martes, 19 de septiembre de 2017



¿Para qué se ha seguido armando la vecina Colombia?
Carlos E. Lippo





Colombia es con mucho el país que más gasta en armamentos en toda la vasta región latinoamericana. Así lo demuestran de manera incontrovertible unas cifras publicadas por el Banco Mundial (1), según las cuales el gobierno colombiano asignó al área militar en el año 2016 un presupuesto equivalente al 3,4 % de su Producto Interno Bruto (PIB), cifra que es similar a la asignada por la maquinaria bélica más poderosa del planeta (EE.UU), que dedicó el 3,3 % en ese mismo período y casi 6 veces mayor que la asignada por Méjico, que es un país con mayores problemas de delincuencia organizada, cuyo combate es, junto al combate a la insurgencia de izquierda, la mayor “justificación” gubernamental para tan elevados gastos en países en los cuales persisten importantes niveles de pobreza. Semejante gasto es equivalente también a más del triple de lo asignado por la vecina Venezuela, sin embargo cada vez que nuestro país adquiere un nuevo sistema de armas, en el marco de su nueva doctrina militar independiente del Pentágono, es acusado en forma vehemente de estar estimulando una carrera armamentista en la región por los más encumbrados voceros del Palacio de Nariño.

El Índice Global de Potencia de Fuego 2017 (2) (Global Firepower Index 2017), que presenta una lista de las capacidades militares de 132 naciones a nivel mundial, con base en 50 factores, tales como sus capacidades logísticas y tácticas, la diversidad de sus armamentos y sus capacidades industriales, le asigna a Colombia el sitial 40° a nivel mundial y el 5°, por detrás de Brasil, Méjico, Argentina y Perú, a nivel de los países de la América Latina. Siendo necesario resaltar que su gasto militar (12.145 millones de dólares estadounidenses, en 2016), es sólo superado por el de Brasil (USA $ 24.500 millones), que es un país que tiene varios años seguidos incrementando su gasto militar y más de 3 veces superior al gasto militar de Venezuela, que ocupa el 6° lugar a escala latinoamericana y el 41° a escala global. Sin embargo, en lo que supera ampliamente Colombia al resto de las naciones de la región es en su número de efectivos de tropa, que alcanza a 507.000 (445.000 activos y 62.000 de reserva) y ello sin contar las decenas de miles de efectivos del paramilitarismo, que sigue casi tan estrechamente ligado al ejército colombiano como en aquella época en la que teniendo el ejército colombiano 5 Divisiones (en la actualidad cuenta con más de 10), las Autodefensas Unidas de Colombia, el principal grupo paramilitar, eran llamadas la “Sexta División” del ejército (3).

Este desmesurado gasto armamentista, absolutamente inútil por lo demás en atención a los ínfimos logros alcanzados en relación a sus pretendidos objetivos: el control de la insurgencia izquierdista y de la delincuencia organizada, tiene como correlato una pérdida de soberanía del estado colombiano en favor del imperio, derivada fundamentalmente de la suscripción de los siguientes acuerdos:

  • El bautizado con el pomposo y engañoso título en castellano de “Plan para la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del estado colombiano”, conocido coloquialmente como “Plan Colombia”, que no es más que una ley estadounidense impuesta a Colombia sin consulta alguna con su pueblo, en virtud del acuerdo firmado a finales de 1999 por los presidentes Andrés Pastrana y Bill Clinton, una de cuyas mayores falacias es el hecho de no estar circunscrito a Colombia, como su nombre lo sugiere y ha sido señalado por el gobierno, ya que las políticas que entraña y las consecuencias de su aplicación trascienden extraordinariamente las fronteras territoriales, políticas, sociales y culturales del vecino país (4).
  • El “Acuerdo Complementario para la Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad”, suscrito entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos, firmado el 30 de octubre de 2009 y publicado en la tarde del 2 de noviembre, del mismo año, que equivale a una anexión de Colombia a Estados Unidos, al poner en manos de los gringos no sólo sus principales bases militares, sino también los aeropuertos civiles y cualquier otra instalación que pueda ser útil a las fuerzas de la OTAN. Acuerdo que adicionalmente contempla, como si lo anterior fuera poca cosa, la cesión sin restricciones del espectro radioeléctrico colombiano (5), pero que habiendo sido declarado inexequible (que no se puede hacer, conseguir o llevar a efecto) por la Corte Constitucional de Colombia, ha sido sumisamente aplicado por Álvaro Uribe Vélez, quien lo firmó con Barack Obama y por su sucesor J. M. Santos.

También han contribuido a incrementar este ya desmesurado gasto militar algunos hechos tales como: la suscripción, el pasado 23 de diciembre, de un acuerdo de cooperación militar con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), solicitado desde hace muchos años por Santos (6), que necesariamente debe llevar aparejada una actualización de los sistemas de armas para adecuarlos a los estándares de esa funesta organización; y el afán desmedido del gobierno colombiano de agradar al imperio y sus aliados de la OTAN, participando en  cuanto ejercicio militar sea propuesto por ellos. 

Como evidencia irrefutable del último de los hechos señalados podemos mencionar la participación de las fuerzas militares colombianas en los siguientes eventos realizados durante los últimos cuatro meses, o pendientes aún de ser celebrados durante el presente año (7): los ejercicios militares "Tradewinds 2017" (Vientos Alisios 2017), bajo la dirección del Comando Sur de los Estados Unidos, en aguas del Caribe sur-oriental, en Barbados (06 al 12 de junio) y en Trinidad (13 al 17 de junio); las maniobras aéreas conjuntas Colombia-Estados Unidos (Base Aérea de Palanquero, Colombia, 15, 16 y 17 de julio); las maniobras navales UNITAS LVIII-Fases del Pacífico y Anfibia, (costas del Perú, del 13 al 26 de julio); el ejercicio internacional “Mobility Guardian”, (Seattle, USA, del 29 de julio al 12 de agosto); los ejercicios militares AmazonLog (Tabatinga, Brasil, entre el 6 y el 13 de noviembre); y las maniobras navales UNITAS LVIII-Fase del Atlántico, a celebrarse en sitio y fecha que no hemos podido precisar aún.

Si el gobierno colombiano no reconoce que Colombia tenga ningún enemigo exterior como si lo tiene Venezuela, que ha sido amenazada de una intervención militar directa por el presidente Trump; si ya ha firmado y materializado los acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); y si ya tiene bastante adelantado unos acuerdos de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que pondrían fin a la insurgencia de izquierda, entonces, ¿por qué insiste en aumentar cada vez más el apresto operacional de sus fuerzas armadas?

Para nosotros, así como para quienes ya conozcan aquella frase lapidaria del senador Paul Coverdell, ponente del “Plan Colombia”, que sentenciaba: "Para controlar a Venezuela (se entiende que para apropiarse de sus ingentes recursos naturales de carácter estratégico) es indispensable ocupar militarmente a Colombia", la respuesta a esta interrogante está absolutamente clara, no pudiendo ser otra que para intentar invadir a Venezuela tan pronto como así le sea ordenado por el amo imperial.

Incursionar militarmente en Venezuela en procura de sus riquezas y de su fácil acceso al mar Caribe es un viejo anhelo de las oligarquías colombianas, reivindicado no hace mucho tiempo por uno de sus máximos voceros, el expresidente Álvaro Uribe Vélez, cuando señalaba impúdicamente, durante una conferencia dictada en una universidad colombiana, que “le había faltado tiempo para intervenir militarmente en Venezuela” (8).

Para aquellos que todavía alberguen dudas sobre las razones por las cuales el gobierno colombiano no sólo es que no disminuye el tamaño de su ejército estando a punto de lograr la paz interior, sino por el contrario se empeña en aumentar su presupuesto de gastos militares, presentaremos a continuación algunos juicios de personas ampliamente conocedoras de la materia, que confiamos plenamente que podrán convencerle de la veracidad de nuestro planteamiento:

  • Mary Beth Long, Ex subsecretaria de Defensa de los Estados Unidos, con experiencia de trabajo en la CIA, la NSA y el Departamento de Estado, en el seno de una “mesa de expertos” convocada por el entonces ministro de defensa colombiano Juan Carlos Pinzón, en ocasión de la inminente firma de los acuerdos de paz con las FARC. En esa oportunidad decía la reconocida experta, palabras más, palabras menos, que el ejército colombiano, una vez desmovilizadas las FARC, debía preparase para enfrentar a Venezuela (4).
  • Rodrigo Londoño Echeverri (a) Timochenko, ex jefe militar de las FARC, quien tratando de entender el verdadero alcance del acuerdo de cooperación militar firmado con la OTAN, decía que esa organización buscaba con dicho acuerdo el conducir a las tropas colombianas a combatir en lugares lejanos del mundo para asegurar las ganancias de los grandes consorcios internacionales que deciden ocupaciones militares de otras naciones con cualquier pretexto (9). Y decimos nosotros, ¿por qué habrían de ir más lejos si tienen tan cerca a Venezuela?
  • Juan Carlos Tanus, vocero de la organización “Colombianas y Colombianos en Venezuela” y uno de los más de 6 millones de ciudadanos de ese vecino país que viven desde hace años entre nosotros, entrevistado recientemente por Walter Martínez en su programa Dossier (10), quien al ratificar junto al entrevistador que “Colombia es la estrategia de los Estados Unidos contra Venezuela”, señalaba hechos tan importantes como los siguientes: que el gobierno colombiano se propone incrementar el presupuesto militar del año 2018 en 8 puntos porcentuales, así como que el ejército colombiano está tomando posiciones a lo largo de la frontera con Venezuela, habiendo destacado ya: 14 batallones (alrededor de 14.000 efectivos) en la frontera con el estado Zulia, 9 batallones en la frontera con el estado Táchira y 8 batallones en la frontera con Apure. Siendo importante  destacar también que en la misma oportunidad, este compatriota de la Patria Grande, dando por inminente una intervención militar de Colombia en Venezuela expresaba su inquietud porque la visita del Papa Francisco a su país, concluida el día anterior, “no hubiese sido un ingrediente para tomar decisiones de carácter militar en relación a Venezuela”.

Para finalizar, considero necesario reiterar que Venezuela es y pretende seguir siendo un país de paz, pero que no por ello ni los Estados Unidos ni Colombia deben olvidar que somos los causahabientes directos de aquellos llaneros mal apertrechados que atravesaron las altas cumbres de la cordillera de Los Andes al mando de Simón Bolívar, para expulsar de sus tierras al imperio español y que no pararon hasta expulsarlo también del Alto Perú, para fundar la amada república de Bolivia.

¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o muerte!
¡Venceremos!


celippor@gmail.com
Caracas, septiembre 19 de 2017

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