jueves, 25 de octubre de 2018


¡Alerta, con la falsa acusación del imperio sobre que Venezuela está financiando la caravana de migrantes hondureños!
Carlos E. Lippo
“"El presidente de Honduras me dijo que (la caravana) fue organizada por grupos de izquierda hondureños,
financiada por Venezuela y enviada al norte para desafiar nuestra soberanía y nuestra frontera”
Mike Pence, vicepresidente de los Estados Unidos




Lo que se ha dado en llamar en días recientes “la caravana de migrantes hondureños rumbo a los Estados Unidos” es una marcha espontánea (1) de ciudadanos hondureños iniciada el 13 de octubre de 2018 en San Pedro Sula, Honduras, con destino a México y Estados Unidos, acometida con el propósito de pedir asilo, obtener trabajo y en general lograr mejores oportunidades de vida, empujados por la pobreza y la extrema violencia en su país de origen. Ya que como se recordará Honduras, desde la defenestración de José Manuel Zelaya en el 2009, se ha sumido en una espiral de violencia y pobreza, habiendo alcanzado una tasa de homicidios de 43 por cada 100.000 habitantes, que lo convierte en uno de los países más violentos del mundo, situación muy parecida a la que impera también en sus vecinos Guatemala y El Salvador; y a la vez mantiene los índices de pobreza más altos de la región centroamericana, al  promediar una tasa de 60,9% de población que vive en la pobreza, según datos del Banco Mundial (BM) del 2016, con una proporción de 1 por cada 5 hondureños viviendo en pobreza extrema, en las áreas rurales.

Aunque no se trata de la primera marcha de migrantes que ha sido organizada en la región este año, pues  la primera tuvo lugar en México el pasado mes de abril, si se trata de la primera en la que miles de personas han intentado migrar juntas de forma organizada; la primera en la que los participantes han recibido algún tipo de apoyo de los gobiernos de los países por donde cruzan; y sobre todo es la primera en alcanzar tan amplia repercusión mediática. ¡Y ya sabemos quiénes son los que controlan la plataforma mediática mundial!

El caso es que quienes iniciaron el recorrido en San Pedro Sula el pasado día 13, que eran alrededor de 1.600 personas cuyo objetivo era el de transitar por Guatemala y llegar a México y Estados Unidos, al llegar a la frontera entre Guatemala y México ya sumaban cerca de 4.000 y con el paso de los días, más y más personas se han ido integrando a la caravana, de manera que diversas fuentes, como la Organización de Naciones Unidas (ONU) señalaban, a comienzos de esta semana, que el número de participantes era de alrededor de 7.000 personas, entre las cuales también se encuentran guatemaltecos y salvadoreños (2).
Adicional a ello, el pasado martes 23 de octubre, mientras la caravana original se encontraba atravesando el estado mexicano de Chiapas, una segunda caravana, formada por más de 2.000 guatemaltecos, se dirigía a la frontera mexicana (3). Al igual que la mayoría de los que salieron de Honduras, estos migrantes quieren cruzar México para instalarse en EEUU y escapar de la pobreza y la violencia en su país.

En lo que a mi juicio es una clara demostración de las genuinas intenciones de la inmensísima mayoría de quienes están participando, el gobierno de México había recibido 1.699 solicitudes de refugio, sólo hasta el 23 de octubre, tratándose los solicitantes fundamentalmente de niñas, niños y adolescentes, así como de mujeres, quienes se encuentran alojados en el Recinto Ferial de Tapachula, Chiapas, para ser atendidos por el Instituto Nacional de Migración (INM) y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados.

Como es natural en casos como éste, unas 110 personas procedentes de Honduras desistieron de continuar con sus trámites para solicitar el reconocimiento de la condición de refugiado, acogiéndose de manera voluntaria al retorno asistido a su país de origen (2); así mismo, el gobierno hondureño ha dado a conocer el regreso de alrededor de 800 de sus ciudadanos  que decidieron no continuar en la caravana, ya que no es nada fácil el recorrer a pie y/o en vehículos inapropiados los miles de kilómetros que median hasta la frontera de México con los Estados unidos.
En los últimos días la caravana viene desarrollándose bajo una significativa preocupación internacional, expresada por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en relación a la seguridad física de los participantes debido a la peligrosidad de alguna de las áreas a atravesar; y hasta por la mismísima Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que también ha expresado su preocupación ante los abusos y violaciones a los derechos humanos que vienen enfrentado las personas que integran la caravana, por lo que ambos organismos han exhortado a los países involucrados a adoptar medidas que garanticen los derechos humanos, en particular el derecho a solicitar y recibir asilo de las personas con necesidades de protección internacional y a fortalecer los mecanismos de responsabilidad compartida.

Casi desde un principio, el 16 de octubre, el neurótico inquilino actual de la Casa Blanca reaccionó como siempre esgrimiendo el garrote, al amenazar al írrito y cipayo gobierno hondureño de Juan Orlando Hernández con retirarle toda ayuda económica si no detenía el éxodo de sus conciudadanos y los hacía regresar a su país, amenaza que reiteró al día siguiente, extendiéndola a los gobiernos de los vecinos países de Guatemala y El Salvador, al transmitir textualmente desde la cuenta @realDonaldTrump: "Hemos informado hoy a los países de Honduras, Guatemala y El Salvador que si permiten que sus ciudadanos, u otros, viajen a través de sus fronteras y lleguen a Estados Unidos con la intención de entrar en nuestro país de manera ilegal, todos los pagos que se les hacen serán SUSPENDIDOS (FIN)" .

Posteriormente la neurosis presidencial llegaba al paroxismo, cuando en varios tuits en su perfil de la red social, calificó la llegada de migrantes como un "asalto a nuestro país" y culpó de ello a Guatemala, Honduras y El Salvador porque sus líderes "no están haciendo lo suficiente para detener este flujo masivo de personas, que incluye a criminales" (5). Siendo necesario apuntar que ese mismo día amenazó con cerrar la frontera sur con México y que cuando me dispongo a escribir estas líneas (25/10/18 - 18:00 h.), me entero de que ya ha materializado esta amenaza puesto que en la mañana de hoy escribió desde su cuenta Twitter que ya estaba movilizando "militares para esta emergencia nacional" (6). ¡Qué lastimoso tigre de papel tiene que ser un imperio que es puesto en emergencia, a decir del emperador, por un puñado de pacíficas personas que sólo aspiran a trabajar en él para tratar de obtener la calidad de vida que les ha sido negada en sus países de origen!

Entrando de lleno en materia sobre el tema que nos ocupa considero oportuno señalar que Fernando Cutz, un exdirector para Sudamérica del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, que es  el organismo que asesora al presidente en materia de política exterior y seguridad, en el seno del cual debe discutirse previamente cualquier posibilidad de intervención militar en Venezuela, decía en una entrevista concedida al corresponsal en Washington del diario ABC de España el lunes de esta semana, que la Casa Blanca había comenzado a trabajar en una serie de planes para la “transición nacional” en nuestro país (7).

El citado funcionario quien desempeñó su cargo desde la administración Obama y hasta el pasado mes de abril, todo un pichón de halcón al acecho de Venezuela, respondió sin eufemismos las preguntas más tendenciosas del insidioso corresponsal, dejando caer algunas “perlas”, tales como:  

  • Que el tiempo para la aplicación de leyes y sanciones ya había pasado.
  • Que para derrocar a Maduro lo menos sangriento sería una intervención militar a nivel internacional, con cooperación de varios países de la zona.
  • Que Trump está dispuesto a una intervención de este tipo, si otros países de la zona lo consideran necesario, aunque cree que todavía no estamos en ese punto.
  • Y ante la pregunta de ¿Qué debería suceder para que EE.UU. considere que Venezuela es un problema propio? Respondió enfáticamente que: “El problema será bilateral si el régimen ataca nuestra embajada o si agrede a ciudadanos norteamericanos”.

Es en el marco de esta última respuesta, que adquiere singular importancia un señalamiento del vicepresidente Mike Pence en relación a que el presidente de Honduras le había comentado que la caravana estaba siendo financiada por el Gobierno Bolivariano; dicho en sus propias palabras: "El presidente de Honduras me dijo que (la caravana) fue organizada por grupos de izquierda hondureños, financiada por Venezuela y enviada al norte para desafiar nuestra soberanía y nuestra frontera" (8).

Falso señalamiento más que contradictorio si tomamos en consideración que en anteriores oportunidades han dicho hasta la saciedad que nuestro país está en bancarrota para poder invadirlo por “razones humanitarias”, y siendo así, ¿con cuáles recursos podría nuestro gobierno estar financiando entonces tamaña empresa?

Considero, al igual que el presidente Maduro, que tal señalamiento sería totalmente risible si no hubiese sido proferido por el número dos del imperio (9), y al igual que él hago este llamado de alerta por considerar que se está fraguando a partir del financiamiento de la caravana de migrantes que se nos atribuye, un deleznable y asqueroso “falso positivo” tendiente a mostrarnos ante la opinión pública mundial como una real amenaza para la seguridad interior de los Estados Unidos, capaz de justificar una intervención militar aun realizada de manera unilateral.

Y para “redondear” ese falso positivo podría atribuírsenos la autoría intelectual de algunas explosiones de naturaleza parecida a las ocurridas el mes pasado en los alrededores de Boston, con apoyo en la denuncia de Trump, no comprobada por cierto como él mismo lo ha admitido (10), de la presencia de terroristas del medio oriente en la caravana de migrantes. ¡Y ya sabemos también, quiénes son los que controlan a los terroristas islámicos que operan en esa región!
En apoyo a esta hipótesis del montaje de un falso positivo que permitiese justificar la intervención militar del imperio con base en la amenaza que nuestro gobierno pudiese representar para la seguridad interna y la soberanía de los Estados Unidos, estaría la amplísima difusión tendenciosa del tema que están haciendo los miembros de la canalla mediática nacional, y muy especialmente dos de los medios digitales más conspicuos de la contrarrevolución venezolana como lo son venepress.com  y panampost.com.

El primero de ellos, con un artículo (11) en el cual, dando como un hecho irrebatible las acusaciones de Pence, destaca la opinión de un “sesudo analista” venezolano de nombre Carlos Luna, que considera que “el gobierno venezolano, con el presunto financiamiento de la caravana, estaría tratando de crear un problema estructural de seguridad en territorio estadounidense” (¿!); así como también destacando una proposición del diputado Juan Guaidó, tendiente a promover una investigación legislativa del presunto financiamiento.

El segundo, con un auténtico bodrio cuyo título y subtítulo, escritos al parecer con extremo entusiasmo, lo dicen todo: “Caravana hacia EEUU, posible detonante de intervención en Venezuela” y “Dice Trump que la caravana que va a su país representa una emergencia nacional y debe haber una respuesta urgente. Y el vicepresidente Pence dice que es Venezuela el país que financia esa caravana” (12); rematando con la más que “sesuda” opinión de ese redomado pillo que es Diego Arria, quien conociendo muy bien a Trump (¿!), según el articulista, dice nada más y nada menos que “el presidente de Estados Unidos podría justificar una intervención en Venezuela, para deponer a Maduro, con el éxodo masivo y la crisis de refugiados”.
No tengo la menor duda sobre que la frustración de no haber podido derrotarnos hasta ahora, después de casi un sexenio de aplicarnos una intensísima guerra de cuarta generación, los tiene totalmente desesperados. Tampoco tengo dudas sobre la efectividad de nuestra unión cívico militar para resistir cualquier tipo de agresión; pero como guerra avisada también mata soldados, es necesario mantenernos en alerta máxima.
¡Hasta la Victoria, Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
Caracas, octubre 25 de 2018
celippor@gmail.com


sábado, 20 de octubre de 2018


Es urgente un acuerdo con Rusia para el establecimiento de una base militar en Venezuela
Carlos E. Lippo
"Rusia tiene suficiente potencial como para garantizar su presencia en diferentes partes del mundo.
Si las Fuerzas Armadas rusas quieren estar en Venezuela, serán recibidas calurosamente"
Comandante Hugo Chávez, durante su sexta visita a Rusia en julio de 2008.




Desde su advenimiento como república independiente liberada del imperio español, Venezuela ha venido siendo un país decididamente pacifista, cuyos ejércitos no han salido de sus fronteras sino en dos oportunidades y ello con el propósito de apoyar a pueblos hermanos en su lucha por la emancipación del mismo imperio español.

La primera de ellas fue en 1817, cuando El Libertador, persuadido como estaba, de que la única forma de detener a los españoles haciendo nugatorio cualquier intento de reconquista de nuestros territorios, era ocupar las islas de Cuba y Puerto Rico, promoviendo de esta forma el final de su presencia en el continente, comisionó a uno de sus más brillantes oficiales, el escocés Gregor MacGregor, para organizar una expedición con el propósito de ocupar la península de la Florida, de manera de cortar el flujo comercial entre Estados Unidos y España, haciendo factible así la invasión del territorio cubano. La expedición fue inicialmente exitosa, logrando la creación de la República de La Florida, independizada de España, que sin embargo pocos meses después hubo de sucumbir ante el empuje de  las fuerzas aliadas de EE UU y el imperio español.

La segunda oportunidad ocurrió dos años más tarde, en 1819, cuando El Libertador después de atravesar los llanos colombo-venezolanos, cruzó las altas cumbres de la cordillera de Los Andes para caer sorpresivamente sobre los españoles en Boyacá, derrotándolos para así lograr la independencia del territorio de la actual Colombia; se trataba del mismo ejército que después de sellar la independencia de Venezuela en Carabobo en1821, retornó para lograr una ininterrumpida cadena de victorias: Pichicha, Junín y Ayacucho, logrando la independencia de los territorios ocupados actualmente por Ecuador, Perú y Bolivia, así como la expulsión definitiva de los ejércitos de España del territorio continental americano, a finales de 1824.

Nunca más ninguno de nuestros sucesivos gobiernos, independientemente de su origen y orientación ideológica, mandaron a combatir a nuestros ejércitos fuera de nuestras fronteras y esto a pesar de que algunos de ellos fueron presionados de manera extrema por los “todopoderosos” Estados Unidos, en al menos dos ocasiones: una, a fines de 1941, a raíz de su obligada incorporación a la Segunda Guerra Mundial, después de haber sido masacrados por la aviación japonesa en Pearl Harbor; y la otra en 1950 cuando se nos quiso hacer socios menores en una guerra absurda que todavía no ha terminado oficialmente, en la península de Corea. Decisiones éstas que enaltecen al gobierno del general Isaías Medina Angarita, en el primero de los casos y al del teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud en el segundo, puesto que al tomarlas no sólo es que estaban haciendo honor a nuestra tradición pacifista, sino que además estaban dando una demostración fehaciente de soberanía en el plano militar, ante la que ya en aquellos lejanos días era una de las mayores potencias militares del planeta. Siendo oportuno señalar que, como muchos recordarán, nuestra vecina Colombia participó amplia  y lacayunamente en ambos conflictos bélicos al lado del amo imperial, y dos de los pesos pesados latinoamericanos, Brasil y México, tuvieron una participación bastante más discreta en ellos, aunque no por esto menos lacayuna.

Otras dos importantes manifestaciones de soberanía en el terreno militar, traducidas por supuesto en sendos desafíos al poderío militar del imperio, han sido protagonizadas por dos de nuestros gobiernos, aun siendo éstos bien disímiles en relación a su origen y a su orientación ideológica; se trata de los gobiernos del general Marcos Pérez Jiménez (1953-1958), de origen espurio y de carácter represivo y elitesco y del segundo de los gobiernos del comandante Chávez (2000-2006), plenamente legítimo y democrático, con un altísimo contenido popular.

Hablando del primero de estos casos es necesario comenzar diciendo que en marzo de 1956, el general Dwight Eisenhower, presidente de los Estados Unidos, convocó para el mes de junio de ese mismo año una reunión cumbre de mandatarios del continente a celebrarse en Panamá, cuyo “plato fuerte” era  la proposición de establecer una base estratégica de misiles con cabeza atómica en la península de Paraguaná (1), como una parte supuestamente muy importante de los planes de seguridad de todo el continente, por lo que esperaba contar con el apoyo unánime de todo “el patio trasero”; el general Pérez Jiménez, al enterarse de la propuesta antes de celebrarse el evento, no sólo la rechazó por ser lesiva a la soberanía nacional, sino que advirtió que no acudiría a la cita si el gobierno gringo no retiraba su propuesta, cosa que éste se vio obligado a hacer muy a su pesar.

El segundo de los casos se refiere a la suspensión, en abril de 2005, de la misión militar conjunta con Estados Unidos, lo cual se tradujo en lo inmediato en la salida de todos sus asesores militares, que por acuerdo con gobiernos anteriores tenían oficinas en nuestras principales instalaciones militares y en la suspensión de toda operación conjunta e intercambio militar con ese país (2); siendo oportuno señalar que para esa fecha, y más aún en la actualidad, una inmensa mayoría de países de América Latina mantienen efectivos militares estadounidenses dentro de sus instalaciones castrenses e incluso algunos, como Colombia, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú, mantienen en su territorio varias bases militares de EE.UU., como una forma del gobierno estadounidense de hacer sentir su presión hegemónica sobre todos los países de la región.

Tengo confianza en que esta pequeña introducción habrá de servir para dejar plenamente establecido que aunque históricamente hemos sido y aún somos un pueblo decididamente pacifista, el venezolano genuino lleva impreso en su ADN el ser insumiso a los dictados de las potencias imperiales, así como un elevadísimo sentido de la soberanía en todos sus aspectos, muy especialmente en el aspecto militar.

Entrando ya de lleno en el tema medular de estas notas es necesario señalar que entre Venezuela y Rusia se ha establecido una estrecha y franca cooperación de carácter técnico militar, casi desde el mismo inicio de la Revolución Bolivariana, tal como se desprende de los acuerdos suscritos sobre ese tema durante la primera visita oficial del comandante Chávez a Rusia, en marzo de 2001, quien a su llegada a la capital rusa señaló entre muchas otras cosas que  Moscú y Caracas "tienen puntos de vista comunes sobre el concepto de un mundo multipolar" (3).

Esta cooperación de carácter técnico militar fue consolidándose y al mismo tiempo ampliándose con el paso del tiempo convirtiéndose en una auténtica alianza militar de carácter estratégico, de manera que en abril del 2010, durante la primera visita oficial de Putin a Venezuela, realizada en su condición de primer ministro de la Federación de Rusia, al momento de suscribir nuevos acuerdos en este ámbito, el comandante Chávez señalaba: “… seguimos ampliando el factor seguridad y defensa. Este viernes vamos a seguir consolidando acuerdos. Algunos vienen ya en marcha, otros son nuevos. Revisaremos cómo van los proyectos para seguir incrementando la capacidad de defensa de Venezuela” (4).

En reconocimiento de la existencia de esta alianza estratégica y en la ocasión en que una serie de bombarderos estratégicos de largo alcance, Túpolev, hiciesen el viaje directo de Rusia a Venezuela sin tener que reaprovisionarse de combustible, Vladímir Putin envió un mensaje especial a Hugo Chávez en el que ratificaba su compromiso de una “profunda alianza estratégica” entre Caracas y Moscú; por su parte, el comandante Chávez al recibirlos en la Base Aérea Libertador fue enfático al declarar: “... la hegemonía yankee ha terminado” (5).

Y es que a juicio mío existe toda una comunidad de intereses de nuestro país con esa grande y lejana nación, expresada por señalamientos de su Presidente Vladimir Putin, como el que transcribo a continuación, formulado desde el Brasil durante una gira latinoamericana que realizase en el 2014: “La cooperación con los países de América Latina es uno de los vectores clave y muy prometedores en la política exterior de Rusia. Nos une la adhesión a los principios del multilateralismo en asuntos globales, el respeto al derecho internacional, la necesidad de potenciar el protagonismo de la ONU y el deseo de garantizar un desarrollo sostenible. Todo ello nos convierte en socios naturales en materia internacional y permite fomentar la cooperación en los más diversos ámbitos” (6).

Yo diría que en ese mismo año 2014, y hasta hace al menos dos años, los mandos militares de Rusia no se planteaban la necesidad del establecimiento de bases militares en países de la América Latina y en general a lo externo de su país y ello en virtud de que su concepto militar,  a diferencia del de los Estados Unidos, excluye la “necesidad” de poder ejercer una influencia de carácter global; se planteaban sí, como un natural respaldo a sus crecientes inversiones en la región, la creación de centros de mantenimiento para los buques de la Armada Rusa, esto es, apostaderos navales en los cuales se pudiesen realizar también tareas de mantenimiento mediano y menor de dichos buques, así como el de centros de aprovisionamiento de combustible de sus aviones cisterna para reabastecer en pleno vuelo a sus aviones operativos en la zona del Caribe, y a tal fin estaban en negociaciones con los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua, según lo declarase a la agencia de noticias rusas RIA Novosti, el entonces viceministro de defensa Anatoli Antónov (7).

El incremento desmesurado de las agresiones económicas, financieras y diplomáticas de los Estados Unidos sobre Rusia, aunado a las constantes amenazas de la OTAN en el terreno militar, en el marco de esta nueva versión de la “guerra fría”, iniciada en los años finales de la administración Obama y continuada con renovados bríos por la administración de Trump, ha hecho necesario que Rusia se plantee, como un tema de seguridad nacional, el tener que expandir sus capacidades defensivas y de ataque a larga distancia, en la región de Asia Pacífico y en la región Latinoamericana, donde cuenta con importantes socios estratégicos; algo que ha de llevarle a la reactivación de bases militares que antes mantuvieron en países como Vietnam y Cuba y al establecimiento de nuevas bases en éstos y otros países de ambas regiones. Unas tajantes declaraciones del jefe del Comité de Defensa de la Cámara Alta del Parlamento ruso, Víctor Bóndarev, publicadas por Sputniknews a finales del año pasado, según las cuales: "Una base militar rusa en Cuba con un EEUU agresivo respondería a los intereses en materia de seguridad" (8), habrán de servir para demostrar la validez de la hipótesis anterior.

Es un hecho cierto que la privilegiada y altamente estratégica ubicación geográfica de nuestro país: al norte de la América del Sur y con amplias fachadas sobre el mar Caribe y el océano Atlántico; ni muy lejos ni muy cerca de los Estados Unidos; y compartiendo con ellos una estimable frontera marítima, tiene que ser un incentivo importante para que Rusia quiera establecer una base aeronaval en nuestro territorio, la cual habría de dotarle de una posición altamente ventajosa a la hora de vigilar los movimientos del imperio.

También lo es el que un establecimiento militar de tal naturaleza habría de convertirse en un muy importante elemento disuasivo para la ejecución de los planes guerreristas que el imperio y sus socios de la OTAN tienen ya elaborados desde hace tiempo con el propósito de ponerle la mano a nuestros ingentes recursos minerales de carácter estratégico y al mismo tiempo acabar de raíz con ese “mal ejemplo” que proyectamos sobre la hoy sometida Latinoamérica y sobre el resto del mundo, por el solo hecho de estar demostrando, junto a los hermanos países del ALBA-TCP y el Convenio Petrocaribe, que una eficaz resistencia al imperio es posible.

En apoyo a esta hipótesis de que una base aéreonaval rusa en nuestro territorio se constituiría en un disuasivo importante para el imperio en relación a su decisión de invadirnos podemos señalar el innegable efecto disuasivo generado hasta ahora, tan sólo por contar con la fuerza aérea más poderosa de la región por el hecho de contar 24 caza bombarderos Sukhoi 30 MK2l, de fabricación rusa y con uno de los más poderosos ejércitos, reconocido así por disponer de: más de 120.000 combatientes activos equipados con el rifle de asalto AK 103, de fabricación rusa; alrededor de 200 tanques rusos T-72BM1, de comprobada efectividad en la protección y defensa de áreas urbanas; y el más poderoso sistema de defensa aérea de la región, desarrollado con la asistencia de Rusia y conformado por brigadas de misiles S-300 y de misiles antiaéreos Igla-S y Super Igla (9). Otro disuasivo importante lo han constituido los frecuentes ejercicios militares conjuntos con las fuerzas armadas rusas, dentro y fuera de Venezuela, y muy especialmente, unas maniobras realizadas en la frontera con Colombia, entre el 22 y el 29 de septiembre, conjuntamente con efectivos de las fuerzas armadas de China, Cuba y Rusia, causantes a juicio mío del actual repliegue transitorio de las fuerzas invasoras del imperio.

Pero si la base propuesta no surtiese el efecto disuasivo deseado, no tengo duda alguna de que a partir de ella estaríamos en capacidad de potenciar de manera significativa nuestro desempeño en la indeseable e impuesta confrontación militar, como ha sido el caso de Siria, con sus bases aérea y naval, y aún sin haber contado hasta ahora con los misiles S-300, que nosotros si poseemos, convertidos ellos en el némesis de los misiles de la OTAN.

Como la firma del acuerdo para el establecimiento de la base propuesta debería esperar por una modificación del Artículo 13 de la Constitución, tarea que debería acometer desde ya la soberanísima Asamblea Nacional Constituyente (ANC), consideramos que es impostergable comenzar a desarrollar conjuntamente apostaderos navales y centros de aprovisionamiento de combustible para aviones, tratando de hacer el uso más eficiente de los recursos de infraestructura existentes en instalaciones como: la Base Naval “Juan Crisóstomo Falcón”, en la península de Paraguaná; DIANCA y la Base “Naval Agustín Armario” , en Puerto Cabello; y la Base Aeronaval C/N “Antonio Díaz”, en la isla de la Orchila. No olvidemos que a juicio de algunos estrategas militares rusos este tipo de instalaciones son suficientes para contener exitosamente la agresividad imperial en regiones como la nuestra.
¡Hasta la Victoria, Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(1)   “Secretos de la Dictadura 1948-1958”, conversaciones de Régulo Fermín Bermúdez con Gonzalo Ramírez Cubillán, Editorial Greco, Primera Edición, noviembre de 1996, página 90.
Caracas, octubre 20 de 2018
celippor@gmail.com

miércoles, 10 de octubre de 2018


Venezuela entre los siglos XV-XVIII: de “Tierra de Gracia” a colonia preterida del imperio español (*)
Carlos E. Lippo
“El día que la ideología colonial sea completamente disipada,
esta resistencia (la indígena) contará entre las hazañas más nobles que la humanidad haya conocido”.
Laurett Sejourné. arqueóloga y antropóloga italiana, nacionalizada mejicana.




1.        
Así comenzó todo
Según la historiografía de base eurocéntrica el territorio de la actual República Bolivariana de Venezuela fue avistado por primera vez por un europeo a comienzos de agosto de 1498, se trataba del navegante Cristóbal Colón que andaba en su tercer viaje a lo que ellos llamaban las Indias Occidentales y que al poner pie sobre el territorio en las costas del Golfo de Paria, cerca de la desembocadura del grandioso río Orinoco, lo llamó “Tierra de Gracia”.
El Orinoco se le asomó en tan hermosa plenitud al deslumbrado navegante ese jueves 3 de agosto de 1498, que llegó a escribir en su diario que había sentido aquel inmenso mar de agua dulce "...con un rugir muy grande... que hoy en día tengo miedo en el cuerpo..."
En clara demostración de que tratándose de Colón y sus aventuras siempre no todo es como se ha contado durante siglos, muy probablemente en un futuro haya que enmendar estas fechas, ya que está casi demostrado que Colón llegó a las costas de Venezuela en 1494 y no en 1498, pero él mismo ocultó este hecho, vaya Usted a saber por cuales motivos.
Es de hacer notar que al haber sido “descubierto” por nuestros aborígenes, que dicho sea de paso llevaban ya unos cuantos siglos ocupando esas tierras, viviendo mayoritariamente en comunas y en total armonía con la naturaleza, Don Cristóbal dio muestras de ser mejor adivino que navegante y cartógrafo, ya que al haber llamado “Tierra de Gracia” a nuestro territorio se estaba adelantando varios siglos a quienes al servicio de EE. UU. y el Reino Unido, principalmente, lo prospectaron en secreto, a espaldas de nuestros gobernantes y de nuestro pueblo, para dar cuenta a sus patrones de sus ingentes recursos minerales: hidrocarburos, oro, diamantes, hierro, bauxita, uranio, coltán, torio y cuanto mineral de carácter estratégico aparece listado en la Tabla Periódica.

En todo caso, fue muy poco lo que persistió el nombre de “Tierra de Gracia” puesto que desde los mismos inicios del siglo XVI nuestro territorio comenzó a ser conocido con el nombre de Venezuela.
La misma historiografía que sostiene que el Abya Yala, nombre que le fue dado a nuestro continente por el pueblo Kuna en Panamá y en Colombia y la nación Guna Yala del actual Panamá, siglos antes de la llegada de Colón y los europeos, fue “descubierto” por éstos, sostiene también que este nombre fue sugerido por el navegante florentino Américo Vespucio, quien junto a los conquistadores españoles Alonso de Ojeda y Juan De la Cosa, en 1499 avistase el Lago de Maracaibo, en el extremo occidental del territorio.
Dicha versión se apoya fraudulentamente en el contenido de una correspondencia enviada por Vespucio a su protector Lorenzo de Médici, en julio del año 1500, en la cual cuenta que después de abandonar la "Isla de los Gigantes" (presumiblemente Aruba u otra de las actuales Antillas Holandesas), se dirigió a otra isla (¿!) vecina de la anterior por diez leguas, “con una grandísima población,  que tiene sus casas con mucho arte construidas sobre el mar, como Venecia”. Sin duda alguna el florentino estaba asociando los palafitos construidos por nuestros aborígenes en el Lago de Maracaibo, con las casas construidas sobre el agua en Venecia.
Decimos que se trata de una versión fraudulenta de la historia porque en el documento que se esgrime como prueba el navegante florentino jamás menciona haber asignado dicho nombre a las tierras por él avistadas, referidas en el mismo, y porque en ningún momento utiliza un diminutivo ni atribuye ninguna pequeñez al territorio referido; por el contrario Vespucio destaca que la población es grandísima y construida con mucho arte.
Una versión mucho más sólida y verosímil permite deducir que Venezuela no es el nombre atribuido por el español a nuestro territorio, sino una versión españolizada de “Veneçiuela”, el nombre autóctono que se daba a la región avistada por Vespucio, Ojeda y De La Cosa en 1499.
El más importante apoyo documental a esta versión lo ofrece Martín Fernández de Enciso, cartógrafo, explorador y conquistador español que viajó con Ojeda y De La Cosa a esas regiones en 1502, en su libro "Suma de Geografía que trata de todas las partes y provincias del mundo, en especial de las Indias", editado en Sevilla en 1519, y que es el primer impreso que habla del Nuevo Mundo. En dicha obra se puede leer: "… y al cabo dela cerca de la tierra está una peña grande que es llana encima della. Y encima de ella está un lugar o casas de indios que se llama Veneçiuela..."
Algunos años más tarde, Juan Botero, en su libro "Relaciones de Universales del Mundo", afirma que en el Golfo de Venezuela hay una población de indios con ese nombre edificada en un peñasco "essempto y relevado que se muestra sobre las aguas".
Puede observarse que en ambos casos, los escritores dicen que el nombre del poblado indígena es Veneçiuela. Ellos no dicen que los españoles le hayan puesto el nombre, sino que afirman que ése era su nombre indígena.
Finalmente, en un enunciado muy valioso, que reafirma la autoctonía del vocablo, Antonio Vázquez de Espinosa, sacerdote español que viajó por casi todo el continente en las últimas décadas del siglo XVI en su "Compendio y descripción de las Indias Occidentales", fechado en 1629, señala lo siguiente: "Venezuela en la lengua natural de aquella tierra quiere decir Agua grande, por la gran laguna de Maracaibo que tiene en su distrito, como quien dice, la Provincia de la grande laguna..."
Tengo plena confianza en que con este párrafo hayamos podido sembrar al menos una duda más que razonable en relación a la validez de la idea de que nuestros territorios fueron descubiertos por los europeos y que el topónimo de nuestra amada tierra le haya sido asignado por el conquistador español en señal de algún defecto o minusvalía, como ocurre con tantas palabras castellanas como mujerzuela, plazuela o tontuela, que si lo denotan.

2.        
Una conquista a sangre y fuego
La primera ciudad de Venezuela fue Nueva Cádiz, en la isla de Cubagua, fundada  alrededor del año 1515. A pesar de lo inhóspita de la isla ya que no tenía agua, el lugar fue poblado por aventureros venidos de todos los países de Europa en la búsqueda de sus perlas. La población aborigen de la región fue totalmente diezmada a causa de las intensas jornadas de buceo a las que era sometida para extraer las madreperlas del fondo del mar.
La población nativa del resto de las regiones del país no corrió con mejor suerte y una inmensa parte de ella que según un señalamiento de Arturo Uslar Pietri, intelectual venezolano del siglo XX y uno de los más conspicuos representantes de la “derecha ideológica” de nuestro país, ya fallecido, en su ensayo “Fachas, Fechas y Fichas” (1982), estaba conformada por “unos hombres que viven en la naturaleza casi desnudos, bondadosos, inocentes, fraternales, que no conocen ni la espada ni la pólvora, y que todo lo disfrutan en igualdad y comunidad", fue exterminada por los conquistadores españoles, con la excusa de que “no tenían alma”, primero y de que “había que salvarles el alma”, más tarde, pero siempre para arrasar sus tierras, saquear sus riquezas y aniquilar sus culturas.

3.        
Una heroica resistencia
Entre los muchos mitos creados por la historiografía de base eurocéntrica existe uno altamente despreciativo que señala que los indígenas, una vez recibidos los espejitos y demás baratijas con las cuales los conquistadores pretendían obtener sus riquezas minerales vía trueque, se les sometieron mansamente. Nada más tendencioso y carente de toda fundamentación histórica. Por otra parte, también se ha señalado que por lo general los indígenas colaboraron con los conquistadores, cuando ocurre que existen suficientes evidencias demostrativas de que este comportamiento fue la excepción y no la regla, ya que si bien algunos caciques colaboraron con el enemigo, la mayoría de los jefes se inmolaron heroicamente en aras de la preservación de las vidas de sus gobernados y de la defensa de los valores de su cultura
Según algunos cronistas como Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, uno de los primeros enfrentamientos armados importantes de los indígenas con los españoles tuvo lugar en las costas de Venezuela en el año 1515, a cargo de varias tribus de la etnia Caribe y esta resistencia se prolongó hasta mediados del siglo XVII, retrasando por un siglo la colonización de esas tierras.  Uno de los jefes indígenas más destacados fue Guaicaipuro, cacique de los Teques, orgullo del pueblo venezolano, quien comandó su primera acción, un ataque a las minas de oro de Los Teques, cuando contaba apenas con veinticinco años de edad, logrando importantes victorias entre los años de 1560 y 1568 sobre los más aguerridos capitanes españoles, acciones que lograron retrasar la fundación de la ciudad de Caracas, actual capital de la república que sólo pudo ser establecida aunque de forma muy precaria, a mediados de 1567. El genio militar y político de este venezolano de excepción, primero en el continente en utilizar tácticas de “guerra de guerrillas” contra los españoles, era de tal dimensión que no sólo fue capaz de coordinar la totalidad de las tribus del norte de Venezuela sino que también intentó sumar a sus huestes a los esclavos negros seguidores del Negro Miguel, que se habían levantado en armas exitosamente en el centro occidente del territorio, donde lograron establecer su propio reino. A fines de 1567 o inicios de 1568, el conquistador Francisco Infante y sus hombres, conducidos por guías nativos que habían sido chantajeados, dieron con el paradero de la choza de Guaicaipuro, en las cercanías de Paracotos, logrando sorprenderlo. Si Guaicaipuro prendió fuego a su choza, inmolándose por su propia mano, como cuenta la leyenda o si encontró la muerte peleando con la espada que le había arrebatado al conquistador Juan Rodríguez Suárez, que es la versión sobre su muerte que ofrece el historiador José de Oviedo y Baños en su obra publicada en 1723, no es lo relevante; lo relevante es que esta muerte heroica tuvo que haber inspirado a sus compañeros de lucha: Terepaima, Paramaconi y Conopoima entre ellos, para seguir adelante, logrando sumar a otras tribus a lo largo y ancho del territorio nacional para continuar hostigando a los conquistadores hasta comienzos del siglo XVIII.
En reconocimiento al permanente espíritu de emancipación de nuestro pueblo, los restos de Guaicaipuro fueron trasladados al Panteón Nacional de manera simbólica, por decreto del entonces Presidente de la República, Hugo Chávez Frías, el 8 de diciembre de 2001, asignándosele un espacio junto a los demás próceres de Venezuela. Así mismo, el 8 de marzo del año 2017, en ocasión del Día Internacional de la Mujer, fueron también trasladados al Panteón Nacional, los restos simbólicos de Hipólita y Matea, dos esclavas negras que tuvieron importante participación en la crianza de El Libertador, junto con los de Apacuana, líder guerrera y guía espiritual de los indígenas Quiriquire, en las cercanías de Los Teques, actual estado Miranda.
Pero no sólo en Venezuela hubo una tenaz resistencia, cronistas de la época, protagonistas de la conquista y la colonización de los pueblos americanos, algunos de ellos sacerdotes católicos como Bartolomé de Las Casas y Diego de Rosales,  militares otros como Gonzalo Fernández de Oviedo, e incluso poetas como Alonso de Ercilla, autor de “La Araucana”, todos ellos nacidos en España, así como José de Oviedo y Baños, militar e historiador nacido en Santa Fe de Bogotá y muerto en Caracas, exaltan el genio, valor e inteligencia de muchísimos caciques, entre los cuales se destacan: Caonabo, de los Taínos, una rama de la etnia Caribe, quien fue el primero en rebelarse contra el dominio español, muerto en la isla de Santo Domingo en 1494 y Hatuey, de la misma etnia, muerto en la isla de Cuba en donde se había refugiado huyendo de Santo Domingo; Moctezuma y Cuauhtémoc, de los Aztecas, en Méjico; Huáscar y Atahualpa, de los Incas, en el Perú y Lautaro, Caupolicán y Pelantaro, de los aguerridos Mapuches, tercamente llamados Araucanos por los españoles, en las tierras de Chile, en lo que constituye una justa aunque incompleta reivindicación de las etnias originarias. Entre los cronistas contemporáneos no es posible dejar de citar a la arqueóloga y antropóloga italiana, nacionalizada mejicana, Laurett Sejourné quien señalase: “El día que la ideología colonial sea completamente disipada esta resistencia (la indígena) contará entre las hazañas más nobles que la humanidad haya conocido”.

4.        
El atroz genocidio
Como era de esperarse, la resistencia indígena fue finalmente quebrada a causa de la extrema superioridad armamentística y el enorme apoyo financiero prestado por las monarquías europeas involucradas en el proceso de conquista, dando paso a un atroz genocidio,
Bartolomé de Las Casas, un conquistador español que fue encomendero y se hizo sacerdote de este lado del Atlántico estimó que en 1542, a cincuenta años del “descubrimiento”, habían sido muertos, principalmente a causa de la conquista militar, los malos tratos y la esclavización alrededor de 21.500.000 personas en los territorios conquistados por España, ello sin incluir las regiones de Yucatán, Cartagena de Indias, Florida, Río de la Plata, Nueva Granada y Santa María. Esta cifra aportada por de Las Casas es bastante congruente con una estimación muchísimo más reciente del parlamentario belga André Flahaut quién siendo Ministro de la Defensa, sostuvo en un informe presentado a su gobierno en el año 2004, titulado “Genocidios”, que en la América se cometió el mayor genocidio de la historia mundial, ya que desde que Colón puso pie en este continente fueron asesinados unos 15 millones de indígenas en la América del Norte, a los cuales habría que sumar otros 14 millones que fueron masacrados en la América del Sur, cifras que sumadas representan alrededor del 52 % del total de la población nativa estimada para la fecha de la llegada de los europeos. Añadiendo que aunque la cantidad de víctimas no se puede saber con certeza, sí existen pruebas irrefutables de una deliberada campaña de exterminio, despojo y aculturación de los pueblos nativos, que se contraponen a las distintas teorías “negacionistas”.
Los negadores del genocidio indoamericano, se empeñan en sostener que lo que aquí hubo después del “descubrimiento”, fue un “colapso demográfico”, causado más por las enfermedades contagiosas portadas por los conquistadores europeos, principalmente la viruela, que por las guerras y otras causas derivadas de la violencia de la conquista. Un “negacionista” insigne fue el Papa Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), quien a pesar de las disculpas ofrecidas por su antecesor Juan Pablo II, a causa del comportamiento de la iglesia católica a todo lo largo de la conquista y la colonización americana, durante su visita pastoral al Brasil en mayo del 2007, sólo alcanzó a admitir que la colonización del continente americano a partir del siglo XV y su evangelización por parte de la iglesia católica que él encabezaba, vino acompañada de "sufrimiento" e "injusticias" para los indígenas, pero que la Iglesia había “purificado” a los indios y que volver a sus religiones originales sería un retroceso. Es a causa de estas declaraciones que el Comandante Chávez, Líder Eterno de nuestra Revolución Bolivariana le solicitase pedir disculpas, en los siguientes términos: "Como jefe de Estado le ruego a Su Santidad que se disculpe. No entiendo cómo puede afirmar que la evangelización no fue impuesta, si llegaron aquí con arcabuces y entraron a sangre, plomo y fuego. Aún están calientes los huesos de los mártires indígenas en estas tierras", añadiendo seguidamente: "Aquí con Colón no llegó Cristo, llegó el Anticristo. El holocausto indígena fue peor que el Holocausto de la II Guerra Mundial y ni el Papa ni nadie puede negarlo".
Las descripciones realmente dantescas de Bartolomé de las Casas al denunciar la matanza de los aborígenes llamaron la atención del rey de España, quien se dio cuenta del grave riesgo de perder la mano de obra sin la cual no era posible explotar las minas, las plantaciones y las haciendas. La monarquía dictó entonces las “Leyes de Indias” que, bajo un pretendido manto humanitario, escondían la verdadera intención de los reglamentos sobre la encomienda, que no era otro que preservar la mano de obra indígena. Sin embargo, la verdadera respuesta a este problema que para ellos no era realmente de carácter humanitario, sino de índole económica, fue la de traer esclavos africanos para sustituir las extintas o muy diezmadas comunidades indígenas como entes productivos. En una interesante nota sobre el padre Las Casas, el escritor José Martí, prócer augusto de la independencia de Cuba, señalaba: "es verdad que Las Casas por el amor de los indios aconsejó al principio de la conquista que se siguiese trayendo esclavos negros que resistían mejor el calor: pero luego que los vio padecer se golpeaba el pecho y decía ¡con mi sangre quisiera pagar el pecado de aquel consejo que di por mi amor a los indios!”
Fue el caso que para reemplazar como trabajadores a la gran cantidad de indígenas muertos en las posesiones coloniales durante el siglo XVI, a partir del siglo XVII los europeos capturaron alrededor de 60 millones de africanos al sur del Sahara, de los cuales, según el historiador británico Eric Hobsbawm, sólo unos 12 millones llegaron vivos a América donde fueron reducidos a la esclavitud. La diferencia entre personas capturadas y personas que llegaron vivas a la América se explica porque una parte de los capturados morían por efecto de la captura y de la retención en espera del viaje, otra parte moría durante el viaje y algunos eran sometidos a esclavitud en el Africa misma. Así mismo, es necesario tomar en cuenta que hasta el 10% de los esclavos que trabajaban en plantaciones, minas y otros oficios morían cada año por las extremadamente precarias condiciones de vida y los abusos laborales. La exportación de tanta gente, hombres y mujeres en edad productiva, produjo un abandono de la agricultura y detuvo el progreso de regiones enteras, dejando a este continente en permanente desventaja frente a otras partes del mundo, lo que en buena medida explica la continuada pobreza de la región. ¡A un genocidio sucedió otro genocidio, en suma, dos  verdaderas catástrofes demográficas generadas por las naciones supuestamente más avanzadas de Europa, desde finales del XV hasta bien entrado el siglo XIX: Portugal, España, Francia, Holanda y en menor grado Inglaterra, sin que dejasen de participar en ella desde su misma creación, los Estados Unidos de Norteamérica, algunos de cuyos “Padres Fundadores”, Jefferson y Adams, entre ellos, fueron connotados terratenientes esclavistas!

5.        
Una colonia española arrendada a banqueros alemanes
La creación de la Provincia de Venezuela tiene su origen en la fundación de la ciudad de Coro en 1527 y fue oficializada por una real cédula emitida por Carlos I el 27 de marzo de 1528, que le asignaba el territorio comprendido entre el cabo de La Vela, en la península de la Guajira, zona limítrofe con la gobernación de Santa Marta (actual Colombia) hasta Maracapana, región del río Unare, en las inmediaciones de la actual ciudad de Barcelona, incluyendo las islas que están sus  costas y nombraba gobernador a Juan de Ampíes, fundador de Coro. Resulta claro que no se incluían entre sus límites las únicas riquezas minerales detectadas y ya en proceso de explotación en el territorio venezolano para aquel entonces: los ostrales de Cubagua y las salinas de Araya.
No se secaba aún la tinta con la que se había suscrito la real cédula de su creación, cuando el mismo Carlos I, convertido en Carlos V, emperador de España, Alemania, Austria, Nápoles, Sicilia, los Países Bajos y el inmenso Nuevo Mundo, defensor de la fe católica y vicario guerrero de Dios en la tierra, suscribe al día siguiente 28 de marzo de 1528, un contrato con los Welser, que a la sazón eran una familia de banqueros de Augsburgo (Alemania) y una de las principales casas financieras de Europa, mediante el cual éstos obtienen en arrendamiento el territorio correspondiente a la recién creada Provincia de Venezuela.
Resulta una verdad de Perogrullo el decir que el citado contrato venía a ser el pago de los 850.000 florines aportados en préstamo por los banqueros alemanes  Függer y Welser para convertir al hijo del seductor y la loca y nieto de los reyes católicos en el heredero de Carlo Magno y el Sacro Imperio.
El funesto contrato obligaba a los alemanes a fundar por su propia cuenta dos pueblos y tres fortalezas, llevando 300 hombres para cada una de las poblaciones; también les exigía aportar 50 técnicos para explotar las minas de la región. A cambio de ello les otorgaba el gobierno así como un pleno derecho sobre la explotación de todos sus recursos naturales así como un tácito derecho sobre la vida y los bienes de todos los habitantes, por lo que resultaba un cínico eufemismo el decir que no implicaba pérdida de soberanía, por el sólo hecho de que los gobernadores alemanes estaban sometidos a la jurisdicción de la Real Audiencia de Santo Domingo.
Considero que no vale la pena hablar en detalle de lo acontecido durante los 18 años de desmanes transcurridos bajo el mandato de los cuatro gobernadores alemanes; ellos se establecieron en Coro y desde allí emprendieron una serie de expediciones en busca de oro y de nativos para convertirlos en esclavos. El oro no lo consiguieron porque no existía ni existe en el país el oro de veta, tal como se encuentra en las minas buscadas por ellos, sino el oro de aluvión; su ignorancia de este hecho aunada a su extrema codicia y carencia de humanidad les llevó a masacrar una importante población nativa tratando de arrancarles el secreto de la localización de lo que llamaron El Dorado.
Sólo me siento animado a reseñar que Ambrosio Alfinger, el primero de sus gobernadores, que según el inmortal Galeano no dejó indio sin marcar y vender en los mercados de Santa Marta, Jamaica y Santo Domingo, murió con la garganta atravesada de un flechazo que recibió en un encuentro con los aborígenes en mayo de 1533 y que el último de ellos, de nombre Felipe de Hutten, quien se aventuró a llegar hasta las riberas del Orinoco en la búsqueda de El Dorado, fue ajusticiado por el conquistador español Juan de Carvajal en mayo de 1546.
También considero oportuno reseñar que el mito de El Dorado, que tanta muerte y sufrimiento causó en el seno de nuestros primeros pobladores, ha resultado ser una clamorosa realidad plasmada en “El Arco Minero del Orinoco”, que cuenta con unas de reservas de oro estimadas en 7.000 toneladas, así como con ingentes reservas de cobre, diamante, coltán, hierro, bauxita, torio y otros minerales, aún por cuantificar.

6.        
La colonia preterida del imperio español en América
A diferencia de México o del Perú, en el territorio que conformaba la Provincia de Venezuela no se detectó, durante la conquista y a lo largo del proceso de colonización, la presencia de los recursos minerales de alto valor, el oro y la plata, que luego de ser explotados de manera más que irracional e intensiva con mano de obra esclava, fundamentalmente nativa, eran exportados a la península para hacer del imperio español el más rico y poderoso del planeta; casi exclusivamente por esta razón dicho imperio  lo mantuvo organizativamente como una simple provincia, con la minusvalía que ello implicaba en el marco del régimen colonial, hasta finales del siglo XVIII, cuando fue creada la Capitanía General de Venezuela.
En cambio, en los casos de México y el Perú, en consonancia con la altísima importancia de carácter crematístico que dichas regiones comportaban, ya en 1535, a la caída de la ciudad de Tenochtitlán fue creado el Virreinato de la Nueva España, y posteriormente en 1542, el Virreinato del Perú, poco tiempo después de la entrada de los españoles en la ciudad del Cuzco.
El Virreinato de la Nueva España cuya capital Ciudad de México fue establecida en la antigua Tenochtitlán, incluyó lo que actualmente es México, más los actuales estados de California, Nevada, Colorado, Utah, Nuevo México, Arizona, Texas, Oregón, Washington, Florida y partes de Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma y Luisiana, de los actuales Estados Unidos, lo que permite visualizar la extraordinaria magnitud del despojo del que fue víctima México por parte del imperio norteamericano durante el siglo XIX; pero incluía también la parte suroeste de la Columbia Británica del actual Canadá; más la Capitanía General de Guatemala (que incluía los actuales países de Guatemala, Belice, Costa Rica, El Salvador, Honduras y Nicaragua); más la Capitanía General de Cuba (actuales Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Trinidad y Tobago y Guadalupe); así como, finalmente, la Capitanía General de Filipinas, (comprendiendo las Filipinas, las islas Carolinas y las islas Marianas, en el océano Pacífico, en Asia y Oceanía). En resumen, un vastísimo sub-imperio colonial.
El Virreinato del Perú incluía todo el territorio de la Suramérica conquistada por España, con excepción del territorio de la Provincia de Venezuela. Otro sub-imperio no menos importante que el anterior.
En el transcurso del tiempo fueron creados el Virreinato de la Nueva Granada o de Santafé en 1717, y el Virreinato del Río de La Plata en 1776, ambos desmembrados del original Virreinato del Perú, por diferentes razones de orden económico.
El Virreinato de Santafé, cuya capital fue Santafé de Bogotá comprendió dentro de sus límites los territorios de las actuales repúblicas de: Colombia, Ecuador, Panamá, Costa Rica y Venezuela, además de regiones del norte del Perú y Brasil, y del oeste de Guyana.
Por su parte, el del Río de La Plata, con capital en Buenos Aires abarcó los actuales territorios de Argentina, Chile, Bolivia, Uruguay y Paraguay, así como partes del sur del Brasil.
El único propósito de esta breve disgregación histórica ha sido el poner de relieve que por causa de la carencia de oro, plata y piedras preciosas aunque también quizás por habernos cobrado la heroica resistencia de nuestros aborígenes, que retardase por casi un siglo el proceso de colonización, el imperio español nos mantuvo en estado de evidente minusvalía institucional hasta finales del siglo XVIII, y ello a pesar de la gran importancia geopolítica de nuestro territorio derivada de su estratégica ubicación al norte de la América del Sur.
7.        
La colonia preterida sale adelante a partir del empuje de sus criollos
La carencia de yacimientos de metales preciosos como el oro y la plata y de piedras preciosas como las esmeraldas, rubíes, topacios y diamantes, así como la escasa cantidad de yacimientos de otros minerales valiosos como el estaño y el cobre, del cual por cierto la familia de El Libertador Simón Bolívar heredase unas ricas minas localizadas en la región de Aroa en el actual estado Yaracuy, hizo necesario el desarrollo de una agricultura de plantación, tanto para satisfacer el consumo interno como con propósitos de exportación.
Esta agricultura de plantación, basada en propiedades de gran extensión territorial y desarrollada fundamentalmente con mano de obra esclava, tanto nativa como traída del África, tuvo como principales rubros: el cacao, el tabaco, el añil, el algodón, el café y la caña de azúcar, algunos de ellos de extraordinaria calidad a nivel internacional, como el cacao cuya variedad “Chuao” es aún hoy en día un ingrediente fundamental en la elaboración de los más exquisitos chocolates europeos y el tabaco “Varinas” cultivado en la región del actual estado Barinas, que aventajaba en mucho al mejor tabaco de Virginia, cultivado en el sur de los Estados Unidos, en el mercado europeo de la época.
También se desarrolló una importante actividad ganadera, que fue de hecho la primera actividad económica desarrollada en la tierra firme venezolana y que condujo a una importante exportación de cueros.
Los excedentes de esta importante actividad agropecuaria eran vendidos mayoritariamente a ingleses, franceses y holandeses de manera ilegal pues el imperio español tenía prohibido a sus colonias comercializar con cualquier otra nación.
Este comercio ilegal se hacía inclusive a través de empresas autorizadas por la propia colonia española para abastecer de mano de obra esclava a sus colonias del nuevo mundo, tales como la Real Compañía de Guinea, empresa comercial de origen francés, y la Real Compañía Inglesa de los Mares del Sur. Lo importante es señalar que por esta vía se estableció un importante intercambio comercial con esas naciones, que incluyó libros así como no pocos artículos suntuarios.
Otra porción importante de la actividad comercial se hacía con España y otras colonias, por medio de los buques de bandera  española que traían vino, aceite y telas, inicialmente, y más tarde esclavos africanos para trabajar en las plantaciones,  regresando cargados de productos agropecuarios rumbo a la península y también a México.
El cacao, que llegó a ser el más importante producto de exportación desde 1620, y por más de dos siglos hasta el surgimiento del café, también era exportado a México en embarcaciones propias fletadas por los productores criollos.
Como quiera que el contrabando se incrementara en forma alarmante en las primeras décadas del siglo XVIII, en grave detrimento de los intereses económicos de la corona española, se hizo preciso combatirlo, por lo que en 1728 fue creada la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, con el objeto de monopolizar las actividades comerciales de la Provincia de Venezuela.
Se trataba de una empresa constituida con base en acciones, cubiertas la mayoría de ellas por capitalistas vascos, principalmente de la provincia de Guipúzcoa, en el norte de España. Al rey se le dio una considerable participación en el negocio, pues recibió de los empresarios 200.000 pesos en acciones, circunstancia que permitió darle a la empresa un carácter oficial; de allí su denominación de Real Compañía. Su operación se extendió por un poco más de medio siglo, desde 1730 hasta 1785.
En líneas generales puede decirse que la Guipuzcoana logró cumplir en muy buena medida los objetivos para los cuales fue creada, logrando golpear duramente el contrabando para lo cual estaba investida de una autoridad que le permitía castigar cualquier violación, así como ejerciendo un feroz monopolio comercial, con beneficios desmesurados para sus socios, en detrimento de los productores y comerciantes locales.
La compañía lesionó en forma importante los intereses de los grandes productores y comerciantes, acostumbrados a negociar sus precios y a comerciar directamente con México a donde exportaban más cacao que el que enviaban a España. También lesionó en gran medida los intereses de numerosos grupos de pequeños agricultores y comerciantes, ya que estos grupos eran los más ligados al contrabando.
La Guipuzcoana se hizo particularmente odiosa, porque trataba de controlar el gobierno de la colonia y ponía al frente de los cargos más relevantes a personas de su confianza.
Siempre se le hizo una oposición fuerte, aunque inicialmente fuese legal y pacífica, pero con el transcurso del tiempo llegó a  ser una oposición violenta que generó insurrecciones tales como: la que encabezó Andrés López del Rosario, más conocido como "Andresote", quien llegó a ser jefe de numerosos esclavos y negros libres de la región del río Yaracuy, estableciendo su control sobre aquellas tierras y protegiendo el contrabando con los holandeses, entre 1732 y 1735; y la que acaudilló Juan Francisco de León, un canario que era Teniente Cabo de Guerra y Juez de Comisos de Panaquire, quien fue denunciado por un factor de la Guipuzcoana de permitir prácticas de contrabando con los holandeses, que tuvo lugar entre 1749 y 1752.
Ambas insurrecciones, que fueron particularmente cruentas, fracasaron en el logro de sus objetivos que no eran otros que la expulsión de la Guipuzcoana, algo imposible de lograr dado su carácter oficial. Sin embargo, sobre todo de la última emergió con gran fortaleza la clase de los nobles criollos, que de hecho había sido instigadora y sostenedora de ambas, al alcanzar importantes reivindicaciones de carácter comercial y legal.
Aunque el enfrentamiento no haya sido directo con el imperio español, no hay dudas de que en el seno de esa clase, muy postergada por la de los venidos de la península, aunque muy opresora a su vez de las otras clases coloniales (indios, negros y pardos, que son una mezcla de los anteriores, entre sí y con los blancos), debió quedar implantado el sentimiento de que cambios más profundos eran posibles.

(*) “Venezuela, un pequeño pero valeroso y digno país que ya ha derrotado a dos imperios”, Carlos E. Lippo, Editorial Académica Española, páginas 3- 16, mayo de 2018.
Caracas, octubre 10 de 2018
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