viernes, 6 de julio de 2018


La muy peligrosa neurosis de Trump con Venezuela
Carlos E. Lippo

"Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluyendo una posible opción militar si es necesario".
Donald Trump, agosto 11 de 2017





Un despacho de la agencia de noticias estadounidense Associated Press (AP), fechado en Bogotá, Colombia, este miércoles 04 de julio, profusamente replicado bajo los más sugerentes titulares por otras agencias noticiosas y por una gran cantidad de medios con diferentes líneas editoriales, da pie para argumentar de entrada que siempre hemos estado en lo cierto cuando hemos sostenido en numerosos artículos anteriores que ese inefable personaje que se cree a pie juntillas que es en realidad el máximo jefe del imperio, de nombre Donald Trump, ha estado resuelto a intervenir militarmente en Venezuela desde el mismo momento de su ascenso a la presidencia de los Estados Unidos.

El despacho en cuestión, firmado por Joshua Goodman, un viejo enemigo de la Revolución Bolivariana desde sus tiempos de director de la AP en Caracas, y elaborado según “El Nuevo Herald” con la colaboración de Jill Colvin, reportera de la agencia en la “Casa Blanca”, está basado fundamentalmente a decir de los autores, en las confidencias de un alto funcionario de gobierno que habló bajo condición de anonimato por lo delicado del asunto.

Sin más preámbulos pasaré a señalar los hechos inéditos reseñados en el despacho, según la versión del “Nuevo Herald” (1), por ser este pasquín, que es un reconocido enemigo de la Revolución Bolivariana, el único de los que leído que hace mención expresa de sus autores. He aquí los hechos:

  • Durante una reunión con sus principales asesores en política exterior, convocada para tratar sobre  las sanciones ya tomadas en contra de Venezuela así como las acciones por tomar, celebrada en la “Oficina Oval” en fecha 10 de agosto de 2017, según se deduce del texto, Trump hizo de improviso la siguiente pregunta: ¿por qué Estados Unidos no puede invadir el país sudamericano? Los atónitos asesores entre los cuales se encontraban Rex Tillerson y el general H.R. Mc Master, a la sazón secretario de estado y asesor de seguridad nacional respectivamente, argumentaron a su turno sobre las consecuencias negativas de una invasión, que le costaría a Washington el apoyo de los gobiernos latinoamericanos, ganado con gran esfuerzo, sólo para sancionar al presidente Nicolás Maduro “por llevar a Venezuela por la senda de la dictadura”. Se dijo también que pretendiendo fundamentar su pregunta, Trump citó los casos de Granada y Panamá, en la década de los ochenta del siglo pasado, como ejemplos de invasiones exitosas en la región.

  • Poco después, habló del mismo asunto con el presidente colombiano Juan Manuel Santos, según dijo el mismo alto funcionario estadounidense, quien además agregó que tal hecho fue confirmado por dos altos funcionarios diplomáticos colombianos, que también hablaron bajo la condición de anonimato para evitar contrariar a Trump.

  • En septiembre del mismo año, en ocasión de la Asamblea General de la ONU, según dijeron las mismas tres fuentes anónimas antes mencionadas, Trump volvió más extensamente sobre el tema en una cena privada con Santos y otros tres presidentes latinoamericanos aliados, presumiblemente Temer, Varela y la vicepresidenta Gabriela Michetti, en representación de Macri, además de otros altos funcionarios y diplomáticos de otros países de la región. El caso es que Trump específicamente preguntó a cada uno si estaba seguro de que no quería una solución militar, recibiendo como clara respuesta, que sí, que estaban seguros de no querer la intervención militar.

En relación al primero de estos hechos debo decir que el mismo pone claramente en evidencia lo muy poco que tomaba en cuenta Trump a sus anteriores asesores en materia de política exterior, al menos en lo atinente al caso de las relaciones con Venezuela, no sólo por la naturaleza contradictoria de los hechos subsiguientes, sino por algunas decisiones que sobre el mismo tema tomase posteriormente, tales como:

·         Unas muy infelices declaraciones ofrecidas al día siguiente, 11 de agosto de 2017, en presencia de sus principales asesores en política exterior (Tillerson, Mc Master y su embajadora ante la ONU, Nikki Haley), según las cuales, a juicio suyo, “La gente (en Venezuela) está sufriendo y muriendo”, y  que para intentar solucionar tal crisis “…  tenemos muchas opciones, incluyendo  una posible opción militar, en caso de ser necesario” (2).

  • La inclusión del mismo tema de la “solución militar” en la agenda de la primera gira latinoamericana del vicepresidente Pence, que iniciándose en Colombia el día 13, lo llevaría a Argentina, Chile y Panamá.

  • La destitución, algún tiempo después, del secretario Tillerson y el asesor Mc Master, funcionarios que aunque no se oponían frontalmente a la intervención militar, si le plantearon el impacto adverso que tal decisión habría de comportar.

Al segundo de los hechos debieron responder unas declaraciones ofrecidas por el presidente Santos en ocasión de la primera visita de Mike Pence a la región, el 13 de agosto de 2017, según las cuales: "… la posibilidad de una intervención militar en Venezuela no debe ser contemplada (...) ni Colombia ni América Latina podrían estar de acuerdo" (3).

Resulta evidente que otras declaraciones de Santos, ofrecidas en Washington tras reunirse con Trump, junto con Temer, Varela y Gabriela Michetti, a un grupo de periodistas colombianos el día 18 de septiembre de 2017, en las cuales señalaba que: “Reiteramos al presidente Trump, se lo reiteré yo y los demás países también, que cualquier intervención militar no tendría ningún tipo de apoyo de América Latina” (4), responden cabalmente al tercero de los hechos señalados en el despacho de AP.

Aceptando la verosimilitud de los hechos señalados en el fulano despacho a partir del razonamiento antes esbozado, no deja de sorprenderme el que un periodista de la ralea de Joshua Goodman, magistralmente descrito en una nota del portal venezolano www.misionverdad.com (5), enemigo probado de la Revolución Bolivariana, sea quien lo haya elaborado. Admitiendo reconocer que ignoro cuáles han sido sus reales motivaciones al mostrar a su propio presidente como un hombre obsesionado con Venezuela y su revolución, empeñado en provocar un conflicto de tales proporciones aun en contra de las recomendaciones de sus más lúcidos asesores, no me queda más que pensar que el periodista intenta por esta vía levantar el ánimo de la alicaída y casi auto extinta contrarrevolución venezolana, cuya dirigencia toda lleva años clamando por esta intervención, bajo la absurda creencia de que los invasores gringos no sólo es que no les harían daño alguno, sino que les entregarían el poder después de su macabra labor de destrucción y muerte; en apoyo de esta hipótesis he de señalar que Goodman, desliza sibilinamente en su artículo el siguiente señalamiento falaz: “… pero en el asediado movimiento opositor venezolano, la hostilidad hacia la idea de una intervención militar ha empezado a ceder…”, cuando alguien como él, que la conoce a fondo, tiene por fuerza que estar enterado de que su dirigencia no sólo es que apoya la invasión sino que no se cansa de implorarla, de la manera más directa y rastrera, en todos los escenarios en la que es recibida.

Aunque Trump ha desistido hasta los momentos de ordenar lo que él personalmente debe considerar más apropiado para “resolver el problema Venezuela”, que no es otra cosa que ejecutar una intervención militar, evidentemente ha actuado así sólo porque su alto mando militar no estaría dispuesto a asumirla en solitario y porque ninguno de los gobiernos de los países de la región, ni aun los agrupados en el “Cartel de Lima”, ha aceptado integrarse a una fuerza militar conjunta.

Sin embargo, persistiendo en la idea de lograr la invasión no han sido pocas las medidas que en esa dirección ha ido tomando desde el mes siguiente al que formulase a sus asesores la malhadada pregunta a la que nos refiriésemos al comienzo de este artículo, plenamente demostrativas todas ellas de que su obsesión con Venezuela ya se ha hecho crónica, pasando a convertirse en una auténtica neurosis. Entre las medidas tomadas por Trump en contra nuestra durante los últimos meses merecen ser destacadas las siguientes:

·         La suscripción de tres Órdenes Ejecutivas contentivas de severas sanciones de carácter económico-financiero, destinadas a restringir en grado extremo el acceso de nuestro gobierno a las divisas requeridas para pagar las necesarias importaciones de alimentos, medicinas e insumos industriales, por lo que se han constituido en un auténtico bloqueo financiero de nuestro país, con las funestas consecuencias para nuestra población que una medida de esta naturaleza comporta.
·         El envío a varios países de la región del secretario de estado Tillerson y el vicepresidente Pence, en febrero de 2018,  con el propósito de convencer a sus gobiernos de integrarse a la pretendida fuerza militar multiestatal invasora, así como el envío del almirante Tidd, jefe del Comando Sur, en funciones de coordinación militar.

·         El intento de expulsar a Venezuela de la OEA, como paso previo a la invasión, tanto en la VIII Cumbre de las Américas (Lima, Perú) como en la 48° Asamblea General (Washington), intentos que resultaron frustrados debido al valiente comportamiento de nuestros aliados en el ALBA-TCP y Petrocaribe.

·         El nombramiento de Mike Pompeo, exdirector de la CIA, y principal promotor de las sanciones en contra de Venezuela (6), como sustituto de Tillerson en el departamento de estado, así como el del impresentable John Bolton, como asesor de seguridad nacional, en reemplazo del general Mc Master, siendo Bolton un “halcón republicano” de amplia trayectoria injerencista, que tuvo que abandonar la ONU por no ser ratificado por el congreso a causa de su extenso prontuario criminal, cuya opinión en contra de Venezuela, que él mismo se ha encargado petulantemente de divulgar (7), lo retrata como otro que está obsesionado con nosotros.

Pero si alguien aún pusiese en duda le existencia de esa neurosis de Trump en contra de este pequeño pero valeroso y digno país, que lo lleva compulsivamente a seguir insistiendo en hacerle objeto de una intervención militar, debería tomar en consideración las declaraciones emitidas el día de ayer por un vocero del Consejo de Seguridad Nacional (CSA), que es el máximo órgano encargado de centralizar la política exterior, militar y de inteligencia de Washington, en patética respuesta a la nota de AP cuyo análisis ha sido el objetivo central de este artículo. La nota del CSA reconoce que la invasión militar de Venezuela sigue sobre la mesa como una opción (8), tal como lo exige Trump en medio de su neurosis, aunque señala de manera vergonzante, que ellos no planificaron ninguna invasión a Venezuela en el 2017 (¿!).

Ya para finalizar, considero oportuno señalar el amplio respaldo brindado por nuestra aliada Rusia en esta compleja coyuntura, reflejado en unas declaraciones altamente auspiciosas del  director del departamento latinoamericano del ministerio ruso de exteriores, Alexandr Schetinin, fechadas el mismo día de ayer (9), en las cuales en obvia referencia al hecho de la planificación de la invasión señalado en la nota de AP, se señala textualmente: "Lo consideramos absolutamente inadmisible, en primer lugar, porque nos oponemos por convicción a la política de sanciones, limitaciones y restricciones respecto a un país soberano", y porque "Estamos profundamente convencidos de que la tarea de la comunidad internacional consiste en ayudar a los venezolanos interesados en el desarrollo constructivo y dinámico del país, a sentarse a la mesa de negociaciones en el marco del diálogo nacional al que llama el Gobierno".
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
Caracas, julio 06 de 2.018

No hay comentarios:

Publicar un comentario