El supuesto patrocinio al
terrorismo es la nueva excusa del imperio para invadir a Venezuela
Carlos E. Lippo
"Ya es oficial: Estados
Unidos es el principal estado terrorista del mundo, y está orgulloso de serlo”
Noam Chomsky, lingüista,
filósofo y analista político estadounidense, en noviembre de 2014
El
terrorismo es un concepto difícil de consensuar, cambiante y frecuentemente
polémico, a un grado tal que la comunidad internacional no ha logrado aún ponerse
de acuerdo en cómo definirlo. El concepto de terrorismo ha llegado a ser tratado
con tal nivel de subjetividad que la celibérrima BBC (British Broadcasting
Corporation), el servicio público de radio y Televisión del Reino Unido, que
opera bajo el mandato de una carta de la corona que teóricamente le garantiza
su independencia frente a controles de tipo político o comercial y siempre ha
tratado de enfatizar su imparcialidad, sugiere en sus manuales de estilo el
tratar de evitar los términos terrorista y terrorismo.
Intentando
abordar a una definición más o menos neutral podríamos decir que se trata del
uso sistemático del terror utilizado por una amplia gama de organizaciones:
gobiernos en el poder; grupos de todo tipo (religiosos, racistas,
colonialistas, independentistas, revolucionarios, conservadores, etc.; así como
también por individuos, con el propósito de intimidar a ciertos grupos
poblacionales, promoviendo de esta forma el logro de sus objetivos. Es
importante entender que el terrorismo se distingue de los actos de guerra y de
los crímenes de guerra en el hecho de que se produce en medio de la total ausencia
de ella.
En
épocas recientes y no tan recientes, sucesivos gobiernos de los Estados Unidos
han proporcionado apoyo de todo tipo a organizaciones paramilitares y terroristas
alrededor del mundo, tal como lo atestigua el informe final sobre una revisión
hecha por la CIA a sus propias operaciones encubiertas recientes, ordenada por
la administración Obama con el propósito de determinar su efectividad, a raíz
de la cual se concluyó que, por desgracia, los éxitos habían sido tan escasos
que era necesario reconsiderar esa política, en especial la de armar a
insurgentes en todo el mundo, algo que dicha agencia ha venido practicando a lo
largo de sus 71 años de existencia. Pero resulta además que también han
brindado asistencia a numerosos regímenes autoritarios que han usado el terror
como herramienta de represión, un caso tan igual de grave o más grave aún que
el anterior.
El
diario “The New York Times” fue el
primero en destapar el caso de dicha revisión, al publicar un artículo bajo el
título de “Estudio de la CIA sobre la
ayuda encubierta aviva el escepticismo acerca de ayudar a los rebeldes sirios”,
a raíz de lo cual Noam Chomsky, en un artículo publicado en la web “Truthout.org” sugiere su propio titular para el trabajo del NYT que,
según él, debería haber sido: “Ya es
oficial: Estados Unidos es el principal estado terrorista del mundo, y está
orgulloso de serlo” (1).
El
conocido lingüista, filósofo y analista político estadounidense dice además en
ese artículo publicado en noviembre de 2014 que Estados Unidos es "el estado terrorista número uno",
teniendo en cuenta sólo sus mortíferas operaciones dirigidas por la CIA en
países como Nicaragua y Cuba, dos de los casos de “ayuda encubierta” mencionados junto con el de Angola en el primer
párrafo del artículo del NYT, que a su juicio fueron cada uno una verdadera “operación terrorista llevada a cabo por Estados
Unidos".
En
aras de la brevedad y asumiendo como ampliamente conocidos los casos de Cuba, que
incluye acciones terroristas de todo tipo durante estos casi 60 años de
revolución, y de Nicaragua, al proveer de armas, entrenamiento y un importante
apoyo financiero y logístico a los “Contras”
en lo que fue una brutal intervención armada del imperio por medio de ellos,
entre 1980 y 1991, pasaremos a reseñar el caso Angola, de la mano del mismo
Chomsky.
Señala
el catedrático del MIT, que EE.UU. apoyó en la década de los 80 la política del
“apartheid” en Sudáfrica, país que
invadió Angola con la excusa de protegerse "de
uno de los grupos terroristas más notorios del mundo", a juicio de Washington,
que era nada más y nada menos, que “El
Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela”. Continúa diciendo Chomsky
que "Washington se unió a Sudáfrica
para dar apoyo crucial al ejército terrorista Unita de Jonas Savimbi en Angola.
Siguió haciéndolo incluso después de que Savimbi sufrió una rotunda derrota en
una elección libre y cuidadosamente vigilada"; para terminar diciendo
que: "Las consecuencias fueron
horrendas. Una investigación de la ONU en 1989 estimó que las depredaciones
sudafricanas provocaron 1,5 millones de muertes en países vecinos, sin
mencionar lo que ocurría en Sudáfrica misma".
Chomsky
concluye su artículo refiriéndose a la que define como "la mayor campaña terrorista del orbe”, que no es otra que “el proyecto global de asesinato de “terroristas”
lanzado por Obama", mediante la utilización de drones operados con la
mayor sevicia a miles de kilómetros de distancia; una acción tan extremadamente
horrible y terrorífica que la mayoría de quienes la ejecutaban, con un mal
disimulado entusiasmo, se han convertido en asesinos reales, alcohólicos,
drogadictos y traumatizados de todo tipo de por vida (2).
A
pesar de este extenso prontuario delictivo en materia de terrorismo los Estados
Unidos, en su pretendido rol de gendarme mundial, pretenden arrogarse la
potestad de atribuir el calificativo de terrorista a algunos de aquellos países
que se niegan a aceptar sus designios, incluyéndolos en una lista de “patrocinadores del terrorismo”, que son
considerados como colaboradores de “organizaciones
terroristas”. Una lista que por supuesto deberían encabezar ellos mismos.
La
dichosa lista, que es confeccionada por el departamento de estado, fue creada por
primera vez en diciembre de 1979, con la inclusión de Libia, Irak, Yemen del
Sur y Siria; siendo oportuno recordar que los dos primeros países han sido
prácticamente regresados a la “Edad de
Piedra”, a causa de sendas invasiones del imperio y sus aliados de la OTAN,
mientras que los gobiernos legítimos de los dos últimos se encuentran librando
exitosamente sendas guerras civiles inducidas también por el imperio.
La
inclusión de un país en la lista va aparejada de la aplicación de sanciones unilaterales
de tipo militar, económico y financiero. En la actualidad tienen el honor de
compartir la lista: Corea del Norte, Irán, Siria y Sudán, todos ellos acusados
de apoyar a diversos grupos insurgentes no terroristas, tales como Hezbolá y
HAMAS.
Abordando
de una vez el tema central de esta nota debo decir que “The Washington Post”, el mayor y más antiguo periódico de la
capital del imperio, un medio que como se recordará cobró fama mundial a
principios de los 70, por su investigación sobre el caso “Watergate”, que desempeñó un papel importante en la caída del atorrante
y felón presidente republicano Richard Nixon, publicó el pasado lunes 19 un
artículo (3) que iniciaba
diciendo que según comentarios de funcionarios de la administración Trump y
algunos mensajes internos de correo electrónico, el gobierno estadounidense se
está preparando para agregar a Venezuela a la lista de patrocinadores estatales
del terrorismo, en lo que se estima “sería
una escalada dramática contra el gobierno socialista de Nicolás Maduro”.
La
oprobiosa medida se estaría tomando en respuesta a las presiones ejercidas por
algunos legisladores republicanos, en especial por el senador por la Florida
Marco Rubio, conocido enemigo de la Revolución Bolivariana, quien ha apoyado su
exigencia en supuestos vínculos del gobierno de Venezuela con el Hezbolá
libanés, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y otros grupos
como la organización separatista vasca ETA, sin haber ofrecido prueba alguna de
esas acusaciones.
Continúa
el artículo diciendo que los republicanos han acusado a Venezuela de tener
vínculos con organizaciones terroristas, pero que los expertos, al minimizar la
amenaza y la fuerza de esas conexiones, han advertido que una designación que
no ofreciese evidencias concretas podría debilitar la “legitimidad” de la lista, que los críticos dicen que ya se aplica
de manera bastante sesgada e inconsistente; dice también en relación a este
aspecto que David Smilde, un alto miembro de la Oficina de Washington para
Latino América (WOLA), que es una ONG cuyos objetivos declarados son la
promoción de los derechos humanos, la democracia y la justicia social y
económica en Latinoamérica y el Caribe, ha señalado enfáticamente que sospecha
que la designación “se basará en rumores
y fuentes de integridad cuestionable”.
Aunque
la medida en cuestión aún no ha sido tomada y algunos legisladores como Eliot
Engel, líder de la minoría demócrata en el comité de exteriores de la cámara de
representantes, amenazan con obstaculizarla (4),
considero que habrá de ser tomada más temprano que tarde, basándome para ello
en que se trata de una competencia exclusiva del gobierno que la ejerce a través
del departamento de estado, cuyo jefe actual, Mike Pompeo, siendo director de
la CIA decía en una entrevista concedida a Fox News en agosto de 2017: “Venezuela puede convertirse en un riesgo
para los Estados Unidos de América. Los cubanos están allí; los rusos están
allí; Hezbolá está allí. Esto es algo que tiene el riesgo de volverse un
problema, por lo que los Estados Unidos deben tomárselo muy en serio” (5).
Teniendo
ya tantas sanciones encima no son muchas las nuevas sanciones que podrá imponernos el imperio a raíz de nuestra
inclusión en la oprobiosa lista: quizás lleguen a bloquearnos los escasos
fondos que aún conservamos en el Fondo Monetario Internacional (FMI) o los que
aún hayamos podido conservar en el Banco Mundial (BM) o en el Banco Interamericano
de Desarrollo (BID); quizás presionen más de lo acostumbrado a instituciones como
la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud
(OMS) u otras similares a las cuales aportan recursos, para que no nos atiendan
debidamente; considero sin embargo que a dicha inclusión habría de seguir un
boicot a las exportaciones de petróleo de Venezuela, que sigue siendo aún el
cuarto mayor suministrador de petróleo extranjero en los Estados Unidos. Y ello
a pesar de lo dicho por Adam Isacson, un “experto”
estadounidense en América Latina, también citado en el artículo del WP, en
relación a la oposición que a dicho boicot habrían de promover los republicanos
en Texas y Louisiana, hogar de refinerías establecidas para procesar el
petróleo de alto contenido de azufre de Venezuela, por el fuerte impacto que
tal medida tendría sobre los consumidores comunes de ambos estados.
Considero
sin embargo que el verdadero impacto adverso resultante de calificarnos falazmente
como un país que patrocina el terrorismo, será el de proveer al imperio y sus
aliados de la excusa necesaria para poder intervenirnos militarmente en aras de
una supuesta defensa de la seguridad regional y la de los propios Estados
Unidos; algo en lo cual coincide conmigo David Smilde, quien a decir del mismo
artículo del Washington Post teme que la designación pueda "presentar a Venezuela como
una amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos para legitimar una
opción militar".
A
raíz de este nuevo intento de agresión del imperio quedan absolutamente claras,
como la luna llena, las intenciones de unas recientes declaraciones del
embajador colombiano en EE. UU., Francisco Santos, según las cuales el Ejército
de Liberación Nacional (ELN) de Colombia, un grupo insurgente considerado
terrorista por los Estados, Colombia, Perú y la UE, “… es un grupo paramilitar del gobierno venezolano”, que es
utilizado “para hacer las cosas sucias
que no hace la Guardia Nacional” (6), algo
que ha sido también sostenido por el propio presidente Duque, con las mismas
intenciones, en múltiples ocasiones.
En
el marco de este nuevo escenario bélico posible y como quiera que continúo
sosteniendo que la intervención militar del imperio, que habrá de tener como
puntas de lanza a Colombia y Guyana (7),
será materializada a través de la frontera sur, es que considero que debemos
mantener encendidas las alarmas a plena intensidad, con base en los siguientes
hechos:
·
La celebración en Brasil, entre
el 18 y el 30 de noviembre de la octava edición del “Ejercicio Crucero del Sur” (CRUZEX) (8),
en el que participarán al menos 14 países: Brasil, Canadá, Chile, Francia,
Perú, Uruguay y Estados Unidos, como participantes activos; Bolivia, India,
Suecia, Reino Unido y Venezuela, en el rol de observadores; y Portugal y
Alemania como conferencistas, al igual que Francia; desplegándose con unas 120
aeronaves aproximadamente. Una de las novedades de esta edición de CRUZEX es la
adición del entrenamiento en escenarios de guerra no convencional, con el
enfrentamiento a fuerzas insurgentes y paramilitares, en el contexto de una
misión de las Naciones Unidas. La presencia de Venezuela en el rol de país
observador no debe infundirnos mayor confianza, puesto que fuimos invitados
desde la clausura de la séptima edición celebrada en el 2013, cuando la
situación política del vecino era diametralmente opuesta a la actual.
·
Un político colombiano de
tanta seriedad y confiabilidad como lo es sin dudas el expresidente Ernesto Samper,
exsecretario general de UNASUR, ha señalado recientemente que: “Existe una actitud inexplicablemente pugnaz
del nuevo gobierno de Colombia que a mi juicio tiene el propósito de crear unas
condiciones para un enfrentamiento armado entre ese país y Venezuela; de hecho,
veo la posibilidad de que exista ese conflicto…” (9).
·
Recientemente la policía de
Guyana reportó que un oficial de ese organismo fue herido por supuestos
miembros de una banda conocida como el “Sindicato”
que opera en la frontera entre Venezuela y la zona en reclamación con Guyana.
Según reportan los organismos de seguridad guayaneses, aún “no se ha arrestado a nadie, ya que el autor [de los disparos] estaba
en el lado venezolano de la frontera cuando abrió fuego” (10).
Como podrá recordarse, a inicios de este año, el presidente guyanés David
Granger, siempre presto a atacar a Venezuela, habría pedido que se aumentara la
presencia militar en la frontera, debido a que el “Sindicato” aumentó sus acciones delictivas en la zona y se habrían reportado ataques a mineros
guyaneses.
Ya
para concluir quiero señalar, repitiendo lo dicho en un artículo anterior (7),
que si en definitiva Colombia y Guyana decidiesen actuar en profundidad como
los peones del imperio que realmente son, invadiendo nuestro territorio, no les
arriendo las ganancias puesto que de este lado se encontrarán con un pueblo
cívico-militar, plenamente capacitado para la defensa del territorio y
dispuesto a entregar hasta su última gota de sangre por entender que si
Venezuela cae, habrá de caer toda “Nuestra
América” , que retornaría a ser el infamante “patio trasero” del imperio. También porque en el supuesto negado de
que lograsen una victoria, seguro estoy que el imperio lejos de entregarles la
pretendida recompensa, no hará otra cosa que apretarles el yugo ya que habrá
desaparecido uno de los principales bastiones de la resistencia
latinoamericana.
¡Hasta la Victoria, Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(1) https://actualidad.rt.com/actualidad/view/145853-chomsky-eeuu-terrorista-numero-mundo-cuba-siria
Caracas,
noviembre 24 de 2018
celippor@gmail.com
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