre ellos, en el combate a la insurgencia de izquierda, tachada apriorísticamente de terrorista (5). Siendo necesario apuntar que dichas relaciones se hicieron insostenibles a partir del 15 de diciembre de 1989, cuando la Asamblea Legislativa otorgó poderes especiales a Noriega designándolo jefe del gabinete de guerra, mientras que declaraba a la República de Panamá en estado de guerra contra los Estados Unidos de América, que desde hacía largo tiempo le venía aplicando una salvaje guerra económica.

Un documento secreto de los Estados Unidos, filtrado años después por un ex asesor de política exterior gringo, confirma que el verdadero objetivo de esta ocupación militar que se mantuvo durante dos años, era intentar abolir los tratados Torrijos-Carter. "Nuestro objetivo es desestabilizar el país sin arriesgar nuestra presencia e influencia allí, y al mismo tiempo tener una base legítima para abrogar los Tratados Torrijos-Carter", dice el texto del Memorándum Secreto-Sensitivo del Consejo de Seguridad Nacional, del 8 de abril de 1986 (6).

El mismo ex asesor probó que además de mantener el control sobre el Canal, Estados Unidos perseguía el objetivo de alejar a Japón de la posibilidad de trabajar en la ampliación del mismo, algo que negociaba el gobierno del comandante Omar Torrijos y continuaba negociando Noriega, tal como lo confirmase él mismo en una entrevista concedida en 1993.
Entrando ahora en materia sobre los motivos que nos han inducido a formular este octavo escenario de invasión, es necesario decir que a William Brownfield, un conocido funcionario diplomático gringo altamente injerencista, a la sazón secretario adjunto de estado de EE UU para seguridad y lucha antinarcóticos, le ha dado por acusar a Venezuela de ser un narcoestado; siendo necesario apuntar que este funesto personajillo ha sido también asesor político del comandante en jefe del Comando Sur de Estados Unidos en Panamá en1989 y1990, justamente durante los años de la invasión; ha sido embajador en Venezuela y Colombia; y está actualmente nominado por Rex Tillerson para el cargo de subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, algo así como el vicecanciller gringo para Latinoamérica.

En efecto, el pasado 12 de septiembre Brownfield, durante una audiencia sobre Colombia en una comisión del senado gringo dedicada a supervisar los programas contra el narcotráfico que el gobierno estadounidense desarrolla en otros países, hizo la consideración de que su gobierno cree que no habrá una solución democrática para la crisis política y económica de Venezuela, mientras el narcotráfico siga penetrando por “completo” cada uno de los estamentos de poder del país, incluido el propio gobierno de Nicolás Maduro (7); para luego subir el tono en una conferencia de prensa telefónica celebrada el pasado día 22 (8), en la que declaró impúdicamente que Venezuela era un narcoestado, para luego desdecirse de manera vergonzante señalando que “sólo se acercaba a serlo”. Siendo el caso que Brownfield más que nadie debería saber que en 2016 la ONU declaró a Venezuela “territorio libre de cultivos ilícitos” (9), por séptimo año consecutivo, y que también nos ha hecho innumerables reconocimientos por nuestros éxitos en el combate al narcotráfico durante los últimos años. Toda una campaña de infundios que viniendo de quienes viene tiene que tener como propósito el intentar justificar una violenta agresión.

Y es que el imperio no nos perdona el hecho de que el Comandante Chávez ordenase el retiro de Venezuela de la Administración de Control de Drogas de EEUU (DEA) en el año 2005,  ya que la inefable agencia gringa estaba usando como máscara la lucha contra las drogas, tanto para apoyar al mismo narcotráfico como para hacer inteligencia en contra el gobierno; y mucho menos nos perdona el haberla puesto en evidencia como el mayor de los carteles de la droga a escala mundial.

En verdad asigno al escenario “Noriega-Panamá 1989” una baja probabilidad de ocurrencia en la Venezuela actual, ya que nuestro país dista mucho de satisfacer los 3 requisitos, que a decir de Noam Chomsky, busca Washington satisfacer para iniciar una aventura bélica de tal envergadura, esto es; que el país elegido como posible víctima tiene que estar prácticamente indefenso en términos militares, como ocurría con Panamá en 1989, con Afganistán en 2001, con Irak en 2003 y con Libia en 2011; que se pueda producir un consenso de la opinión mundial favorable a la guerra; y que se pueda presentar al país elegido para la invasión como un mal supremo que habría que parar o exterminar (10).

No obstante debo decir que no he formulado este escenario sólo con fines didácticos. Lo he hecho con el fundamental propósito de llamar la atención sobre un tipo de agresión que sí podría intentar el imperio una vez que lograse instaurar a nivel mundial la matriz mediática de que Venezuela es un narcoestado, que no es otra que un ataque puntual ejecutado con el propósito de secuestrar al Presidente Maduro, en ocasión de alguna de sus muy frecuentes actividades de calle, para someterlo ilegalmente a la justicia norteamericana y/o a la justicia penal internacional controlada por ellos. Tal ataque podría ser realizado directamente por un grupo de las fuerzas especiales del imperio o, preferentemente, por un grupo paramilitar local que hiciese el trabajo bajo su coordinación, tal como hicieron en noviembre de 1950 el secuestro del comandante Carlos Delgado Chalbaud, a la sazón presidente de la junta militar de gobierno, acción que devino después en un magnicidio.

En apoyo a esta hipótesis podemos señalar la terrible suerte corrida a manos de las fuerzas del imperio, por otros líderes revolucionaros de talla mundial, como Sadam Hussein (2006) y Mohamad Gadafi (2011), a causa de haber intentado sustituir al dólar como moneda de pago de las exportaciones petroleras de sus respectivos países, tal como lo ordenase hacer el camarada Maduro hace poco tiempo; así como la implícita amenaza de muerte proferida por Trump en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, al acusarlo irresponsablemente de ser un dictador en tan magno escenario (11).

Ya para finalizar estimo oportuno señalar que aquellos lectores que después de haber llegado hasta este párrafo consideren haber leído un artículo de política ficción, no deben perder de vista que poco tiempo después de su llegada a la Casa Blanca, la CIA propuso a Trump que ordenase una invasión de Venezuela “tipo Bahía de Cochinos”, tal como lo declarase en una entrevista a la televisión local de Washington, Steve Bannon, ex asesor del actual Consejo de Seguridad (12); siendo precisamente “Bahía de Cochinos”  (Cuba 1961) el primero de los escenarios de invasión que hemos formulado.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o muerte!
¡Venceremos!


celippor@gmail.com
Caracas, septiembre 25 de 2017

martes, 19 de septiembre de 2017



¿Para qué se ha seguido armando la vecina Colombia?
Carlos E. Lippo





Colombia es con mucho el país que más gasta en armamentos en toda la vasta región latinoamericana. Así lo demuestran de manera incontrovertible unas cifras publicadas por el Banco Mundial (1), según las cuales el gobierno colombiano asignó al área militar en el año 2016 un presupuesto equivalente al 3,4 % de su Producto Interno Bruto (PIB), cifra que es similar a la asignada por la maquinaria bélica más poderosa del planeta (EE.UU), que dedicó el 3,3 % en ese mismo período y casi 6 veces mayor que la asignada por Méjico, que es un país con mayores problemas de delincuencia organizada, cuyo combate es, junto al combate a la insurgencia de izquierda, la mayor “justificación” gubernamental para tan elevados gastos en países en los cuales persisten importantes niveles de pobreza. Semejante gasto es equivalente también a más del triple de lo asignado por la vecina Venezuela, sin embargo cada vez que nuestro país adquiere un nuevo sistema de armas, en el marco de su nueva doctrina militar independiente del Pentágono, es acusado en forma vehemente de estar estimulando una carrera armamentista en la región por los más encumbrados voceros del Palacio de Nariño.

El Índice Global de Potencia de Fuego 2017 (2) (Global Firepower Index 2017), que presenta una lista de las capacidades militares de 132 naciones a nivel mundial, con base en 50 factores, tales como sus capacidades logísticas y tácticas, la diversidad de sus armamentos y sus capacidades industriales, le asigna a Colombia el sitial 40° a nivel mundial y el 5°, por detrás de Brasil, Méjico, Argentina y Perú, a nivel de los países de la América Latina. Siendo necesario resaltar que su gasto militar (12.145 millones de dólares estadounidenses, en 2016), es sólo superado por el de Brasil (USA $ 24.500 millones), que es un país que tiene varios años seguidos incrementando su gasto militar y más de 3 veces superior al gasto militar de Venezuela, que ocupa el 6° lugar a escala latinoamericana y el 41° a escala global. Sin embargo, en lo que supera ampliamente Colombia al resto de las naciones de la región es en su número de efectivos de tropa, que alcanza a 507.000 (445.000 activos y 62.000 de reserva) y ello sin contar las decenas de miles de efectivos del paramilitarismo, que sigue casi tan estrechamente ligado al ejército colombiano como en aquella época en la que teniendo el ejército colombiano 5 Divisiones (en la actualidad cuenta con más de 10), las Autodefensas Unidas de Colombia, el principal grupo paramilitar, eran llamadas la “Sexta División” del ejército (3).

Este desmesurado gasto armamentista, absolutamente inútil por lo demás en atención a los ínfimos logros alcanzados en relación a sus pretendidos objetivos: el control de la insurgencia izquierdista y de la delincuencia organizada, tiene como correlato una pérdida de soberanía del estado colombiano en favor del imperio, derivada fundamentalmente de la suscripción de los siguientes acuerdos:

  • El bautizado con el pomposo y engañoso título en castellano de “Plan para la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del estado colombiano”, conocido coloquialmente como “Plan Colombia”, que no es más que una ley estadounidense impuesta a Colombia sin consulta alguna con su pueblo, en virtud del acuerdo firmado a finales de 1999 por los presidentes Andrés Pastrana y Bill Clinton, una de cuyas mayores falacias es el hecho de no estar circunscrito a Colombia, como su nombre lo sugiere y ha sido señalado por el gobierno, ya que las políticas que entraña y las consecuencias de su aplicación trascienden extraordinariamente las fronteras territoriales, políticas, sociales y culturales del vecino país (4).
  • El “Acuerdo Complementario para la Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad”, suscrito entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos, firmado el 30 de octubre de 2009 y publicado en la tarde del 2 de noviembre, del mismo año, que equivale a una anexión de Colombia a Estados Unidos, al poner en manos de los gringos no sólo sus principales bases militares, sino también los aeropuertos civiles y cualquier otra instalación que pueda ser útil a las fuerzas de la OTAN. Acuerdo que adicionalmente contempla, como si lo anterior fuera poca cosa, la cesión sin restricciones del espectro radioeléctrico colombiano (5), pero que habiendo sido declarado inexequible (que no se puede hacer, conseguir o llevar a efecto) por la Corte Constitucional de Colombia, ha sido sumisamente aplicado por Álvaro Uribe Vélez, quien lo firmó con Barack Obama y por su sucesor J. M. Santos.

También han contribuido a incrementar este ya desmesurado gasto militar algunos hechos tales como: la suscripción, el pasado 23 de diciembre, de un acuerdo de cooperación militar con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), solicitado desde hace muchos años por Santos (6), que necesariamente debe llevar aparejada una actualización de los sistemas de armas para adecuarlos a los estándares de esa funesta organización; y el afán desmedido del gobierno colombiano de agradar al imperio y sus aliados de la OTAN, participando en  cuanto ejercicio militar sea propuesto por ellos. 

Como evidencia irrefutable del último de los hechos señalados podemos mencionar la participación de las fuerzas militares colombianas en los siguientes eventos realizados durante los últimos cuatro meses, o pendientes aún de ser celebrados durante el presente año (7): los ejercicios militares "Tradewinds 2017" (Vientos Alisios 2017), bajo la dirección del Comando Sur de los Estados Unidos, en aguas del Caribe sur-oriental, en Barbados (06 al 12 de junio) y en Trinidad (13 al 17 de junio); las maniobras aéreas conjuntas Colombia-Estados Unidos (Base Aérea de Palanquero, Colombia, 15, 16 y 17 de julio); las maniobras navales UNITAS LVIII-Fases del Pacífico y Anfibia, (costas del Perú, del 13 al 26 de julio); el ejercicio internacional “Mobility Guardian”, (Seattle, USA, del 29 de julio al 12 de agosto); los ejercicios militares AmazonLog (Tabatinga, Brasil, entre el 6 y el 13 de noviembre); y las maniobras navales UNITAS LVIII-Fase del Atlántico, a celebrarse en sitio y fecha que no hemos podido precisar aún.

Si el gobierno colombiano no reconoce que Colombia tenga ningún enemigo exterior como si lo tiene Venezuela, que ha sido amenazada de una intervención militar directa por el presidente Trump; si ya ha firmado y materializado los acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); y si ya tiene bastante adelantado unos acuerdos de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que pondrían fin a la insurgencia de izquierda, entonces, ¿por qué insiste en aumentar cada vez más el apresto operacional de sus fuerzas armadas?

Para nosotros, así como para quienes ya conozcan aquella frase lapidaria del senador Paul Coverdell, ponente del “Plan Colombia”, que sentenciaba: "Para controlar a Venezuela (se entiende que para apropiarse de sus ingentes recursos naturales de carácter estratégico) es indispensable ocupar militarmente a Colombia", la respuesta a esta interrogante está absolutamente clara, no pudiendo ser otra que para intentar invadir a Venezuela tan pronto como así le sea ordenado por el amo imperial.

Incursionar militarmente en Venezuela en procura de sus riquezas y de su fácil acceso al mar Caribe es un viejo anhelo de las oligarquías colombianas, reivindicado no hace mucho tiempo por uno de sus máximos voceros, el expresidente Álvaro Uribe Vélez, cuando señalaba impúdicamente, durante una conferencia dictada en una universidad colombiana, que “le había faltado tiempo para intervenir militarmente en Venezuela” (8).

Para aquellos que todavía alberguen dudas sobre las razones por las cuales el gobierno colombiano no sólo es que no disminuye el tamaño de su ejército estando a punto de lograr la paz interior, sino por el contrario se empeña en aumentar su presupuesto de gastos militares, presentaremos a continuación algunos juicios de personas ampliamente conocedoras de la materia, que confiamos plenamente que podrán convencerle de la veracidad de nuestro planteamiento:

  • Mary Beth Long, Ex subsecretaria de Defensa de los Estados Unidos, con experiencia de trabajo en la CIA, la NSA y el Departamento de Estado, en el seno de una “mesa de expertos” convocada por el entonces ministro de defensa colombiano Juan Carlos Pinzón, en ocasión de la inminente firma de los acuerdos de paz con las FARC. En esa oportunidad decía la reconocida experta, palabras más, palabras menos, que el ejército colombiano, una vez desmovilizadas las FARC, debía preparase para enfrentar a Venezuela (4).
  • Rodrigo Londoño Echeverri (a) Timochenko, ex jefe militar de las FARC, quien tratando de entender el verdadero alcance del acuerdo de cooperación militar firmado con la OTAN, decía que esa organización buscaba con dicho acuerdo el conducir a las tropas colombianas a combatir en lugares lejanos del mundo para asegurar las ganancias de los grandes consorcios internacionales que deciden ocupaciones militares de otras naciones con cualquier pretexto (9). Y decimos nosotros, ¿por qué habrían de ir más lejos si tienen tan cerca a Venezuela?
  • Juan Carlos Tanus, vocero de la organización “Colombianas y Colombianos en Venezuela” y uno de los más de 6 millones de ciudadanos de ese vecino país que viven desde hace años entre nosotros, entrevistado recientemente por Walter Martínez en su programa Dossier (10), quien al ratificar junto al entrevistador que “Colombia es la estrategia de los Estados Unidos contra Venezuela”, señalaba hechos tan importantes como los siguientes: que el gobierno colombiano se propone incrementar el presupuesto militar del año 2018 en 8 puntos porcentuales, así como que el ejército colombiano está tomando posiciones a lo largo de la frontera con Venezuela, habiendo destacado ya: 14 batallones (alrededor de 14.000 efectivos) en la frontera con el estado Zulia, 9 batallones en la frontera con el estado Táchira y 8 batallones en la frontera con Apure. Siendo importante  destacar también que en la misma oportunidad, este compatriota de la Patria Grande, dando por inminente una intervención militar de Colombia en Venezuela expresaba su inquietud porque la visita del Papa Francisco a su país, concluida el día anterior, “no hubiese sido un ingrediente para tomar decisiones de carácter militar en relación a Venezuela”.

Para finalizar, considero necesario reiterar que Venezuela es y pretende seguir siendo un país de paz, pero que no por ello ni los Estados Unidos ni Colombia deben olvidar que somos los causahabientes directos de aquellos llaneros mal apertrechados que atravesaron las altas cumbres de la cordillera de Los Andes al mando de Simón Bolívar, para expulsar de sus tierras al imperio español y que no pararon hasta expulsarlo también del Alto Perú, para fundar la amada república de Bolivia.

¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o muerte!
¡Venceremos!


celippor@gmail.com
Caracas, septiembre 19 de 2017

miércoles, 13 de septiembre de 2017



Desde Venezuela estamos disparando un poderoso misil contra el sistema financiero del imperio
Carlos E. Lippo




El pasado 15 de agosto se cumplieron 46 años de la fecha en la cual aquel presidente gringo felón de nombre Richard Nixon señalase, en un discurso pronunciado en cadena nacional de televisión, que había ordenado suspender “temporalmente” la convertibilidad del dólar en oro u otros activos de reserva (1). Como se recordará este personajillo que es el mismo que se vio obligado a dimitir poco antes de la mitad de su segundo período para evitar un juicio político que a todas luces le resultaría adverso, era conocido desde los tiempos de su campaña electoral para el senado, con el despectivo y descriptivo apodo de “Tricky Dick”, que podría traducirse, de una manera muy libre, como “Richarcito el tramposo”.

Difícil es saber si Nixon realmente creía en el carácter temporal que dijo que tendría la medida, pero sobre lo que no puede existir duda alguna es que estaba mintiendo impúdicamente al decir que la causa que la había motivado era un supuesto ataque especulativo del que estaba siendo objeto ese signo monetario, ya que como presidente tenía que saber que la razón para estar violando los acuerdos de Breton Woods, firmados en 1944, que establecían que por cada 35 dólares emitidos los EE.UU. tenían que tener 1 onza de oro como respaldo, era que las bóvedas de  Fort Knox estaban a niveles más que críticos en virtud de los enormes gastos generados por las fallidas guerras de Corea (1950-53) y de Vietnam, esta última devenida en una aplastante derrota militar, política, económica, social, ética y moral para el imperio, que habiendo sido iniciada en 1955 estuvo vigente hasta 1975.

No obstante, no le faltaba razón a Nixon cuando decía en apoyo de la decisión, de manera muy petulante, que: “La fuerza de la moneda de una nación se basa en la fortaleza de la economía de ese país y la economía de Estados Unidos es de lejos la más fuerte en el mundo”. Hoy, a 46 años de distancia, podemos decir que era la más fuerte, ya que a partir de este año sin duda alguna será superada por la de esa gran nación que es la República Popular China.

Ahora bien, no contentos con continuar teniendo la moneda de reserva mundial, sin tener que respaldarla con oro físico en sus bóvedas, Nixon y Henry Kissinger, el mismo dúo terrible que no tuvo el más mínimo empacho en destruir la economía de Chile antes de derrocar a Allende en 1973,  lograron firmar un tratado con Arabia Saudita, a cambio de venderle armas y protección militar contra sus vecinos, según el cual este país que era, como aún sigue siendo, el mayor exportador de petróleo del mundo sólo vendería su petróleo en dólares. Posteriormente en 1975, por razones de desconfianza hacia los otros miembros, todos las naciones integrantes de la organización de países exportadores de petróleo (OPEP), de la cual formamos parte en calidad de miembro fundador, que a la sazón contaban con más del 81% de las reservas mundiales de petróleo, decidieron suscribir el mismo pacto, con lo que quedó conformado el sistema petrodólar (2). Sistema absurdo y aberrante que fuerza a todos los países del planeta a vender y comprar todo su petróleo en dólares, creando una demanda internacional artificial por el dinero de los Estado Unidos.

Lo anterior significa que el valor del dólar es básicamente artificial pues no está basado en una materia prima, como el oro, sino en su propia demanda. De manera que el sistema del petrodólar es la única razón por la que el dólar aún tiene valor como dinero y también es la única razón que mantiene al dólar como la moneda de reserva mundial y como la más usada en las transacciones internacionales, hecho incontrovertible, puesto que durante el año 2016 y según cifras del Banco de Pagos Internacionales (BPI), estuvo presente en casi el 44 % de las transacciones, muy por encima del euro que registró casi un 16 % de participación y bastante lejos del yuan, que ocupando el octavo puesto a nivel mundial, sólo tuvo participación en un 2 % de las transacciones (3).

Resulta evidente que un sistema tan inicuo, que otorga a los Estados Unidos tan exorbitantes privilegios sólo ha podido haber perdurado durante tanto tiempo, gracias a su monumental caradurismo, que le permite exigir a otros el cumplimiento de obligaciones y tratados que ellos mismos no cumplen y al chantaje y las amenazas que ejercen sobre buena parte de las naciones del paneta con base en su extraordinaria capacidad militar.

Para entrar en materia después de esta larga introducción considero necesario comenzar diciendo que es prevalido de este inmenso poder financiero así como de su poder militar con el cual el mismo Trump nos ha amenazado de manera explícita, que el gobierno del imperio en cabeza de su presidente, empeñado como está en acabar con la revolución bolivariana para poder ponerle la mano a nuestros ingentes recursos naturales, ha emitido el pasado 25 de agosto una orden ejecutiva (4) contentiva de una serie de sanciones de carácter financiero que en opinión de Peter Koening (5), economista y analista geopolítico de origen estadounidense, ex funcionario del Banco Mundial, son las más amplias sanciones económicas de la historia, son representativas de una guerra financiera directa que prácticamente paralizaría a Venezuela y constituyen además un crimen de guerra, ya que ponen en peligro y amenazan las vidas del pueblo venezolano.

Aunque de una manera general y ambigua las sanciones aprobadas sólo pretenden bloquear el acceso del estado venezolano y la empresa estatal PDVSA a nuevas fuentes de financiamiento en dólares; bloquear todas las operaciones con dos títulos valores (bonos) emitidos legalmente por PDVSA; e impedir la percepción de los dividendos resultantes de las operaciones de su filial CITGO en territorio estadounidense, en la práctica se trata, con arreglo al sistema monetario occidental que hemos descrito al comienzo del artículo, de excluir a Venezuela de toda transacción financiera internacional así como de un bloqueo  bancario total contra PDVSA, imposibilitando las transacciones directas de hidrocarburos.

Nos atrevemos a decir sin temor de equivocarnos que si el gobierno del imperio no ha aprobado aún la prohibición de que sus empresas refinadoras adquieran crudos de PDVSA es porque la sustitución de los mismos por otros similares de distinta procedencia elevaría considerablemente el precio de los combustibles en sus respectivas zonas de influencia y porque un cambio de los patrones de refinación para adaptarlas a otros tipos de crudos llevaría tiempo a la vez que también incrementaría los precios a nivel de consumidor, cosa que la han hecho saber a Trump los directivos de tales empresas.

El hecho anterior es reconocido explícita y vergonzantemente por el gobierno imperial en aquella parte del texto de la malhadada orden ejecutiva que señala textualmente que: “… para mitigar el daño al pueblo estadounidense y venezolano, el Departamento del Tesoro está emitiendo licencias generales que permiten transacciones que de otro modo estarían prohibidas por la Orden Ejecutiva...”, porque ¿Qué carajos podría importarle el pueblo venezolano al gobierno del imperio?

A juicio nuestro debe haberle causado una gran sorpresa al gobierno imperial el que el gobierno revolucionario no haya salido corriendo a pedirle perdón y a lamerle las botas, a partir de las sanciones. Se siguen equivocando porque no nos conocen ni hacen el más mínimo intento por conocernos.

Sin dejar de reconocer el enorme impacto adverso que tales sanciones habrán de generar sobre nuestra economía, nuestro gobierno decretó el pasado día 7 un conjunto de medidas de carácter económico-financiero entre las cuales destaca la salida del sistema petrodólar; en palabras del propio presidente Maduro: “Venezuela va a implementar un nuevo sistema de pago internacional y va crear una canasta de monedas para liberarnos del dólar y con las monedas de libre convertimiento como el yuan (moneda de China), el euro, el yen (moneda de Japón), la rupia (moneda de India) y las monedas internacionales para liberar de las garras del dólar como moneda opresora” (6); complementando luego el planteamiento con las siguientes palabras: “… tenemos que traer un nuevo sistema de pagos internacional, eso es inmediato, una orden, que ya se empiece a implementar a todo nivel. Estamos en otro mundo y estoy seguro que esta decisión que he tomado abrirá los caminos de un nuevo sistema monetario y financiero internacional que nos libere del chantaje del dólar”. ¡Este es el poderoso misil al que alude el título de estas notas!

En clara demostración de que la Venezuela revolucionaria no está sola en el mundo, al día siguiente de haber decretado las medidas recibimos contundentes manifestaciones de apoyo de nuestros aliados más poderosos: la Federación de Rusia y la República Popular de China.

En efecto, Rusia se ha ofrecido a ayudarnos a refinanciar nuestra deuda pública contraída en dólares, como puede apreciarse de unas declaraciones ofrecidas a la agencia EFE por su ministro de finanzas, Antón Siluánov (7), cuyo contenido central reproducimos a continuación: “Los colegas de Venezuela solicitaron la reestructuración. Estamos trabajando en este asunto tanto en el marco del Club de París como mediante contactos bilaterales. Estoy seguro de que llegaremos a una decisión satisfactoria para ambas partes con Venezuela”.

Sumamente auspiciosa para nuestra decisión de salirnos del sistema petrodólar resulta el hecho de que China ha divulgado días más tarde que se prepara para acordar un contrato de futuros de crudo denominado en yuanes y convertible en oro de manera inmediata en el mercado de Shanghái (8), toda una auténtica bomba termonuclear que ha hecho preguntarse a dos agudos analistas económicos de la talla de Max Keiser y Stacy Herbert, sí ¿Será este el último clavo en el ataúd del dólar?

En Venezuela todos los revolucionarios tenemos plena conciencia del inmenso riesgo que estamos corriendo al haber disparado este misil, pues todavía están presentes los escenarios de completa destrucción generados por el imperio en Irak y Libia ante los solos anuncios de sus valientes líderes, Sadam Hussein y Mohamad Gadaffi, de que pretenderían liberar a sus naciones de la tiranía internacional del dólar. Lo que ocurre es que en nuestra patria en verdad hemos decidido ser libres.

Para finalizar debo decir que mientras tanto disfrutamos de la inmensa dicha de tener ya casi una semana sin escuchar las estridentes amenazas y declaraciones injerencistas de los funcionarios del gobierno gringo, sumamente locuaces y petulantes cuando de atacar a Venezuela se trata; sin embargo, estamos plenamente conscientes de que no podemos bajar la guardia ni por un instante, puesto que es evidente que después de este silencio habrá de venir la más fuerte tempestad.
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o muerte!
¡Venceremos!



celippor@gmail.com
Caracas, septiembre 13 de 2017